diciembre 31, 2013

Santa María, Madre de Dios


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este miércoles 1° de enero, fiesta de Santa María, Madre de Dios, y la XLVIII Jornada Mundial de la Paz.

Nosotros conocemos al Señor experimentando sus obras, siempre y cuando no las manipulemos –ni en su destino ni en su significado– pues esto lo pervierte todo, hasta lo más santo.

Ante la presencia de Dios los humanos nos sentimos anonadados, sobrecogidos. Lo vivió María y todos los que han tenido algún contacto real con Dios. Él da contenido a nuestra vida, la llena de su grandeza y, así, nos hace bendición para todos y hasta para todo lo creado.

Su Presencia nos lleva a compartir. Nadie serio, objetivo y sensato, se cree bueno ni justo.

Si nos invade la soberbia y juzgamos a otra persona, como si fuéramos mejores que ella, estamos ante un signo claro (‘científico’) de que ignoramos al Dios verdadero y creamos nuestros propios ‘ídolos’, efímeros, engañosos y destructores de toda paz –la interior y también de la exterior, su fruto–. Dios nos lleva a despertar en todos lo bueno que tienen y ayudarles a madurarlo.

Dios es bendición. Sólo quien está atento a la real Presencia de Dios –por más pequeña que parezca– puede vivir y gozar su acción. Así lo vivió María desde el principio. Sabía meditar.

El salmo 66 nos invita a presentarnos ante Dios, deseando humildemente su bendición. En ella se nos salva de todo pecado confesado y recibimos alegría, paz y voluntad de alabanza.

El Padre de toda vida es fuente de toda maternidad. En Él aprendió María a ser madre humana, ¡y de Dios!, en la diaria meditación de la Palabra [hecha historia, acontecimiento cotidiano, transmisión escrita, proclamación en la asamblea] y en la oración constante, personal, conyugal, familiar, comunitario-sacramental. Así aprendemos a ser como Jesús: bendición viva.

Hemos sido creados para ser, como Dios, bendición que rescata y enaltece lo mejor de todos

Éste es el contenido al que se refiere la bendición que el Señor pide se dé a su Pueblo.

La claridad del rostro de Dios es la claridad de la conciencia que nos permite descubrir la constante Presencia Pro-vidente y Bene-factora del Dios de la Vida que, en su Amor, está presente en todos los repliegues de nuestras jornadas. Él, sin imponer, es paz viva y eficiente.

Sólo conocemos a Dios en la vida compartida y comprometida en una subsidiaria solidaridad

La venida del hijo de María, fue preparada larga y pacientemente por Dios mismo.

Pablo habla de la ‘plenitud de los tiempos’. ¿Qué significa? Que Dios siempre ha buscado llevarnos a vivir su Amor, para que lo podamos aceptar y asumir sin temores. Los sencillos fueron comprendiendo, abriéndose a los dones y promesas de su Señor. Dios se hizo uno de nosotros, en Jesús, Su Hijo encarnado, sin subyugarnos para, llegado el momento, llenar nuestra vida con la presencia de su Espíritu que estimula nuestra libertad hacia la aceptación de su santidad. Las maravillas de Dios son para todos. ¡Absolutamente nadie está excluido!

Desde que el hombre es hombre, Dios lo llama a ser su hijo, a tratarlo como su “Abbá”.

Recibir con sencillez la Presencia de Dios nos hace bendición que da Vida y Paz al mundo

A todas las personas –individual y/o socialmente– se las conoce sólo en la intimidad personal. No hay otro modo de conocer la materno-paterna sensibilidad de Dios. Así es la esencia de todo ser personal: divino, angélico o humano. Por eso Dios se hizo hombre en una familia.

Sólo se necesita un corazón sencillo, como el de los pastores, sencillos y dóciles testigos-
comunicadores, como el de María, la madre atenta; como el de José, el padre creyente y justo.

María nos pide abrirnos con confianza al año que comenzamos y en él aprender a gozar y vivir en la Presencia y Magisterio de Jesús, nuestra Bendición, para ser bendición para todos.

Pidamos a María llevar a todos la presencia de Jesús, su bendición, para la paz y felicidad.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Jesús es la bendición de Dios a su Pueblo; Él nos llega por María, la Madre que medita con dócil sencillez la acción de Dios en la historia

Nm. 6, 22-27:
Así bendecirán a los israelitas... les dirán: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia… Que el Señor te... conceda la paz»… y Yo les bendeciré.

