noviembre 28, 2014

I Domingo de Adviento

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 30 de noviembre, día en que entramos a un nuevo año litúrgico, y, como dice nuestro padrecito José María: "...comenzamos un nuevo año en el que el Señor nos guiará, con su Palabra de Amor y Vida nueva, hacia nuevos niveles de vida cristiana, si le somos dóciles. Como siempre, iniciamos este camino preparando la celebración de la llegada del Hijo de Dios en carne mortal, Jesús, el hijo de María, encomendado a la paternidad de José, el creyente esposo de María."
“¡Estén prevenidos!” Dios es claro. Jesús no dora la píldora a nadie; tampoco busca alarmar a ninguna persona, tal solo hacernos notar que la vida personal –y también la social– es seria y que todas las decisiones tienen sus consecuencias en la vida personal y en la social, en la temporal y la eterna. No debemos vivir engañados: quien asume sus responsabilidades madurará y ayudará a madurar su ambiente, quien no lo haga, no solo perjudicará a muchos, sino que se perjudicará a sí mismo. Dios nos ama con sinceridad y lo mostró dando su propia vida, pues Él desea que superemos todo lo que nos atrapa en nosotros mismos y nos aleja de los demás, alejándolos, de ordinario, del Señor de la Vida y de la Paz.

Todo pecado nos perjudica, por eso Dios, en Cristo, nos ha dado su Espíritu y, con Él, nos ha llenado de todos los dones necesarios para que seamos constructores de Vida nueva en Cristo y de concordia en nuestros ambientes, invitándonos y llevándonos a corregir todo lo que vaya en contra de esto. Dios es fiel. ¿Lo somos nosotros con Él? Él nos ha confiado tantas tareas maravillosas, ¿cómo aprendemos cada día a desarrollarlas para la gloria de Dios y el bien de los que nos rodean? Estemos atentos, pues todo lo que hagamos a los hermanos, se lo hacemos al Señor, que está en medio de nosotros en cada hermano, grande o pequeño.

Cristo es nuestra riqueza, su resurrección nos lleva por el camino de la conversión. Pidamos a María que nos enseñe la humildad de reconocer nuestros errores para convertirnos cada día.

Unidos en oración con María, al Madre bondadosa que nos anima a ser cada día mejores:

P. José Mª Domènech SDB

Tiempo de Adviento: Domingo I

El pecado, si está presente en la vida, nos hunde, pero la Misericordia de Dios es más grande y nos eleva. La consecuencia lógica, según la realista cordura de la humildad, es la confianza del que busca convertirse al Dios que ama sin condiciones y –por fidelidad a Él– persevera en su incesante esfuerzo de cambio.

La Fe en Cristo nos pone en un camino nuevo, pero es necesario recorrerlo. Las primeras comunidades lo comenzaron con todo entusiasmo esperando el pronto regreso del Señor: ¡debían estar preparados! Pero el tiempo pasaba y el Señor ‘no volvía’ y comenzó el ‘acomodarse’ al medio-ambiente y los problemas.

¿No pasa ahora algo similar? ¿Muchos no nos hemos adaptado a nuestras ‘costumbres modernas’?: ¡queremos ‘ser normales’! Pero ser cristiano, si lo tomamos en serio, nos hace un poco ‘raros’ en mentalidad, en el sentido moral, en las exigencias religiosas. ¿No nos pide nuestro mundo que nos acomodemos a él?

La vida de Fe, es decir, seguir al Señor de verdad tiene sus exigencias reales y concretas. ¿Quién es nuestro Salvador, Maestro, Guía y Señor? ¿A quién nos confiamos, escuchamos, agradecemos, nos debemos? Ninguna vida es juego, tampoco la del Señor y su entrega constante por nosotros. ¡Él nos es fiel!

La fidelidad del Señor nos llama a estar cada día más atentos a su constante y segura llegada a nuestra existencia: en cada hermano y en toda invitación a celebrar el don de su Vida para poder vivir como Él en medio de nuestro mundo incrédulo y resistente a toda Fe que le saque de sus cómodas ‘seguridades’.

La actitud de atención supone estar comprometidos sinceramente en lo que se nos confió por naturaleza, siendo personas cabales en nuestro medio; por redención, viviendo como testigos del Amor salvador de Dios, y por vocación personal, madurando todo lo recibido para ser servidores de toda persona siempre.

Dios siempre cumple lo que promete; al pedir que venga, profundizamos nuestro deseo y apertura a Él

El pueblo se ha olvidado de Dios; eso le ha traído los problemas y angustia propios del egoísmo agresivo.

