noviembre 30, 2012

Beata "Madrecita" Troncatti


La Madrecita ya es beata!

El 24 de noviembre, Macas se vistió de fiesta para homenajear a su Madrecita, Sor Maria Troncatti, fma.

La tan esperada ceremonia de beatificación fue presidida por el Cardenal salesiano Mons. Angelo Amato, Prefecto para la Congregación de los Santos. Monseñor declaró oficialmente Beata a Sor María Troncatti e indicó el 25 de agosto como la fecha para recordarla en la liturgia.

Un momento emocionante fue cuando Madre Yvonne y una de las sobrinas de Sor Maria Troncatti develaron el cuadro con el rostro de la nueva Beata, y su reliquia fue llevada al altar por la señora Yolanda Solórzano, quien recibió el milagro de la Madrecita.

Monseños Amato recordó que Sor Troncatti ofreció su vida para que terminaran las divisiones entre los colonos y los Shuar: “Ella mostró el rostro materno de Dios bueno y misericordioso”.

Pidamos a la Madrecita Troncatti que inspire y sostenga en su vocación a sus hermanas FMA en todo el mundo, especialmente en Latinoamérica.

La nota completa sobre la beatificación:
Sor Maria Troncatti es beata

Recordemos a la Madrecita:
Maria Troncatti, fma.

noviembre 22, 2012

«Mi realeza no es de este mundo»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 25 de noviembre.

“Mi reinita”, “Mi rey”. ¿No hemos escuchado estas cariñosas expresiones en algunos padres de familia u otras personas? Es una forma de decir que eres muy importante para mí; que estás, de algún modo, en el centro de mi vida o por ti lo doy todo... Alguno tal vez me dirá que son sólo palabras. Puede ser que en alguno sea así, pero no creo que al destinatario de estas palabras le parezca bien y quede muy contento, si se entera de esa falsedad.

Tal vez es lo que pasa en la relación entre Cristo Jesús y algunos de nosotros, cristianos. Pero creo que, si nos pasa a nosotros, estemos muy satisfechos de esta actitud. ¡Nos gustaría ser sinceros!

Después de todo, al decirlo, no estamos exagerando, pues lo que estaríamos haciendo es reconocer que devolvemos, en aceptación, atención, reverencia y obediencia, lo hecho por Él a favor nuestro.

Cristo es Rey y no por un título que tenga que ver con algún poder político o de otros tipo, sino que con esto estamos proclamando una realidad objetiva: sí, lo es por derecho de naturaleza y de conquista: nos rescató –con su propia vida– de las garras del mal, del dolor sin sentido y de la muerte que destruye todos los ideales, y nos abrió la posibilidad de vivir llenos de alegría y felicidad –su Felicidad–, abiertos a la Verdad y a la Vida eterna; caminando en Santidad por la Gracia del Amor misericordioso de Dios; construyendo la Justicia en el amor solidario, como el de Cristo Jesús, para una paz que llegue a todos y a todas las esferas de la vida y sea tan profunda que ya nada la pueda destruir.

¿Quién no quiere un rey así? Y en Cristo esto no es una promesa, sino realidad.
Es el gran vencedor de la muerte y su victoria se nos comunica con la sola apertura dócil a su Palabra, que nos enseña a vivir en creciente profundidad como hijos de Dios, su Padre, y con la aceptación de su acción constante en nosotros en cada uno de sus sacramentos.

María nos auxilie en nuestro esfuerzo cotidiano de acercarnos a Él para aceptarlo, escucharlo y seguirlo, aunque, a veces –muchas veces– tengamos que padecer algo. Después de todo Él nos dio todo y nos lo sigue dando en cada Eucaristía, todos los días, a cada momento, en todo el mundo.

Dios nos bendice siempre, abrámonos a tanto cariño de Dios.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

«Mi realeza no es de este mundo»

Jesús no viene a competir, no viene a quitarnos nada; viene a darnos lo que nos corresponde: hemos sido creados para ser, en Él, reyes verdaderos, no de los que ansían el poder y lo ejercen imponiéndose a los demás, como si fueran superiores a ellos, sino como el que es de verdad Señor de todo y, por eso, trabaja y sirve para el mayor bien de los más necesitados y de todo el conjunto. Éste es el real señorío.

