octubre 31, 2014

Conmemoración de los Fieles Difuntos

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 2 de noviembre.

“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡No está aquí, ha resucitado!” ¿Se necesita más claridad? Jesús es garante del éxito de todo esfuerzo por hacer madurar el respeto que merecen todo ser humano y los derechos de los últimos y marginados, entre los que está el derecho de ser responsable del bien del otro. Él es garantía de todo camino de maduración. El buscar ‘ser mejor en todo sentido’ –aunque no se logre ‘estar’ mejor– tendrá un final súper exitoso. Ser más y mejor es más importante que estar mejor, pues todo “estar” es transitorio, efímero: ¡la muerte lo consume!, pero ser mejor es avanzar hacia Dios: Él nos pensó así cuando nos creó a su imagen.

No lo dudemos: la felicidad eterna es un bien real –es Dios mismo– y nadie nos lo podrá quitar jamás, si nosotros no solo lo defendemos, sino que nos esforzamos por alimentarlo con Cristo en nosotros, y también en los que nos rodean acercándolos a Cristo, la Resurrección y la Vida.

Jesús nos pide que comuniquemos a todos que Él vive y salva. Él nos llama cada día y nos espera.

María nos auxilia para que digamos a todos que la Vida de Dios es para todos: Vida eterna y feliz.

Unidos en oración con María, la feliz resucitada de entre los muertos:

P. José Mª Domènech SDB


Conmemoración de los Fieles Difuntos


Los proyectos y los sueños humanos o cuentan con la muerte, realidad ineludible, o serán rotos por ella y las múltiples limitaciones que se muestra en nuestra compleja naturaleza, y que acaban con la muerte.

Si una cosa es cierta, siendo mínimamente realistas, es que vamos a morir, pero vivimos, muchas veces, sin tenerlo ni realmente ni sanamente en cuenta: vivimos sin calcular nuestra al final de este periodo y sin planificar lo único que vamos a necesitar en nuestra partida. Por eso tanta desazón cuando se toca este tema.

¿Qué nos sucede? ¿Por qué vivimos en tanta inseguridad y miedo ante lo que pueda pasar? ¿Por qué las cosas no se van como las personas de buena voluntad lo desean? Muchas preguntas, mucho desconcierto.

Y llegamos preguntas injustas como ésta: ¿por qué Dios permite la muerte y no hace nada ante el dolor?

También las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús no creían posible la resurrección de Jesús, a pesar de que Él lo había anticipado con claridad. Solo la resurrección de Cristo nos da un horizonte digno de la vida recibida del Amor de Dios. Él no nos creó para la muerte, aunque nuestra materia la haga inevitable.

Deseamos que Dios se muestre poderoso y a veces acudimos a Él suponiendo eso, pero en la vida cotidiana actuamos con poca confianza en Él. ¿Creemos en su interés por nuestro bien actual?; ¿no será por eso que poco le escuchamos y a veces mal, es decir, sin mucho interés por aprender a vivir como Él nos pide?

Sin embargo la Palabra es clara y nos hace notar que Él no tiene todo listo para nuestra grandeza y que el final ya está asegurado: solo necesitamos confianza, dócil obediencia y entrega total, como las de Jesús.


El futuro reservado por Dios para nosotros es fantástico, pero necesitamos luchar con amor y esperanza.

Los profetas anticiparon el anuncio de un mundo nuevo preparado por Dios para nosotros. ¿Aceptamos?

El Apocalipsis lo presenta ya real en la Jerusalén celestial, caminante ahora en la Iglesia, con sus luchas.

Solo el amor, la cercanía y la docilidad al Maestro nos permitirán heredar lo ya listo para nosotros.


Entristecerse por la muerte es normal; los creyentes lo superamos porque seguimos Cristo, el Resucitado.

Recordar a los que murieron manteniendo la tristeza es mostrar que no creemos en el Señor resucitado.

Cristo es garantía de la resurrección de los que han vivido, con más o menos éxito, buscando ser como Él.

El pecado primero nos marcó y esto hace difícil este periodo de nuestra vida; pero Cristo nos ha salvado.

