¿Es mala la riqueza? ¿Es mala la pobreza?
Lo malo es la codicia, el acumular, el apetecer tener y creer que nuestro futuro y nuestra realización personal está condicionada al tener más o menos. Esto quita el alma y la dignidad personal, y con ello, perdemos la noción de las dignidad de las otras personas y el respeto que merece la sociedad, la naturaleza y el mundo.
La pobreza no es mala; la mala es la miseria o la pobreza sin salida, ni dignidad, pues es fruto de la codicia, siempre asesina, injusta, destructora y ladrona.
No creamos que solo los que tienen mucho dinero y poder están atrapados por la codicia, y con ella por la corrupción, porque esto es un grave error.
La codicia persigue a todos y de él todos nos debemos sabernos defender, pues lleva a muchas y flagrantes injusticias, pequeñas y grandes. Puede atrapar a cualquiera, también a algunos eclesiásticos o a instituciones de la Comunidad cristiana. Es verdad, nosotros, la Iglesia, tenemos la ventaja de estar siempre sujetos a la clara y directa crítica salvífica del Egangelio y de los profetas que incesantemente Dios suscita entre nosotros para el beneficio de todos, no solo nuestro. La codicia puede, y de hecho lo hace, atacar a los pobres y a los ricos, a los que tienen mucho y a los que tienen poco, aunque en éstos últimos se nota menos y hace menos ruido, pero no menos daño.
Por eso Jesús nos pide que nos defendamos de ella. Eso significa la expresión: "No se puede servir a dos señores; no se puede servir a Dios y al dinero (a la codicia)" El dinero, la codicia de todo nivel, embrutece, pero lo hace de a pocos, como para que no nos demos cuenta, como cualquier dreoga. Por eso es tan importante orar en todo momento y por todas las personas, sobre todo si tienen autoridad o poder, pues cuando nos empezamos a degradar, solo Dios, aceptado con sinceridad, puede parar la caída.
El Señor nos invita a la libertad... de todo, también del engañoso y destructor dinero, con el que, es verdad, podremos construir mucho, si lo usamos como el campesino usa el estiercol; pero nos llega a pudrir el alma si lo usamos poco menos que como alimento y garantía de nuestra seguridad y futuro.
El Señor nos bendiga y nos dé un corazón como el de María, absolutamente libre para buscar hacer solo la Voluntad de Dios y servir sin intereses escondidos de ninguna clase, y con todo lo sano que se nos ofrece, a los que lo necesiten para el bien y la vida.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
El poder que da la riqueza es aparente, pues, lejos de liberar y construir una vida digna, al llenar interiormente y construir vida para todos, lo que hace es esclavizar y generar abuso y muerte. La riqueza es un verdadero ídolo pervertidor, pues es muy difícil liberarse de él, una vez has quedado atrapado. Sus cadenas, de ordinario, alagan la vanagloria, la soberbia, dan la ilusión de poder, que sólo es aparentemente real, pues, lejos de llevar a la persona a su realización integral, la hunde en la vorágine de la prepotencia, despilfarro, apariencia, mentira y gusto por la adulación. Probablemente es el peor y más destructor de todos los ídolos. ¡Veamos hacia dónde se encamina nuestro mundo manejado por ‘poderosos’, de ordinario inescrupulosos!
Santiago nos pide orar por los que ejercen autoridad. La razón es que la autoridad siempre está amenazada por la corrupción. No orar por quien tiene autoridad, puede significar abandonarlo en manos de poderosos sin alma, ni patria, ni Dios, ni dignidad, ni respeto por nada.
El fin del mundo y la persona atrapada por el dinero, es la destrucción de la naturaleza -desprecio por la ecología-; de las personas -aborto-; de la familia -divorcio y aval legal a cualquier aberración jurídica o moral-; de los recursos -depredación-. Si así vivimos en un mundo donde sólo somos visitantes, ¡imaginemos qué peligro corre nuestra propia casa!
Jesús nos invita a no dejarnos atrapar por las riquezas, pues sería nuestra perdición.
Dios, si vivimos en su Voluntad y no solo cumplimos, salva de la codicia que destruye y mata
Nadie como Amós se ha hecho claro intérprete de las injusticias sociales por parte de los poderosos prepotentes que actúan sin escrúpulos. Las consecuencias son siempre nefastas.
La salvación de Dios se hará real en la sociedad cuando su Voluntad pase por la vida de las personas y se refleje en las sociedades que éstas construyen. Porque Dios sí salva.
