diciembre 29, 2012

La Sagrada Familia

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 30 de diciembre.



La Sagrada Familia

Crecer significa asumir la responsabilidad de buscar la verdad y el bien para poder dar vida a todos.

La familia de Jesús no tuvo nunca las cosas fáciles: la madre afrontó un parto no pensado; sí se le pidió el consentimiento, pero otro era quien programaba. El padre vivió una muy dolorosa sorpresa que lo sumió en angustiosa incertidumbre y dura decisión; Dios le aclaró y le pidió algo inaudito. Él aceptó, sí, pero nunca dominó la situación, salvo en su confianza. El hijo, como todos, tuvo que aprenderlo todo en
la obediencia: así se prepara a una soberana libertad interior que le llevaba a una obediencia sin límites.

La fortaleza de María, José y Jesús para desarrollar su difícil misión fue la Fe firme y el Amor vivo y concreto al Padre que se la ofreció porque confió en ellos. Es la misma actitud que tiene con nosotros, pero nosotros ¿tenemos la misma actitud con Él? ¿Nos apoyamos en Él? ¿Aceptamos su Voluntad?

Las familias serán fuertes, felices y fecundas, dentro y fuera, si confían y escuchan de verdad al Señor.

Somos Hijos, pero necesitamos aprender a serlo como Dios quiere: Él es la fuente de nuestra filiación. Enseñar a ser Hijo es tarea de los padres, por naturaleza, y de la Comunidad cristiana por misión.

Dios siempre nos da, a su tiempo, lo debido, pero lo aprovecharemos sólo manteniéndonos disponibles

La familia más rica es la que sabe que sus hijos son don de Dios y aprende ponerlos en manos de Él.

Así los hijos aprenden de sus padres que el Amor crece siempre según la Voluntad Providente de Dios.

El Amor del Padre nunca ha sido mezquino, lo que nos tiene reservado es maravilloso, abrámonos a Él

Jesús vivió un Amor –don de vida– sin límites ni restricciones, hasta escandalizar a los “buenos”.

Como Él, somos hijos de Dios, ¿vivimos como Él? ¿Nuestro Amor es don de vida o autocomplacencia?

Llamados a ser como Dios, si vivimos en su Amor –como Jesús– llegaremos a serlo por el Espíritu.

María y José fueron aprendiendo a vivir atentos a los pasos de Dios en su vida; de ellos aprendió Jesús

Lucas hace notar la absoluta libertad de Jesús y su maduración con obediencia pronta y responsable.

María y José no quedaron exentos de las angustias de toda paternidad ni de sus perplejidades en la tarea educativa, pero supieron resolver los problemas con la verdad, el respeto por la persona y el bien.

Dios pasa por la vida de todos, pero es necesario que estemos atentos para crecer y madurar en todo.

María y José nos ayuden a estar más atentos al paso de Dios en la vida de cada miembro de la familia.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE NAVIDAD – DOMINGO I

Somos hijos de Dios. Nuestro hogar de vida nueva y paz es su Casa, que es su Amor, el que nos debemos unos a otros, el único que construye la familia

1Sam. 1, 20-22.24-28:
"Ana... dio a luz un hijo al que puso el nombre de Samuel... Su marido, Elcaná, subió... para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana no subió... Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella... y lo condujo a la Casa del Señor en Silo... se lo llevaron a Elí. Ella le dijo: «Perdón, Señor mío,... Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y Él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a Él: para toda su vida queda cedido al Señor»...".

Salmo: 832-3.5-6.9-10: "Señor, felices los que habitan en tu casa".

1Jn. 3, 1-2.21-24:
"¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce es porque no lo ha reconocido a Él.Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, pues lo veremos tal cual es... Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó... sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado".

Lc. 2, 419-52: "Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron... y, acabada la fiesta... María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén... [Ellos] comenzaron a buscarlo entre parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén... Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas... Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres".



diciembre 22, 2012

"Feliz de ti por haber creído"

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 23 de diciembre.

¿Está todo listo en mi corazón, en mi vida, en mis relaciones? ¿Estoy convirtiéndome? ¿En qué? ¿El Señor se siente cómodo en mi vida, aun con sus límites y errores? Es decir, ¿camino hacia Él y como Él desea o me he acomodado a mis criterios y comodidades?