La resurrección es un hecho que a todos se ofrece, pero no se impone a nadie: somos libres. ¡Decidamos!


La vida cristiana tiene un final glorioso como el de Cristo, pero es necesario que estemos centrados en Él.

Las mujeres y los discípulos estaban centrados en el Maestro, pero todavía no creían en la resurrección.

No creer los tenía atemorizados, encerrados, tristes, sin capacidad de fiarse y comprometerse: ¡sin vida!

Las mujeres se acercan y reciben la gran noticia: ¡está vivo! Recuerdan el pasado, ¡sí!, pero superado.

El amor nos pide acercarnos, pero superando todo lo que nos aleje del presente que Dios construye.

Pidamos a María escuchar la buena noticia de la resurrección percibiendo la llamada personal de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXI
CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
Dolor y muerte no tienen la última palabra: Dios es Vida y resucitó a Cristo, su Hijo fiel. Si lo seguimos, también nosotros viviremos y gozaremos con Él.

Ap. 21, 1-5a.6b-7:
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que... venía de Dios... como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios entre los hombres... Él secará todas las lágrimas y ya no habrá más muerte..., porque todo lo de antes pasó.» Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, Yo le daré de beber gratuita mente de la fuente... de la Vida. El vencedor heredará todas estas cosas y Yo seré su Dios y él será mi hijo.»

Sal. 261.4.7.8b-9a.13-14: Contemplaré la bondad del Señor.

1Cor. 15, 20-23:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así todos revivirán en Cristo...: Cristo, el primero de todos, luego los que están unidos a Él en el momento de su venida.

Lc. 24, 1-8: El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado... encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas... se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes... [que] les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que les decía cuando estaba en Galilea...» Y las mujeres recordaron sus palabras.












octubre 25, 2014

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 26 de octubre.

“El segundo es semejante al primero...” En la vida cristiana todo está comunicado: nada es independiente ni excluyente, todo influye en todo. La razón es muy simple y clara: nuestra Fe, que mueve nuestra vida hacia la plenitud de Dios, nace y fluye precisamente de la Vida de Dios, que es Comunión vitalizante, por eso Él es creador, salvador y santificador de toda la realidad. Ésta es la razón por la cual el Señor se quedó como Eucaristía y como Comunidad porque sabe muy bien que sin Él no podemos hacer nada que valga la pena llamarse vida con frutos permanentes.

En el Antiguo Testamento, el Pueblo de Dios, que debía ser transmisor de este Amor total de Dios, estaba llamado a comunicarlo en su forma de trato y en todas sus relaciones. En el Nuevo Testamento se nos pide atención y docilidad en el escuchar y celebrar la Señor, para poderlo vivir en cada aspecto de nuestras relaciones, pues esto se convierte en la primera evangelización, que después la Palabra proclamada aclarará y la palabra comunicada explicitará en todas partes.

Más importante que saber las normas, es vivir el Espíritu de Amor que las generó y nos las confió.

Cristo Jesús nos invita a ser como Él en todas partes; María nos acompaña en todo el esfuerzo de vivir atentos al Señor y a los hermanos para que nadie se quede sin sentir cuánto Dios le ama.

Unidos en oración con María, la primera evangelizadora de la vida, hecha con su propia vida:

P. José Mª Domènech SDB

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón»

El amor verdadero supone un interés sincero por al bien de la otra persona: si esto no se da, todo signo de amor se convierte en una postura que será una trampa, así les sucedió a los fariseos. ¿No sabía el doctor la respuesta? ¡Claro!, pero el fin de la pregunta era otro. Jesús no se inmuta: responde con la verdad.

Para Jesús lo importante es hacer el bien a todos y siempre, y esto pasa por la clara y honesta verdad.

No se trataba de discutir o imponer, sino de decir las cosas explícitamente, las acepten o no, le respeten o no.

Al acercarnos a Dios lo más importante es la apertura a su Voluntad y la sencilla sensibilidad abierta ante su Palabr a de vida. Lo mismo sucede con el diálogo con las otras personas. Tener otras intenciones es una trampa que nos lleva a perder la oportunidad de madurar como persona humana y en la propia Fe.

