julio 14, 2013

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 14 de julio.

Este domingo el Señor nos invita –una vez más y sin cansarse, porque nos ama– a escucharle y a seguir sus indicaciones, pues Él sabe bien que, por este camino, todo irá mejor, en el corazón, en la familia y en la sociedad. A veces, si no se tiene en cuenta el pecado que nos atrapa muchas veces, cuesta entender que teniendo oportunidades tan maravillosas de vida y felicidad, elijamos el camino de la vida desorientada y sometida a tantas opiniones y propuestas que no tienen ninguna garantía ni de vida ni, mucho menos, de felicidad.

Pablo, que en los domingos pasados nos ha invitado a fiarnos del Señor y este domingo nos presenta la figura de Cristo como el origen y la cumbre de nuestra existencia; el modelo de lo que nosotros estamos llamados a ser... De Él lo recibimos todo y no está lejos, sino muy cerca, es de nuestra misma naturaleza y se ha quedado con nosotros para ayudarnos en nuestro caminar. Lo que no puede hacer es sustituir nuestras decisiones y responsabilidad, como un buen maestro no puede sustituir a su discípulo, ni un padre a su hijo, ni el entrenador al deportista, pues el que debe aprender, crecer, madurar y el que está llamado a conseguir las medallas es el estudiante, el hijo y el deportista... Para que lo logremos, en nuestra vida de hijos de Dios en el Hijo, de discípulos del Maestro divino y de deportistas en la gran contienda que tenemos, para ganar al enemigo de nuestra vida –don precioso y eterno que Dios nos confió– Cristo nos dice como al maestro de la Ley: “Haz tú lo mismo y vivirás”. Sé como Dios: ojos siempre abiertos, corazón siempre sensible, vida siempre a disposición para sanar toda vida con el Amor que sabe caminar por los senderos de la existencia sin despreciar nada que sea humano, aunque no sea agradable, que sabe servir a todos los que nos necesitan, que sabe aprender a escuchar los gritos, también los silenciosos, que la mayoría no puede captar, que sabe ver también lo oculto en el dolor y gozo humano y aprende cada día a ofrecer vida y paz, aun a los que parecen que no los desean recibir, pues se resisten.

Dios nos bendiga como Él sabe para que aprendamos a ser, por el mundo, como Él: prójimos cada día más atentos y disponibles a las necesidades y angustias de los que nos rodean.

Unidos en oración con María, la Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos más débiles:

P. José Mª Domènech SDB

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

¿Qué nos indica Jesús hoy? Acércate al que está en desgracia y responde, como puedas, a su necesidad. No pide heroísmos, sino humanidad: ¡actúa como Dios!, eso es ser humano de verdad.

La abundancia, de la que habla la primera lectura, viene de Dios, pero por el camino del hombre.

Si no sabemos escuchar a Dios en nuestra Comunidad desde el fondo del corazón nunca tendremos una sociedad digna, pues nuestras visiones son tan limitadas y nuestra soberbia tan grande, que siempre perdemos y no lo reconocemos.

Jesús es modelo de esta sabia escucha y de del actuar sano y sensato, como humano, al estilo de Dios, por eso hizo maravillas: sembrador de paz y de vida; de alegría y de comunión.

San Pablo presenta a Cristo como el centro de todo, pues al principio todo hace referencia a Él: Dios nos creó para que fuéramos como Él, imagen de Dios; nos redimió con su vida entregada; nos salvó por su triunfo sobre el mal y la muerte, con la Resurrección: ¡nuestra vocación: ser como Él!

Ser Cristo en la vida es estar a disposición del bien y dignidad de los que nos rodean. Ser Cristo en la vida concreta es no cerrar los ojos, no pasar nunca de largo ante el hermano necesitado.

Escuchar al Señor y vivir en su Voluntad es la clave de la vida digna y de la sociedad libre y sana.

Dios siempre está cerca para que tengamos éxito y para eso da sus indicaciones en el fondo de la conciencia y en la Comunidad a la que nos ha integrado. Básico es estar atento a su Voz y ser dócil.

Jesús, el prójimo que nos dio su vida y con ella la libertad para ser grandes como Dios cada día

Jesús es el modelo con el que fuimos creados y, además, nos da su vida para que lo logremos.

Sólo en Él la persona humana, y la creación, llega a la plenitud que ansía y para que la que creada.

