marzo 31, 2012

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 1° de abril, domingo de ramos.


Llegar a la Semana Santa, después de las cinco semanas de preparación, es una gracia y una tarea: no basta tener la oportunidad, en ninguna realidad de la vida, es necesario tener preparado el corazón para aprovecharla lo mejor posible y acudir a las citas con el Señor, unos en el templo o en otro lado, pequeño o grande, cómodo o no, con todo bien dispuesto o un tanto improvisado, con una Comunidad que vive u otra que... hace lo que puede desde su limitación de Fe...

El Señor me llama a mí, desea encontrarse conmigo y ofrecerme su Amor hecho carne, sí, carne limitada y débil, pero es su Amor el que se me acerca de ese modo... No siempre es fácil verlo, pero siempre está presente...

No creo que en la cruz muchos hayan visto lo que vio el centurión que acabo confesando: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Tal vez la suya fue una expresión sin demasiada conciencia cristiana, pero sí percibió una presencia extraordinaria que se le imponía sin avasallarlo, que exaltaba la verdadera naturaleza humana.

La Semana Santa es la semana de la grandeza de la persona humana: por un lado, el Dios encarnado nos demuestra hasta qué nivel de maravilla puede llegar un hombre que se pone abiertamente en las manos de Dios con una obediencia incuestionante y responsable con radical seriedad personal. Jesús nunca fue un sometido a nadie, ni siquiera al Padre, porque su movimiento de obediencia no fue dejarse aplastar por la grandeza del Padre, sino abrirse para comprender, asumir y llevar a término lo que el Padre le pedía por duro que le resultara... Y ¡vaya que si fue duro! Y, por el otro lado, la carne humana mostró que, en las manos de Dios, la exaltación es segura y esta carne dará signos de una fortaleza impensable y estará abierta a que Dios haga con ella las maravillas que desee: y ¡ahí tenemos la resurrección y la Eucaristía, que une en sí la pasión y la resurrección como signo, memorial y alimento a disposición de todos los que se acerquen para aprovecharlo!

¿Por qué nos mantenemos tan lejos de un Dios que está tan cerca? ¿Por qué defendemos con tanto ahínco una carne tan sometida al pecado y no asumimos, en Cristo, la que ya está glorificada? ¿Por qué la Eucaristía tantas veces ha quedado reducida a un rito, tantas veces 'usado', 'manipulado' y ¡ojalá que nunca condenatorio!, como nos advierte san Pablo en su carta a los corintios?

La Semana Santa es un momento para reflexionar a fondo.

En algunos lugares se tiene la costumbre de visitar siete templos para ver los monumentos... No está mal. Lo que sí está mal es que actuemos como turistas y dejemos de lado al que se quedó con nosotros físicamente presente para que pudiéramos encontrarnos con Él en cualquier momento, en un Tú a tú de Amor y Vida nueva.

Vayamos y meditemos en su Amor loco por nosotros, por cada uno de nosotros.

María, la Madre de amor fiel, doliente y lleno de esperanza, nos ayude a vivir estos misterios en creciente profundidad. Recemos unos por otros para así lograrlo.

Dios nos bendice. Atentos a Él, seamos bendición para todos.

Unidos en oración con María, la Madre de la Pascua viva y fecunda:

P. José Mª Domènech SDB

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

El Señor, en Jerusalén, anticipa su propio triunfo. Él nos pide le confiemos la vida para transformarla. Lo que no le damos no gozará su triunfo, se perderá... ¡Nacimos para darnos!

La vida, en las manos del Señor, adquiere mayor claridad, entusiasmo, mérito: se va forjando la juventud espiritual, optimismo, alegría y plenitud que el Señor nos da ya ahora.

Fácilmente podemos creer que alabamos al Señor haciendo cosas, pero sólo confiándoselo todo, somos honestos al cantar "Hosanna". Vivamos en Él con corazón pacífico y solidario.

La vida cristiana tiene exigencias de entrega real, si queremos ser significativos en la historia

El Señor, Rey pacífico y humilde, para que no nos engañemos ni nos engañen, se nos ofrece como nuestro Maestro y pone en nuestro corazón el ansia de vivir la Verdad de las cosas y de la vida. ¡Cuántas veces vivimos con insatisfacción, a pesar de tener de todo y hasta de más!