Solo el amor que busque promover de vida nos lleva por los caminos de la paz y de la solidaridad con todas las personas de buena voluntad que deseen construir, y esto en cualquier ambiente.

El amor veraz y sincero, que es la Vida propia de Dios-Salvación, da sentido a la vida de cualquier ser humano y permite un desarrollo sostenible de cualquier sociedad, sea del signo o cultura que sea. Lo que no entre por este comino acabará haciendo surgir lo que en nosotros hay de muerte y degradación.

El verdadero amor engloba a toda la persona, desde lo más íntimo, radical y sustancial –de lo que depende todo lo demás– hasta lo más exterior y transitorio, circunstancial, variado e inevitablemente variable.

En la vida cristiana las normas son indispensables, como en cualquier sociedad, pero por sí solas no hacen crecer, pero sí la abierta entrega de la vida a los que nos necesiten, aun con la sola ventaja que el bien que se desarrolla en nuestro interior y en el suyo. Esto lleva a otros a la admiración y hasta a la imitación.

El amor de Dios se nos ofrece para que lo vivamos a favor de los últimos, pues así lo hizo Él con nosotros

¿Qué es amar? La historia nos muestra que es una actitud generadora de vida, paz y maduración personal.

Es la misma Vida de Dios y a ello estamos llamados todos sin excepción por creación y por redención.

El amor atrae el apoyo de Dios y lo contrario: nos lleva al fracaso y a Él le mueve a defender al débil.

La Fe acogida con corazón abierto y disponible nos lleva a la madurez y a ser estímulo para otros.

Dios es nuestra fortaleza porque ésta a nuestro favor, si vivimos abiertos a Él y listos para lo que pida.

Si una Comunidad vive para lo que el Señor le pida hoy, aunque duela, se convierte en luz de esperanza.

Dios es el Señor soberano: en su grandeza ha querido contar con nosotros en su triunfo final de la vida.

La Comunidad cristiana irradia lo que vive con sencilla decisión: solo así se expande el Reino de Dios.

Lo más importante para Dios –por eso nos dio los mandamientos– es que seamos como Él: Amor vivo.

Los mandamientos dados por Dios eran diez, pero la ley tenía nada menos que 613 preceptos específicos.

¿Lo más importante? Lo fundamental era vivir como Dios mismo; solo para eso dio los mandamientos.

El amor no hace distinción de personas, salvo para dar a cada uno lo que necesita para ser él mismo.

La visión de Dios referente a la vida y las personas es lo que define qué se debe o qué no se debe hacer.

Pidamos a María vivir cada día más abiertos a Dios y las necesidades de los demás, pues eso es amar.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXX

El Amor de Dios se ha hecho carne en nosotros y Comunidad en nuestras Comunidades cristianas, hagámoslo nosotros hoy historia y en nuestra historia.

Ex. 22, 20-26:
Éstas son las normas que el Señor dio a Moisés: «No maltratarás al extranjero..., porque Uds. fueron extranjeros en Egipto. No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si... ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor. Entonces arderá mi ira, y... sus mujeres quedarán viudas y sus hijos huérfanos. Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre..., no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque ése es su único abrigo... De lo contrario, ¿con qué dormirá? Si él me invoca, yo lo escucharé, porque soy compasivo.»

Sal. 172-4.47.51ab.: Yo te amo, Señor, mi fortaleza.

1Tes. 1, 5c-10:
Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí... Y Uds. imitaron nuestro ejemplo, y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya... Ellos mismos cuentan cómo Uds. me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero y esperar a su Hijo... Jesús, a quien Él resucitó de entre los muertos y que nos libra de la ira venidera.


Mt. 22, 34-40: Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él y uno de ellos,... doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la Ley y los profetas.»





octubre 24, 2014

Madre Yvonne Reungoat nuevamente Superiora General FMA

Esta mañana, las hermanas FMA capitulares reunidas en Roma, eligieron nuevamente a la salesiana francesa sor Yvonne Reungoat como Superiora General de su Instituto.