Para Dios no importa tanto el cómo estemos, sino que estemos ahí, ante Él y dispuestos a recibir lo que nos desea entregar, pues Él nos ama y su amor, si es recibido con sinceridad, puede transformar la vida, aunque sea muy lentamente. A nosotros lo que nos debe importar estar atentos para recibirlo lo mejor posible.

Él viene a salvarnos, a llenarnos de vida, a liberarnos, a darnos su Paz, su Alegría, su libertad... Lo demás depende de nosotros.

Tal vez seamos pequeños como Belén, pero Él desea nacer en nosotros. O despreciados como Nazaret, pero Él desea formarnos en su grandeza. O nos reconozcamos pecadores como Israel, pero Él es quien nos ofrece santificarnos en su Amor y Vida nueva.

Con Él nada se pierde y nada se desprecia.

¿El cuerpo falla? No importa, Él lo asumió y nos demostró a qué grandeza puede llegar.

Jesús todo lo aprendió, como hombre que era, en su familia, gracias a María y a José, educadores maravillosos por su dócil apertura al Señor de la Vida y grandeza humana.

Que nuestras familias sepan aprender de ellos a educar la filiación divina de sus hijos, pues ésa es su principal tarea y responsabilidad más grave, en realidad la única vital.

María nos abra el corazón para recibir a Jesús en todos los que nos rodean.

Dios nos bendice cada día, estemos atentos a su presencia y permitámosle nacer en nuestros corazones con una cada día más dócil atención a su Palabra.

Unidos en oración con María, la Madre de la dulce espera:

P. José Mª Domènech SDB

"Feliz de ti por haber creído"
«La Madre de mi Señor» “Mi Señor”, es una expresión que, en los evangelios, se refiere al Resucitado.

Isabel aparece como la primera creyente en María como la Madre del Señor resucitado. A través de ella siente la presencia salvífica y santificadora de Jesús, el Salvador y Redentor, el Mesías muy esperado.

Nuestra identidad humana tiene al cuerpo como parte esencial de sí misma. Jesús la acepta plenamente y, por a ella, no solo se integra en nuestra cultura, sino que la puede redimir asumiéndola plenamente.

Así entra en nuestra historia y la redime, sanándola y elevándola, por su obediencia de Amor pleno.

Nuestra pequeñez y debilidad, limitación o errores, no son un estorbo para Dios, pues el Todopoderoso nos ama desde toda la eternidad y siempre actúa con todo su poder para llevarnos a completar el futuro de grandeza y felicidad que tiene pensado para cada uno, y que todos deseamos con todo el ser.

Hemos escuchado ya varias veces que la historia personal y global, fruto de la primera, y sus cruces, acabará bien. Está en las manos de Dios, Padre de Amor y Vida plena, pero que nosotros la gocemos como Dios, y nosotros, deseamos, ya no depende de Él, sino de nuestras decisiones personales.

María aceptó ponerse a disposición de Dios y de su Amor Providente; Isabel acogió la gracia que se le ofrecía sin ella pedirlo ni esperarlo; el pueblo de Israel esperaba según su religión, pero, la mayoría, se cerró en su religión y se olvidó de lo que su Dios le pedía contantemente, porque no le escuchaba a Él.

¿Qué haremos nosotros? Somos gravemente responsables no solo de nuestro futuro personal, sino de lo que aportamos cada día a nuestro ambiente con nuestra forma de vivir la Fe que decimos profesar.

Lo pequeño y débil es el camino de Dios para ofrecernos la salvación, así ningún poder la desvirtuará

Creer no es fácil, pues es necesario aprender a ver, en las circunstancias no claras a simple vista. Sólo Dios nos da ojos que nos permiten ver más allá. El profeta lo ve, María lo ve, Isabel lo ve; ¿y nosotros?

La alegría del cristiano nace de su Fe, que le lleva a la convicción de que Dios jamás nos falla. ¡Y es así!

La naturaleza humana es el camino elegido por Dios, en Cristo, para reparar la primera desobediencia

Jesús fue muy concreto: educado por María y José, siendo humano, aprendió a ser hijo de Dios.

Nuestra rebeldía nos separó y separa de Dios. La filiación divina supone, como toda real filiación, obediencia: aceptación real de la Voluntad del Padre, aunque ésta, más de una vez, nos resulte dura.

Hemos sido creados para la grandeza de Dios, y ésta solo tiene un modelo: ¡el mismo Dios!