Jesús, que supo de privación y violencias, nos enseña a construir la paz en la vida de hoy.

Entregarse es difícil, pero posible: nos lleva a la grandeza de la madurez personal y social

Si le somos dóciles como el profeta, aprenderemos a leer la vida desde la Palabra; Dios nos enseñará a comprender su Voluntad, aun en problemas y dolor: no nos escaparemos; seremos fuertes ante los problemas que trae consigo el Amor de Dios vivido en esta sociedad de prepotencia generadora de muerte. El Señor hace maravillas aun en la fragilidad, pero es indispensable ponerse en manos de Dios, como Jesús, Siervo siempre obediente, sobre todo, en su pasión.

No importa que en algún momento, o en muchos, de nuestra vida, como Jesús, tengamos que recitar el salmo 21, confiado reclamo cuando sentimos, dolidos, la ausencia de Dios. Esto no nos hace blasfemos, ni renegados, estamos expresando nuestra angustia y nuestro dolor desconcertado. Pero no le quitemos jamás la confianza: ¡Él es de fiar! Sólo así maduramos.

El Señor, a su tiempo, nos pacificará; confiemos, no dejemos de construir la vida, dándola.

Dar la vida para ayudar a todos a madurar: entregarse para desarrollarse y ayudar a ser más

Pablo nos muestra la imagen del verdadero Siervo de Dios, Hijo del Padre, abierto y obediente por el Santo Espíritu, alma del Amor que une al Padre y al Hijo. Son verdadero modelo “sobrenatural-natural” de toda la familia humana: ¡sólo así se construye y renueva la vida!

Figura del amorosísimo Hijo que, identificado plenamente con el Infinito cariño del Padre por su otro hijo, el hombre (de todo tiempo, lugar y condición, sea natural o cultural), se encarna para hacerle sentir-vivir el concreto Amor providente del Padre hacia él. Así el hermano menor podrá volver a casa, a la felicidad de la Vida del Padre, para la que le creó con tanta ilusión.

El Hijo-Hermano hace de todo para que se entienda y viva el amor del Padre. Es su difícil y gran misión. Le llena la misma Vida del Padre: su Espíritu da sentido a su vida.

Misión de Amor, loca pasión por la vida, deseo de ver, en la vida del hermano, fluir la alegría, la paz, la felicidad, la ilusión por la vida que Dios nos ha confiado a todos para todos.

La pasión del Señor pide, más que sentimientos, concreta gratitud, respuesta de amor y compromiso de hacer lo mismo con nuestros propios hermanos, familias y sociedad.

Pidamos a María, que lo vivió tan de cerca, nos lleve a vivirlo honestamente cada día.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


SEMANA SANTA - DOMINGO DE RAMOS - CICLO B

Dios se hizo hombre para que el hombre pueda vivir como hijo de Dios: fue el camino de Jesús y es el que estamos llamados a recorrer

Mc. 11, 1-10:
"...«...el Señor lo necesita y enseguida lo devolverá»... «Hosanna. Bendito el que viene en el nombre del Señor... Hosanna en lo alto del cielo»."

Is. 50, 4-7: "El Señor me ha dado una lengua de maestro para que con la palabra sepa sostener a los cansados... y yo no me he resistido... no me tapé el rostro ante los ultrajes... El Señor me ayuda... no quedaré defraudado."

Salmo 21: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Flp. 2, 6-11:
"...no quiso mantener celosamente su igualdad con Dios... se rebajó... y obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz... Dios le ha exaltado y le ha concedido el nombre que está por encima de todo nombre..."

Mc. 14, 1-15.47 "...el sanedrín hizo sesión... y llevaron a Jesús, encadenado ante Pilato, éste le interrogó... «¿Qué haré con Jesús, al que llaman rey de los judíos?»... «¡Crucifícalo!»... Lo hizo azotar... Lo llevaron para crucificarlo... Llevaron a Jesús al Gólgota... lo crucificaron... Jesús dando un fuerte grito, expiró... El centurión... dijo: «Es verdad, este hombre era el Hijo de Dios»..."




marzo 21, 2012

«El que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 18 de marzo.


