noviembre 20, 2022

¡Cristo Rey!

A continuación, compartimos el texto del mensaje y la sugerencia homilética preparados por nuestro querido Padre José María para esta festividad. El Padre lo preparó para el domingo 20 de noviembre de 2016 y nos lo envió el 3 de noviembre de ese año. 

Utilizamos la ilustración realizada por Patxi Fano para la Diócesis de Málaga.

«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.» La realeza de Jesucristo no es temporal ni parcial, como la que nos rodea en los ‘reyes’, presidente o jefe que nos gobiernan. Jesucristo es el Rey del universo, Señor de la Vida y constructor de toda plenitud, solo necesita que nos abramos a Él y nos fiemos de sus indicaciones, seamos quienes seamos.

Solo la sencillez y la humildad nos abren a todas las maravillas con las que el Señor nos regala su Vida nueva y todos los dones por los cuales nos vamos transformando en Cuerpo de Cristo y ciudadanos felices de su Reino. ¡Cuántas veces, locamente, deseamos imponer nuestros criterios como si fuéramos infalibles! Eso nos cierra a nuestras mejores posibilidades.

Dios, como Rey eterno, no cede en su esfuerzo por ofrecernos y abrirnos a sus dones. Todo su esfuerzo está a favor nuestro para que lleguemos, llenos de alegría a la casa del Padre como hijos, cuerpo de su Hijo y ciudadanos de su Reino por nuestra actitud de buscar su intimidad cada día un poco más, como el ladrón honesto y arrepentido.

Las rebeldías no sirven para nada, salvo para condenarnos y aislarnos de la vida y de nuestra apertura al Amor del Dios.

María, la Madre buena y sabia, nos enseñe a vivir cada día más abiertos y dóciles a los dones de Amor y Vida nueva, Paz y Felicidad, propios de Cristo, Rey Misericordioso del Universo.

Unidos en oración con María, la Madre de Jesucristo el Misericordioso Rey del Universo:

P. José Mª Domènech SDB

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIV

CRISTO REY

Cristo es Rey y toda la autoridad de su Amor Misericordioso que, sin paliativos, respeta nuestra libertad para que aprendamos a ser como Él y gozar con Él.

2Sam. 5 1-3 : Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: «¡Nosotros somos de tu misma sangre!... Y el Señor te ha dicho: ‘Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel’»... El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor y ellos ungieron a David como rey de Israel.

Sal. 121 1-2.4-5 : Vamos con alegría a la casa del Señor

Col. 1 12-20 : Damos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos de participar en la herencia luminosa de los santos. Porque Él nos liberó del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido en el que tenemos la redención y el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible... Él existe antes de todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es también la cabeza de... la Iglesia... el primero que resucitó de entre los muertos... Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe... restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Lc. 23 35-43 : Después que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» También los soldados se burlaban de Él... Sobre su cabeza había una inscripción: “Éste es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados le insultaba... Pero el otro le increpaba, diciéndole: «...Nosotros sufrimos justamente... pero Él no ha hecho nada malo» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.» Él respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

“Éste es el rey de los judíos”: verdad escrita por Pilatos, aun sin creerla y que sonaba a burla: ¿ podía ser rey un reo, entregado por su propio pueblo y que no se defendía? Burla de las autoridades judías que lo rechazaban y despreciaban. Burla ante el pueblo que, atónito, lo veía convertido en un ser masacrado y sin apariencia ni digna ni respetable. ¡Ellos esperaban a un Rey como David, que los liberara!

Su autoridad está en la libertad del don de su vida y en su capacidad de darnos la salvación, si le aceptamos como el ladrón que se arrepintió y se confió al Señor de la Vida, y nos aceptamos a nosotros mismos.

Dios no impone nada: ni la salvación, ni la cordura, ni la paz, ni el bien personal, ni la alegría, ni la vida: todo es un regalo que se nos ofrece y que nosotros decidimos si los aceptamos y qué hacemos con ellos.

La realeza de Jesús es muy simple: es la del Amor de Dios en su vida y en cada una de sus decisiones: humildad, mansedumbre, perdón, servicio, libre aceptación de la Voluntad del Padre, entrega total y generosa, don de la vida con la absoluta seguridad de recuperarla por el Espíritu del Padre que vive en Él.

Cristo Jesús desea para nosotros esta misma realeza, para ella fuimos creados. Nuestro problema no está en esta magnífica vocación recibida, con la que el mismo Dios está comprometido desde el principio, sino en el modo que usamos para lograrla: queremos ser como Dios erigiéndonos a nosotros mismos como dioses por encima de todo y de todos... ¡y esto solo genera la guerra, el infierno y pérdida de los dones de Dios!

Cuanto más nos miremos a nosotros mismos, como suelen hacer los que desean el poder o mantener el dominio, más perderemos y menos señorío tendremos sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, y más nos sentiremos en peligro ante cualquier realidad que sintamos amenazante, como Dios.

Israel, por fin, reconoce la grandeza, prestigio y servicios prestados por David y lo acepta como su rey

Dios elige a David, pero Israel no lo acepta. Éste se impone con su fuerte personalidad y honesta entrega.

Cristo, con su entrega en la Cruz, quiere unir a la humanidad en su Reino: un solo pueblo de salvados.

Es nuestra decisión personal la que nos lleva a Él o nos aleja de la salvación universal que Él nos ofrece.

Con san Pablo alabamos al Padre por unirnos al Reino de Cristo gracias a su Misericordia y Vida nueva.

Cristo, centro de todo es Rey eterno, pues restablece el equilibrio de toda la creación en el plan de Dios

Él, por la salvación de su cruz, une a toda la humanidad al Padre como Comunidad fiel al Plan de Dios.

Con Él, Dios ve cumplido su plan inicial, que comenzó con la creación de toda esta realidad temporal.

El fin de ésta es que toda persona participe de la grandeza de Dios y, por ella, lo haga toda la creación.

La realeza de Jesús no es de este mundo, pero lo transforma por el amor de su entrega, en la Misericordia

El pueblo mira atónito la mofa que de Jesús hacen todos los que tienen cierto poder y mucho miedo.

La salvación viene del crucificado que no se impone, sino que da la vida en obediencia fiel al Padre.

El Padre le pide fidelidad a un Amor que todo lo supera y llena de vida a todos los que en Él confían.

Dios reina y salva en la cruz con Cristo, su Hijo. El ladrón arrepentido entra con Cristo en su Reino.

¿Cuál es nuestra actitud –personal y comunitaria– ante la propuesta de salvación que nos ofrece Cristo?

Pidamos a María vivir en Cristo para servir, ahora en la Iglesia, y gozar de su Reino y para siempre.

P. José Mª Domènech SDB



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