Para no quedar atrapado en la degradación de la corrupción destructora, es necesario orar
La plegaria litúrgica debe ser universal y misionera, pues la salvación de Dios es un derecho de todos y Dios la tiene planificada desde siempre: todos, cada persona, son sus hijos.
Es necesario que todo creyente en Cristo ore haciendo suya está Voluntad de Dios, sobre todo a favor de las autoridades para que orienten la construcción de la sociedad en la justicia y la verdad para que sea posible la paz en todos y para todos. No orar por ellas nos hace responsables de los errores que criticamos, pues no ayudamos a superarlos, entorpeciendo así la justicia e impidiendo la paz. Callar puede ser grave complicidad pasiva.
La honestidad interior es el criterio de todo verdadero desarrollo integral de la vida y el futuro.
Quien ve la seguridad de su vida en peligro, lo intenta todo para no perderse. ¿Cuál es la salvación que más nos preocupa?, pero, para nosotros, ¿cuál es la realmente importante?
Saber distinguir estas dos cuestiones es vital, pues esto orientará nuestra vida.
¿Qué compartir para asegurar el futuro? La propia vida y lo que nos confiaron. Saber administrar lo prestado y caduco, nos garantiza un futuro feliz con lo que es nuestro.
Pidamos a María vivir atentos y orantes para hacer una administración llena de vida.
Am. 8, 4-7: "Escuchen esto, ustedes que se agreden con sus abusos a los pobres y aniquilan a los marginados del país… El Señor lo jura por la gloria de Jacob: «No olvidaré jamás lo que están haciendo»."
Salmo 112: "Alaben al Señor que salva al pobre"
1Tm. 2, 1-8: "…les ruego que eleven a Dios plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todas las personas, por los reyes y los que tienen autoridad, para que podamos desarrollar una vida tranquila y serena, llena de piedad y honestidad. Esto es agradable a Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador… Jesucristo, que se entregó a sí mismo para salvar a toda persona…".
Lc. 16, 1-13: "…Quien es fiel en los bienes que valen poco, lo será también en los que mucho valen. Si no son capaces de fidelidad en la administración de las riquezas engañosas, ¿quién les dará las verdaderas?... ¿las que les corresponden a ustedes? Nadie puede servir a dos señores… No se puede servir a Dios y a las riquezas"
Lo malo es la codicia, el acumular, el apetecer tener y creer que nuestro futuro y nuestra realización personal está condicionada al tener más o menos. Esto quita el alma y la dignidad personal, y con ello, perdemos la noción de las dignidad de las otras personas y el respeto que merece la sociedad, la naturaleza y el mundo.
La pobreza no es mala; la mala es la miseria o la pobreza sin salida, ni dignidad, pues es fruto de la codicia, siempre asesina, injusta, destructora y ladrona.
No creamos que solo los que tienen mucho dinero y poder están atrapados por la codicia, y con ella por la corrupción, porque esto es un grave error.
La codicia persigue a todos y de él todos nos debemos sabernos defender, pues lleva a muchas y flagrantes injusticias, pequeñas y grandes. Puede atrapar a cualquiera, también a algunos eclesiásticos o a instituciones de la Comunidad cristiana. Es verdad, nosotros, la Iglesia, tenemos la ventaja de estar siempre sujetos a la clara y directa crítica salvífica del Egangelio y de los profetas que incesantemente Dios suscita entre nosotros para el beneficio de todos, no solo nuestro. La codicia puede, y de hecho lo hace, atacar a los pobres y a los ricos, a los que tienen mucho y a los que tienen poco, aunque en éstos últimos se nota menos y hace menos ruido, pero no menos daño.
Por eso Jesús nos pide que nos defendamos de ella. Eso significa la expresión: "No se puede servir a dos señores; no se puede servir a Dios y al dinero (a la codicia)" El dinero, la codicia de todo nivel, embrutece, pero lo hace de a pocos, como para que no nos demos cuenta, como cualquier dreoga. Por eso es tan importante orar en todo momento y por todas las personas, sobre todo si tienen autoridad o poder, pues cuando nos empezamos a degradar, solo Dios, aceptado con sinceridad, puede parar la caída.
El Señor nos invita a la libertad... de todo, también del engañoso y destructor dinero, con el que, es verdad, podremos construir mucho, si lo usamos como el campesino usa el estiercol; pero nos llega a pudrir el alma si lo usamos poco menos que como alimento y garantía de nuestra seguridad y futuro.