¿A quién le gusta sufrir?

La respuesta es obvia: a nadie, a no ser que no sea una persona demasiado normal.

Una cosa es que tengamos razones muy profundas y muy abarcantes de la persona humana que dan a nuestro dolor tal sentido y valor que lo aceptamos de buen grado, no porque nos guste sufrir (pues seríamos enfermos de masoquismo), sino porque así podemos ayudar a otras personas y llegar a niveles de mayor libertad interior, pero entonces lo que nos mueve no es el dolor en sí, sino otras razones mayores y más profundas y enaltecedoras de la experiencia.

Tampoco a Jesús le gustó y, como es normal, vivió tal angustia, dice el evangelista, que se sintió morir y sudó sangre; pero el temor no le ganó, sino su confianza radical en el Padre, del que era consciente que recibía siempre lo mejor, aunque no fuera de su agrado, como en ese momento, y ganó también su amor inmenso a los hermanos, a los que deseaba liberar de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Para dar el fruto de la Salvación y de la Vida Nueva, era necesario que matara la muerte, fruto del pecado, haciéndose víctima del pecado y dejando que la muerte lo 'destruyera' para bajar a su seno y, desde ahí, "reventarla" (nunca más exacto ha sido la término).

Jeremías nos comenta como que Dios se dio cuenta que las leyes, mientras se mantengan externas a la conciencia y amor humano, no mueven a nadie y nada consiguen, sino mayor esclavitud, de la que todos desean liberarse, quedando atrapados en su deseo no maduro de libertad. Como que Dios descubre, nos dice Jeremías, que es necesario que la ley llegue al corazón, que debe actuar con la fuerza del amor o no servirá y, por eso, habla de la Nueva Alianza como la plenitud de la misma al poner el espíritu que creó la ley dada a Israel a través de Moisés, en el mismo corazón de la persona humana y así darle el verdadero sentido. Lo mismo dirá Jesús en el sermón de la montaña: "no vine a suprimir la ley, sino a darle plenitud..." Todo debo cumplirlo, hasta lo más mínimo, pero no porque es una norma (de quien sea), sino porque amo a mi hermano como Dios le ama... y así llegamos a ser perfectos como el Padre celestial es perfecto...

Pero esto supone disciplina, renuncia, aceptación de la muerte dolorosa a nosotros mismos. Supone no aferrarse a la vida personal, sino preferir, por encima de todo, el bien de los hermanos; supone una mirada más abierta y una vida más profunda y generosa; supone la madurez de pensar en el bien del otro más que en el propio, con la convicción de que éste es el mejor camino para llegar al mayor bien personal: la Vida eterna.

Todo este camino, que lo vivió el hombre-Dios, Jesús, implica lágrimas y súplicas con gemidos inenarrables. Por eso necesitamos pedir al Señor cada día que nos dé un corazón nuevo, impregnado de su Amor oblativo y más grande que nosotros mismos.

Dios nos bendiga a todos para que nuestra vida se abra, más allá de nuestros miedos naturales, a tan liberadores dones de Dios.

María nos acompaña en nuestro caminar hacia la Pascua, que es vivir y dar a Dios en el cotidiano entregarnos a los hombres con el mismo corazón materno de Dios, el Padre providente que resucita de entre los muertos a su Hijo Jesús, entregado como oblación para nuestra Vida Nueva.

Unidos en oración con María, la Madre y Auxiliadora de todos los que deseamos vivir con el corazón nuevo lleno del Espíritu de Dios:

P. José Mª Domènech SDB

«El que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna»

La Alianza de Dios es siempre la misma, pues su plan jamás cambia: la grandeza personal de cada ser humano, sin discriminación alguna: ¡que cada uno sea como Dios! Pero, como la persona tiene etapas de maduración, así se va presentando la Alianza: al inicio, ‘¡vive!’; con Abraham, ‘¡sé mi familia!’; con Moisés, ‘¡hazme caso!’; y, por fin, en Cristo, ‘¡sé como Yo!’

La nuestra es historia salvífica: diálogo continuo de Dios y el hombre para la grandeza de éste. Dios desea que toda persona le tome en serio, para que goce de la Salvación, pues se desvió.

