enero 19, 2014

«Él es el Hijo de Dios»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 19 de enero.

El domingo pasado se nos presentó a la persona de Jesús, el Hijo predilecto del Padre, por haber puesto, en su propia persona, todo otra vez en su lugar: el Adán pecador, al ser hundido en las aguas bautismales por el Hijo que acepta plenamente la Voluntad del Padre que le creó, se ha convertido en el Servidor humilde del Dios-Amor que salva por el don de su vida en obediencia sin condiciones. ¡Si así hubiera sido desde el principio la respuesta del hombre, de otro modo se hubiera desarrollado la humanidad y el mundo material! Ese fue el primer y único plan del Padre.

En este domingo se nos presenta la Misión del Hijo, y en Él, la nuestra, también bautizados con Él y por Él. También en nuestra vida debemos sepultar al viejo Adán, para vivir en el Nuevo, Cristo, amoroso y obediente al Padre, quien, para nosotros, sueña y ya tiene listo un futuro de grandeza y felicidad desde toda la eternidad; futuro que también nosotros deseamos y soñamos. Para poderlo vivir solo bebemos quitar todo lo que en nosotros sea pecado y arraigarlo todo en Cristo.

Llamados a ser como Cristo Jesús –en Él fuimos consagrados por su Espíritu– para transformar la realidad superando en ella toda esclavitud al pecado, implantando la Justicia-Santidad y llevando la Paz y la Alegría a todos los ambientes y actividades de nuestra sociedad y a todas sus instituciones: las vital-originales, como la familia, y las de servicio-funcionales, como las demás.

Para que lo logremos Dios, en Cristo Jesús, nos lo da todo, pero no basta, es necesario que seamos lo más dóciles que cada uno pueda ser según el ritmo que cada quien vive en su historia personal.

Dios está comprometido en ello. María es nuestra Madre auxiliadora para que seamos buenos hijos de Dios en Cristo Jesús, dejándonos llevar por la fuerza del Espíritu del Padre y del Hijo.

Unidos en oración con María, nuestra Madre, y, por eso, Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«Él es el Hijo de Dios»

“Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios”. El testimonio es directo y claro, sin lugar a dudas. Y ¿a qué vino el Hijo de Dios a nuestra historia? A bautizar “con el Espíritu Santo”. Y ¿cómo lo hará? Viviendo como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” y salva a todos llamándolos a ser Santos y dándoles la Gracia y la Paz que proceden de Dios.

En el rito antiguo los pecados se abandonaban en Dios en el sacrificio del cordero y la liberación de Egipto se había dado gracias a la sangre del cordero sacrificado; ahora en la nueva alianza que inicia Cristo Jesús con el don de su vida, Él es el único Salvador de toda la naturaleza de Adán, que Él asumió plenamente. Es el único que quita todo el pecado de todo ser humano y su historia.

¡Abrámonos!

Este domingo complementa el anterior en el que se nos presentaba la persona de Jesús: ahora se nos presenta explícitamente su misión universal. Gracias a Él de “cualquier parte”, dice Pablo, “invocan el Nombre de Jesucristo”, el Señor de todos. Invocar el Nombre de Dios es ser salvo, dirá la Escritura.

Podemos ser débiles, y lo somos: nuestro invocarlo, en muchas ocasiones, se queda casi en palabras, aunque desearíamos ser mucho más coherentes y lamentamos nuestra gran pobreza. Pero una cosa es esto y otra, muy diversa, sería invocar el Nombre de Dios y rechazarlo: eso de ningún modo, ¡nos repugna!

Jesús es el Salvador de todos y nuestra misión de Bautizados –también inundados por el Espíritu Santo– es decir, como “cuerpo de Cristo”, según la realista imagen de Pablo, y cumpliendo la Misión de nuestra Cabeza –haciéndola historia–, es llevar esta Salvación “hasta los confines de la tierra”, y de la vida, como “servidores” de Dios en Cristo Jesús. Ser cristiano, por esencia, es ser misionero siempre.

No es reclutar adeptos, sino ayudar al hermano a que se encuentre con Jesús y le siga a Él como Él desea.

El servidor presentado por Isaías cumplirá su misión universal al dar su vida para vencer el pecado

La primera misión de Israel era llevar la presencia de Dios a todas partes. Dios siempre Salva a todos.

El Siervo de Dios será solo para Él y cumplirá a plenitud esta misión hasta el fin del tiempo y el espacio

La Voluntad de Dios es la salvación de todos y para eso Dios consagra a sus siervos ayer, hoy y siempre

Dios llama a todos los bautizados a que sean –cada uno de ellos– “cordero de Dios” para los hermanos.

