mayo 27, 2012

Pentecostés


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 27 de mayo.


El Amor de Dios, que es el aliento, la fuerza, la dinámica profunda de vida de Dios, nos crea-cuida dándonos una existencia para una feliz eternidad y nos recrea, ante nuestra debilidad y pecado, con la Redención de su Hijo, Jesucristo, que celebramos y renovamos en cada sacramento, especialmente en cada Eucaristía.
Nadie está fuera del alcance del Espíritu de Dios.

Nunca nada en la historia le ha sido extraño, aunque Él no sea conocido, reconocido ni apreciado por gran parte de la humanidad y hasta de nosotros mismos, los bautizados.

Dios, con su Espíritu, guía los corazones hacia el Bien y la Paz, aunque muchos no lo perciban o no lo reconozcan e, incluso, algunos lo nieguen. Así como no podemos evitar respirar, no podemos evitar vivir en el Espíritu de Dios, porque su Amor nos mantiene en la existencia y constantemente nos llama a una mayor dignidad personal y social.

La Iglesia es uno de sus instrumentos de influencia y acción, el más claro y privilegiado, pues en ella, Comunidad con límites y debilidades, Él no deja de manifestarse y actuar en favor de todos y para el bien de todos.

Todo lo da para el bien de toda la humanidad y conduce a la Iglesia para que sea un signo cada día más claro ["Luz" y "Sal", la llamó Jesús] de su voluntad de Salvación y Vida Nueva, Diálogo y Paz, Bien y Solidaridad, Reconciliación y Perdón...

Es verdad que todo queda supeditado, como sucede en el resto de la humanidad, a la libre decisión de cada persona, comunidad y sociedad, pero el Espíritu Santo no deja jamás de actuar, mover, guiar, enseñar, llenar, quemar, renovar...

Es el misterio de la Paterna Maternidad de Dios y creo podemos decir que el Espíritu es su dimensión materna: lleno de discreción, respeto, sencillez, eficacia silenciosa, delicadeza, presencia continua, consuelo, paz, serenidad, sanación...

Es Maestro, pero no impone, aunque jamás deje de proponer nuevas lecciones; es Guía, pero jamás violenta ningún camino, aunque, con mano suave y susurro delicado y continuo, según las disposiciones de cada uno, vaya sugiriendo; es el 'Otro Defensor' que está con nosotros para que el enemigo de toda vida y bien no nos vuelva a aplastar y, si se lo permitimos por nuestro descuido o necia rebeldía, podamos encontrar el camino de superación de toda esclavitud o condena.

¡Es el gran don de Cristo Jesús y del Padre! ¡¡Que lo sepamos aprovechar y secundar todos los días de nuestra vida!!
Él hace de toda vida, en todo rincón del mundo, un camino de grandeza y santidad... ¡¡¡También por eso lo llamamos Espíritu Santo!!!

María, nuestra Buena Madre Auxiliadora, nos enseña a ser como ella, dóciles a este mismo Espíritu que hizo en ella tantas maravillas: lo mismo quiere hacer con todos y cada uno de nosotros, ¡para eso nos lo envió Jesús!

Dios nos bendiga a todos y nos enseñe a ser arcilla dócil en sus manos de tal artista.

Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora, en su fiesta:

P. José Mª Domènech SDB
Pentecostés


San Lucas, en el evangelio, narra la venida de Jesús y el nacimiento de la pequeña Comunidad de discípulos que le siguen y, en los Hechos de los Apóstoles, narra la venida del Espíritu Santo y el desarrollo de la Comunidad de los discípulos de Jesús, llamada a transformar toda la Comunidad humana.

Todo, ayer y hoy, en Cristo Jesús y en su Comunidad, es fruto de la acción constante del Espíritu.