Los fieles a Dios reconocen su pecado y le piden que venga a despertar sus conciencias y a salvarlos.

Tal vez nosotros necesitaríamos intimar más con Dios para darnos cuenta de nuestra necesidad de Él.

Jesús, el Cristo, es fiel, Él nos ha dado todo y nos fortalecerá para que nos mantengamos en su Voluntad

La fidelidad de Dios es incuestionable, lo muestra la historia, pero nuestra visión es pobre y egoísta.

Con el Bautismo recibimos el Espíritu Santo: nos toca vivir su gracia y su fidelidad sirviendo como Jesús.

Cristo nos redimió: debemos conocerle y vivir el don de su Vida en las exigencias de su resurrección.

Tenemos todo. Él nos apoya, pero no puede asumir nuestras responsabilidades personales y sociales.

La redención del mundo nos compromete en las tareas que Dios nos ha encomendado: Él está y volverá

El Señor, con su muerte y resurrección, nos ha liberado de las tinieblas y desconcierto de nuestro mundo.

La primera y básica tarea que nos ha dado es ser testigos hoy, con nuestra vida, de su Amor y Salvación.

No podemos distraernos, pues nuestro mundo es hábil para engañar y nos gana, pues somos débiles.

La Fe nos pide vivir en constante apertura a lo que Dios nos dice, nos pide y nos indica con su Espíritu.

Pidamos a María vivir en el esfuerzo atento de ser, como ella, cada día más dóciles al Dios que ya llega.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO B – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I

Dios está comprometido con nuestra felicidad: dio su vida y renueva su don en cada Eucaristía; debemos mantenernos fieles a Él, que confía en nosotros

Is. 6316b-17.19b; 642b-7:
¡Tú, Señor, eres nuestro Padre; “Nuestro Redentor” es tu nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores...! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras...! ...Tú vas al encuentro de los que practican la justica y se acuerdan de tus caminos... nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra Ti. ...toda nuestra injusticia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento.

Sal. 792ac.3bc.15-16.18.19: Restáuranos, Señor del universo.

1Cor. 13-9:
Llegue a Uds. la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre... No dejo de dar gracias a Dios por Uds., por la gracia que Él les ha concedido en Cristo Jesús. ...Uds. han sido colmados... en la medida en que el testimonio de Cristo se arraigó en Uds. Por eso, mientras esperamos la revelación de Jesucristo... Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de [su] venida. Pues Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Mc. 13,33-37: Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos... No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a Uds. se lo digo a todos:¡Están prevenidos!»





noviembre 23, 2014

Cristo Rey del Universo

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 23 de noviembre, fiesta de Cristo Rey del Universo.


“Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo...” En Dios nada se improvisa: todo está pensado y preparado. Él es Providencia y su Amor no permite que nada nos perjudique, sino que nos beneficie, aunque no siempre sea según nuestros gustos, que están todavía muy atados a nuestro sentir físico y/o social. Él nos cuida para que no nos dejemos engañar ni desviar por los que se dejaron pervertir por diversas influencias que les fueron distanciando de Dios, al que no amaban con adecuada profundidad y con el que, por lógica consecuencia, no tenían intimidad vital. La presencia de Dios en nuestra vida, a través de la misma vida de Dios en Cristo Jesús, es garantía del éxito de nuestra existencia y del futuro feliz de nuestras relaciones: a mayor profundidad, más seguridad e infalible certeza vital, pues Dios no falla. Lo único que nos pide, a toda persona humana, es que seamos tal como fuimos creados: ¡como Dios!, dadora de vida, siempre y en toda circunstancia: ¡eso es lo que nos define!

Cristo nos enriquece con el don de su vida, y su resurrección nos asegura gozar la herencia que nos espera sin duda alguna. María nos muestra con su vida cuál es el camino de nuestro éxito.

Unidos en oración con María, al Madre auxiliadora y servicial en el Amor para la Vida plena:

P. José Mª Domènech SDB

Cristo Rey del Universo

Solo quien vive y es vencedor definitivo de la muerte puede ser garante de Vida: lo otro son palabras.

Cristo Jesús, el resucitado de entre los muertos, nos asegura que fiarse de Él supone aprender a vivir cada día como Él, sirviendo a los hermanos para que éstos vivan en dignidad creciente, y nos garantiza que gozaremos de los bienes eternos de su Resurrección y de su victoria definitiva contra todo mal.

Lo importante es ser buenos según el criterio de Dios, no portarnos bien según nuestra visión humana.

