febrero 27, 2009

Cuaresma

Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:

La presencia de Dios en nuestras vidas siempre es beneficiosa: siempre busca y promueve el bien de todos porque su amor es eterno.

Entramos al tiempo de Cuaresma, tiempo de apertura a Dios, a su fidelidad, que promueve la mejor vida para todos. Es el tiempo en el que nos preparamos, con renovado y constante esfuerzo, a celebrar la Pascua del Señor que nos llama a una sincera comunión solidaria para el bien de todos, sin distinción. A más dócil y humilde generosidad, mejores frutos.

El primer bien que puedes hacerle a alguien es llevarle a tomar conciencia de su propia realidad. Cuanto más profunda sea esta conciencia, tanto mayor será el bien que le hacemos, porque le permitimos abrirse a todo lo bueno que el Señor pone en su camino cada día.

Si aprendemos a vivir con atención y reflexionando positivamente nuestra existencia, forjaremos una experiencia muy valiosa para nuestra misión evangelizadora, nos daremos cuenta de cuánta riqueza nos da el Señor día a día, a través de todo lo que nos pasa: agradable o no, incluso a través de momentos que juzgamos negativos y hasta pecaminosos.

Las tentaciones no son elementos negativos en nuestra vida, sino momentos que nos posibilitan la maduración de nuestra fidelidad y amor. En el desierto del esfuerzo, ayuno y lucha por ser cada día más y mejor de Dios, el Señor nos llama a vivir a profundidad.

El Señor Jesús, movido por el Espíritu, se prepara a su misión en el ayuno y la lucha

Dios nos conduce para podamos ser cada día más libres. No se trata de ganancia o éxito, sino de conocer bien lo que Dios nos pide y vivirlo en serio, con el esfuerzo que sea necesario.

Jesús se encuentra con Dios porque le busca. El desierto es símbolo de desprendimiento de todo lo que nos amarra: gustos, autocomplacencias, comodidad, individualismos... Sin este esfuerzo nunca hubiera conocido la Voluntad de Dios, su Padre, ni la hubiera podido seguir.

No interesa cuántas posibilidades tengas, lo importante es cómo las vivas, con qué criterios. Jesús aprendió a construir su vida desde la Palabra de su Padre, desde su Voluntad, que era su más profundo Alimento. Nuestra vocación es ser como Él.

La muerte del Señor es nuestra salvación y vida: bautizarse es identificarse con su fidelidad

Pablo nos recuerda que debemos aprender a vivir en la muerte y resurrección del Señor, a eso nos hemos comprometido en nuestro bautismo: alejarnos de los criterios mortales, siempre vivos y renovados para aturdirnos, y proclamar el Reino con nuestra vida en Cristo.

Toda nuestra existencia es un vivir cada día para el Señor: solo esto nos abre a los hermanos. Quien no es fiel al Señor no sabrá serlo con los hermanos: ¡debemos convertirnos!

Ser fieles al Señor supone vivir en según su alianza a favor de una vida en creciente plenitud

La vida siempre ha estado amenazada por muchos diluvios, ninguno de ellos viene de Dios, pues Él hizo alianza a favor de la vida y Jesús la radicalizó entregando la suya. Estamos llamados a luchar por defender la vida siempre desde la más profunda hasta la física.

María nos enseñe a estar atentos a Dios para defender y servir la vida de los hombres.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO B – CUARESMA – DOMINGO I


Gn. 9, 8-15:"Dijo Dios a Noé y a sus hijos: «Yo hago mi alianza con ustedes y sus descendientes... La vida no será nunca más exterminada por un diluvio... El signo de la alianza que pongo entre Yo y ustedes y todos los seres animados... por todas las generaciones es éste: pondré mi arco entre las nubes... el agua nunca más formará un diluvio que haga desaparecer todo rastro de vida»."

Salmo 24: "Todas tus obras, Señor, son fruto de tu amor fiel hacia los que guardan tu alianza."

1P. 3, 18-22:
"Cristo murió... por nuestros pecados. Él, el justo, murió por los injustos para llevarnos a Dios... fue a dar su Buena Nueva a los espíritus... que se resistieron a creer en tiempos de Noé, cuando la paciencia de Dios esperaba... en aquella barca se salvaron a través del agua... que prefiguraba el bautismo que ahora les salva y que... consiste... en pedir a Dios una conciencia buena gracias a la resurrección de Jesucristo..."