El Espíritu es presentado, en la Biblia, con figuras, de las cuales la más usada es la de “Aliento, soplo, de Dios”. Su presencia es tan vital que aparece desde el comienzo, en la creación: “El soplo de Dios se movía sobre la superficie de las aguas” (Gn. 1, 2), hasta el final de la historia: “El Espíritu y la novia dicen: ‘¡Ven!’” (Ap. 22,

El Espíritu Santo, para Lucas, es elemento fundante de la Comunidad del Resucitado: ella es convocada por la Palabra que el Espíritu les mueve a proclamar, es enriquecida por los dones que Él confía a todos y es alimentada por la Eucaristía y la vida de Comunión de la que Él es garante de fecunda fidelidad.

La razón básica de su presencia es dar Unidad y Vida de Salvación a nuestras frágiles Comunidades.

La Comunidad formada por el Espíritu de Jesús está llamada a ser Jesús en el mundo: fuente inagotable de perdón y paz para los marginados. Ella sólo podrá cumplir su misión si es fiel y dócil al Espíritu.

El Espíritu Santo viene para que tengamos la capacidad vital de anunciar, desde la vida, al Resucitado


En Pentecostés los judíos celebran la confirmación de su liberación de la esclavitud, al aceptar la Ley que Dios les da como modo interior de vida para que sean orientación de vida para toda la humanidad.

Pentecostés es un dato histórico concreto, la fecha de un acontecimiento vital para la Iglesia. El inicio de una Misión que compromete toda la vida de quien cree, liberado ya de la ‘muerte’, en Cristo resucitado.

Todo lo bueno que recibimos viene del Espíritu y para el bien de todos, pues de todos Dios es Padre.

El don del Espíritu es misterio de unidad en la diversidad para el Bien Común de todo el mundo.

Hemos nacido, a la vida y a la Fe, para el Bien Común en el Dios-Amor-y-Vida: de esto que se deriva todo bien personal. En la Fe cristiana el individualismo es negación de la Fe y de todos los dones de Dios.

El Espíritu nos lleva a formar un solo cuerpo en Cristo, para gloria de Dios y el bien de la humanidad.

Recibimos el Espíritu para vivir la misión de Cristo: dar la vida para dar ofrecer paz interior y perdón real

Dios nos ama tanto que nos da lo más íntimo de Él: su aliento, su respiración, su Espíritu de Amor.

San Juan sitúa el don del Espíritu ya en la tarde del domingo de Pascua. El aliento del Padre y del Hijo inaugura una nueva creación, la del Espíritu de Dios. Así fue el principio de la humanidad. Ahora, Dios actúa sanándonos de la rebeldía y del pecado e insertándonos en la Comunión de Amor de Dios.

La Paz, en el Amor que da Perdón y Vida, es el don básico del Espíritu. Los demás dones son para hacer fecunda en la Comunión, en la Verdad y en el Servicio, la Comunidad de los discípulos de Jesús.

Para Jesús la acción del Espíritu Santo en la Iglesia es vital, como la suya: completa su obra en todos.

Pidamos a María vivir unidos y siempre dóciles al Espíritu Santo para ser testigos del Resucitado.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO B – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO VIII
PENTECOSTÉS

El Señor nos da su Espíritu, que es el del Padre, para que podamos ser como Dios, es decir, gestores de un mundo donde todos vivan con dignidad y paz

Hch. 2, 1-11:
"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa... Vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua... decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son galileos? ¿Cómo es que cada uno
de nosotros les oímos hablar en nuestra propia lengua?...»"

Salmo 103: "Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra".

1Cor. 12, 3b-7:
"Nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo... hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu... es el mismo Dios que realiza todo en todos. En cada uno el Espíritu se manifiesta para el Bien Común... Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo... todos hemos bebido de un mismo Espíritu".

Jn. 20, 19-23: "Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con Uds.!» Mientras les hablaba, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con Uds.! Como el Padre me envió a mí, yo también les envío a Uds.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: « Reciban el Espíritu Santo. Los pecados les quedan perdonados a los que se los perdonen, y serán retenidos a los que Uds. se los retengan»."





mayo 19, 2012

"El Señor asciende entre aclamaciones"


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 20 de mayo.