Toda desviación trae no sólo desconcierto personal, sino también social; interior y exterior. El dolor que genera no viene de Dios, pero, en Cristo, Él lo asume personalmente para superarlo destruyendo su causa: la rebelde desobediencia, la sinrazón de la soberbia... el pecado.

La hora de Jesús, es la hora de la gloria de Dios y del hombre: Dar su vida para dar Vida.

El enemigo del hombre lo cierra en sí mismo. El amigo del hombre le invita a abrirse a la Vida. Toda vida debe abrirse a la maravilla de un Amor que, entregándose, le atrae y le llena de Vida Nueva. La Alianza se hace carne de Vida eterna en el Amor que se entrega para siempre.

La Alianza Nueva no supera, sino que pone plenitud a todo el diálogo de Amor llevado por Dios

Jeremías, unos 600 años antes de Cristo, ve el final de la historia, porque ha llegado, por el Espíritu, a sentir el corazón materno de Dios, que no cede al ver a su hijo tercamente encerrado.

No bastan las normas externas: el corazón debe impregnarse del espíritu que llevó a Dios, el Padre y creador, a darlas. Es necesario conocer a Dios en su mismo corazón. ¡Ésa es la tarea!

Jesús nos abre, con el don cruento de su vida obediente, a la libertad de ser hijos como Él

Jesús, en su horrible dolor, nos guía y nos abre al éxito en la tarea de conocer a Dios: vivir en Él para conocerlo; crecer en su pasión de Amor oblativo en obediencia sincera y humilde.

Jesús, abierto a todos, se inmola por todos: sufre la muerte y glorifica al Padre con su entrega

A nadie le gusta sufrir. El dolor, de por sí, produce rechazo; pero Jesús nos muestra que puede tener un sentido: dar vida. A eso llegamos, si aceptamos ofrecer lo vivido, aunque duela.

Jesús no fue un súper-héroe, sino una persona común. No nos salvó su muerte como tal; sino el don generoso de su vida en obediencia al Padre, superando el temor y angustia que sufrió.

Pidamos a María aprender cada día a dar la propia vida, atentos a lo que Dios nos pida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO V

Dios siempre busca nuestra grandeza: es, fue y será el fin de su Alianza; pero no nos la puede imponer, es también nuestra responsabilidad


Jr. 31, 31-34:
"Llegarán días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva alianza con la casa de Israel y la casa de Judá... Ésta es la alianza que estableceré con la casa de Israel...: pondré mi ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo... todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado".

Salmo: 50: "Crea en mí, Dios mío, un corazón puro".

Hb. 5, 7-9:
"Cristo dirigió, durante su vida terrena, súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas a aquél que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió, por medio de sus propios sufrimientos, qué significa obedecer. De este modo, Él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación para todos los que le obedecen".

Jn. 12, 20-33: "Había unos griegos que... se acercaron a Felipe... y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús»… se lo dijeron a Jesús. Él respondió: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tenga apego a su vida, la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna... Mi alma ahora está turbada ¿Qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!» Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volverá a glorificar»... Jesús respondió: «...Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto, sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí»."





marzo 17, 2012

«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 18 de marzo.


Faltan dos semanas para la Gran Semana del Amor Oblativo de Dios.

Aprovechemos todo lo que Él nos va ofreciendo.

El domingo pasado se nos presentaban los "mandamientos" como el fruto de este Amor, unos mandamientos que debemos aprender a vivir desde el Amor crucificado de Dios en Cristo Jesús con corazón puro y que debe ser purificado continuamente expulsando, sin descanso, todos los mercaderes que tenemos instalados en el templo de nuestra vida, en nuestro corazón, y que, a veces, hasta entran en los templos físicos, donde los verdaderos creyentes deben aguantar tanta profanación de la Casa de Oración que el Padre les ofrece, donde suele estar, esperando pacientemente, su Hijo sacramentado.