La Voluntad de Dios es que superen su pecado y acompañen al hermano en este duro camino de libertad.

En Cristo, los pastores tienen la misión de ayudar a vivir esta Misión universal a toda la Comunidad.

Si la Comunidad vive el don de su vida en Cristo Jesús, la Salvación será una oferta real para todos.

Jesús, el Hijo consagrado por el Espíritu, dando su vida, quita el pecado y salva a todos y para siempre

La imagen del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, debe llenarnos de paz, esperanza y consuelo, nos dice el Papa: los cristianos no debemos jamás perder ni las ganas de seguir ni la alegría.

Ningún pecado o degradación nos condena, si luchamos por vivir y caminar en el Señor y su Voluntad.

El Hijo de Dios vino a quedarse, a caminar con nosotros, a orientarnos, a sanarnos: ¡ABRÁMONOS!

Pidamos a María aprender cada día a vivir la Misión salvadora de Jesús en nuestro mundo concreto.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO II

La Misión de Jesús es universal, por eso crea una Comunidad con la misma Misión: ofrecer a todos la Salvación –Justicia– que salva a todos del pecado

Is. 49, 3-6:
El Señor me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré.» Pero yo dije: «En vano me fatigué; para nada... he gastado mi fuerza.»... mi derecho está junto al Señor... Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su servidor, para hacer que Jacob vuelva a Él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: «...Yo te destino a ser luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra.»

Salmo 392.4ab.7-10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.

1Cor. 1, 1-3:
Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por Voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios... a los que han sido salvados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos los que en cualquier parte invocan el Nombre de Jesucristo... Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la Gracia y la Paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Jn. 1, 29-34: Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería cuando dije: “Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que Él fuera manifestado a Israel.”» Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, Ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.” Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios.»












enero 05, 2014

Epifanía del Señor


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Epifanía del Señor.


La presencia de Dios entre nosotros ha estado siempre activa, aunque la humanidad, sólo se dio cuenta de ella en una muy pequeña porción.

Dios jamás nos dejó, pero, como les sucede a muchos ahora, no eran muchos los que se daban cuenta y se beneficiaban conscientemente de ella. Por eso Dios se hizo uno de nuestra especie, para que no pudiéramos dejarlo fuera de nuestra realidad y de nuestra historia, pues ya era uno de nosotros. Y quería serlo para todos, absolutamente para todos: ¡esto es lo que hoy celebramos!

Lo decimos en el salmo 71 y nos lo adelantó la primera lectura muchos siglos antes que sucediera. Sí, el centro será Israel, allí surgirá y de allí se esparcirá para todo el mundo... y eso, exactamente eso, es lo que ha sucedido, aunque es cierto que también se ha cumplido, y se sigue cumpliendo, el triste refrán de que “solo en su casa un profeta es rechazado”.

¿Cuál será, cuál es nuestra actitud? Porque tan casa suya es Israel, como lo es nuestro pueblo actual. Dios es, de hecho, de nuestra familia humana.

En la segunda lectura el Apóstol nos hace notar que la Salvación que nosotros vivimos es derecho de todos los pueblos, pues para ellos es. Nosotros nos hemos beneficiado de ella porque otros nos lo han comunicado y nos han ayudado a comprenderla y aprovecharla. No abandonemos nuestra responsabilidad humana y de Fe. Gracias a que otros fueron fieles, estamos en esta Comunidad, que por naturaleza de la Fe que profesa es católica y no puede quedar encerrada en sí misma. Su misión, dada por el mismo Señor Resucitado, es comunicar su Fe, primero a los de cerca, menores y mayores, y después a los de lejos. Es el único modo de adorar al Señor, pues es Él quien nos envía a proclamar la Salvación que obra en nosotros, pues esa es la que Él desea poder obrar en los que lo acepten de entre todas las personas que viven con nosotros en este mundo.

Como los magos sepamos ver los signos de la presencia de Dios, busquemos dónde encontrarlo en nuestra historia para adorarlo en la sencillez, humildad y obediencia, proclamando sus maravillas.

Problemas los tendremos siempre –como los tuvieron ellos– y los tuvieron todos los creyentes del mundo y los siguen teniendo ahora: unos graves, que hasta llegan a pedir y arrancar la vida con violencia para la fecundidad de la Fe en los lugares más difíciles, y otros más aparentemente ‘suaves’, que parecen no pedir nada extraordinario, pero, no nos engañemos, sí nos piden también la vida, aunque no sea con violencia o derramamiento de sangre.

No dar la vida por Cristo, es traicionar la Salvación recibida para comunicarla a los que seamos enviados, estén cerca o estén lejos.

