En 1854, llegó a Europa la "peste asiática": el cólera. La gente moría en las calles y el pánico se apoderó de las ciudades. Los escasos servicios de salud de ese entonces se vieron desbordados. Nadie quería tocar a los enfermos.
En ese contexto, Don Bosco y los jóvenes del Oratorio salieron al auxilio de las familias de Turín. Él garantizó a sus muchachos que no enfermarían si cumplían tres normas: estar en gracia de Dios, entregarse al servicio como María, y lavarse siempre las manos con vinagre.
Los periódicos de la época reseñaron su labor, destacando el gran alivio que brindaban a los enfermos sin temor alguno al contagio. Al amparo de esas normas, ninguno de ellos contrajo la enfermedad. Su fe, su entereza y sus buenas prácticas los mantuvieron a salvo.
Más de siglo y medio después, las enseñanzas de Don Bosco siguen vigentes.
Fe, entereza y buenas prácticas, no sólo para salvar el cuerpo sino también el alma :)
ResponderBorrarGracias por compartir las enseñanzas de Don Bosco, Lou.