agosto 31, 2013

«Todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 1° de setiembre.

El Señor nos invita a reflexionar en dos realidades muy importantes para la vida, no solo la vida cristiana. Primero, que todo lo hemos recibido de Dios y que el mejor camino para hacerlo madurar es, por un lado, la gratitud por lo recibido y la petición de ayuda ante nuestra concreta pobreza y debilidad; y, por el otro, la sencillez y humildad del que se reconoce beneficiario de tanto bien y trata de responder a ello con un servicio desinteresado a los hermanos, sobre todo a los hermanos que más lo necesiten, y ayudarles a madurar en su vida concreta para que lleguen a ser, en libertad, lo que Dios les llama a ser: sus hijos amados. Necesitamos fijarnos bien cómo vivimos la Vida que Dios nos ofrece continuamente, como un banquete exquisito, pues es ella la que da sentido a nuestra existencia: ser, vivir, relacionarnos y decidir. Segundo, que en todo, para ser colaboradores de la obra de Salvación de Dios, que Cristo ha testificado y ha dejado como Misión a su Iglesia, es necesario no buscarnos jamás a nosotros mismos, sino solo hacer notar la importancia que tienen los demás para Dios. Nunca buscar ser nosotros los primeros, si no es en el servir a los hermanos y en el darles vida y, si llega el caso, dar, a su favor, la propia vida.

Se nos recuerda que por el Bautismo estamos integrados a la Comunión Trinitaria, de modo que lo que nos corresponde es vivir con sus criterios, que el Señor Jesús nos enseña con su vida: sencillez y humildad, esto nos trae, y esparce, serenidad y paz. Nuestro mundo está en otra línea, pero nosotros debemos mostrarle esta manera de vivir. Esta actitud nos permitirá ser libres en un mundo atado en gran número de ídolos, que casi nunca se reconocen como tales: ya sea el poseer, el tener éxito a cualquier costo, el gozar lo más posible con usando lo que sea y con el mínimo de consecuencias para nosotros mismos, aunque lo paguen otros... Así vemos cómo se pervierte todo: religión, política, economía, educación, familia, naturaleza, ciencia... y se degrada la misma persona que nació para ser como Dios: libre para Amar y dar felicidad a todos y en todo.

Dios nos enseñe a vivir su Amor eligiendo siempre servir con humildad y buscar el lugar más sencillo para que, en todo lo que hagamos, Él y solo Él sea glorificado y los más pobres servidos para que vivan en su Paz y sean felices como Dios lo desea para todos.

Unidos en oración con María, la Madre humilde, atenta y servicial:

P. José Mª Domènech SDB

«Todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado»


La sencillez y el servicio desinteresado atraen el aprecio de los buenos; pero la soberbia y vanidad alejan interiormente a los que nos rodean, aunque nos adulen y actúen como si nos apreciaran.

Jesús nos invita a aprender de Él, que es “manso y humilde de corazón” para encontrar la paz.

Respetar la verdad de lo que somos, con sus posibilidades y límites, nos permite madurar constantemente mucho más allá de lo que se diga de nosotros y de los errores –inevitables– cometidos.

La grandeza de una persona no está en su exterior ni en lo que de ella se diga, sino en lo que vive y alimenta en su interior y se constata en sus relaciones: espiritualidad, servicialidad, perdón, apoyo, comprensión, acogida, deferencia, defensa de la verdad, de la vida y del Bien Común.

Dios es muy concreto, lo vemos en los hechos, pero no es manejable a nuestro antojo: es el Señor.

Muchos en nuestro mundo desean ser grandes a costa de otros, pero eso es muy un grave error que degrada a quien tal cosa practica y entorpece toda relación humana y toda maduración social.

Las apariencias se las lleva el viento, solo se mantiene el bien y la vida que comunicamos a los que nos rodean, es decir, la maternidad y paternidad de toda persona que comparte gratuitamente vida, sin buscar ningún beneficio: eso es ser como Dios, amarle, acercarse cada día más a Él.

Dios nos orienta y, si le estamos atentos con la sencilla docilidad del amor, nos llena de Sabiduría

Dios nos da su Sabiduría de muchas maneras, pero es necesario reconocer que la necesitamos y estar atentos para recibirla, aunque, a veces, sea a través de observaciones o llamadas de atención.

La humilde modestia nos lleva a madurar cada día y atrae la estima y aprecio de los sabios.