Dios llene nuestra vida de generosidad y nos dé la decisión de ser evangelizadores con todo y con todos los que nos están cerca, aun respetando a toda persona, como se lo merece, pues Dios la hizo libre y le respeta este don.

María, nuestra Auxiliadora, estrella de la Evangelización y guía de sus hijos, nos acompaña.

Unidos en oración con María, la Madre de Jesús y comunicadora de la Vida y el Amor del Padre:

P. José Mª Domènech SDB

EPIFANÍA DEL SEÑOR

El profeta nos invita a la confianza. La razón está en el Señor que viene con su Salvación, no en nosotros. Él, si le dejamos, llenará de su luz la vida que crece en nosotros y alrededor nuestro. A Él
podemos abrirnos solo con una honesta atención y con nuestra voluntad de dejarnos iluminar y guiar.

La Salvación está destinada a toda persona, también a los que no conocen ni a Cristo ni a Dios.

Pablo nos confiesa que, ya ahora, la promesa del Señor, y su herencia, está siendo participada, gracias al Evangelio de Cristo, por todos los que aceptan al Señor de la Vida. También los paganos –no llamados en un primer momento– que se abrieron a Dios, son miembros del único Cuerpo de Cristo.

Lo importante de esta fiesta no es el relato de los supuestos magos –y menos reyes–, sino la manifestación del Señor –epifanía–, es decir, Cristo se presenta a todos –y aceptado– como el Señor que rige la tierra y viene a salvarnos. Aunque muchos ‘grandes’ y autoridades se sobresalten y lo rechacen.

Los personajes presentados en el relato cada uno reacciona a su modo y bajo su responsabilidad: los
poderosos –Herodes, sumos sacerdotes y escribas– se apoyan unos a otros para afrontar lo que perciben como un peligro: ‘ha nacido el rey’, al que los extranjeros vienen a adorar, a rendirle homenaje.

Ésta no es la actitud de los judíos, pero sí la de María, su madre, los ‘magos’ y todos los sencillos.

La salvación llega para todos; pero para ver la luz y aceptar la salvación, se necesita vivir abiertos

El profeta nos invita a la esperanza. La “Luz” habla de redención por la presencia del Señor, pues, si se acepta la libre Presencia del Señor, renace la vida, porque surge la justicia y brota la paz.

La Vida nueva nos lleva, por su fuerza renovadora, a la comunión de todos los pueblos en una Comunidad de vida en el Señor Jesús y es así como revive la esperanza: ¡somos hermanos en el Señor!

Todo el que se abra vivirá y gozará las promesas del evangelio, del Cuerpo de Cristo y de su herencia

El proyecto de Dios, desde el inicio de la creación, ha sido de Comunión, pues ésta es la identidad propia del Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza. Lo único que se nos pide es fidelidad.

La Comunión de las personas divinas es el modelo que Dios ofrece a la humanidad: unidos en el amor fraterno, que viene de Dios, llega el enriquecimiento mutuo y construimos la familia humana.

Estamos llamados a construir hoy plenitud de vida. Toda marginación es muerte, fruto del pecado.

Del oriente buscaron al ‘Rey’ y, encontrado, lo adoraron como a su Señor y Dios y con Él regresaron

En la vida es más vital aprender a buscar con sincera honestidad, que lograr encontrar lo que deseamos; pues la primera actitud –y no la segunda– lleva a encontrar lo más importante en la vida, pues sabe aprovechar, sabe estar atento a los signos, sabe perseverar y, si es necesario, sabe sacrificarse.

María siempre vivió atenta a los signos de la presencia de Dios en su vida: ella es la toda pura, es decir, la que no tuvo, como centro de su vida, nada que la separara del Dios al que se había consagrado.

Los que buscan a Dios viven la alegría de encontrarlo, bendecirlo, adorarlo, ofrecerle su vida en paz y verla enriquecerse sin fin, porque Dios –riqueza suprema del hombre– siempre está presente, aunque no se nos presente siempre cómo y/o con la claridad que nosotros desearíamos.

Pidamos a María buscar siempre a Dios y aprender ver, en todo lo cotidiano, los signos de su Amor.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO DE NAVIDAD – EPIFANÍA DEL SEÑOR

Dios jamás nos olvida, pero no siempre nosotros le estemos atentos; pues, si lo estuviéramos, podríamos contemplar su Gloria y Salvación y vivirlas

Is. 60, 1-6:
¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor... Las naciones caminarán a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora... se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti... Todos ellos vendrán... trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.

Salmo: 711-2.7-8.10-13: ¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!

Ef. 3, 2-3a.5-6:
¡Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes... Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.

Mt. 2, 1-12: Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.» Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén... Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto... los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño... el entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y, postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y... volvieron a su tierra por otro camino.