Lo definitivo del éxito de la vida lo marca el que seamos como Dios, pues a su imagen fuimos creados.

Dios no cede su grandeza a nadie, pues eso sería condenarnos a la barbarie del individualismo y anarquía.

Dios tienen una cercanía personal con su Pueblo: Él mismo se preocupa del bien de cada uno de sus hijos

Los gobernantes –‘pastores’– infieles a Dios, llevaban al pueblo a la desgracia. Dios defiende a los suyos.

Dios cuida y defiende a toda persona contra cualquier abuso, interno o externo, pues eso la degrada.

Eso siempre será así. Sólo quien vive en Dios con sincera e industriosa fidelidad despierta esperanza.

Cristo Jesús, primer resucitado de entre los muertos, es el vencedor de la muerte y del mal, que la genera

Nuestro Rey solo tiene corona de espinas, Él pelea nuestras batallas por la justicia, la verdad y la paz.

Cristo es el nuevo Adán por su fidelidad al Padre; Él nos señala el camino de la vida y la esperanza.

Para nosotros lo más importante y vital es volver a poner a Dios, nuestro Padre, en su lugar central.

Si Dios está en el centro, hasta la muerte será derrotada y todo mal perderá su fuerza y dominio en la vida.

La realeza de Dios se impone de por sí: llevar la realidad a lo que es en sí misma por el Amor que la creó

El cielo es la herencia pensada por Dios, desde la creación, para nosotros, sus hijos. No lo ‘ganamos’.

Dios no juzga arbitrariamente a cada persona, sino las propias decisiones ante los hermanos más débiles.

La vida de Dios es dar vida a todos, atendiendo a la indigencia de cada uno: nacimos para ser como Él.

El juicio lo hace la vida, no las normas y la vida es esencialmente Amor. Donde está éste, hay salvación.

Pidamos a María vivir en el Amor de Dios y generar siempre vida y esperanza en todo tiempo y lugar.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIV
CRISTO REY DEL UNIVERSO

Dios solo piensa en nosotros, en cada uno y nos cuida personalmente para llevarnos a la más alta plenitud de vida: ser como Él, siempre dadores de vida.

Ez. 3411-12.15-17:
Así habla el Señor: «¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar a mi rebaño y me ocuparé de él... me ocuparé de mis ovejas y las liberaré de todos los lugares donde se habían dispersado en un día de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las haré descansar... haré volver a la descarriada y sanaré a la enferma... Yo las apacentaré con justicia.» En cuanto a Uds., ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos.»

Sal. 221-2a.2b-3.5.6: El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

1Cor. 1520-26.28:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. Así como todos mueren en Adán, así todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde, Cristo, el primero de todos, luego los que están unidos a Él... En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo principado, dominio y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte. Y cuando el Universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.

Mt. 2531-46: Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.” Los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento... sediento... forastero... desnudo... enfermo o preso... [y te socorrimos]?” Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.” Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de Mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre... sed... era forastero... estaba desnudo... enfermo y preso [y no me ayudaron].” Éstos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso y no te socorrimos?” Y Él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.” Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»





noviembre 09, 2014

Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 9 de noviembre, fiesta de la Basílica de San Giovanni in Laterano.
“Destruyan este templo y en tres días volveré a levantarlo.” Jesús, aclara san Juan, se refería a su cuerpo, no el templo de piedra. Esto sería pretender un manejo mágico del poder de Dios. Dios no actúa así. Dios nos respeta, aunque nosotros no lo respetemos y hasta algunos se mofen burda y absurdamente de Él desde una supuesta ciencia o arte. Dios nos quiere grandes como Él, pero esto supone que le aceptemos como Padre y Maestro y eso, muchos que se creen liberados, no lo hacen.

San Pablo nos recuerda que nosotros, por ser cristianos, somos templo de Dios y terreno en el que Él trabaja para que produzca los mejores frutos, pero, como le sucede al campesino, no basta que él siembre y trabaje bien el terreno, es indispensable que éste esté preparado para la semilla y responda a lo que el campesino experto hace en él. Si no es así, deberá dejarlo como negativo. Dios nunca hace eso con nosotros hasta que no hayamos dicho la última palabra.
La obra de Dios en su templo siempre está llena de vida fecunda que todo lo sana. ¡Abrámonos!
Cristo Jesús nos ayude a abrirnos a los dones de Dios y nos haga dóciles a las maravillas que Él desea hacer surgir en nuestra vida para fecundarla. María, sin descanso, nos anima a ello.