Así, el servicio de Madre Yvonne se extiende por 6 años más.

Los mejores augurios para ella!

Más información en: Madre Yvonne: novena Superiora General de las FMA

octubre 22, 2014

Feliz día, SAN Juan Pablo II!

Feliz fiesta para todos! Hoy celebramos a nuestro amado e inolvidable Papa Karol Wojtyla, San Juan Pablo II!

Ruega por nosotros!

octubre 21, 2014

Mensaje del Sínodo de los Obispos

El 19 pasado terminó en Roma el Sínodo Extraordinario sobre la familia que se ha estado celebrando en el Vaticano desde el día 5 de octubre. El sábado 18, los obispos participantes enviaron el siguiente Mensaje:

Mensaje del Sínodo de los Obispos a las familias de todo el mundo, texto completo:

"Los Padres Sinodales, reunidos en Roma junto al Papa Francisco en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida. Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano que ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor.

Nosotros, pastores de la Iglesia, también nacimos y crecimos en familias con las más diversas historias y desafíos. Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificultades.

La misma preparación de esta asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de tantas experiencias familiares.

Después, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar toda la realidad viva y compleja de las familias.

Queremos presentarles las palabras de Cristo: “Yo estoy ante la puerta y llamo, Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).

Como lo hacía durante sus recorridos por los caminos de la Tierra Santa, entrando en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades. En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cuando se insinúan el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia.

Ante todo, está el desafío de la fidelidad en el amor conyugal. La vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el estrés de una ansiedad que descuida la reflexión serena.

Se asiste así a no pocas crisis matrimoniales, que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio.

Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana.

Entre tantos desafíos queremos evocar el cansancio de la propia existencia. Pensamos en el sufrimiento de un hijo con capacidades especiales, en una enfermedad grave, en el deterioro neurológico de la vejez, en la muerte de un ser querido. Es admirable la fidelidad generosa de tantas familias que viven estas pruebas con fortaleza, fe y amor, considerándolas no como algo que se les impone, sino como un don que reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles.

Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados “en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” (Evangelii gaudium, 55), que humilla la dignidad de las personas.

Pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad.

Pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas que migran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de distintas opresiones.

Pensamos también en las mujeres que sufren violencia, y son sometidas al aprovechamiento, en la trata de personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos también de parte de aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en los miembros de tantas familias humilladas y en dificultad.

Mientras tanto, “la cultura del bienestar nos anestesia y […] todas estas vidas truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera” (Evangelii gaudium, 54).

Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común.

Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. Agradecemos a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias.

También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades, en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y aún en viviendas muy precarias. Brilla y calienta cuerpos y almas.

Esta luz, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es un don, una gracia que se expresa –como dice el Génesis (2, 18)– cuando los dos rostros están frente a frente, en una “ayuda adecuada”, es decir semejante y recíproca.

El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don. Es lo que expresa de manera sugerente la mujer del Cantar de los Cantares: “Mi amado es mío y yo soy suya… Yo soy de mi amado y él es mío” (Ct 2, 17; 6, 3).

El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en el noviazgo, tiempo de la espera y de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento del matrimonio, donde Dios pone su sello, su presencia y su gracia. Este camino conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aún más allá del vigor y de la frescura juvenil.

El amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada (cf. Jn 15, 13). Bajo esta luz, el amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común.

Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y la generatividad, que no es sólo la procreación, sino también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos.

Es también capacidad de ofrecer vida, afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden tener hijos. Las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes.

Durante este camino, que a veces es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. Además lo vive cuando se reúne para escuchar la Palabra de Dios y para orar juntos, en un pequeño oasis del espíritu que se puede crear por un momento cada día.

También está el empeño cotidiano de la educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad. Esta misión es frecuentemente compartida y ejercitada por los abuelos y las abuelas con gran afecto y dedicación.

Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia de familias que es la comunidad eclesial. Por otra parte, los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes.

Hay otra expresión de la comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últimos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extrajeras, a las familias en crisis, conscientes de las palabras del Señor: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35). Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida.

La cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando con toda la Iglesia la familia se sienta a la mesa con el Señor. Él se entrega a todos nosotros, peregrinos en la historia hacia la meta del encuentro último, cuando Cristo “será todo en todos” (Col 3, 11). Por eso, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión.

Nosotros, los Padres Sinodales, pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo. Entre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa. También nosotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra:

Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida.

Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia.
Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel.

Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad.

Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia. Amén".


Fuente: News.va Español: Mensaje del Sínodo



octubre 10, 2014

«Mi banquete está preparado... vengan a las bodas»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 12 de octubre.

“Mi banquete está preparado... vengan a las bodas” El gran y eterno deseo del Padre, Dios, es que todos estén en la eterna fiesta de bodas de su Hijo con la humanidad honesta y de buena voluntad y con su Pueblo, el resto que se mantuvo fiel a Él y no despreció sus dones de Vida nueva. No necesitamos ser perfectos, nadie lo es, fuera de Dios, pero sí debemos aceptar que Él nos purifique, nos sane y nos salve, transformando nuestra vida, similar a un vestido hecho harapos de vida, en una Vida nueva, confeccionada por su Espíritu de Amor y Paz. Él nos ha preparado la fiesta en el monte del don de la vida de Jesús, montaña de las bodas eternas. Él nos invita y nos hace aptos para vivir en cualquier circunstancia con tal que nos mantengamos abiertos y fieles a su Voluntad.

Así es como llegamos al domingo siguiente: el de la Verdad de la Vida. “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” Cada realidad en su lugar, sin pervertir nada ni manipularlo ni desfigurarlo: ni la gloria de Dios, ni la dignidad de ningún gobierno o gobernante. Pero debemos tener muy claro que, si no somos capaces de respetar a nuestro Dios, ¿qué capacidad tendremos de respetar a nuestras autoridades y qué capacidad tendrán ellas de despertar este respeto si para ellas Dios es un instrumento, pero de ningún modo el Señor al que se someten con filial fidelidad?

Dios es el soberano de la historia y Él la dirige para el Bien Común; quien se le resista, se quedará en la cuneta. O crecemos y maduramos en la Fe o nos quedamos fuera, seamos quienes seamos.

Dios, en Cristo Jesús, nos anima y nos llama para que no nos perdamos. María nos auxilia para que estemos atentos a la voz de Dios que nos invita y aclara el sentido de nuestra vida.

Unidos en oración con María, la Madre atenta, dócil y feliz por los dones de su Hijo:

P. José Mª Domènech SDB

«Mi banquete está preparado... vengan a las bodas»

La Vida de Dios es una fiesta compartida ¡y es absolutamente para todos, buenos y malos! Todos están invitados, sólo se la pierden los que no aceptan entrar o los que entran, pero siguen igual que antes. El Rey solo pide la conversión, revestirse de Él. ¡No destruir la fiesta ni en uno mismo ni en el ambiente!

La imagen del banquete y de la fiesta, como relación de Dios con nosotros, es común en la Biblia, pero Dios quiere una fiesta que dignifique a todos, y no cualquier fiesta, y menos una que degrade.

Dios desea que vivamos su fiesta: el triunfo de la vida; que la disfrutemos en serio; pero eso no es posible en actitud egoísta o descuidada, como si nadie mereciera respeto. Dios es generoso ¿y nosotros?

Prepararnos bien a la fiesta es respetarla y adelantar al ahora la emoción gozosa de la misma.

La Eucaristía es la gran fiesta de la boda del Hijo de Dios con su Iglesia, al dar su vida por la humanidad. ¿Nos preparamos? o ¿vamos de cualquier manera o, tal vez, ni siquiera vamos? ¿Creemos que no tiene importancia y ninguna consecuencia, ni antes ni durante ni después? ¿Cómo valoramos los dones de Dios?

El poder de Dios es misericordia, es salvación: don de alegría para todos, sin exclusión de ninguna clase.