Salmo 66: El Señor tenga piedad y nos bendiga.

Gal. 4, 4-7:
Cuando se cumplió el tiempo..., Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley, para redimir... y hacernos hijos adoptivos... infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, Padre ...ya no eres más esclavo, sino hijo y, por tanto, heredero por la gracia de Dios.

Lc. 2, 16-21: Los pastores fueron... y encontraron a María y a José con el niño en el pesebre... contaron lo que habían oído decir sobre el niño… María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. Los pastores volvieron alabando y glorificando a Dios... Ocho días después, al circuncidar al niño, le pusieron el nombre de Jesús…









diciembre 29, 2013

La Sagrada Familia


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Nochebuena.


Este domingo de navidad se nos presenta a la Sagrada Familia y después se nos pide profundizar en las bases de la paz con ocasión de celebrar la fiesta de Santa María, Madre de Dios.

La familia, institución natural que transmite la vida física, personal y social, es una realidad que Dios ama y defiende profundamente, pues es el signo de su Comunión trinitaria en nuestra historia. De esta Comunión –que nosotros llamamos Santísima Trinidad– nace toda vida humana y angélica y es la base de todo desarrollo indefinido de la persona humana. En ella los padres son presencia educadora del Padre-Hijo-Espíritu para que los hijos maduren como personas, hijas de Dios por creación e invitación personal del mismo Dios, que no obliga a nada, pero que nos hace notar, desde la primera página de la Biblia, que fuimos creados para ser como Dios, no menos. Por eso, porque esto es necesario aprenderlo, ha puesto a los padres para que nos enseñen a vivir en esta dinámica de constante maduración hacia la grandeza divina. Pero para eso necesitamos todos dos actitudes: amorosa y atenta humildad e industriosa y generosa obediencia, como la que vivieron José y María, de los que aprendió Jesús a ser hijo de Dios, como hombre que era.

María es la madre de la Paz; bendición viva de Dios para todos los que la rodeaban; siempre atenta a la Palabra, que, por eso, pudo encarnarse en ella y, hecha ser humano, pudo enseñarnos a ser hijos de Dios como Él. Lo que el Señor nos pide es vivir en dócil sencillez para una decisión, pronta en la bondad y el Amor, y desarrollar la capacidad de meditar la multiforme presencia de Dios en todos los acontecimientos que vivimos cada día. María y José son modelos en ello.

Dios está ya entre nosotros con su Salvación y desea afirmar nuestras familias para la Vida nueva. María, la madre siempre abierta a Dios, nos enseña a meditar con atención en la presencia de Dios en todo acontecimiento y José nos enseña lo importante que es vivir en la obediencia a Dios.

El Espíritu de Dios nos llene para vivir como ‘madres’ del Dios de la vida e hijos de su bendición.
Unidos en oración con María, José y Jesús:

P. José Mª Domènech SDB

LA SAGRADA FAMILIA

Dios está comprometido con la vida y ésta expresa su grandeza en el ser humano.

Pero la vida –como todas las realidades importantes– no se desarrolla sin costo personal y relación.

La persona humana no puede desarrollarse en la soledad y el abandono. Esto ya se dice en el Génesis.

Aquí se nos muestra a un Dios que ha unido a la familia un cúmulo de ventajas y promesas sin parangón. Sólo la fidelidad a Dios tiene mayores ventajas y ésta es la base para la grandeza de la familia.

La Familia, signo humano de la Comunión trinitaria, siempre ha estado en el centro de la Providencia Divina: Dios le ha otorgado promesas maravillosas, tiene necesariamente sus propias tareas, como toda realidad humana, pero goza del cuidado privilegiado del mismo Dios. ¡Felices los que se dejan guiar por lo que el Señor les indica, pues Él no falla ni abandona jamás, por esto el éxito les está asegurado!

El peligro de muerte siempre está amenazando a la familia. Viene desde dentro, que es el peor y más difícil de superar, y desde fuera. No hay mayor daño de la familia que su desintegración y el fracaso de sus miembros en su misión de darse vida creciente unos a otros.