María Santísima, y la Iglesia, madre de nuestra Fe, nos llevan a madurar la Fe en Jesús, el Salvador

Lucas, en labios de Isabel, proclama que Jesús, el hijo de María, es el Mesías, Dios encarnado, el Señor.

María, por su apertura de Fe, comunica la Salvación que el Dios de la Vida ofrece en Cristo Jesús.

Isabel, dócil al Espíritu que la llena, confiesa alborozada la presencia del Salvador, que llenó a su hijo.

María adentra a Isabel en el misterio de la Salvación de Dios y desea introducirnos también a nosotros.

Pidamos a María ser creyentes concretos e inteligentes, que saben escuchar y seguir al Maestro de vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO IV

Jesús nos acepta plenamente, asume nuestra naturaleza y, desde ella, por su obediencia de amor plena al Padre, nos libera, redime, eleva y santifica.

Miq. 5, 1-4:
"Así habla el Señor: «Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel... Por eso el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor... Él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!»."

Salmo: 792-3.15-16: "Restáuranos, Señor del universo".

Hb. 10, 5-10:
"Cristo, al entrar en el mundo dijo: «Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio me has dado un cuerpo... Entonces dije: “Dios mío, aquí estoy, yo vengo... para hacer tu voluntad”»... Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad, quedamos justificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre".

Lc. 1, 39-45: "María partió y se fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas, esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor»."




diciembre 11, 2012

"Aclamemos al Señor con alegría"

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 16 de diciembre.

Éste podemos decir, como siempre se dijo, que es el domingo de la alegría.

La razón es que el Señor está cerca, es decir, está con nosotros, vive con nosotros, aunque muchos no lo sientan así, porque ellos no viven cerca de Él. Pero Él está en nuestro interior, está en nuestros sagrarios, está en la Palabra, esté en la Comunidad...

¡Qué triste que hayan tantos corazones lejos del Dios que vive en el centro de ellos!
¡Qué lástima que tantos escuchen tan poco la Palabra como lo que es, Palabra de Dios que nos vivifica, nos consuela, nos orienta, nos ayuda en nuestro camino de conversión! Claro que si no avanzamos con conciencia sincera, y esfuerzo, por el camino de la conversión, de poco sentimos que nos sirva la Palabra.

¡Cuántos sagrarios demasiado solos! ¡Cuántas personas entran en el templo y no se percatan de que el Señor está ahí y nos espera a todos y cada uno, también a ellas... ni siquiera le saludan con el mínimo de deferencia y respeto que se da a cualquier otra persona!

¿Valoramos nuestra Comunidad concreta? Sí, con sus defectos, pues toda Comunidad humana, también la cristiana es una Comunidad humana, los tiene, pues nos tiene a nosotros que estamos llenos de límites y defectos...

Dios está cerca, luchando nuestras batallas.

¿No tiene Él más interés que nosotros de vernos grandes y felices como Él? ¿No vivimos un tanto descuidados nosotros en este campo tan vital? ¡Y la pagan todos los que nos rodean y nuestra sociedad que tiene el derecho de que los cristianos le demos el testimonio que ningún otro le puede dar.

Seamos realistas, nos pide Juan el Bautista: “cada uno sabe dónde la aprieta el zapato”, dice el refrán, es decir, dónde su vida no camina tan bien como debería...
El Señor está cerca. Sí. Acerquémonos también nosotros a Él, y nuestra sociedad nos lo agradecerá.

Podemos también nosotros preguntarle: ¿qué debemos hacer?

María, la Madre Inmaculada, nos ayudará a tener corazón abierto y ojos limpios para escuchar al Señor y ver el camino de conversión que debemos retomar una y otra vez, sin desanimarnos.

Dios nos bendiga a todos y nos dé generosa docilidad, como la de María ante la Palabra de vida que le pedía su colaboración.

Unidos en oración con María, la Madre, Maestra, Inmaculada y Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB
"Aclamemos al Señor con alegría"
¡Alégrense! Maravillosa invitación. La razón dada, lo explica, y ¡no es para menos!: el Señor está cerca.

Esto lo entiende quien es movido por el amor y un creciente afán de vida libre y llena de pureza y salud, sin las trabas y presiones de los malos recuerdos y la esclavitud de las experiencias pasadas o presentes.

Es verdad, la pura verdad, EL SEÑOR ESTÁ CERCA. Nada es más verdad que esto. San Pablo piensa en dos cercanías: está cerca su regreso y está cerca de los que caminan en su Camino, sus discípulos.