Como Jesús, ¡para eso hemos nacido! Por eso nos es tan violento sentirnos disminuidos o maltratados, aunque algunos, degradando su naturaleza, actúen aplastando a otros, como si esto fuera lo correcto.

El libro de Daniel, escrito 164 años antes de Cristo, presenta una figura humana que supera todo límite y aparece unida naturalmente a Dios, de quien recibe todo señorío y poder. Dios es presentado en la figura de un anciano de majestad absoluta, pureza sin par –simbolizada en su blanco cabello– y dominio pacífico.

Esto contrasta con lo que presenta el evangelio, donde Jesús aparece humillado como delincuente a quien Pilato interroga desde su poder. Allí se dice la verdad sobre él: es Rey, ha venido a dar testimonio de la verdad, pero sin poder humano. Los hombres no deben temerle, pero sí deben abrirse a la
verdad.

¿Qué verdad testifica Cristo? El Amor misericordioso de Dios que da su vida para salvarnos.

El fin de la vida y del mundo está en el señorío del Hijo del hombre, Jesucristo, Rey-Señor de la historia

Cristo asume para sí el título que Daniel da al mesías triunfante: “Hijo del hombre”. Testigo de Dios.

Se le entrega todo dominio por su fidelidad absoluta a la Voluntad de Dios, que desea la salvación.

El testimonio de Jesús es soberano y fiel; quien desee el éxito en su vida, ábrase a Él, pues es el Señor

El señorío y realeza de Jesús se concreta en el don de su propia vida por nosotros. Se declara rey en el pretorio, no ante la multitud, que lo quería rey para su beneficio. Es Testigo fiel de la verdad del Amor.

El mundo comienza teniéndolo a Él como modelo y llegará a su plenitud aceptándolo como Maestro.

Sin la encarnación del Hijo de Dios, haciéndose hijo del hombre, no era posible la Salvación. Desde la libre desobediencia del hombre, era necesaria, para superar el peso del pecado en la historia, que el mismo hombre se abriera a Dios en obediencia fiel a un Amor que Salva y glorifica en la entrega oblativa.

Dios no se impone porque ya es el Señor: no necesita demostrar nada; propone y nos ayuda a responder

¿Quién le hace caso al Señor de la historia? Quien cree en Él en serio, más allá de palabras y religiones.

Dios no se impone, su realidad es lo que es y sólo depende de Él serlo. Aceptarle significa vivir en el Reino de la verdad, de la vida, de la santidad, de la gracia, del amor, de la justicia y de la paz.

Dios gobierna en la libertad y para ella; busca nuestra filiación, ¡para eso nos creó! No necesita que reconozcamos su poder, ¡ya lo tiene! Eso nos hace bien a nosotros, pues nos abre a su Amor y Providencia.

Ésa es la verdad: el Amor de Dios dirige el mundo a través de la libertad humana. ¡Qué más poder que éste! Es Señor, nos toca a nosotros decidir si lo aceptamos o no. Dios no compite con nadie: ¡ama a todos!

La verdad del Amor pasa por el don de la vida del Hijo amado: Cristo mostrará su gloria en la cruz y por ella, aceptando dar su propia vida, será glorificado, alcanzando para todos la Salvación y la Vida.

Pidamos a María aceptar a Jesús como nuestro Maestro y Rey y, como Él, saber dar la vida por todos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIV

El Señor Jesús es Rey por naturaleza propia, por el don de su vida para nuestra Salvación y por su victoria sobre toda esclavitud, muerte y pecado

Dn. 7, 13-14:
"Yo estaba mirando... y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su Reino no será destruido".

Salmo 921-2.5: "¡Reina el Señor, revestido de majestad!"

Ap. 1, 5-8:
"Jesucristo es el “Testigo fiel, el primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra”. Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. Él viene sobre las nubes y todos lo verán, aun aquellos que lo habían traspasado... Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso".