La familia, en el plan de Dios, es garantía de éxito en la vida, tanto personal como social.

Para Dios los padres, expresión de su Amor Providente, son sagrados. Quienes los respetan y atienden debidamente, tienen resultados de paz, purificación y vida eterna, definitivo fin de nuestra vida.

El Señor nos ha concedido la vida para que ésta se desarrolle sin fin y en felicidad creciente. ¿De qué serviría vivir en serio y con honestidad si todo acabara en la negra angustia de una muerte sin futuro?

La vida misma nos pide que la tomemos en serio, pues se construye y desarrolla en el don de sí misma.

Se necesita esfuerzo para liberarse de todo lo que nos impide la generosidad de dar la propia vida a beneficio de los demás. El primer don de la vida es tratarnos unos a otros, nos recuerda san Pablo, con respeto y generosidad, paciencia y comprensión; tratando a los demás –nos dice Jesús– como deseamos que lo hagan con nosotros en circunstancias similares. La medida de nuestro “deber” es el bien que esperamos recibir. Así trata Dios a sus hijos: con Amor serio y sincero, sin componendas con nada ni nadie.

Lo más importante en la vida familiar es la comunicación y el perdón. Es signo de la presencia de Dios y de nuestra confianza en su Providencia. Por eso Jesús nos los da cada día.

Estas actitudes llevan a todos los miembros de la familia a construir una vida que favorece a cada uno de sus integrantes, superando toda la miopía y aislamiento del individualismo.

No hay futuro de paz si no se vive en la humilde disponibilidad, atenta escucha y responsable obediencia

José nos muestra que para que la familia se desarrolle es necesario que la actitud de sus miembros esté centrada en el bien de los otros y no en las propias opiniones o conveniencias.

La humildad y obediencia responsable de José y María llevó a esta familia concreta a mantenerse en creciente unidad, aún en la pobreza y, sobre todo, en la desgracia de la persecución, destierro y amenaza.

Pidamos a María formar cada día nuestras familias viviendo con esfuerzo los criterios de la Palabra.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD – DOMINGO I – SAGRADA FAMILIA

La familia, signo del Amor de Dios, es dadora de Vida y humanidad; ella nos lleva a ser y madurar como personas aprendiendo a vivir en una sociedad.

Eclo. 3, 2-6.12-14:
En los hijos el Señor elogia al padre y sentencia a favor de la madre. Quien honra al padre expía sus pecados y quien honra a la madre gana un tesoro... Hijo mío, acoge a tu padre en la ancianidad... Dios no olvidará la piedad que tengas con tu padre, lo tendrán en cuenta para expiar tus pecados.

Salmo 1271-5: Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Col. 3, 12-21:
Como elegidos por Dios,... revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la bondad, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense unos a otros... El Señor les ha perdonado, hagan ustedes lo mismo... el amor todo lo une y perfecciona... Que la paz de Cristo reine en sus corazones... Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza... todo lo que hagan... háganlo en nombre de Jesús, dirigiendo, a través de Él, a Dios, el Padre, una acción de gracias digna... Esposas, respeten a sus maridos... Maridos, amen a su esposa y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan siempre a sus padres... Padres, no exasperen a sus hijos...

Mt. 2, 13-15.19-23: Después de la partida de los magos, el ángel del Señor se apareció a José en sueños y le dijo: «Levántate enseguida, toma al niño con su madre y huye a Egipto quedándote ahí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo»... “He llamado de Egipto a mi hijo”. Cuando murió Herodes... José se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel... se retiró a la región de Galilea y fue a vivir al pueblo de Nazaret... “Le llamarán nazareno”.








diciembre 25, 2013

Natividad del Señor 2013


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Navidad.


Son muchas las religiones en el mundo y todas se esfuerzan por encontrar a Dios y contentarlo.

Son muchas, y constantes, las búsquedas que los hombres hacen para encontrar el camino de la felicidad, de la eterna juventud y de una paz estable en la vida personal y social. Y ¡cuántas decepciones!

Mucha buena voluntad, pero los resultados son efímeros y, por eso, descorazonadores.

Muchas veces pensamos que ese dios que debería resolvernos los problemas y darnos soluciones y seguridad, es una falla. Y ¡es muy cierto! porque a ese dios ¡nos lo hemos inventado! ¡¡No existe!!