Sofonías habla en el mismo sentido y nos invita a la alegría. Nos aclara que, con el Señor cerca– en medio de nosotros– no tenemos que temer ningún mal. Pues aunque éste se dé, el Señor nos llevará a superarlo. ¡¡¡El Señor está cerca de verdad!!! ¿Lo vivimos así, lo creemos, actuamos en consecuencia?

Con Juan nos encontramos con un profeta que nos invita a no quedarnos en gestos y apariencias, sino a ir a una vida veraz: que los hechos nos muestren convertidos al Señor que llega cada día a nuestra vida.

La conversión es una invitación universal, pero no lo son los caminos de conversión: cada uno tiene el suyo, a cada uno su personal responsabilidad y, ahí, no se puede culpar a otros: ¡mi camino es solo mío!

Debo asumir mi responsabilidad personal y social, pues toda actitud tiene su repercusión social.

Preparar la Navidad es asumir en serio esta responsabilidad de conversión personal. Esto es más urgente cuando no podemos descubrir en qué desea Dios que nos convirtamos: ¡¡es hora de pedir ayuda!!

Alégrate, hermano, el Señor te invita a aceptar corresponder a un nuevo compromiso de Amor con Él

El Señor nos pide vivir la experiencia de profundizar nuestro compromiso de serle fieles: necesitamos arrepentirnos más de una vez, pero el Amor de Dios que nos guía y anima nos sostendrá en el gozo.

El profeta insinúa que la batalla también la hace el Señor con nosotros, pero no puede sin nosotros.

Alegrémonos: el Señor camina con nosotros y nos enseña a caminar en Vida nueva para bien de todos

La alegría del cristiano se apoya en la presencia del Señor en nuestra vida; una presencia que nos llama a comprometer nuestra vida a llenar de vida y bondad a los que nos rodean.

La vocación cristiana es universal, como lo fue la del pueblo elegido en el primer período, Israel.

Estamos llamados a ser la alegría de Dios para todo el mundo. Apoyados en Él, nada debe angustiarnos.

Seamos honestos, no somos tan buenos: necesitamos convertirnos al Señor para la vida de los hermanos

Juan estaba convencido de que todo ser humano puede ser mejor y era muy consciente de lo que pasaba, por eso sus consejos son concretos y específicos. Así es el trato de Dios con todos.

¿Sabemos nosotros lo que tenemos que hacer para convertirnos? Las consecuencias de no avanzar en la conversión son negativas para todos. ¿Qué esperamos? ¿Queremos asumir esta grave responsabilidad?

Lo importante es cambiar el corazón y aprender a vivir buscando en todo el bien de los que nos rodean.

Pidamos a María ser cada día concretos en nuestra conversión para no negar a nadie la alegría de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III

Vivamos alegres porque Dios está cerca y nos llama a una constante y concreta conversión: todo mal se superará si dejamos libertad a Dios en nosotros

Sof. 3, 14-18:
"...¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no tendrás ningún mal... El Señor... exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su Amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta".

Salmo: Is. 122-6: "Aclamemos al Señor con alegría".

Flp. 4, 4-7:
"Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada... recurran a la oración y a la súplica, acompañadas por acción de gracias, para presentar sus peticiones al Señor. Entonces la paz de Dios... tomará bajo su cuidado los corazones y pensamientos de ustedes en Cristo Jesús".

Lc. 2, 2b-3.10-18: "Dios dirigió su palabra a Juan Bautista... Éste comenzó a recorrer toda la región del Jordán... La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer...?» Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene...» Algunos publicanos... le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». Unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su paga». Como todo el pueblo estaba a la expectativa... si Juan no sería el Mesías, él... les dijo a todos: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo,... él les bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego...»"




diciembre 08, 2012

Oratorios FMA Perú

Hoy es el día del Oratorio, la obra más querida de Don Bosco!

Ahora que se acerca la Navidad, tenemos la oportunidad de compartir y hacer feliz a un pequeño, siendo sus padrinos para ayudarlo a participar de la Colonia Oratoriana 2013.





Para mayor información, por favor contactar con Sor Raquel Ibarra, fma, encargada de los Oratorios de María Auxiliadora:

Celular: 951-905-622
Correo: oratoriosperu@gmail.com

Para conocer más sobre esta maravillosa obra:
Oratorios fma Perú


Que nuestra Madre Inmaculada Auxiliadora nos bendiga.