Jn. 18, 33b-37: "Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío?» Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?" Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo... no es de aquí». Pilato le dijo: «Entonces tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad escucha mi voz».




noviembre 16, 2012

"Protégeme, Dios mío, porque me refugio en Ti"

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 18 de noviembre.

"Protégeme, Dios mío, porque me refugio en Ti"
¿Cómo acabará nuestro mundo? Con el triunfo de Cristo en todo el universo y, con Él, el triunfo de los justos, que vivieron y enseñaron a vivir en la santidad y misericordia de Dios, construyeron la paz y animaron todo lo que sea vida y dignidad personal y social. La perversión y la muerte serán aniquiladas.

Los poderes prepotentes, significados, en el gran escenario que presenta el evangelio, por el sol, la luna, los astros y las estrellas, tienen las de perder, aunque ahora parezcan muy fuertes, grandes y valiosos.

La venida gloriosa del Hijo del hombre es imagen del triunfo de Cristo, tanto en la persona de Jesús, como en la de su Iglesia, entendiendo por ésta como la Comunidad que acepta la salvación del Señor y le alaba con sus obras y su docilidad a la Voluntad del Padre y la acción del Espíritu Santo, más allá de cualquier confesión religiosa, siempre limitante –en la mentalidad de la mayoría– y limitada por su estructura, que, por otro lado, es necesaria, mientras vivimos en esta realidad temporal-material.

La muerte le llega a todos, éste es nuestro personal ‘fin del mundo’. Si hemos vivido construyendo nuestras actitudes para vivir en la justicia de Dios a favor de los más débiles, el final será feliz.

Cristo mismo, con el don –de efecto constante– de su vida, nos santifica para la gloria y Vida eterna.

El final de la historia está en la resurrección, no en la muerte, pero todos asumirán su responsabilidad.

El pueblo es perseguido, pero muchos judíos se mantienen fieles a la Voluntad de Dios. Daniel testifica, en nombre de Dios, que el final no es el polvo de la muerte, sino la gloria de la resurrección.

Los que sean fieles no se verán decepcionados jamás; los que vivan según sus criterios y el poder, abandonando la voz de Dios –que siempre nos está orientando–, vivirán en su terrible fracaso eterno.

Si nos mantenemos unidos al sacrificio de Cristo, éste nos da la segura confianza de nuestra salvación

Jesucristo dio su vida por nosotros de una vez para siempre. Así, si le aceptamos, nos libera de todo pecado. ¡No volvamos a someternos al poder del mal! Es nuestra decisión, pues la salvación es ya real.

La sangre de Cristo, el don de su vida para el bien de todos, se hace Vida nuestra, si aceptamos la lucha por ser cada día más fieles, como el Maestro constantemente nos enseña, a la Voluntad del Padre.

Esto lo celebramos en cada Eucaristía: sacrificio de Cristo, Magisterio de la Palabra, decisión nuestra.

Confiemos, el triunfo es seguro, basta aceptar y vivir al Señor y fiarse de la Voluntad del Padre cada día

No pensemos en el cómo ni cuándo será; hay algo más importante: ¡a qué hay que prestar atención!

El final llegará, pero el éxito del mismo está solo en nuestras manos, no en las circunstancias. ¡Estemos atentos a lo que la Palabra nos dice constantemente! Puesto que ésta no pasará, ¡no se dice en vano!

El mal no triunfará jamás, aunque, por momentos, cante himnos de victoria. Dios es la Vida y la Vida jamás podrá ser enterrada: ¡resurge nueva!; acaba rompiendo todas las losas que pretenden aplastarla.

Mantengámonos concreta y realmente unidos al Señor, viviendo sus dones y también en nosotros triunfará la vida, aunque parezca que nuestros defectos y errores nos ganan. ¡Cristo es nuestra victoria!

Pidamos a María vivir más y más unidos al Señor de la Vida para llenarnos de Fe, Caridad y Alegría.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIII

Los errores e idolatrías que aplastan nuestro mundo llegarán a su fin, lo único que triunfará para siempre es el bien, la verdad y la justicia en el Amor

Dn. 12, 1-3:
"En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo... En aquél tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentra inscrito en el Libro. Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento despertarán, unos para la vida eterna y otros para... el horror eterno. Los hombres prudentes resplandecerán... y los que han enseñado la justicia brillarán como las estrellas por los siglos de los siglos".