Éste podemos llamarlo el domingo de la Providencia histórica: Dios, en su Amor, nos acompaña, nos precede y nos sorprende con su Amor en cada recodo de nuestra historia. Su resurrección está en todas partes: movimientos de liberación decente que no pretende matar a nadie, sino despertar en todos el sentido de respeto, dignidad y justicia; bancarrotas de todo tipo que nos abren los ojos haciéndonos ver la presencia de Satanás, Señor del poder y de la codicia, que no tiene empacho en asesinar, destruir personas y familias y romper esperanzas legítimas; apertura a la verdad y al bien en muchos corazones y conciencias, realidad que lleva a cuestionar modos de vida y estructuras de todo tipo, para ver si es verdad que vienen de Dios o de un dios falso, es decir, no-liberador, no-constructor de comunión, no-restaurador de personas y Comunidades.

La nuestra no es una doctrina que aprender, ni una religión que practicar, sino una Vida Nueva en el Amor de Dios que vivir y que, por cierto, se expresa en formas religiosas [pues somos seres materiales], algunas de ellas ofrecidas por el mismo Maestro, el Resucitado, que fue levantado para que tuviéramos Vida y la tuviéramos abundante. Somos de carne y hueso, igual que Jesús, y Él eso lo ha respetado radicalmente, como su Padre, el ser más respetuoso que jamás ha existido entre nosotros.

El ser seres históricos llamados a la Vida Eterna, nos lleva a la responsabilidad de tomar muy en serio lo que Dios nos propone: ése es el único juicio al que somos, todos los días, sometidos. La vida la juzga la vida, desde el Amor que da Vida Eterna a todos los que se la aceptan, y eso sin excepción alguna.

Pidamos a María tener la cordura de aprender, cada día, a escuchar mejor a Dios en su Enviado, Jesucristo, de carne y hueso, hoy presente y propositivo en la Comunidad Cristiana que le es fiel en creciente esfuerzo de conversión.

Él nos envía a construir su templo vivo, Comunidad del Resucitado, que tiene la misión de testificar su Amor a toda criatura.

Dios nos bendiga a todos y a todos nos dé su Sabiduría y Fortaleza para serle cada día más fieles, sin descanso.

Unidos en oración con María, la Madre y Maestra que nos acompaña en nuestro caminar hacia la Pascua:

P. José Mª Domènech SDB

«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único»

Nuestra realidad, con todos sus errores, no puede detener a un Dios que ya optó, desde la creación del mundo, a favor del hombre, de cada persona, sea quien sea y haga lo que haga. De modo que en sus manos estamos absolutamente seguros del éxito y del futuro de nuestra vida.

La historia, construida por nosotros, pasa por graves males, pero no fracasará: nuestro descalabro personal, fruto de nuestras decisiones, no genera el desastre global, pues éste no está en los planes de Dios. La historia es conducida por Dios, Él será, y es, su Señor, pero nos respeta.

Sería una irresponsabilidad mayúscula de Dios dejar la historia global en nuestras manos, personas minúsculas, limitadas, enfermizas y tan inclinadas no sólo a dejarse engañar por sus propias visiones y gustos, sino a dejarse manipular por otras personas y por las más variadas apariencias: ¡y esto les pasa incluso a los que creen ser los más sagaces y sabios de este mundo!

El Amor de Dios piensa en nuestro bien y en su Hijo único hecho hombre nos lo muestra.

Él mueve la libertad humana para despertar caminos de renovación y de vida creciente.

La historia es el ámbito en el que Dios muestra su Amor soberano para el bien de los que ama

El nuestro es un mundo de exiliados. La añoranza de la tierra y de la paz reina en ellos. Sólo el mantener los valores les ayuda a vivir. Dios es siempre fiel a su palabra de vida y paz. Es necesario, para gozar los planes de Dios, que su pueblo escuche su voz y vuelva a Él.

Pablo nos muestra que Cristo Jesús es la expresión de un Amor que siempre reconstruye la vida

En la relación entre Dios y nosotros, todo es gracia que redime y salva al que se confía.

Por el Bautismo ‘decimos’ aceptarla y es la vida la que lo ratifica o lo contradice; pero Dios jamás cambia: Él siempre es nuestro Padre y nosotros siempre estaremos llamados a ser hijos.