Fiesta de la Inmaculada


¡Feliz Fiesta de nuestra Madre Inmaculada Auxiliadora!

Un gran abrazo a todos los Oratorios en su día.

diciembre 06, 2012

«Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor!»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 9 de diciembre.

En este segundo domingo aparece la figura de Juan Bautista invitándonos a la conversión, presentada como el esfuerzo de cambiar en nosotros todo lo que anda torcido, ensoberbecido y derrotado.

En realidad quien hace este trabajo es el Señor, pero necesita que nosotros nos abramos a su acción y le seamos dóciles.

¡Cuántas veces a nosotros nos cuesta tanto mantener el esfuerzo y lo vemos tan cuesta arriba, que nos desalentamos y estamos tentados de decir la frase de la derrota interior: “No puedo”! Por eso es importante fiarnos del Señor que nunca nos deja en ninguna lucha: Él es fiel, nos recuerda san Pablo, y es Él quien nos lleva por los caminos del mundo a la alegría interior, a la paz y al gozo del que el profeta nos invita a revestirnos.

No estamos solos jamás. No temamos la derrota, pues ésta, con el Señor, es imposible. Sí son posibles las caídas, pero no la derrota, pues eso solo se puede dar cuando termina el tiempo de la decisión personal y este tiempo solo termina con la muerte... Mientras hay vida hay esperanza de cantar triunfo, de modo que ¡a trabajar con el Señor!, pues con Él no es posible ningún fracaso real, es decir, definitivo. Él es nuestra victoria y para eso se hizo hombre y se quedó entre nosotros en su Palabra, en su Comunidad, en sus Sacramentos y nos entregó a su Madre Inmaculada, cuya fiesta estamos a las puertas de celebrar este sábado.

Confiemos a ella nuestro esfuerzo y pongamos en sus manos todas nuestras preocupaciones: Ella, como Buena Madre, sabrá acompañarnos y fortalecernos.

Dios nos ama y, para hacer sus maravillas, solo necesita que nos confiemos dócilmente a sus manos.

Saludos y bendiciones para todos.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

«Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor!»

Jesús no es una aparición. Nace, como cualquier otro, en una realidad socio-político-cultural muy concreta. Por eso Lucas comienza este capítulo de su evangelio de este modo. Jesús es una persona concreta. No deja indiferente. De Él se ocupan, generación tras generación, muchos intelectuales y artistas, ya sea para profundizar su realidad y sea para enturbiarla o atacarla. Jamás de nadie se ha escrito y hablado tanto.

El Adviento no prepara un recuerdo sentimental del nacimiento de Jesús, como quien añora. No. Nos lleva a revivirlo como un compromiso de confianza en nuestro Padre y de construcción de una fraternidad como Jesús nos enseñó. Lo demás es inútil y hasta contraproducente: ¡para que sirvió que viniera!

Juan no habla por cuenta propia. Toda liberación necesita sus enviados-constructores, con su misión: el profeta, Juan, Jesús, nosotros... Sí, cada uno de nosotros: sobre cada uno vino la Palabra en el Bautismo.

Palabra de conversión para el profeta, para Juan, para Jesús-pueblo, para nosotros. Responder es nuestra responsabilidad. Y es necesario el desierto, lugar de la verdad y de la lucha para la aceptación libre.

¿Quién no necesita convertirse? No percibirlo significa estar atrapado, enceguecido por el mal, aunque no parezca grave. No ver nuestro mal es sumamente grave, pues, para esa enfermedad, no hay salvación.

La conversión es base de alegría y paz; responsabilidad maduración social y progreso, ¡qué mejor!

Somos invitados a vestirnos de gloria: el Señor viene a nosotros y nos llevará por caminos de salvación

Baruc, secretario de Jeremías, trata, en nombre de Dios, de consolar al pueblo, que está en el destierro, con la promesa de la liberación. Ésta es segura y es para todos los que marchen con el Señor.

A nada se nos obliga, pero los frutos serán patentes ante todos los ojos. Donde está Dios está la Vida.

Somos débiles y la conversión cuesta; pero no temamos, Dios es fiel y nos llevará, felices, hasta el final

La alegría de Dios está en nuestro caminar, más que en los resultados. El final está en Sus Manos, pero la libertad de escucharle y hacerle caso está en las nuestras y esto es indispensable, pues no somos cosas.