¿Cuál es la verdad? ¿Existen caminos verdaderos para la Paz y Felicidad? ¿Dónde? Y se sigue ensayando. Nos hablan de la ‘Globalización’, de la ‘New Age’, de la ‘Fraternidad Universal’. Ellas acusan de desavenencias a las religiones monoteístas: su Dios ‘único’, sus doctrinas ‘verdaderas’ y moral ‘inmóvil’ son un problema porque no se adaptan a las nuevas ‘realidades’ y ‘necesidades’.

Es verdad, algunas de estas religiones están en conflicto: o se rechazan o se desconocen o se condenan. ¡Cómo nos cuesta dialogar desde lo religioso! ¿Hay una religión verdadera? ¿Cuál?

Dios, como nuestro Padre-Madre que es, pensó siempre en nosotros desde su Amor personal

La Fe cristiana bien vivida –dado que es Vida, más que religión, aunque se exprese en formas religiosas– no busca a Dios, sino que le acepta con sencilla y dócil humildad, como María, pues ha sido el Dios amoroso quien nos visitó y nos invitó a aceptarle en nuestra vida como a Padre-Madre Providente y Amoroso, Hijo Salvador y Espíritu Santificador, Comunión Trinitaria, a la que nos invita a unirnos con el derecho propio de ser sus hijos. Nos lo ha dicho de múltiples formas y desde el principio de nuestra historia. ¿Quién le acepta y hace caso? ¡Ése es nuestro problema!

El cristiano es la voz del mensajero que anuncia a la humanidad la Buena Noticia: Dios nos viene a salvar con su Paz; sí, la suya, feliz, fiel y eterna. Paz con mayúscula, la Paz de Dios, la que Él puso en el propio interior del hombre, la que Dios nos ofreció gozar desde que nos creó en el seno materno a cada uno personalmente. ¡Es por eso que todos deseamos ser felices! ¡¡Lo tenemos dentro!!

Dios cada día se nos acerca, en su Hijo amado, para salvarnos de lo que quita la vida y la alegría.

La propuesta divina de Vida Nueva nos fue comunicada no por un mensajero, oráculo o sueño o por iluminadas intuiciones y convicciones vitales de alguien. Sino por el Hijo, el mismo Hijo único de Dios. Sí, se hizo hombre y aprendió a vivir, desde su naturaleza humana, como hijo de Dios. Él vivió nuestra vida, hasta su donación-sacrificio definitivo, para nuestra definitiva liberación.

Por eso Él es el Señor del Universo, el modelo acabado de toda persona humana, de Él recibimos todos los beneficios de Gracia y Vida Eterna como parte vital de nuestra historia y cultura. Dios, Padre de todos sin excepción, nos llama a ser sus hijos, discípulos y misioneros: testigos de su Amor.

Navidad: Dios se hizo de nuestra naturaleza invitándonos a ser como Él: íntimos amigos y apóstoles

Pablo fue claro: “para mí vivir es Cristo” (Flp. 1, 21): sólo en Cristo tiene sentido mi vida.

Recibirle todos los días en mi vida, y en toda persona que nos rodea, es adelantar la eternidad, hacerla historia viva en el hoy de cada persona y cultura, pues la llenamos de la Vida, Paz y Alegría de Dios.

Jesús es Palabra viva de Dios, aprendamos cada día de María a estar atentos a la Presencia de Dios en nosotros y en todos los hermanos. Ella nos pide hacer con todos hoy lo que Él nos diga. Así haremos historia en el día a día el Amor de Dios: todos los días será Navidad en nuestros ambientes.

Pidamos a María que nos enseñe a vivir mejor cada día la Palabra para servir a los hermanos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

NATIVIDAD DEL SEÑOR
(Misa del día)

Dios está tan interesado en la vida y grandeza de la persona humana que se hizo uno de nosotros para salvarnos y enseñarnos a vivir alegres

Is. 52, 7-10:
¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la Buena Noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: «Tu Dios reina» ¡Escucha!... ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén porque el Señor consuela a su pueblo! El Señor desnuda su brazo... y todos los confines de la tierra verán la Salvación de nuestro Dios.

Sal. 97: Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.