Salmo 155.8-11: "Protégeme, Dios mío, porque me refugio en Ti".

Hb. 10, 11-14.18:
"...Cristo..., después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies. Y así, mediante una sola oblación, Él ha perfeccionado para siempre a los que santifica. Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación".

Mc. 13, 24-32: "Jesús dijo a sus discípulos: «En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán... y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a sus ángeles para congregar a sus elegidos, desde los cuatro puntos cardinales... Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan sus hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano... Cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán. En cuanto al día y la hora nadie los conoce... ni el Hijo, nadie sino sólo el Padre»."




noviembre 08, 2012

«Esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 11 de noviembre.


¿Hasta dónde nos fiamos de Dios? ¿Qué le damos de nuestra vida? ¿Nos atrevemos a dársela entera? Parece fácil responder que todo lo nuestro es de Dios, pero la que, de verdad, responde es la misma vida personal, interior y exterior.

Hay un criterio infalible: la obediencia inteligente, sencilla y confiada. Esa virtud tan poco actual, tan desacreditada entre muchas personas intelectuales, poderosas y de cierta autoridad, incluidos no pocos religiosos y eclesiásticos. Todos personas, tan llenas de sí mismas, que lo discuten todo, si es que no va según sus criterios; ellos creen saber lo que está bien y lo que está mal y los que no piensen como ellos están equivocados, sean quienes sean. Sólo hay una autoridad fiable: ‘ellos’.

La viuda de Sarepta, por suerte, no era de este tipo de personas, sino una persona de corazón sencillo que creyó al profeta y por eso Dios pudo hacer maravillas con ella. Lo mismo la viuda de la que habla el evangelio de san Marcos y más todavía Jesús, el Mesías obediente hasta la muerte, que sufrió para abolir el pecado y liberarnos de toda esclavitud, si aceptamos ser liberados.

En realidad la paz y la alegría de nuestra vida dependen de nosotros, ya no más de Dios; Él ya hizo todo lo que podía hacer: dar su vida para que tuviéramos todas las opciones y las aprovecháramos.
Alguno se podrá preguntar, y, de hecho, la pregunta flota en los textos de este penúltimo domingo: ¿cómo acabará nuestro mundo? La respuesta es clarísima: con el triunfo de la verdad, el bien, la justicia, la paz, la vida y con la gloria de Dios-Amor en Cristo Jesús, el Señor.

Hay otra pregunta más importante, es ésta: ¿estaremos nosotros en este triunfo? Depende de nosotros, si nos comprometemos seriamente a colaborar en la construcción de su Reino en nosotros y nuestros ambientes, sí. Si de lo dejamos para los demás y ‘nos evitamos problemas’, no.

El final llegará para todos, personal y socialmente; pero cómo será éste en cada uno, eso es tarea personal. Dios ya no puede hacer más por nosotros. Desde que nos equivocamos al principio de nuestra historia, Él se comprometió y la transformó en ‘historia de Salvación’, pues para Dios no hay nadie y nada más importante que nosotros y nuestra salvación: ¡¡¡somos sus hijos!!!

¿A Él lo reconocemos y aceptamos como nuestro Padre, como lo es de Jesús, el Mesías? ¿Aceptamos al Señor Jesús como nuestro Maestro? ¿Acudimos, al menos dominicalmente, para aprender a vivir como Él? O nosotros no necesitamos que nos enseñen, pues ya lo sabemos todo... Todos los poderosos lo piensan así y se quedan en su soberbia, que los condena hasta que la depongan...

Pidamos a María nos enseñe a aprende a escuchar a Jesús para vivir en su Reino de Vida y Amor.

Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«Esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera»

Elías, 800 años antes de Jesús, pide, en nombre de Dios, a la viuda hambrienta y a su hijo, una Fe al límite. Como diciéndole: “Si te fías de la Palabra que Dios te dirige a través de mí, te estás abriendo al auxilio seguro de Dios: dale todo a Dios y Él no te fallará”. La viuda creyó y recibió el beneficio.