La Navidad es una invitación a cambiar el corazón: para eso llegó Jesús. Lo vivieron lo primeros cristianos y los verdaderos de todas las épocas y, a pesar de todas las debilidades, llegaron felices al final.

Convertirse es abrirse al Señor, quitar todos los estorbos y profundizar en la vida que Dios nos ofrece.

El bautista, enviado por Dios con su palabra de Vida, nos invita a preparar nuestro interior para recibir al Señor de la Vida y de la Paz. Tarea: enderezar todo lo que está torcido y desviado en nuestra vida.

La respuesta es personal y sólo ésta, seria y responsable, podrá incidir en la transformación social.

El mundo no cambia ni con leyes, ni con magia, ni con ciencia, ni con poder; solo con vida interior.

Pidamos a María abrirnos a la Salvación de Jesús y convertirnos en todo lo que Dios nos pida hoy.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO II

Dios nos llama a confiar más en su Providencia: a ser constantes constructores de paz, amor y vida en la piedad, de solidaridad y respeto en la verdad

Bar. 5, 1-9:
"Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: “Paz en la justicia” y “Gloria en la piedad”... mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos... Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares y que se llenen los valles hasta nivelar la tierra... conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia".

Salmo 1251-6: "¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!".

Flp. 1, 4-11:
"Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos Uds. Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en Uds. la buena obra la irá completando hasta el día de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de Uds. crezca cada vez más... a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el día de Cristo...".

Lc. 3, 1-6: "El año decimo quinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Pocio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea..., bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito...: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, la montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces todos los hombres verán la salvación de Dios»."




diciembre 01, 2012

«Entonces se verá al Hijo del hombre venir»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 2 de diciembre.

Los cristianos, durante el año, profundizamos y celebramos nuestra Fe guiados por la Palabra de Dios. Tenemos dividida la Biblia en dos tipos de distribución de los textos: por un lado, la que elije los textos para las lecturas de los domingos: ésta tiene tres ciclos, uno por año. Este domingo comenzamos el ciclo “C”, el tercero. Como siempre, los ciclos comienzan con el Adviento. La segunda gran organización de los textos bíblicos para la liturgia los distribuye en años pares y años impares, de modo que, entre todo, se lea lo más posible y lo más importante de toda la Biblia.




Este domingo comienza el Adviento, que es nuestra preparación para vivir el misterio del Señor que llega para darnos su Libertad y Vida nueva. Lo hizo históricamente hace más de dos mil años; lo hace cada día en cada uno de nuestros ambientes, personas y en cada celebración cristiana y lo hará, con poder y gloria, al final de los tiempos. ¡Vale la pena prepararnos, pues su Amor es eterno y no falla, pero nosotros sí podemos fallar arriesgándonos a perderlo todo! Y eso no es ni sensato ni justo para nadie.

Sin duda conocemos, por haberla recibido alguna vez, como yo, esta historia: “Un soldado se acerca a su jefe y le dice: «–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla. Solicito permiso para ir a buscarlo, señor». «–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto». No haciendo caso a la prohibición, el soldado sale, y una hora más tarde regresa mortalmente herido, pero transportando el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le grita: «–¡Ya le dije que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgando su propia vida?» El soldado, moribundo, responde: «–¡Sí, señor! Cuando lo encontré, estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!’»”.

Es en estos casos se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. Los verdaderos amigos no calculan costos, ni están midiendo gota a gota su propia entrega. Un verdadero amigo no sabe de ahorros, ni de moderaciones en la generosidad. «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos» (Jn. 15, 31), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz.

Cristo es nuestro Amigo, enviado por nuestro Padre, Dios, que nos ama desde toda la eternidad y jamás nos abandona. Abramos el corazón y llenémonos de esperanza y fortaleza para seguir en el esfuerzo de vivir según Él nos indica. Cada día un poco más, un poco mejor, sin desfallecer. Así viviremos en su alegría y gozaremos el triunfo final y definitivo que nadie nos quitará.

María, nuestra Madre y Maestra, es nuestro Auxilio, y ella nos enseña y ayuda. No temamos al fracaso, aunque nos equivoquemos, pues, a su lado y haciéndole caso, éste es imposible.

Dios nos bendice y Él nos ayuda a vivir siempre atentos a su Palabra aprovechando todas las riquezas de su Amor. No dejemos de esforzarnos por seguir a Jesús en su camino al Padre.