Dios es grande y estamos alegres, dice el salmo y con mucha objetividad y justicia.

El Padre, en su Eterno Amor, expresado en la creación y, sobre todo, en el envío de su Hijo para salvarnos, nos ha manifestado la aceptación del don de la vida de su Hijo, en obediencia al Amor del Padre y expresión histórica del suyo propio en el tiempo, resucitándolo de entre los muertos mostrándonos la participación del Hijo encarnado en la gloria del Padre, velada durante su trayecto humano en el tiempo, pero clara y patente con la resurrección y, más todavía, con su ascensión al cielo para estar entre nosotros sin ningún límite ni de tiempo ni de espacio.

Ahí lo tenemos en la Comunidad Eclesial, ahí lo tenemos en la Eucaristía, ahí lo tenemos en la acción de cada sacramento, ahí lo tenemos en la oración personal, ahí lo tenemos en toda obra buena movida por las ganas de dar vida que toda persona de buena voluntad desarrolla, más allá de sus creencias, o increencias, religiosas.

La Acción Salvífica del Amor de Dios es infinita y universal.

Somos testigos de un Amor tan concreto e histórico; somos testigos de un Amor tan universal y englobante; somos testigos de un Amor tan renovador de cada persona, sea quien sea, pues no hace acepción de personas.

En ello nosotros tenemos una responsabilidad especial como cristianos, pues muchos, no conociendo a Dios temáticamente y a través de su Hijo Jesucristo, le son dóciles y le están disponibles... ¿Y nosotros?

El Señor nos ha enviado y nos acompaña dando eficacia a lo que hacemos en su nombre y para testificar su Amor y Salvación.

Que esta fiesta, que, por otro lado, expresa la gloria que Dios nos tiene reservada, sea para nosotros un acicate.

Como los ángeles que 'despertaron' a los apóstoles preguntándoles por qué estaban ahí parados mirando al cielo cuando tenían una tarea que hacer, tarea dada precisamente por el mismo al que habían visto subir con todo poder y gloria, y que iba a volver con el mismo poder y gloria a pedirles cuentas... Y los apóstoles, con María, entran en oración abriendo más y más su vida para que el Espíritu del Padre y del Hijo les llene del todo...

Esto es un verdadero reclamo para nosotros:

¿Es la oración con María la actitud constante en nuestra vida, aun cuando el trabajo nos apriete y nos haga correr?

¿Es María nuestro modelo de persona atenta y dócil a la acción de Dios y servidora, por eso, de todos los que le rodean?

Estamos a las puertas de la novena de María Auxiliadora, pongámonos en su escuela de Escucha disponible a la Voluntad de Dios.

Ella nos ayude a ser personas de oración atenta y activa para favorecer toda bondad y todo bien en toda persona...

¡Es un aprendizaje duro y nada fácil, por la soberbia y desidia que tantas veces nos quiere ganar, pero María nos llama desde el corazón y Dios nos reclama desde los diversos acontecimientos de la historia de cada día. Agucemos el corazón y exprimamos nuestra sensibilidad cristiana para que en nosotros el Espíritu encuentre personas dispuestas a lo que nos pida, aunque no siempre sea de nuestro gusto o parecer.

Dios nos ayude a ser testigos de su Amor en todas partes y con todas las personas.

Unidos en oración con María, la Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

"El Señor asciende entre aclamaciones"

Jesús muestra su grandeza y señorío al resucitar y al subir al cielo; es decir, al superar todo límite que nuestra naturaleza material y débil, que comparte totalmente con nosotros, nos pueda poner.