Unidos en oración con María, el templo más perfecto y el terreno más fecundo de Dios:

P. José Mª Domènech SDB


La casa de Dios, que no es tanto el templo de piedra, sino nuestra Comunidad en Cristo, es casa de vida y salvación. ¿No la llama el Papa hospital de campaña? Vamos por el mundo con la misión de anunciar la Salvación del Señor y su signo de vida: sanar y liberar del mal.

Dios hace ineludibles maravillas, que nuestra vida esté siempre en el esfuerzo de hacerlas patentes.

Dios, por el bautismo en Cristo, nos ha consagrado como su templo santo en medio de un mundo atrapado en esclavitudes, que dan cierto gozo, pero efímero y que se come la propia vida, le quita su sentido, la paz estable, la fecundidad propia de la vida y su necesidad de compartirla para llenar de vida a otros.

Dios nos ha dado su Espíritu: Él nos hace fecundos y capaces de sanar a los hermanos con nuestra intimidad con el Señor Jesús, quien nos enseña a vivir abiertos a la Voluntad del Padre y al bien que necesitan los hermanos.

Pero necesitamos ser honestos, no buscar beneficiarnos, respetar su Casa y vivir abiertos a su Voluntad.

La presencia de Dios en medio de nosotros es fuente de Vida nueva para cualquiera que se acerque a Él.

El templo de Dios es, por obra de Dios en él, fuente de vida y de sanación personal y social: Dios es Vida.

Debemos dejar obrar a Dios en nosotros: la distancia y la resistencia impiden la fecunda acción de Dios.

El cristiano no debe desalentarse: Dios está atento a lo que necesitamos para ser sus hijos ahora y aquí.

Nuestra vida debe estar centrada en vivir y proclamar la presencia y salvación de Dios en nuestro mundo

Nuestra realidad corporal y Comunitaria es expresión de la presencia de Dios, como lo es un templo.

Es en nosotros donde se realiza la Salvación de Dios y así es como nos expandimos como Luz de Cristo.

El Espíritu de Dios nos vivifica para que nosotros seamos capaces, como Jesús, de sanar nuestro mundo.

Por esto es vital que vivamos a Cristo como centro y base de nuestra vida, pues solo Él es la Salvación.

Nuestra forma de tratar a Dios debe vivir libre de todo interés egoísta, pues el Salvador-Liberador es Dios

La misión de Jesús, el Mesías, es purificar de todo egoísmo la Casa de Dios: nuestra vida y Comunidad.

Los intereses individuales anulan la obra de Dios, en la persona y la sociedad, cerrándolas a la redención.

El Cuerpo de Cristo resucitado es la Comunidad cristiana: nada podrá destruirla, aunque sea rechazada.

La persona vivirá la Comunión con Dios y los hermanos, alimentándola y celebrándola en Comunidad.

Pidamos a María saber ser, cada día mejor, Cuerpo de Cristo que vive luminosamente su Fe hoy y aquí.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXII

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN

Los cristianos somos testigos de la Resurrección de Jesús y, por la Comunión con Él y entre nosotros, somos su Cuerpo: Comunidad de vida y servicio.

Ez. 40, 1b.3a; 47, 1-2.8-9.12:
La mano del Señor... me llevó a Jerusalén. Y vi a un hombre, que, por su aspecto, parecía de bronce. Él me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa... El agua descendía... del costado derecho de la Casa, al sur del altar... Entonces me dijo: «Estas aguas fluyen hacia el sector oriental... y van a desembocar en el mar... para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes... y habrá peces en abundancia... Al borde del torrente, sobre las dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos... porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de remedio.»

Sal. 452-3.5-6.8-9: Vengan a contemplar las obras del Señor.

1Cor. 3, 9c-11.16-17:
Ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios. Según la gracia que Dios me ha dado, yo puse los cimientos, como lo hace un buen arquitecto, y otro edifica encima. El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque... es Jesucristo. ¿No saben que Uds. son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en Uds.?... el templo de Dios es sagrado y Uds. son ese templo.

Jn. 2, 13-22: Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió al templo y encontró en el Templo a los vendedores... y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo... y los echó del Templo, junto con sus ovejas y bueyes; derribó la mesa [de los cambistas] y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio.» Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu Casa me consumirá.” Entonces los judíos preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar.» Los judíos le dijeron: «Costó cuarenta y seis años levantar este Templo y ¿tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él se refería el templo de su cuerpo. Por eso cuando Jesús resucitó, los discípulos recordaron que Él había dicho esto y creyeron...