La viuda del evangelio, como la de Sarepta, le da a Dios su vida, al ofrecer lo que tenía para vivir.

Jesús también da su vida para destruir el pecado –como Dios lo desea para bien de todos– así y sólo así, entra en el santuario del cielo y puede interceder por nuestra Fe, para que sea más clara, honesta y firme.

La fidelidad de Dios es inmutable, pero no basta esto, es necesario que nosotros trabajemos por ser también fieles a Él, puesto que Él no puede salvar a quien no desea, con los hechos, ser salvado.

¿Qué damos nosotros al Señor? ¡No se trata de cuánto damos! No es cuestión de dinero, sino de vida de Fe. ¿Qué ponemos en las manos del Señor? ¿Le confiamos nuestra vida: lo que somos y tenemos?

Domingos anteriores hemos tocado el tema del dinero, del poder, el matrimonio... ¿Cuántas cosas no nos van bien porque no le permitimos a Dios estar en el centro de ellas, sino que nos imponemos nosotros?

A la viuda de Sarepta, víctima de la hambruna, como los pobres del país, nadie la auxiliaba, sólo Dios

Las propuestas de Dios tienen la lógica de la libre aceptación de los riesgos de la Fe. Creer en el Dios de la Vida no obedece a programaciones y criterios humanos, demasiado unidos al poder y codicia.

O Dios es para nosotros de fiar –y le escuchamos y obedecemos– o no creemos de verdad en Él.

El don de Jesús, el Cristo, fue total y en amor oblativo, por eso su entrega es redentora y su gloria divina

El don de la vida de Jesús, por su amor, nos redime de toda esclavitud, fruto de las idolatrías a las que nos sometemos. Cristo no fue espectador de nada y ante nadie: siempre buscó el bien y la vida de todos, sobre todo de los más necesitados de ello. Es para nosotros un modelo de vida humana y cristiana.

Dar lealmente de lo que nos fue confiado para el bien de todos es un acto de justicia que nos diviniza

La viuda reconocía en el templo la presencia de Dios y a Él entregaba su vida, aunque los dirigentes, representados por los escribas, se aprovecharan de su sencillez para quedarse con lo que tenía, bajo pretextos religiosos. ¡Cuidémonos, nos advierte Jesús, de tal hipocresía y degradación religiosa!

Para el mundo moderno, dar lo que se tiene para vivir, es una locura, pero es lo único sabio; así es también en la naturaleza: la semilla, para producir, muere, da todo lo que tiene, y así es que se multiplica.

¿Somos libres para dar? Lo que no es indispensable, no es nuestro, sino de quien lo necesita.

Dios también desea ser Providencia a través de nosotros: ayudaremos a que otros vivan mejor.

Pidamos a María ser honestos en nuestras ofrendas para que otros se abran más al Dios de la vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXII

Decir que se cree en el Dios de la vida o es concreta y leal obediencia a lo que nos propone o es esconder idolatrías que nos llevan a diversas esclavitudes

1R. 17, 8-16:
"El Señor dijo a Elías: «Ve a Sarepta... y establécete allí...» Él partió... Al llegar... vio una viuda que estaba juntando leña... y le dijo: «Por favor, tráeme... un poco de agua para beber. ...tráeme también... un pedazo de pan» Pero ella respondió: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan... sino solo un puñado de harina... y un poco de aceite... Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos» Elías dijo: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero, antes, prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor...: “El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en el que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”» Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías y comieron ella, él y su hijo durante un tiempo... conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías".

Salmo 1456c-10: "Alaba al Señor, alma mía; ¡alábale!"

Hb. 9, 24-28:
"Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas... sino en el cielo, para presentarse delante de Dios a favor nuestro... Él se ha manifestado una sola vez en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su sacrificio... Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan".

Mc. 12, 38-44: "Jesús enseñaba a la multitud: «Cuídense de los escribas a quienes les gusta... pasearse..., ocupar los primeros asientos... devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad». Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna... Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir»".