Unidos en oración con María, la Madre que nos enseña a recibir al Señor:
P. José Mª Domènech SDB

«Entonces se verá al Hijo del hombre venir»

Adviento: tiempo que prepara la celebración de la llegada del Señor. Para nosotros, ¿Él es el importante? o, más bien, ¿lo son más, en realidad, las cosas y símbolos con los que decimos celebrar la Navidad?

Comenzamos este año litúrgico con una clara invitación a vivir siempre alerta, basados la oración y una conducta digna de los discípulos de Jesús, en la que somos invitados a progresar constantemente.

Si vivimos así, estaremos a salvo de toda desgracia, sobre todo de la desgracia de quedar atrapados en las angustias de nuestro mundo y en su gran desconcierto ante la incesante, insaciable y parece que infructífera búsqueda de felicidad y de paz, que siempre aparecen como huidizas, frágiles y poco fiables.

Dios nos invita a prepararnos a la llegada del Salvador. Pero no la primera, sino la constante y definitiva. La salvación ya se hizo historia, nos toca a nosotros concretar hoy nuestra real aceptación.

¿Cuál es el centro de nuestra vida: la propuesta del Señor o nuestras costumbres o comodidades? No es una pregunta menor, ni es retórica, pues de ello depende el futuro real de nuestra vida profunda.

La sociedad tiene muchas carencias ¿cuál es nuestra viva y concreta respuesta a ellas?

La justicia, don del cielo, viene con el Salvador, pero no se puede imponer, debe ser vivida en persona

700 años antes de Cristo, Isaías, y 100 años después, Jeremías, hablan con ilusión y entusiasmo del germen de justicia que brotará del árbol de la dinastía de David, secado por la injusticia y el culto falso de sus dirigentes. Al final, llegará la salvación y la Justicia de Dios superará la maldad y para siempre.

Dios es soberano: su propuesta de Vida y Justicia es definitiva y para todos. Ahora nos toca decidir.

Desarrollemos nuestro deseo de vivir atentos a los dones de Dios para hacerlos crecer sin cesar

Pablo nos invita a ser cada día más eficientes en nuestra conversión para que ésta beneficie a todos.

Claro que antes deberíamos preguntarnos si sentimos necesidad de la conversión, porque, si no es así, la invitación del Apóstol queda en nada, pues creemos que, así como estamos, ¡ya estamos bien! Así lo sienten también los que mantienen sometida nuestra sociedad en la corrupción con todas sus injusticias.

Pidamos al Señor nos dé su Luz y Fuerza para convertirnos en todo lo que Él nos pide cambiar.

Estemos atentos, no nos aturdamos por los excesos, sino construyamos en el don de la libertad y el Amor

El lenguaje de Lucas desea hacernos notar que toda la sociedad vive en angustia constante ante la corrupción e injusticia imperante en casi todos los ámbitos decisivos de la vida personal y social.

El Señor llega con su Libertad, pero ésta no se impone; debe ser aceptada y aprendida para dar a nuestro mundo sus frutos de vida, paz, diálogo, respeto, unidad y progreso personal y social.

Pero no todos reciben al Señor de la Vida y de la Libertad. Los justos será puestos a dura prueba; por eso se nos pide confianza: tengan ánimo, levanten la cabeza, dejen atrás el pasado y láncense a lo nuevo que les trae el Salvador que llega, Él hace realidad todo lo que podría verse como una utopía de justicia.

Abrámonos a Cristo Jesús, que ninguna preocupación nos desvíe de lo único vital: el Señor que llega.

Pidamos a María abrir nuestro ser al Señor que llega con su amor y dejar que llene nuestra vida de Él.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I

Dios nos invita a estar alerta a las indicaciones del Señor para no quedar atrapados en los engaños y tener éxito definitivo en la vida personal y social

Jr. 33, 14-16:
"...en aquel tiempo, haré brotar de David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”."

Salmo 244-5a.8-10.14: "A Ti, Señor, elevo mi alma".

1Tes. 3, 12-4, 2:
"Que el Señor les haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que Él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables ante Dios... hagan mayores progresos todavía...".

Lc. 21, 25-28.34-36: "Jesús dijo a sus discípulos: ...Los hombres desfallecerán de miedo ante la perspectiva de lo que le sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir... lleno de poder y de gloria... tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos... para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes, como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".