diciembre 11, 2011

«Estén siempre alegres!»


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 11 de diciembre.

Recordemos que hoy nos corresponde encender tres velas de nuestra Corona de Adviento rezando con la familia la siguiente oración:

En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia:
"¡El Señor llega!
Preparen sus caminos
porque ya se acerca.
Adornen sus almas
como una novia se engalana
el día de su boda"
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz,
sino el que nos anuncia la luz.
Al encender estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, ven a salvarnos,
envuélvenos en tu luz,
caliéntanos en tu amor!

Tomado de El Pan del Alma


«Estén siempre alegres»


La alegría verdadera, la permanente, tiene su base en el corazón, en el íntimo personal. La felicidad, que es la base de la alegría, es un don de Dios a toda persona y Él se lo otorga al crearla con un Amor incondicional y eterno: en realidad ésa es la única fuente de la felicidad.

Es por eso que la felicidad sólo se pierde cuando uno rompe con el Amor Dios por el pecado grave y sostenido, con la esclavitud al vicio, con la degeneración que hiere a la persona en su interior y la lleva por el camino del fracaso profundo, de éste del que sólo Dios puede librar.

Él desea librarnos de tal perdición y por eso envió, y sigue enviando, aún hoy, a los profetas y, al fin, envió a su Hijo. Éste se quedó con nosotros como Palabra de Vida y Salvación; como Comunidad de discípulos que viven la Salvación, aun con los errores personales, y actúa en nosotros a través de los Sacramentos, según se lo permitimos con nuestra atención y docilidad.

La garantía de fruto está en nuestra apertura y honestidad ante los dones de Dios. Él nos da todo gratis, no necesitamos ganarlo ni trabajar para merecerlo, pero el saberlo recibir y aprovechar, eso, sí depende de nosotros. ¡Es nuestra decisión! ¿Modelos? María, Juan Bautista…

El Espíritu nos consagra, como a Jesús, para llevar a los hermanos los gozos de la salvación

El profeta sabe que lo que hace es porque el Espíritu de Dios le lleva por sus caminos, que él se debe a la voluntad de quien le ha enviado. Otra actitud es traicionar a Dios y a los hombres.

La Voluntad de Dios es la Salvación y la Liberación de su Pueblo y para esto nos llama, nos envía y nos consagra. La respuesta es personal y sin escusas. La gracia es para todos.

El deseo de Dios es nuestra alegría: ¡Es nuestro Padre! Nos ha dado su Espíritu para cuidarnos

Dios nos creó para ser felices, por eso envió a su Hijo, está cerca y nos escucha siempre.

Nos toca ser dóciles, sencillos, honestos, sensatos, serviciales: como el Espíritu nos oriente.

El precursor, lo es porque es testigo consciente, fiel y humilde que no busca nada para sí.

Juan Bautista es testigo de fiar: consciente de lo que es y le corresponde. Su único afán es ser fiel a quien le envía como testigo de la Verdad y de la Luz, de la presencia del Mesías.

Lo importante para él es que comprendamos quien se acerca y que nos preparemos para su llegada, pues es definitiva e incuestionable. A su lado él siente no ‘valer’ nada: sólo es la voz.

La Salvación, que ya está aquí, es definitiva: con ella todo es seguro; sin ella, todo perdido.

Pidamos a María nos dé a vivir como ella: atentos a la alegría que llega para compartirla.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO B – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III
Dios nos desea felices y alegres: su alegría y paz llenará nuestra vida si le somos dóciles. Él nos envía todo su apoyo para que lo logremos.


Is. 61, 1-2a.10-11:
"El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos…, a proclamar un año de gracia del Señor. Yo desbordo de alegría en el Señor… porque Él me… envolvió con un manto de justicia… así el Señor hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones".

Salmo: Lc. 1, 46-58: "Mi alma se regocija en mi Dios".

1T. 5, 16-24:
"Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías, examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas. Que el Dios de la paz los santifique plenamente… hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará".

Jn. 1, 6-8.19-28: "Apareció un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan… Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías… Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor… Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias»…"




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