Los que viven abiertos a Dios reciben la purificación de su Amor por el Espíritu Santo entregado

El bautismo nos introduce en la Comunión trinitaria y, más allá de toda apariencia, nos llama cada día a vivir en el Amor de Dios que nos purifica para construir hoy el mundo nuevo en Cristo.

La comunión con Dios y con los que se han fiado de Él a lo largo de todos los tiempos es para cada uno de nosotros una verdadera escuela de vida que nos lleva a superar nuestra limitación.

Para lograrlo, Cristo nos señala el camino: la humildad y apertura desinteresada a los más débiles

El camino del Evangelio está ‘marcado’ por la libertad de Dios: sencillez, humildad, cercanía a los últimos y más necesitados con absoluto desprendimiento de lo que podamos sacar a cambio.

O vivimos en la libertad del Amor que se da como Dios para ayudar a crecer o cerramos futuro.

Jesús nos invita no creernos importantes; ni creernos que nos deben veneración: somos servidores de la vida y queremos elegir como Dios: dar vida a todos y ofrecerla a los que más la necesitan.

Pidamos a María vivir en la humildad y servicio de Jesús, para ser hijos en la Comunión de Dios.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXII

Lo más grato a nuestro Padre, Dios, es la sencilla humildad del hijo que se sabe amado por Él y lo agradece siendo dócil ante todo lo que le diga

Eclo. 3, 17-18.20.28-29:
Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser y así obtendrás el favor del Señor, porque, el poder del Señor es grande y Él es glorificado en los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón humilde medita el proverbio y el sabio desea tener un oído atento.

Sal. 67 4-5ac.6-7ab.10-11: ¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!

Hb. 12, 18-19.22-24a:
Ustedes no se han acercado a algo tangible... que aquellos que lo escucharon no quisieron que les siguiera hablando. Ustedes, en cambio, se han acercado... a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.

Lc. 14, 1a.7-14: Jesús entró a comer en la casa de uno de los principales fariseos... al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú y, cuando llegue el que incitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio” y, así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario... ve a colocarte en el último sitio, de manera que... el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”... Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.» Después dijo al que le había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas ya tu recompensa. Al contrario... invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»




agosto 08, 2013

«Al que mucho se le dio, se le pedirá mucho»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 11 de agosto.

El domingo decimonono nos presenta al Señor dándonos ánimo: el Padre ya decidió, desde toda la eternidad, darnos el Reino, pero es necesario que lo aceptemos, pues, una vez más lo decimos, Dios no impone nada. Por eso Jesús nos pide que renunciemos a todo lo que nos ata. Sólo hay una cosa importante: que Jesús sea el centro de nuestra vida, nuestra única riqueza... Todo lo demás pasa y se pierde con el tiempo. La vida se nos confió para servir a los hermanos: el gozo vendrá...

La Fe llevó al éxito la vida de nuestros padres en la Fe y, por otro lado, la codicia de grandeza y poder efímero hundió a los egipcios y sigue hundiendo a todos los que buscan ser poderosos, grandes y gozar descuidando sus tareas a favor de los demás. ¡¡Y no se dan cuenta!! Por eso, ¡deja todo ábrete al Amor que Dios te regala y al camino que te indica como camino de Vida y Paz!

El domingo vigésimo refuerza lo que la Palabra nos pidió el domingo anterior: centren su vida en la Voluntad del Señor. Sí, pero no basta esto ¡llénense de su Espíritu, de su fuego, de su Amor, de sus ganas de llamar a vida renovada y llena de salvación a todos los que les rodean!

Son muchos los que han dado su vida caminando en la fidelidad al Señor, aun con el sacrificio de toda su vida para llenar a los hermanos, no nos desalentemos jamás, renovemos nuestro fuego acercándonos a la Palabra, intimando con Cristo, recibiendo los dones de Dios en los sacramentos vividos con compromiso real y diariamente renovado, aun reconociendo nuestra debilidad.

Solo Dios puede darnos todo lo que necesitamos; acerquémonos, abrámonos, no nos dejemos engañar creyendo que con cumplir algunas normas y no hacer graves disparates estamos bien. No. Eso es no tener el fuego del Amor de Dios que animó a Jesús y sus verdaderos discípulos.