Mc. 1, 12-15: "... el Espíritu empujó a Jesús hacia el desierto, donde pasó cuarenta días tentado por Satanás... apresado Juan, Jesús se presentó en Galilea predicando...: «Ha llegado la hora y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio»."

febrero 21, 2009

Perdón que libera y sana

Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:

La invocación del salmo habla del estado en el que se encuentra el corazón del hombre, varón o mujer, verdaderamente arrepentido: no esconde nada, no se arredra ante el qué dirán, no pierde la confianza, porque no se basa en méritos propios, sino en la identidad Misericordiosa del Dios de Amor y Vida que, como fruto de su presencia nos da la paz basada en el perdón.

Vivir desde la misericordia de Dios es vivir dispuestos a la comprensión que estimula a la vida nueva y a la conversión continua del que se ha equivocado, sin condenar, pero tampoco pasando por paños calientes los errores, que nos perjudican siempre.

La presencia de Jesús entre nosotros es signo de la fiel y omnipotente misericordia de Dios, que es constante y abierta a todos, sin ninguna discriminación, como alguno desearía para poder así excusarse y no verse invitado a reconocer su pecado, a arrepentirse, a pedir perdón y hacer el esfuerzo constante de convertirse, aceptando todas las dificultades como penitencia.

El Dios de la vida nos ofrece su vida hecha misericordia

Dios no quiere condenar a nadie, pues eso nos impediría vivir en paz y convertirnos.

Su perdón es Vida, nuestra vida íntima y futuro, así como su Palabra es nuestra luz.

El pueblo elegido necesita paz interior y cuanto más atrapado viva en sus pecados, menos posibilidad tendrá de madurar construyendo un futuro nuevo. Su Dios es un Dios de misericordia hecha historia e invitación a saciarse del Amor que, en toda circunstancia, abre caminos nuevos que somos invitados a recorrer, aunque cueste.

La tarea del hombre, varón o mujer y de la cultura y religión que sea, si quiere madurar como persona y pueblo, es dejarse guiar por la misericordia que abre a nuevas posibilidades. No hacerlo es matar la opciones de nuestro vivir feliz para siempre. Ésta vida feliz ya está definitivamente asegurada para los que, viviendo ahora los criterios evangélicos, la acepten.

El perdón es el don de Dios en nuestra historia para que podamos ser libres

Son muchas las parálisis: miedo al dolor, Fe mediocre, esperanza muerta, corazón cobarde.

Toda la gloria de Dios está cifrada en el bien de la persona. Para ella no hay peor mal que el pecado. Muchas de las desgracias actuales, y antiguas también, (en esto no somos muy modernos) están cifradas en la parálisis de nuestro pecado, de cada uno de ellos nos quiere liberar Dios, pero no quiere hacerlo solo. Quiere necesitar de apoyos externos, de carne y hueso: Jesucristo, los hermanos en la Fe, los hombres, varones o mujeres, de buena voluntad.

Ser apoyo-liberador de nuestros hermanos es ser expresión del “Sí” del Dios-Amor-Vida

Muchos somos llamados a ser estímulo para que nuestros hermanos vayan a Jesús. La vida de muchos depende de nuestra generosidad y valentía. Dios no falla jamás; ¿y nosotros?

María nos enseñe a vivir listos para testificar el amor-perdón de Dios en el diario vivir.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VII


Is. 43, 18-19.21-22.24b-25:"... miren, voy a realizar algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan? Abriré un camino en el desierto, ríos… para apagar la sed del pueblo... para que proclamara mi alianza... Soy Yo, y sólo Yo quien borraba tus crímenes..."

Salmo 40: "Sáname, Señor, porque he pecado contra Ti."

2Cor. 1, 18-22:
"¡Dios es testigo! La palabra que les dirigimos a ustedes no fue primero «sí» y luego «no» Cristo Jesús... se ha convertido en un «sí»; en Él todas las promesas se han cumplido. Dios es quien... nos fortalece en Cristo. Él nos ha ungido... y ha puesto en nuestros corazones el Espíritu..."