El criterio de Jesús no está ni en la conveniencia ni en la ley, sino en la vida que se necesita dar

¿Cómo va nuestro corazón? ¿Con qué criterios reales funciona? ¿Qué hacer ante el necesitado?

¿Qué es mío si tú lo necesitas con más urgencia que yo? Robar ¿no sería quedarse con lo que no necesito y otros sí y con urgencia? El individualismo corroe la solidaridad y el futuro digno de la mayoría. ¿No estamos demasiado cerrados en nosotros mismos mientras los hermanos decaen?

Prójimo es quien comparte, como Jesús, los dolores de los otros aceptando las incomodidades inevitables. El amor o es concreto y socialmente objetivo o es ficticio, si no degradante por infecundo.

Pidamos a María preguntarnos cada día ¿de quién desea Dios hoy que sea prójimo como Jesús?


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XV

Nuestra Salvación y Vida plena está en escuchar a Cristo Jesús –imagen y Palabra viva de Dios, plenitud de todo– y vivir como Él nos indica.

Dt. 30, 9-14:
Moisés habló al pueblo diciendo: «El Señor, tu Dios, te dará abundante prosperidad... Porque el Señor volverá a complacerse en tu prosperidad, como antes se había complacido en la... de tus padres. Todo te sucederá porque habrás escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos... después de haberte convertido al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance... la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.»

Sal. 68 14.17.30-31.36ab-.37: "Busquen al Señor, y vivirán."

Col. 1, 15-20:
Cristo Jesús es imagen del Dios invisible y el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas... todo fue creado por medio de Él y para Él. Él es el principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera primacía en todo, pues Dios quiso que en Él residiera toda la plenitud. Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Lc. 10, 25-37: Un doctor de la Ley... le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús, a su vez, le preguntó: «¿Qué está escrito en la Ley?...» Él respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.» «Has respondido exactamente –le dijo Jesús– obra así y alcanzarás la vida.» Pero el doctor..., para justificar su intervención, le preguntó: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús... le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron... y se fueron, dejándolo medio muerto. ...bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó... un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano... al pasar,... se conmovió. ...se acercó y vendó sus heridas... lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño... diciéndole: “Cuídalo y lo que gastes de más te lo pagaré al volver.” ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado...?» «El que tuvo compasión de él.», le respondió el doctor. Jesús le dijo: «Ve y procede tú de la misma manera.»





julio 07, 2013

«¡Vayan! Yo los envío»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 7 de julio.


El número de los setenta y dos discípulos enviados con instrucciones, que tienen el mismo espíritu que las que recibieron los apóstoles antes, es un número que representa, nos dicen los entendidos, a la misión universal de la Iglesia toda. Todos somos misioneros y en las indicaciones percibimos una urgencia. Son enviados delante del Señor que ya llega y es urgente no perder tiempo, pues Él viene a recoger el fruto de la obra del Espíritu en los corazones de todas las personas. Ni dormirse en las supuestas glorias, ni quedarse en el lamento de que todo nos sale mal... A este llamado solo hay una respuesta y ésta en la responsabilidad de cada persona; la nuestra está en la fidelidad a la Voluntad del Maestro y va unida a la habilidad de prender a movernos en medio de personas que no necesariamente nos recibirán, y menos todavía, bien.

Nuestro mensaje es el de la alegría íntima por los dones que Dios nos otorga constantemente, y el de la construcción de la paz, es decir, del bien integral de la persona –cuerpo y alma, persona y sociedad, individuos e instituciones– comenzando por las de los que nos rodean.

Por tercer domingo consecutivo nos encontramos con el tema del seguimiento de Jesús. Él no nos llama a seguirle para tener a muchos con Él, sino para que, juntos, afrontemos la Misión que Él recibió de su Padre. Todos anunciemos –con su Espíritu– el Reino de Dios que está cerca, está en el propio interior y espera respuestas concretas, de vida, justicia y paz, y eso todos los días.

El sufrimiento es ingrediente normal de toda vida en desarrollo, también la de la Fe, no perdamos la oportunidad de asumir lo que se nos ofrece, pues el resultado es la gloria de Dios y el bien de los hermanos entre los que estamos y a los que somos enviados.