No se va desentendiéndose de nuestra realidad, sino que nos muestra que hay un destino superior al que todos estamos llamados y nos acompaña en nuestro caminar hacia él. Si comprendiéramos mejor nuestra vocación de grandeza, no nos dejaríamos atrapar por las pequeñeces que, a veces, tanto nos atan.

Somos enviados a compartir las maravillas que el Señor nos ha confiado porque el que crea ya está salvado y encontrará la paz y la Vida para siempre y para todo. No creer es quedar en la angustia y el límite.

La tarea es superior a nuestras fuerzas: la propuesta, ante los límites evidentes, no es creíble. ¿A quién vamos a convencer? Pero el Señor nos acompaña y fortalece y, en y por nosotros, hace sus obras: nada lo ata. Debemos creer, estar disponibles y fiarnos de Él; esta Fe será la puerta-prueba para los demás.

La gloria del Señor es nuestra garantía y la Fe será el camino para llegar a ella, si se hace concreta en el Amor que sirve y construye la justicia en la Verdad para despertar la esperanza y afianzar la paz.

El Señor, en su ascensión, muestra su soberanía y nos envía como sus testigos con la fuerza del Espíritu

Jesús confía a su Iglesia la misión que Él ha recibido y para eso le da su mismo fecundo Espíritu.

Con la subida al cielo de Jesús se marca el fin del tiempo público de Jesús y el inicio del nuestro, del de la Iglesia. Somos enviados como testigos del Amor que Salva. El Espíritu nos anima y jamás debemos creer que podemos solos, pero tampoco dejarnos paralizar: ¡es tiempo de dar vida como Él, hoy y aquí!

Para nosotros es vital comprender lo que hemos recibido para poderlo vivir, valorar y compartir con
todos


Cristo resucitado, glorificado por Dios Padre, muestra lo eterno de la Salvación. Ésta supera todo límite porque es Él quien salva desde toda la eternidad: todo lo creó desde su Amor comunicador de vida; la Salvación es comunicación de Vida desde este Amor eterno, realizado en el tiempo y para todo el mundo.

Pablo ruega al Señor que lo comprendamos y valoremos, para que no nos dejemos atrapar por nada.

Somos enviados a ser testigos, ante toda la realidad, de la Salvación de Jesús: Él nos acompañará siempre

‘Subir al cielo’ y ‘estar sentado a la derecha del Padre’ son expresiones que hablan del triunfo del Señor, de su Señorío total y absoluto y de su voluntad de hacer lo necesario para el éxito de su Misión.

Confesar la ascensión muestra la Fe de la Iglesia en la glorificación de Cristo, el Señor resucitado.

Él está con nosotros y en nosotros actúa el Salvador, si creamos y nos identifiquemos con Él: ¡no sólo creer, ni sólo bautizarse! Ambas son necesarias, pero la primera da sentido y valor a la segunda.

Él nos revestirá de su poder, el Espíritu, y superaremos todos los obstáculos, si nos dejamos guiar.

Como diciéndonos: todo lo que tenga que ver con la Salvación les será posible: ¡hay que confiar siempre!

Pidamos a María aprender a tener siempre presente al Señor y confiarnos a su Amor todopoderoso.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO VII
ASCENSIÓN DEL SEÑOR

La gloria a la que Dios nos llama es inmensa y Jesús nos la muestra con su ascensión: Él nos envía a proclamársela a todos viviendo de acuerdo con ella.

Hch. 1, 1-11:
"...Después de su pasión, Jesús se manifestó a [los apóstoles] dándoles muchas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció hablándoles del Reino de Dios... les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «…porque Juan –les dijo– bautizó con agua, pero Uds. serán bautizados por el Espíritu Santo dentro de pocos días... Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre Uds. y serán mis testigos... hasta los confines de la tierra». Dicho esto... lo vieron elevarse y una nube lo ocultó de su vista... Se les aparecieron unos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «...¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado... vendrá de la misma manera que lo han visto partir»."

Salmo 97: "El Señor asciende entre aclamaciones, al son de trompetas".