Dios, nuestro Padre, nos llene de su Espíritu y a todos nos lleve por los caminos de la vida nueva, libre de toda atadura que no sea el Amor de Dios, es decir, como verdaderos resucitados en Cristo, de modo que todos, viendo nuestras obras llenas de su fuego, glorifiquen al Padre del cielo.

Unidos en oración con María, Maestra de libertad y vida nueva, la llena del Amor de Dios:

P. José Mª Domènech SDB


«Al que mucho se le dio, se le pedirá mucho»

¿Dónde tenemos nuestro corazón? Es decir, ¿cuál es nuestro real tesoro?, ¿qué es lo que más apreciamos?, ¿qué cuidamos y vigilamos para no perderlo jamás? ¿Cuál es nuestro verdadero señor?

Preguntas ‘clave’ para saber qué es lo más importante –realmente – para nosotros en la vida.

Nos las hace Jesús. Él nos lo pide todo para que heredemos todo lo que el Padre decidió darnos.

Los egipcios se entregaron al poder; eso los llevó a pelearse y el mar de la codicia se los tragó.

Nuestros padres en la Fe se entregaron al Señor, que los guiaba, y Él los llevó a la vida y paz.

Jesús el domingo pasado nos decía: No sean necios, no se entreguen a la avaricia, pues ella es camino de perdición no solo para la persona, sino que también afecta a toda familia, a cualquier grupo y a toda sociedad que no aprendan a defenderse de ella y sus sutiles engaños.

Este domingo el Señor nos hace notar que todos en la vida tenemos una misión y a todos se nos pedirá cuentas de lo que decidamos. Pero no todas las misiones son idénticas: las hay que tienen gran influencia sobre otros y entonces la responsabilidad se multiplica. No nos engañemos.

En la vida jamás faltan los problemas, pero quienes viven en Dios, aceptan su ayuda y los superan

La libertad no depende de las circunstancias, sino de las actitudes. El poder y la codicia nos impiden estar alertas a las obras de Dios. Los patriarcas estuvieron atentos y se lo enseñaron a sus hijos, por esto ellos gozaron de la liberación. A ello estamos llamados, pero necesitamos atención.

Por la Fe toda persona de buena voluntad vive en paz porque escucha y hace lo que Dios le indica

La Fe cristiana es un compromiso dinámico de la persona, no solo de la mente o el sentir. La Fe real lleva a la obediencia por eso Dios puede hacer sus maravillas, pues le escuchan y hacen caso.

La Fe abre caminos de vida y paz que llevan a la salvación –hasta la plenitud– a quien los sigue.

Fiarse de Dios, nuestro Padre, y hacerle caso, es la mejor decisión de la vida, pues Él nos cuida

No está de moda seguir a Jesús; Él es muy exigente, no hay medias tintas: o con Él o contra Él.

Hoy son pocos los que siguen a Jesús; Él nos pide que no nos desalentemos: todo está asegurado.

El Reino nos llama a ser libres y nos lleva a un gran futuro. Ahora lo luchamos, después nos llenará. Si seguimos a Jesús con atención y esfuerzo, viviremos en libertad, paz y alegría constante.

Pidamos a María vivir desprendidos de nosotros mismos y abiertos a Cristo Jesús para seguirlo.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XIX

La verdadera Fe tiene la concreta decisión de vivir según la Voluntad de Dios sobre todo: esto es lo más vital de la vida cristiana, lo demás pasa

Sab. 18, 5-9:
Como los egipcios habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos –...uno solo se salvó– ...Tú... los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas. Aquella noche fue dada a conocer a nuestros padres, para que... se sintieran reconfortados. Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque Tú... nos cubriste de gloria, llamándonos a Ti. Por eso, los santos... ofrecieron sacrificios... y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros y ya entonces entonaron los cantos de los padres.

Sal. 32 1.12.18-20.22: ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

Hb. 11, 1-2.8-12:
La Fe es ganancia de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros padres fueron considerados dignos de aprobación. Por la Fe Abraham, obedeciendo a Dios, partió... sin saber a dónde iba; Por la Fe, vivió como extranjero en la tierra prometida... lo mismo que Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa... También por la Fe, Sara recibió el don de concebir... porque juzgó digno de Fe al que se lo prometía...

Lc. 12, 32-48: Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, mi pequeño rebaño, porque el Padre de Uds. ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su Señor, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el Señor encuentre así velando a su llegada! Les aseguro que Él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos... Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.»... «El servidor que, conociendo la voluntad de su Señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que Él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que mucho se le dio, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.»




agosto 04, 2013

«¿Y para quién será todo lo que has amontonado?»