Hb. 1, 1-6:
En diversas ocasiones y de muchos modos, Dios antiguamente habló a nuestros padres por boca de los profetas; pero, ahora, en estos días,... nos ha hablado a nosotros en la persona del Hijo... constituido heredero de todo... imagen del mismo Dios. Él es el que purificó el mundo de sus pecados... superior a los ángeles... dijo Dios...: «“Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. Y en otro lugar, “Yo seré para Él un padre, Él será para Mí un hijo”» «Que se postren ante Él todos los ángeles de Dios».

Jn. 1, 1-18: Al principio existía quien es la Palabra... La Palabra era Dios... En ella estaba la vida... era la Luz verdadera... Ella estaba en el mundo... y el mundo no la conoció... La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo único, que vive en el seno del Padre, nos lo ha revelado.





diciembre 24, 2013

Nochebuena 2013


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Nochebuena.


De muchos modos el Señor se ha dado –y se da– a conocer a lo largo de la historia para que reconozcamos su eterna Voluntad de Amor, Grandeza y Vida de felicidad eterna a vivir ya desde aquí.

Él nos pide serena valentía: su plan es de Salvación, pero es normal que a veces tengamos miedo.

Si recibimos la Voluntad de Dios con corazón abierto, nuestras tinieblas, poco a poco, se aclararán.

Dios no abandona jamás, pero es básico fiarse de Él. Convertirse pide tiempo y esfuerzo constante.

La fiesta de Navidad es la fiesta del cariño de Dios y de la confianza del hombre. Él se lo merece, pues nos lo da todo. No estamos ante promesas todavía vacías, sin garantía, sino ante realidades concretas, eficientes por la Fe. Éstas, en nuestra historia, son una oportunidad llena de Vida.

Dios se hace niño para que nuestro amor sea libre y sin temores. Nos pide que lo recibamos con su misma sincera sencillez. Si lo hacemos así, entraremos en el Reino de los Cielos, viviremos en su Paz, serenos animados por su Espíritu, y serán nuestras, día a día, su Alegría, su Vida y su Paz.

En las tinieblas llega el Salvador: nos da su Luz y su Vida; Vida Nueva para nosotros, ¡la de Dios!

¿Qué haremos con la oportunidad de Vida Nueva que Dios nos ofrece? Él es nuestra Luz, nuestra Paz, nuestro Consejero, ¡el Mesías!, ¡el Señor! Se nos pide una respuesta y esto, como cuando el ángel se lo planteó a los pastores anunciándoles el nacimiento del niño-Salvador, ¡nos sorprende!: ¡¿cómo puede ser El Salvador un pobre bebe envuelto en pañales en un establo para animales?!

Dios viene a nosotros en el hermano que está junto a mí, como Jesús en Belén. Nos toca decidir.

Los pastores escucharon, creyeron, fueron, vieron, compartieron, gozaron y glorificaron a Dios.

¿Qué actitud asumimos nosotros? No hacerlo es declarar que es demasiado riesgo y no vale la pena.

El Niño nacido en Belén nos pide dejar todo lo que nos distancia y aceptar ser apasionados del bien

Novedad sustancial: el Amor de Dios –eterna juventud– da Vida Nueva a todo: abre horizontes de Verdad, de Justicia y de Paz Interior, más allá de tratados. Su Luz nos aclara la vida. Nos pide a todos asumir la vida con tal plenitud y libertad que seamos capaces de entregarla por el bien de los que les rodean, aun cuando dar la vida traiga consigo, como de hecho sucede, esfuerzo y dolor.

Navidad, en la gran familia humana, es fiesta de vida y libertad. Es para todos de cualquier sexo, tiempo, lugar, situación social o económica y realidad cultural o religiosa. Fiesta de alegría eterna.

Jesús entrega su vida, sin restricciones, durante toda la historia y para el bien de todos

En cada Eucaristía y Reconciliación, en cada sacramento, Cristo es don de Vida Eterna.

La navidad es una fiesta que beneficia a toda la humanidad, aunque, sin duda, los cristianos tenemos la gran responsabilidad de manifestar la profundidad de su realidad y de sus alcances.

La navidad nos pide aprender a vivir y ofrecer, con la más dócil humildad, la presencia de Dios en la historia. Él no quiere imponerse, pero tampoco se esconde ni desea quedar en el anonimato.