El profeta habla de cosas humanamente imposibles a un pueblo aplastado, pero les anuncia que la mano poderosa del Señor hace maravillas. La montaña es Sión; los pueblos son la humanidad. Dios nos llama a la fiesta de la Vida Nueva; dolor y muerte desaparecerán por la Salvación de Cristo, entregado en la cruz.

Hoy la mano poderosa de Dios se extiende a toda persona y ofreciéndole la Salvación. ¡Respondamos!

Si vivimos disponibles a Dios y a los hermanos, estaremos más abiertos a la misión que Dios nos confía.

La abierta disponibilidad al Evangelio prepara a Pablo para todo: lo agradable y lo desagradable. No necesita más que lo que Dios le ofrece: él se sabe bien cuidado por Dios y esto lo hace apto para todo y a fin de ofrecer a todos la Salvación. Los dones de Dios nos llevan a la libertad, para el bien de todos.

Pablo confía en Dios y su providencia, pero se alegra por lo recibido en prisión e invita a ser generosos y a compartir el dolor y necesidades del hermano: esto nos abre a la oferta inmensamente generosa de Dios.

No necesitamos se justos para intimar con Dios, pero sí debemos aceptar revestirnos de su Vida y su Paz

Jesús nos dice que Dios nunca deja de llamarnos, gratuitamente, a su fiesta. Nuestra respuesta nos define: expresa quiénes somos frente a Él. Él nos llama para invitarnos a su Vida, ¿le elegimos nosotros?

Todos estamos invitados al banquete en el que Hijo se estrega, pero con una condición. ¿Cuál? Llevar el vestido de fiesta: asumir en nuestra vida la vida de Cristo; no hacerlo es despreciarlo a Él y perdernos.

Pidamos a María aceptar en cada Misa –y vivir cada día– la Vida de Jesús: Él nos la confía para todos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXVIII

Dios nos invita a todos a vivir en su fiesta y nos ofrece lo mejor: participar de su propia Vida y gozar de sus Bienes; pero nosotros debemos confiar en Él.

Is. 25, 6-10:
El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos,... de vinos añejados... Él arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a todos los pueblos... Destruirá la muerte para siempre, el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo... Y se dirá...: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación... ¡Alegrémonos y regocijémonos de su Salvación.» Porque la mano del Señor se posará sobre esta montaña.

Sal. 221-6: El Señor nos prepara una mesa.

Flp. 4, 12-14.19-20:
Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo... Yo lo puedo todo en aquél que me conforta. Sin embargo, ustedes hicieron bien en interesarse por mis necesidades. Dios colmará con magnificencia todas las necesidades de ustedes, conforme a su riqueza en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Mt. 22, 1-14: Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los fariseos, diciendo: «El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió a sus servidores para avisar a sus invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: “Mi banquete está preparado... todo está a punto: vengan a las bodas.” Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió sus tropas... Luego dijo a los servidores: “El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren.” Los servidores salieron... y reunieron a todos..., buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró a ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo –le dijo– ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: “Átenlo de pies y manos, y arrójenlo a fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los elegidos.»





octubre 08, 2014

Posesión, maleficios, infestación

A veces, en la vida se nos presentan situaciones inexplicables, fenómenos que van más allá de lo que conocemos y nos hacen pensar en ideas y alternativas que nunca antes consideramos.

Si llegara a pasarte o piensas que puede estar pasándote, NUNCA, por favor, NUNCA, acudas a un brujo (vidente, curandero, etc.) para terminar con este problema. SOLAMENTE debes acudir a sacerdotes o grupos de oración de la renovación carismática.

"No debe uno fiarse de los brujos porque tengan en su casa imágenes de la Virgen o de Jesús. Jamás por ese camino vendrá la solución sino el empeoramiento de su problema. Todo poder en esta materia fue entregado a los Apóstoles y quien busque la solución por una vía torcida comprobará que este mundo de poderes invisibles es real y que nunca debió sumergirse en él a experimentar a su propia costa."(Padre JA Fortea, sacerdote católico, teólogo especializado en demonología).

Para conseguir información sobre estos temas dentro de lo que es nuestra Iglesia Católica, podemos recurrir a esta página dirigida por el Padre Fortea: Posesión y exorcismo