El Señor nos bendiga y nos dé un corazón como el de María, absolutamente libre para buscar hacer solo la Voluntad de Dios y servir sin intereses escondidos de ninguna clase, y con todo lo sano que se nos ofrece, a los que lo necesiten para el bien y la vida.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
No se puede servir a Dios y a las riquezas
El poder que da la riqueza es aparente, pues, lejos de liberar y construir una vida digna, al llenar interiormente y construir vida para todos, lo que hace es esclavizar y generar abuso y muerte. La riqueza es un verdadero ídolo pervertidor, pues es muy difícil liberarse de él, una vez has quedado atrapado. Sus cadenas, de ordinario, alagan la vanagloria, la soberbia, dan la ilusión de poder, que sólo es aparentemente real, pues, lejos de llevar a la persona a su realización integral, la hunde en la vorágine de la prepotencia, despilfarro, apariencia, mentira y gusto por la adulación. Probablemente es el peor y más destructor de todos los ídolos. ¡Veamos hacia dónde se encamina nuestro mundo manejado por ‘poderosos’, de ordinario inescrupulosos!
Santiago nos pide orar por los que ejercen autoridad. La razón es que la autoridad siempre está amenazada por la corrupción. No orar por quien tiene autoridad, puede significar abandonarlo en manos de poderosos sin alma, ni patria, ni Dios, ni dignidad, ni respeto por nada.
El fin del mundo y la persona atrapada por el dinero, es la destrucción de la naturaleza -desprecio por la ecología-; de las personas -aborto-; de la familia -divorcio y aval legal a cualquier aberración jurídica o moral-; de los recursos -depredación-. Si así vivimos en un mundo donde sólo somos visitantes, ¡imaginemos qué peligro corre nuestra propia casa!
Jesús nos invita a no dejarnos atrapar por las riquezas, pues sería nuestra perdición.
Dios, si vivimos en su Voluntad y no solo cumplimos, salva de la codicia que destruye y mata
Nadie como Amós se ha hecho claro intérprete de las injusticias sociales por parte de los poderosos prepotentes que actúan sin escrúpulos. Las consecuencias son siempre nefastas.
La salvación de Dios se hará real en la sociedad cuando su Voluntad pase por la vida de las personas y se refleje en las sociedades que éstas construyen. Porque Dios sí salva.
Para no quedar atrapado en la degradación de la corrupción destructora, es necesario orar
La plegaria litúrgica debe ser universal y misionera, pues la salvación de Dios es un derecho de todos y Dios la tiene planificada desde siempre: todos, cada persona, son sus hijos.
Es necesario que todo creyente en Cristo ore haciendo suya está Voluntad de Dios, sobre todo a favor de las autoridades para que orienten la construcción de la sociedad en la justicia y la verdad para que sea posible la paz en todos y para todos. No orar por ellas nos hace responsables de los errores que criticamos, pues no ayudamos a superarlos, entorpeciendo así la justicia e impidiendo la paz. Callar puede ser grave complicidad pasiva.
La honestidad interior es el criterio de todo verdadero desarrollo integral de la vida y el futuro.
Quien ve la seguridad de su vida en peligro, lo intenta todo para no perderse. ¿Cuál es la salvación que más nos preocupa?, pero, para nosotros, ¿cuál es la realmente importante?
Saber distinguir estas dos cuestiones es vital, pues esto orientará nuestra vida.
¿Qué compartir para asegurar el futuro? La propia vida y lo que nos confiaron. Saber administrar lo prestado y caduco, nos garantiza un futuro feliz con lo que es nuestro.
Pidamos a María vivir atentos y orantes para hacer una administración llena de vida.
Padre José María Doménech Corominas, sdb.
CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXV
La buena administración de los bienes materiales requiere oración y prudencia, pues nos ha sido confiada para el bien de los necesitados
La buena administración de los bienes materiales requiere oración y prudencia, pues nos ha sido confiada para el bien de los necesitados
Am. 8, 4-7: "Escuchen esto, ustedes que se agreden con sus abusos a los pobres y aniquilan a los marginados del país… El Señor lo jura por la gloria de Jacob: «No olvidaré jamás lo que están haciendo»."
Salmo 112: "Alaben al Señor que salva al pobre"
1Tm. 2, 1-8: "…les ruego que eleven a Dios plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todas las personas, por los reyes y los que tienen autoridad, para que podamos desarrollar una vida tranquila y serena, llena de piedad y honestidad. Esto es agradable a Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador… Jesucristo, que se entregó a sí mismo para salvar a toda persona…".
Lc. 16, 1-13: "…Quien es fiel en los bienes que valen poco, lo será también en los que mucho valen. Si no son capaces de fidelidad en la administración de las riquezas engañosas, ¿quién les dará las verdaderas?... ¿las que les corresponden a ustedes? Nadie puede servir a dos señores… No se puede servir a Dios y a las riquezas"
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