Mc. 2, 1-12: "... no quedaba sitio ni junto a la puerta... le llevaron, entre cuatro, un paralítico... Viendo Jesús la fe que tenían... : «Hijo, tus pecados te son perdonados»... pensaban para sus adentros: «... Blasfema.» «... para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados... Contigo hablo: ‘¡Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa!’» ... Se levantó inmediatamente, cogió su camilla y salió... «Nunca hemos visto una cosa igual»"


* Oremos por las intenciones de nuestro querido padre José María, agradezcamos a Dios la valiosa labor que ha realizado en Piura, donde deja testimonio de lo que significa la entrega generosa de un sacerdote. Que Don Bosco le siga inspirando ahora que parte a tierras centro americanas.

febrero 15, 2009

Signo de sanación

Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:

La presencia de Dios, aceptada como salvación concreta y personal, compromete de verdad, primero, a reconocer con sencilla y digna humildad la propia realidad y a situarse con realismo y prudencia en medio de los demás para no perjudicar a nadie y ayudar a todos los que se pueda; segundo, a no abandonar a nadie a su suerte sino a estar abiertos a sus necesidades, también de apoyo y exigencia, si es necesario, y, tercero, a pasar entre nuestros hermanos como signo de sanación y alegría de vivir, aun sabiendo y asimilando las limitaciones y debilidades de cada uno. Las enfermedades, físicas o espirituales, no son una tragedia si se saben enfocar desde la verdad objetiva del origen y futuro-fin de toda persona humana.

Vivir así, estimula a todos a vivir en serio y descubre la voluntad de integrarse en el caminar de los mejores para buscar el modo más apropiado, en cada realidad, de hacer el bien y despertar el entusiasmo de la esperanza que se hace historia concreta en cada vida.

El Padre nos llama a la confianza que sabe buscar el bien

Dios es nuestro refugio, no escondite, del que salir fortalecidos y servir a los que nos rodean con nuestra esperanza y la fuerza de nuestro amor desde la verdad para el bien.

La lepra, en el Antiguo Testamento, era considerada castigo de Dios por el mal. El Dios de Israel, por un lado, es mirado como un padre que cuida a su pueblo para que no se contamine y, por otro, que exige al enfermo prudencia extrema y cuidado absoluto para no manchar a sus hermanos. Su separación será su penitencia-salvación; Dios será su único refugio. El Siervo de Dios es presentado como un “leproso” porque carga sobre sí los pecados del pueblo.

No tenemos que desesperarnos porque en todo Dios busca el bien de sus hijos. No hay nada que nos pueda perjudicar: ¡Dios nos salva! Jesús, con su vida, “grita” esta Buena Noticia.

Nuestra vida está destinada a la inmortalidad, para eso debemos aprender a ser como Dios

Toda vida humana está en la de Dios, que es eterna, y, por tanto, la nuestra, que de Él viene, por Él se sustenta y en Él tiene su fin, es, por todo esto, inmortal.

Muchas cosas nos sobre pasan y nos perturban: el dolor, la alegría, la angustia, la tristeza, la soledad. Si nos quedamos inmersos en ellas, nos perdemos en la muerte. Dios nos invita a vivir confiando en Él y, con Él, superar cada situación de muerte y depresión.

En la vida debemos aprender a ser grandes como Dios, a vivir en su presencia, buscando su rostro, ofreciéndole nuestra vida cotidiana para que en nada seamos esclavos de nuestros deseos egoístas y discriminadores de algún hermano.

Ser como Dios implica saber pasar por el mundo despertando esperanza y salud integral

Muchos nos necesitan. No tienen mucho tiempo para esperar. Urge hacer el bien para la maduración sistemática de nuestros hermanos: ¡ésa es la gloria de Dios, no otra!
La esperanza no es barata, se despierta con el don de la propia vida, tratando que el hermano saque lo mejor de sí y lo expanda, más allá de sus “posibilidades” o comodidad. Por este camino lograremos que su salud sea profunda, radical, integral: ¡solidaridad subsidiaria!

María, enséñanos cada día a ser, en el Señor y como Él, vida y salud para el hermano.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VI


Lv. 13, 1-2.44-46:"... el leproso debe ir despeinado, con los vestidos rotos, tapado hasta la boca y deberá gritar “¡Impuro, impuro!” Mientras se mantenga la enfermedad son impuros y deberán vivir solos y fuera del campamento."

Salmo 31: "En Ti he encontrado mi refugio, tu me proteges del peligro"

1Cor. 9, 16-19.22-23:
"... hagan lo que hagan, hermanos, háganlo todo para gloria de Dios. No sean nunca ocasión de escándalo ... en todo procuro adaptarme a todos y no busco jamás lo que me conviene, sino aquello que es mejor para los demás, para que se salven. Sigan mi ejemplo como yo sigo el de Cristo."