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 4 de agosto.

«¿Y para quién será todo lo que has amontonado?»

¿Tener más te hace ser mejor? La codicia es una grave enfermedad que lleva a perder dignidad.

¿Para qué nos esforzamos? ¿Qué buscamos cuando acumulamos cosas, títulos, riquezas, éxitos...?

Busquemos –nos pide san Pablo– lo que no se pierde, lo que es permanente, lo que da vida y futuro de dignidad para todos y para todo lo que nos rodea: “Las cosas de arriba donde está Cristo”

Codicia y avaricia, son idolatría autodestructiva. Acumular nos lleva a concluir la existencia como los animales, dice el salmo 48; y peor aún, pues ellos no tienen más futuro, pero nosotros sí, y... allí no hemos acumulado nada. Todo se queda aquí: nos vamos desnudos y con las manos vacías.

Tanto esfuerzo ¿para qué? Si no es don de vida, si no es generar vida, si no es construir personas cada día más profundas, si no es vida que trasciende más allá de..., es tiempo y energías perdidas. Aunque necesitemos algunos bienes y vida digna, busquemos lo más profundo y permanente.

Los únicos ‘amados de Dios’ son las personas. Las cosas y animales son instrumentos, muy respetables y dignos de ser valorados en lo que son y para lo que son, pero no más allá. Ellos no nos dan vida ni son la ayuda adecuada para que seamos más personas y mejor Comunidad, a imagen de Dios.

¿Es vano trabajar para el progreso? Malo es esperar en esto el bien definitivo, pues no está en ello

La muerte rompe toda ilusión de la vida; ¿para qué esforzarse y buscar lo mejor, si todo acaba en la inmisericorde muerte? ¿Hay algo que valga la pena, que perdure, que supere la cruel muerte?

El autor nos cuestiona: ¿hacia dónde avanza nuestra vida, tan preciada? ¿En qué creemos?

Elevemos nuestras metas y mirada para no quedar atrapados en la necia codicia del hombre viejo

Los bautizados en Cristo Jesús, no tenemos ningún derecho de quedarnos atrapados en las apariencias de grandeza y felicidad de las realidades que vivimos. Debemos, por la Fe, ir a mayor profundidad; no hacerlo es traicionar nuestra Fe, nuestro mundo y nuestras más legítimas aspiraciones.

Busquemos lo permanente, que está en Dios, pues, en la Fe, allí tenemos ‘asegurada’ nuestra vida.

El hombre nuevo es Comunión en el Espíritu de Jesús. Muy diversos, sí, pero Uno en el Amor.

Solo la Fe nos permite elevarnos y caminar libres por este mundo de afanes y goces efímeros

¡Vayamos a lo Mayor! Centrarse en ‘cosas’, por grande que parezca, nos empobrece y degrada.

Pareciera que Jesús nos dijera y cuestionara: “¿Cuál es tu verdadera herencia? Yo no soy ‘juez’ de pobrezas, sino de todo lo que lleva a cada persona hasta la grandeza de Dios sin límite alguno”

Organizar la vida al margen de la Voluntad de Dios, que nos creó para ser grandes como Él, es equivocarse del todo: la vida y sus afanes sucumben en la muerte. ¿Vale la pena tantos esfuerzos?

Pidamos a María que nos enseñe la sabiduría de centrar la vida en vivir en la Voluntad de Dios.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XVIII

Quien tiene a Dios como centro de su vida, tiene real futuro promisor, porque Dios es el Señor que fecunda nuestra vida y sus posibilidades

Ecl. 1, 2; 2, 21-23:
¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio... ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo... ¿Qué reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.

Sal. 89 3-6.12-14.17: Señor, Tú has sido nuestro refugio.

Col. 3, 1-5.9-11:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios... y no en las [cosas] de la tierra. Porque ustedes. están muertos, y su vida está, desde ahora, oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifiesta Cristo... también aparecerán ustedes con Él, llenos de gloria. Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal... Ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza... renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por tanto ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso..., esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.

Lc. 12, 13-21: Uno de la multitud dijo al Señor: «Maestro, dile a mi hermano que comparte conmigo la herencia.» Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas». Y les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha.” Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros y construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será todo lo que has amontonado?” Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios.»