La hemos preparado con la escucha de la Palabra, como María; abrámonos para que Jesús nazca en nuestra vida y en la de nuestra familia y ambiente. Que nadie quede afuera de nuestra atención.

Conocerlo, valorarlo y amarlo es un derecho de toda persona. Por esto es un grave deber de todos los cristianos. El testimonio de la propia vida –personal, familiar y social– beneficiará a todos.

María, es Maestra de acogida sincera y compromiso responsablemente solidario, y así, con nuestro testimonio y oportuno apoyo solidario, todos podrán conocer y recibir la Salvación de Dios.

Pidamos a María que nos ayude a vivir abiertos y siempre disponibles al Señor y a los hermanos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


NATIVIDAD DEL SEÑOR
(Misa de la noche)

El Señor, en la humilde pequeñez de un niño necesitado de todo, llega con la Salvación; solo nos pide recibirle con sincera y abierta docilidad

Is. 9, 1-6:
El pueblo que avanzaba entre tinieblas ha visto una gran luz... Tú has multiplicado la alegría... Porque el yugo que pesaba sobre él... lo has destrozado... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado... y se le ha dado por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”. Su soberanía será grande y habrá una paz sin fin... El celo del Señor... hará todo esto.

Sal. 95: ¡Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor!

Tt. 2, 11-14:
Se ha revelado el Amor de Dios que quiere salvar a todos los hombres y nos enseña que abandonemos la impiedad y los deseos mundanos para que vivamos en este mundo una vida de sobriedad, justicia y piedad mientras esperamos... que se manifieste la gloria de Jesucristo... Él se entregó por nosotros para rescatarnos... y hacernos su pueblo, apasionados por el bien.

Lc. 2, 1-14: Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre... unos pastores vigilaban por turno a sus rebaños... el ángel les dijo: «No teman porque les anuncio una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor...»... «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».








diciembre 15, 2013

«Estén siempre alegres»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 15 de diciembre.

Recordemos que hoy nos corresponde encender tres velas de nuestra Corona de Adviento rezando con la familia la siguiente oración:

En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia:
"¡El Señor llega!
Preparen sus caminos
porque ya se acerca.
Adornen sus almas
como una novia se engalana
el día de su boda"
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz,
sino el que nos anuncia la luz.
Al encender estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, ven a salvarnos,
envuélvenos en tu luz,
caliéntanos en tu amor!

Tomado de El Pan del Alma


El domingo primero se nos invitaba a la atención y vigilancia; el pasado a la conversión y en este domingo se nos pide que nos dejemos invadir por la alegría del Señor llega con la Salvación, aunque suponga mucha paciencia, como nos dice Santiago, para seguir la tarea evangelizadora que nos permite construir, en nuestro desequilibrado mundo actual, la civilización del amor y la vida para que nadie sea excluido por comportamientos en los que no prima ni la vida, ni el respeto por los débiles y los pequeños.

Juan, el Bautista, está en la cárcel y todavía le siguen algunos de sus discípulos, pero éstos no saben cómo situarse frente a esta persona que ahora llama tanto la atención de todos, para bien o para criticarlo. Juan ya dijo quién era, pero ellos parece que no entendieron, salvo Juan y Andrés que siguieron de inmediato a Jesús. Por eso Juan les manda a preguntar al mismo Jesús, para que sea Él quien les ayude a entender; pero Jesús no les explica nada, solo les pide que abran los ojos y los oídos para ver las maravillas que surgen por todas partes y entender lo que escuchan a muchos narrar y admirar. No se trata de hacerse fama, sino de abrir la conciencia a los signos del Amor de Dios que actúa y salva ahora. Pero eso es algo que debe hacer personalmente cada uno.

El Papa nos pregunta, de muchos modos, cuáles son los signos de vida y amor que esparcimos a nuestro alrededor como Evangelio viviente, para que los que nos rodean, y están desorientados o equivocados, reconozcan la presencia del Salvador. La nueva evangelización no es una teoría o una forma de hablar o vivir, sino un espíritu que lo transforma todo, aunque se usen palabras similares y formas parecidas a las de antes. Volvemos a lo que se nos pidió antes: es necesario que nos convirtamos al Señor de la Vida para que fluya la alegría y ésta sea a puerta por la que, paciente y serenamente, muchos vuelvan, hoy en día, a captar y vivir como vida suya el Evangelio.