Ef. 1, 17-23:
"Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría... que les permita conocerlo verdaderamente... para que puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con el que obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza... que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó… Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo y la plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas".

Mc. 16, 15-20: "Jesús resucitado se apareció a los once y les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará... Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban".






mayo 04, 2012

«Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 6 de mayo.


El Señor nos invita a mantenernos unidos a Él, que es nuestra Vida, como los sarmientos a la vid, si desean dar fruto.

Esta vid es el mismo Dios del que recibimos la savia de la Vida y al que consagramos la nuestra para que otros se beneficien de los dones que Él nos concede al integrarnos en la Comunidad cristiana en la que Él nos integra para ser fecundos en Él.

Para Pablo y Bernabé esta integración era vital, pues, si bien se le presentó a Pablo en su camino de perseguidor, lo único que Jesús hizo entonces fue identificarse como el Señor Jesús, al que Saulo perseguía al perseguir a lo que seguían el Camino del Señor.

Cristo no sólo se identificó con la Comunidad cristiana, sino que fue a ella a la que le encargó que recibiera y orientara a Saulo para que aprendiera a seguir al Señor y testificar su Nombre como el Mesías Salvador, el esperado por el Pueblo de Dios, a lo largo y ancho del mundo.

Pablo entendió que Cristo y su Comunidad eran inseparables y después lo expresaría en el símil del cuerpo.

Juan nos hace notar que no se trata de creer en teoría, "de palabra y con la lengua", dice él, sino en verdad, por mucho que esto nos cueste. Y este "de verdad" de su carta, significa viviendo el Amor comunitario e histórico que el Señor nos pide en su mandamiento del Amor que nos da vida nueva.

Nuestra Fe no encaja con las teorías que nos podamos inventar, y que, de hecho, se han ido dando a lo largo de la historia, y a las que la Comunidad cristiana ha debido responder sin condenar a las personas, pero aclarando la realidad para que nadie se desviara del Camino.

A esa concretez se refiere san Juan al decir que debemos amar "con obras y de verdad". Quien así ama, aunque se equivoque, pues nadie está exento de ello, podrá mantener la paz, pues cuando le hagan ver su error, rectificará, si de verdad ama según Dios y no según su soberbia, y tratará de vivir como entiende que el Señor le pide a través de su Comunidad, siempre más unido a la Vid para que sus frutos sean permanentes en Dios, el Dios del Amor histórico y concreto, que a nosotros tanto nos cuesta asimilar.

Que María, en cuyo mes estamos, nos ayude a vivir sinceramente nuestra Fe comunitaria y nuestra permanencia en Cristo para que sea su Vida la que fecunde la nuestra y le haga producir los frutos que Dios desea de cada uno de nosotros.

Dios nos bendiga y nos llene de su Vida nueva.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB


«Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador»

“Permanezcan en Mí”, nos pide, hasta siete veces, de diversos modos, el Señor en este párrafo.

Pablo y Bernabé, con su actitud, nos hace notar que la Comunidad es vital para la maduración de la Fe cristiana. No podemos ser cristianos por nuestra cuenta. No se nos pide impecabilidad ni perfección, según Juan, pero sí mantenernos unidos a nuestra Comunidad, aunque esto, a veces, no sea cómodo.

De la identidad, intimidad y profundidad de nuestra relación con Cristo depende el que seamos cristianos o tan sólo miembros, tal vez honestos, de una religión, más o menos fabricada por nosotros.

Alguno se ‘defiende’ diciendo: ‘¡Yo soy cristiano a mí manera!’, con lo que, tal vez, afirma que él y Dios se entiende en privado, independientemente de ningún rito impuesto o de una Comunidad que pretenda ser autoridad para él. Hemos escuchado un: ‘Yo rezo en mi casa cuando lo necesito’; o: ‘Yo vengo a misa cuando tengo tiempo – o tengo ganas – o cuando lo siento, porque no soy hipócrita’ Y así se mantienen
fuera y no se alimentan y empiezan a creer a su manera y a tener su propios criterios, que ellos se creen que son cristianos.

