Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 26 de febrero.
Ya, prácticamente, hemos llegado a la Cuaresma, cuarenta días de formación en la Fe a través de la Palabra que nos enseña a vivir en la presencia de Dios, disponibles lo que Él quiera, que siempre, sin duda alguna, es lo mejor.
Este domingo somos invitados por Dios a la conversión: es decir a volver a Él.
No se trata de comportamiento, aunque éste quedará implicado cuando nos encontremos con Dios, sino de actitud de Amor hacia quien nos ama 'locamente' hasta dar su vida por nosotros, ¡y la da todos los días!, en cada Eucaristía. Y está se queda, en el Sagrario, esperándonos, aunque, de ordinario, no encuentre en nosotros la respuesta que Él merecería y nosotros necesitamos vitalmente, pero no nos percatamos de ello.
La narración que nos recuerda la experiencia del diluvio, leída desde la Fe del Pueblo, nos ayuda a percibir las consecuencias, inevitables, del pecado. Pero esta experiencia también nos recuerda que los que se fiaron de Dios, se salvaron, no tanto porque eran los mejores, sino porque se atrevieron a fiarse de Dios, el Salvador.
Eso es convertirse: aceptar fiarse de Dios, aceptar entrar en la obediencia de Fe, aunque hoy en día esta palabra (las dos: 'fiarse de Dios' y 'obediencia') nos resulten incómodas. Pero la experiencia nos muestra que también le resulta apta para el ridículo y el juego la palabra 'amor' a la persona que no ama con seriedad y respeto...
No le temamos a Dios, no desconfiemos de Él, aunque ésta sea la gran tara de nuestro tiempo... ¡y la estamos pagando caro con nuestros necios individualismos, con nuestras descaradas injusticias, y corrupciones subsiguientes, con nuestras desquiciadas y desquiciantes ideologías...
Me resulta profundamente ridículo ver cómo tantas personas inteligentes no se fían en absoluto de Dios, el Padre Providente, pero sí le creen a los adivinos, lectores de cartas, espiritistas, agoreros, magos, astrólogos (la mayoría charlatanes) y se someten a supersticiones e ideologías de todo tipo, aunque sean perjudiciales en sus bases y consecuencias... ¡Cuánta razón tiene el Apóstol al decir que Dios abandonó el corazón del soberbio a sus necios pensamientos y su en tontas fantasías!
Quien no quiere obedecer a Dios es porque obedece otros 'maestros' y a otras 'normas'. Pero nadie deja de obedecer...
Somos limitados y la obediencia es presupuesto de maduración... No hace falta que me crean a mí, miremos la realidad con ojos limpios y serenos.
Que María nos ayude a seguir a Jesús que nos invita a Convertirnos porque el Reino de Dios está cerca: Dios nos ama y nos cuida con su Presencia paterno-materna... Seamos más sencillos y dejémonos amar por el que nos conoce perfectamente porque vive en el centro de nuestro ser... Sólo Él es el Salvador de vivos y muertos, nos recuerda Pedro.
Que Dios nos bendiga a todos y nos ayude a vivir con la máxima profundidad que cada uno pueda este tiempo de Gracia del Amor de Dios.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
«Conviértanse y crean»
Cuaresma. Dios nos ofrece este tiempo de alegría por la oportunidad de volver al Dios que nos ama: escuchar su Palabra con atención, profundizando nuestra intimidad con Él; renunciar a lo que nos degrada y ejercitarnos en la libertad del control de nosotros mismos, superando gustos y frivolidades, para abrirnos más generosamente a la ayuda que necesiten nuestros hermanos.
La tentación es una realidad inevitable en nuestra vida. Las de dentro, basadas en nuestros deseos, muchas veces ni rectos ni sanos: gustos a todo nivel, diversas codicias, envidias...; y las de fuera, hoy, algunas de ellas, presentadas hasta como “derechos” o “necesidades”: ceder al asesinato de inocentes, corrupción política, estructuras de dominio o presión…
La persona humana, hasta Jesús, siempre ha sido tentada. Sólo es grande quien se eleva por encima de ella. Pero para esto es necesaria la disciplina interior que nos libera para ser dóciles al Espíritu. Éste no nos evita la tentación, pero nos indica caminos de libertad ante ella.
Se nos invita a volver a Dios: aceptar su Paternidad, que nos cuida y defiende de la destrucción de un diluvio que viene de ideologías desquiciantes y pervertidoras, no de la naturaleza.
El diluvio viene por el pecado, pero Dios se compromete a defendernos y guiarnos hacia el bien
El pecado y su violencia destruyen, como un diluvio, a la persona y convivencia humana.
La paciencia de Dios responde con la salvación, que se da a los que le aceptan y se fían.
La presencia de Dios siempre es renovadora y su alianza nos ofrece la posibilidad de retomar la vida como una nueva oportunidad de construirla en una paz serena, abierta a todos.
Cristo nos lleva al Padre con el don de su vida: Él es arca de la alianza, el ‘arcoíris’ de la paz
Pedro anuncia la soberanía redentora de Cristo, salvador por el don de su vida en la cruz: Él salva a todos, vivos y muertos, pero es necesario entrar en el arca de su vida y amor.
Cristo es el Señor que renueva la vida desde su raíz. Lo demás depende de nosotros.
El Bautismo nos introduce en la Vida de Cristo por el Espíritu, pero es vital aceptar la disciplina de vivir, con conciencia pura, como resucitados en Cristo en medio de este mundo.
El convertirse es tarea de la persona, pero, como Jesús, cuenta con la segura protección de Dios
El desierto tiene, en la Biblia, múltiples simbolismos: lugar de prueba, lugar de encuentro amoroso con Dios, morada del maligno, ámbito en el que se reconocen y superan los pecados.
Como nosotros, Jesús fue probado en todo, pues vivía en este mundo, pero Él no sucumbió al pecado. Si acogemos el Reino de Dios en nuestra vida y nos convertimos cada día, aceptando vivir en creciente intimidad con el Señor, también nosotros venceremos las tentaciones.
Pidamos a María abrirnos al Reino de Dios con una conversión diaria, sincera y profunda.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO I
La paciencia de Dios es infinita, pero el tiempo del hombre no. Cristo Jesús nos invita a dejar de resistirnos a Dios y convertirnos por la Fe
La paciencia de Dios es infinita, pero el tiempo del hombre no. Cristo Jesús nos invita a dejar de resistirnos a Dios y convertirnos por la Fe
Gn. 9, 8-15: "Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo establezco mi alianza con ustedes,...: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del diluvio, ni habrá otro diluvio para devastar la tierra... Éste será el signo de la alianza... para todos los tiempos futuros: yo pongo mi arco en las nubes como signo de mi alianza con la tierra...»".
Salmo: 24: "Guía nuestros pasos, Señor, por el camino de la Paz".
1P. 3, 18-22: "Cristo padeció una vez por los pecados –el justo por los injustos– para que, entregado a la muerte en su carne y vivificado en el Espíritu, los llevara a ustedes a Dios. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos... se salvaron a través del agua... figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados, el cual... es compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo…"
Mc. 1, 12-15: "El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre fieras y los ángeles le servían. Después... Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»".
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