Dios llega a nosotros con su Salvación. El Bautista nos lleva a Jesús, ¿nosotros vemos y oímos? María, la mujer atenta a toda presencia de Dios, nos enseña a escuchar la Palabra, a vivirla y a llenar nuestra vida de su alegría, aun en las dificultades, para seguir adelante en nuestro caminar evangélico en medio de nuestros hermanos, aunque ahora no veamos muchos frutos.

Unidos en oración con María, la Madre atenta que nos llena de su alegría y paciente esperanza:

P. José Mª Domènech SDB


«Estén siempre alegres»
El fuego siempre calienta, ¡y hasta quema lo que se ponga en él!, pero si estamos lejos, seguimos con nuestro frío, y no por el fuego, sino por nuestra decisión de mantenernos alejados de él y su fuerza y calor.

La alegría es un don de Dios. Él nos la dio al crearnos con su Amor paterno. Pero, por ser nosotros seres libres, es un don que nosotros debemos cuidar y profundizar con una creciente intimidad con Él.

Algo similar al pacífico gozo que viven los enamorados cuando están juntos, aunque no se digan nada, pero que crece si se desarrolla entre ellos una cálida y respetuosa intimidad que les lleve a ser mejores. Así desea nuestro Padre Dios que sea nuestra relación con Él. Él se nos acerca siempre, ¿y nosotros?

Hoy el Señor, a través de su Palabra, nos pide vivir en la alegría de sabernos cuidados y amados por Dios: la alegría del que vive en paz, gozo estable y sin estridencias; ésta le lleva a vivir y proyectarse en la esperanza y superando todo momento de desazón, limitación, debilidad, dolor, injusticia o crisis.

Lo que nos propone el Señor viene apoyado en su Amor estable y todo-poderoso que no abandona a ninguno de sus hijos, aunque no pueda –porque no quiere magullar su libertad– obligarle a nada; la persona debe aceptar la propuesta con suficiente conocimiento de lo que se le ofrece y en real libertad interior.

Santiago nos pide que no perdamos la calma: lo que Dios nos asegura es infalible: ¡se realizará!

¡Ánimo, no teman! El Señor viene a salvarnos; toda nuestra realidad se transformará ante su presencia.

El profeta llama a la alegría a todos, sobre todo a los atrapados en el mal. No teman: el Señor viene.

Todos necesitamos ser liberados de tantas cadenas –sociales, familiares, personales– de tantos pecados –personales y sociales– de tantos males que nos hemos echado encima. Para eso viene el Señor.

No perdamos la calma: tengamos la confianza y creativa paciencia del que está seguro de lo que viene

La paciencia industriosa y serena del campesino es la mejor imagen para indicar el fruto de la Fe en el Señor que llega a salvarnos y, precisamente por eso, llena nuestra vida de gozosa esperanza.

Siempre habrá límites, seamos comprensivos y pacientes sin dejar jamás de hablar como los profetas.

Miremos la realidad: con la presencia del Señor vuelve la paz y la alegría brota en el que se le acerca

Juan está inquieto por sus discípulos: ¿serán capaces de percibir la presencia del Mesías? Por eso los envía. Jesús no impone, solo pide atención y ver las señales de su presencia salvadora. ¡Es mi decisión!

Jesús nos pide que no le atemos a nuestros criterios y tiempos, pues acabaremos escandalizados de Él.

Pidamos a María vivir, sin condiciones, en la alegría de la salvación que Jesús nos ofrece y ella vivió.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III

El Señor viene a salvarnos: Él sana y renueva la alegría de su Amor en nosotros; nos pide le recibamos sin condiciones para que gocemos siempre más

Is. 35, 1-6a.10:
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la espeta!... Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón... Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!... Él mismo viene a salvarlos.» Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor... los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.

Sal. 1456-10: Señor, ven a salvarnos.

St. 5, 7-10:
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrados esperan el fruto precioso de la tierra... Tengan paciencia y anímense, porque la venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

Mt. 11, 2-11: Juan Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que Uds. ven y oyen: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia se anuncia a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!» Mientras los enviado de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué fueron a ver en el desierto?... ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.»