Dios nos ayude con su bendición para responder a la invitación misionera del Maestro. Él nos fortalezca en los momentos de dolor y conflicto –interior o exterior– para no traicionar jamás lo que Él espera de cada uno de nosotros.

Unidos en oración con María, la Madre atenta al Maestro y, por esto Maestra de vida y paz:

P. José Mª Domènech SDB

«¡Vayan! Yo los envío»

Jesús confía en nosotros y nos encarga su Misión de Vida nueva y de Paz en la Justicia para todos.

A unos los elige para unas tareas y a otros los envía para otras, pero todos son testigos del Amor de Dios: Él sana, llena de vida y paz, construye justicia y renueva a todos los que se abren a Él.

Nosotros estamos llamados a ser sus mensajeros vivos, testigos fidedignos y embajadores del Dios de la alegría porque seguimos al Señor de la Vida, de la Paz, de la Reconciliación, del Perdón, de la Libertad y de la Justicia: al Resucitado de entre los muertos.

Eso es lo que debe verse en nuestra vida, sobre todo en los momentos de crisis, de tensión, de injusticia, de enfermedad, de muerte. La nuestra sea palabra de verdad, de esperanza, de reconciliación, de serenidad, de equilibrio, de vida en crecimiento continuo, es decir, de Justicia y de Paz.

Son muchos los que esperan la honesta presencia del cristiano verdadero, no para darle la razón, sino para poder descubrir en él las maravillas de las obras de Dios, de aquella libertad, paz y justicia que les gustaría ver en su ambiente y vivirla también ellos con la alegría que trae consigo.

El Reino de Dios desea poder implantarse y son muchos los que lo necesitan y esperan. ¡Faltan obreros decididos, dóciles, honestos, valientes, que se llenen cada día de Dios para dárselo a todos!

El profeta invita a la alegría porque Dios transforma la vida de quienes se fían de Él y le siguen.

El profeta anuncia una alegría –fruto de la obra de Dios en nosotros– que no se impone: Dios nos ama con amor materno –que consuela– pero necesita ser aceptado y recibido en el propia vida.

El sufrimiento no es una desgracia para el que lo vive con fidelidad a Jesucristo en sus hermanos

La Fe lleva al cristiano a sufrir malos tratos; pero su fidelidad al Amor de Dios es más fuerte.

Pablo expresa un deseo de paz para todos los que viven la libertad de Cristo por la Fe, este significa felicidad plena según el eterno plan de Dios a favor de todos, comenzando por los judíos.

Jesús nos envía para ser sanadores con su Paz y su Justicia, que son los frutos del Reino de Dios.

Los setenta y dos ‘son’ los misioneros de todos los tempos. No hay tiempo que perder: el Señor viene y se debe recoger el fruto de la siembra de Dios en el mundo. ¡Oren, pues faltan corazones!

Todo cristiano tiene la misión de Evangelizar, Sanar y Dar la Paz sin detenerse: ¡eso es lo justo!

Somos embajadores del Reino que viene, nada nos ata; solo nos mueve el Amor y la Paz de Dios.

Pidamos a María ser misioneros generosos en nuestro mundo, como somos y con lo que tenemos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.





CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XIV

El cristiano recibe la misión de ser testigo de la alegría del Amor de Dios, con la Paz, sanando heridas y suscitando justicia en todo lo que vive.

Is. 66, 10-14:
¡Alégrense con Jerusalén... todos los que la aman! ¡Compartan su mismo gozo los que estaban de duelo por ella...! Porque así habla el Señor: «Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río... Sus niños de pecho serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas. Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré... y Uds. serán consolados en Jerusalén. Al ver esto, se llenarán de gozo... La mano del Señor se manifestará...»

Sal. 65 1-3a.4-7a.16.20: "Aclame al Señor toda la tierra".

Gal. 6, 14-18:
Yo solo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo... lo que importa es ser una nueva criatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios... yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús. Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con Uds. Amén.

Lc. 10, 1-12.17-20: El Señor designó a otros setenta y dos... y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios a donde él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados para que envíe obreros para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ¡Que descienda la paz sobre esta casa!... Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el trabajador merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a los enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de Uds.”. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: “¡Hasta el polvo... que se nos ha adherido a los pies, lo sacudimos sobre Uds.! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca” Les aseguro que, en aquel día Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad». Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder... Sin embargo, no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense, más bien, de que sus nombres estén escritos en el cielo».