El Hijo, dando su vida, nos abre, por fin, a la renovación de la nuestra: nos toca responder

El Amor del Padre se expresa en el don del Hijo y en la voluntad de éste de dar su vida para garantizar la grandeza de la nuestra. La realidad, el mundo, está segura en Dios; pero debe abrirse a su Amor y escuchar su voz.

Dios no juzga: la vida se muestra salvada, si acepta a Dios; o condenada, si se cierra a Él.

Pidamos a María abrirnos al Padre escuchando al Hijo y siendo dóciles al Espíritu de Vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO IV

Dios ama a cada persona más allá de su respuesta, pero ésta puede salvar o condenar a la persona según corresponda o no al amor de Dios


2Cr. 36, 14-16.19-23:
"Los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades imitando a los paganos... El Señor... les llamó la atención... por medio de sus mensajeros... Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios... Los caldeos quemaron la casa de Dios... Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada... Así se cumplió la palabra del Señor... El primer año del reinado de Ciro... el Señor despertó el espíritu de Ciro... y éste mandó proclamar...:«El Señor... me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén. Si alguno de Uds. pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!»"

Salmo: 136: "Que no me olvide de ti, ciudad de mi Dios".

Ef. 2, 4-10:
"Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con el que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados,... –gratuitamente– con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con Él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús... han sido salvados por su gracia, mediante la Fe... para que nadie se gloríe..."

Jn. 3, 14-21: "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida Eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino te tenga Vida Eterna. Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él... el que no cree ya está condenado… la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas, pues sus obras eran malas... El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz..."




marzo 07, 2012

«No hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 11 de marzo.


Precisamente este domingo se nos invita a ser cada día más de Dios, más dóciles, más obedientes, más humildes.

Dios es tan generoso que nos ha regalado la orientación de los mandamientos para que seamos felices, cada día más felices, pero para eso es necesario que dejemos de buscarnos a nosotros mismos, como los vendedores del templo o como los que se creen sabios y religiosos y se lo discuten todo a Dios... como si Él no entendiera nada de nuestro mundo... el que Él mismo ha hecho y mantiene en todo momento.

Pablo nos invita a poner a Cristo como base única de nuestra vida y Éste crucificado, con todo lo que esto significa.

Jesús nos invita a vivirla como momento de oración en la que, con cada uno de nuestros actos, pensamientos y deseos (aunque algunos sean equivocados), glorifiquemos a Dios y le alabemos con voluntad cada día más seria de hacerle caso, aunque muchas veces nos cueste y hasta mucho.

¡Cuántas veces le pedimos a Dios cosas esperando que Él haga magia y no tenga en cuenta nuestras decisiones libres, o no tan libres, pero, al fin y al cabo nuestras, a las que no nos complace en absoluto que se les lleve la contra o sean desautorizadas! Esa magia Dios no la hará jamás, en realidad ni ésa ni otra, pues Dios, nuestro Dios, no es un mago, es un Padre tan poderoso, que nos sostiene en la vida y en camino hacia la felicidad verdadera, aunque muchas veces lo llenemos de bofetadas y de faltas de respeto, indelicadezas y desconsideración...

Me pregunto: ¿Aceptaríamos que nos traten a nosotros como nosotros tratamos a Dios?

Creo que tendríamos que se más objetivos a la hora de examinar nuestra relación con Dios, porque, para nosotros, demasiadas cosas están muy bien, cuando, en verdad, están muy mal y por eso la realidad va como va. Por ejemplo, ¿tenemos sed de la Palabra de Dios, de escucharle; veneramos y apreciamos casi con avaricia el precioso momento de la cita dominical a la que Dios nos llama todas las semanas porque Él viene para nosotros con sus regalos: el don de su Hijo, la Palabra, la Paz, la Bendición, la Comunidad?

¿No somos también nosotros comerciantes de Dios, a nuestro modo, tal vez bastante menos descarado que el que se presenta en el evangelio? ¿Nuestra vida presenta como su centro a Cristo y Éste crucificado? ¿Las orientaciones de Dios, en los mandamientos, son vividas como relación de amor delicado y voluntad de glorificar su Nombre y mejorar todas y cada una de nuestras relaciones para que nuestro mundo sea más digno, como Dios lo pensó: casa de los seres humanos, sus hijos amados?