Mc. 1, 40-45: "Un leproso se presentó a Jesús y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme» Jesús, compadecido ... le dijo: «Quiero, queda limpio» y al instante le desapareció la lepra y quedó limpio ... Jesús no podía entrar abiertamente a los pueblos ... La gente lo buscaba por todas partes"

febrero 08, 2009

Fe y abandono al Señor

Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:

La misión de Jesús fue vivir para anunciar la Salvación del amor de su Padre, quien, lleno de misericordia hacia los últimos, lo envió para hacer sentir su presencia de Vida Nueva y Redención de toda esclavitud. Por eso necesita vitalmente mantenerse en contacto con el Padre y no encaramelarse con ninguna apariencia de éxito.

Es justo alabar al Señor por su cercana, constante y providente Misericordia. ¡Los pobres tenemos en Él la seguridad de que ninguna noche o circunstancia nos puede hundir porque el Padre, en su Hijo y con la Vida Nueva del Espíritu nos defienden y rescatan de todo mal!

El mal, en muchas formas, nos acecha; siempre tendremos la tentación de ceder y hundirnos

Dios nunca abandona, pero de ordinario no nos damos cuenta. Desearíamos que no existiera el mal, que todos nos respetáramos, que nuestra vida no estuviera perturbada por ningún dolor: sea enfermedad, limitación, error, maldad o por la muerte.

El mal y el dolor nos ponen a prueba: ¿hasta dónde somos fieles al esfuerzo? ¿Amamos a Dios hasta el punto de ser capaces de superarnos para hacer nuestra vida un bien creciente para todos, sobre todo los más necesitados? ¿Cuál es nuestro verdadero proyecto, el que nos mueve?

No es bueno pensar que lo tenemos todo dominado, pues la realidad personal y social, actual e histórica nos impone que el mal nos gana si nos quedamos solos: “¡No es bueno que el hombre, sea quien sea, esté solo!” Hay proyectos que son engañosos y necesitamos que nos lo hagan ver para no desviarnos del camino que lleva a la Vida para todos.

Nuestra misión es anunciar el Reino de la Paz y la Vida, no buscar una vida sin problemas

Todo el mundo buscaba a Jesús, si Él se hubiera quedado en Cafarnaún, tal vez nadie más en la historia lo hubiera buscado, su vida no hubiera sido Salvación y Vida para nadie.

Muchas veces nos dejamos engañar por las apariencias. Ni Jesús ni Pablo cedieron nunca a los éxitos llamativos, tentación permanente para todos los evangelizadores, de cualquier nivel.

La misión del cristiano, como la de Cristo, es anunciar el Evangelio: ¡nos va la vida eterna! Toda búsqueda de seguridad y tranquilidad en la vida es traición al que no tuvo ni dónde reclinar la cabeza.

El proyecto de Dios, asumido en el Bautismo, es no ‘tener nada mío’ para poder darlo todo: ni la voluntad, es la del Padre; ni las ‘cosas’, son dones de Dios y para lo que Él quiera; ni la vida-cuerpo, todo consagrado, por entero, al Amor de Dios. ¡Ay si fallo, si callo, si ‘duermo’!

La felicidad es el resultado de la abierta confianza en la Providencia del Amor del Padre

Muchos reclaman, sobre todo después de haber hecho disparates, el derecho a ser felices. ¡Como si Dios no lo supiera! ¡¡Si para eso hemos sido creados todos!! La clave es dar la vida.

La felicidad no hay que buscarla como si estuviera fuera: es el resultado del orden y equilibrio de todas las tendencias interiores y de las actitudes que las expresan. El eje de nuestro equilibrio es el mismo Dios, encarnado para enseñarnos el Camino a la Verdad de la Vida.

María nos enseñe a Amar entregarnos, más allá de todo dolor, a la causa del Reino.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO V


Jb. 7, 1-4.6-7:"El hombre en la tierra está sometido a servidumbre y pasa sus días como un jornalero… Pero mis días se consumen sin esperanza, mi paga son las noches en blanco… mis ojos no volverán a ver la felicidad."

Salmo 146: "Alaben al Señor que sana los corazones destrozados"

1Cor. 9, 16-19.22-23:
"Yo no puedo gloriarme de anunciar el Evangelio: estoy obligado a ello. ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!... Yo soy libre… pero me he hecho esclavo de todos para ganar a todos los que pueda… Me he hecho todo para todos para ganar a algunos sea como sea… Tratándose del evangelio estoy dispuesto a hacer todo lo que haga falta para tener parte en él."

Mc. 1, 29-39: "…fue a la casa de Simón y Andrés… Toda la ciudad se reunió frente a la puerta y él curó a muchos enfermos de diversos males… Muy de mañana se levantó y se fue… a orar… «Todos te buscan»… «Vamos a otros lugares… también predicaré allí, pues ésta es mi misión»…"