Los frutos de la vida cristiana –el Amor fraterno, que es nuestro gran aporte-duda a nuestro mundo– dependen de nuestra permanencia en Cristo. El Padre, de múltiples modos, entre los que está, sin duda, la Comunidad, se encarga de purificar y enriquecer nuestra relación con el Amor libérrimo de Dios.

Los frutos serán mayores, cuanto más profunda sea nuestra intimidad con Cristo en su Comunidad.

Unirse a la Comunidad es vital: por ella pasa la sabia renovadora de Cristo, que nos fecunda con su vida

Saulo ha conocido a Cristo, por experiencia, pero Éste vive en su Comunidad y a ella debe integrarse, pues de ella, por mandato del Señor, ha recibido la savia de la Fe, confiada por el Señor para todos.

La Comunidad, al fin y al cabo, también humana, no se fía. Es la honestidad humilde de Saulo la que gana la confianza de Bernabé, hombre del Señor, quien le lleva a los apóstoles-testigos: éstos lo acreditan.

La vida de Cristo se concreta en el amor; y el amor expresa la Fe real, que obedece al Dios que nos salva

Sabemos que estamos unidos a Dios si nos amamos unos a otros según su Voluntad de Salvación.

Muchas veces es posible que nos equivoquemos; nuestra conciencia nos reprochará por ello, pero si nos guía el Amor de Dios, podemos vivir en paz, pues Él es superior a todo y nos ayudará a liberarnos.

Lo importante es seguir cada día lo que nos indica en sus mandamientos: lo demás lo hace Él.

La Gloria de Dios es nuestra vida fecunda en el amor; eso sólo es posible si vivimos unidos a la vid, Cristo

Jesús, que acaba de entregar su Cuerpo y su Sangre como alimento de Salvación y Vida nueva, se identifica con la vid, figura del Pueblo elegido, amado por Dios, que, fecundo, se extenderá lleno de Vida.

El Amor de Dios jamás dejará de enriquecer a los que formen parte de esta vid. Serán fecundos.

¿Lo importante? Mantenernos unidos a Él. Es lo único que se nos pide: Amor y disponibilidad total.

Jesús es la fuente y alimento del Pueblo fiel, la viña fecunda que llena de vida a los discípulos fieles.

Dios cuida su viña, la limpia y purifica sus ramas, nosotros, para que den frutos permanentes.

Pidamos a María, Gloria de Dios, nos enseñe a ser fieles en el Amor obediente, abiertos y fecundos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO V

Dios es Padre de Vida y sus hijos deben ser permanentes animadores de la Vida, la de Cristo: para esto necesitamos mantenernos unidos a Él, vid fecunda


Hch. 9, 26-31:
"Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero... le tenían desconfianza... Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta... los apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor... y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos... y predicaba... en el nombre del Señor... también a los judíos de lengua griega, pero éstos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse,... lo enviaron a Tarso. La Iglesia... gozaba de paz... y crecía en número... por el Espíritu Santo".

Salmo 21: "Yo te alabaré en la gran asamblea".

1Jn. 3, 18-24:
"Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios, aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas... Podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y Él nos concederá todo lo que le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el Nombre de su Hijo... y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó... sabemos que Él permanece con nosotros por el Espíritu que nos ha dado".

Jn. 15, 1-8: "Jesús dijo...: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto y al que da fruto, lo poda para que dé más fruto... Permanezcan en mí como yo permanezco en Uds. Como el sarmiento no puede dar fruto, si no permanece en la vid, tampoco Uds. si no permanecen en mí... El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí nada pueden hacer... La gloria de mi Padre consiste en que Uds. den fruto abundante, y así sean mis discípulos»."