María nos ayude a ser honestos con Dios, cada día más, en esfuerzo de conversión continua.

Ella, nuestro Auxilio, como buena hija de Dios, nos acompaña con su cariño y confía en nosotros; sigamos su ejemplo de docilidad al Padre.

Unidos en oración con María en este camino cuaresmal:

P. José Mª Domènech SDB


«No hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio»


La palabra del Señor es pura, dice el salmo. No es como la humana, que demasiadas veces tiene intenciones ocultas que la desfiguran y la hacen poco fiable. Por eso, fiarse de Dios y apoyarse en Él es lo más inteligente que una persona puede hacer: supera toda posible sabiduría.

Todos decimos querer justicia, pues decir lo contrario nos haría sospechosos a los ojos de todo el mundo, pero, ¿qué quiere de verdad nuestro interior real, que es el que manda? ¿Qué pretende nuestro corazón y no dicen nuestros labios? ¿Qué demuestran los hechos de la vida?

Una persona se muestra digna por la orientación de su vida y las decisiones que toma a cada momento, no por su apariencia. A más respeto y verdad en sus relaciones, más dignidad.

¿Tiene algo de malo hacer negocio? La respuesta es obvia: no. Pero sí es malo abusar y degradar a las personas para lograrlo. Contra esto es contra lo que se rebeló Jesús. Se usaba la casa de su Padre, degradando su sentido, para sacar ventaja económica o de otro tipo.

Sólo si la religión es para abrirse a Dios con docilidad, vivimos con pureza de corazón.

Dios quiere lo mejor para sus hijos, pero, antes, éstos deben abrirse sinceramente a su hermano

La ley de Dios es a favor del hombre: le saca de la barbarie del egoísmo y le abre a la voluntad de buscar el bien de los demás y de respetar sus derechos, como él desea ser respetado.

¡Es fantástico saber que Dios nos dio el medio seguro para ser mejores personas cada día!

Pablo nos muestra el don de la vida en Cristo –sabiduría de Dios– como camino real de libertad

Vivir a Cristo y su entrega lleva a la persona ser más libre, sabia y fuerte, sin añadir nada externo a lo que ya es en su interior: sólo debe aceptar ser dócil al que le ama y él mismo ama.

Los que se creen sabios, piden que Dios sea como ellos dicen; los se creen dueños de la religión, y negocian con ella, exigen que Dios demuestre su derecho a mandar algo. Los que creemos en el Amor que nos da su Vida, aprendemos a darla como Cristo, aunque no seamos valorados.

Cristo nos purifica del gravísimo error de no buscar honestamente a Dios, sino a uno mismo.

Para una persona religiosa la peor desgracia es que, en el fondo, se busque a sí misma. La religión verdadera se expresa en el don de la propia vida para el bien de los que Dios ama.

Los comerciantes del templo servían a otro dios y, para eso, usaban a Dios y al hombre.

La reacción del Señor fue de amor para despertar la conciencia y liberarnos de toda esclavitud, a la que nos acostumbramos, atrapados por el dios riqueza, fama, dominio, poder, placer.

Pidamos a María dejarnos liberar por la cruz de Cristo para vivir en la Voluntad de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO III

Dios nos da su ley para que vivamos con paz y dignidad; pero los cristianos, hijos de Dios en Cristo, ponemos a Cristo en el centro de todo


Ex. 20, 1-17:
"Dios pronunció estas palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, el que te hice salir de Egipto... No tendrás otros dioses delante de Mí... yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso... No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios... Acuérdate del día sábado... día de descanso en honor del Señor, tu Dios... Honra a tu padre y a tu madre... No matarás, no cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio... No codiciarás..."

Salmo: 118: "Señor, Tú tienes palabras de Vida Eterna".

1Cor. 1, 22-25:
"Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que has sido llamados... la locura de Dios es más sabia... y la debilidad de Dios es más fuerte..."

Jn. 2, 13-25: "Se acercaba la Pascua... Jesús subió a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores... Hizo un látigo... y los echó a todos del templo... dijo...:«Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio»... los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar»... él se refería al templo de su cuerpo... muchos creyeron..., pero Jesús no se fiaba de ellos, porque... sabía lo que hay en el interior del hombre".