Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 1° de diciembre, primer domingo de Adviento.
Este domingo iniciamos, un año más, un camino de maduración de nuestra Fe en el esfuerzo de seguir sinceramente al Señor Jesús y hacerlo ‘el Señor’ –Rey decíamos la semana pasada– de nuestra vida diaria, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos: Él es el Señor al que hemos consagrado nuestra vida en el Bautismo y a quien ésta hace referencia.
Él viene a salvarnos. Somos nosotros quienes le recibimos, o no, en nuestra vida. ¿Qué haremos?
Leía hoy: “Cuentan que John F. Kennedy, Presidente Norteamericano, solía terminar los discursos de su campaña en 1960 contando la historia de un famoso coronel Davenport, personaje de 1789, quien durante una jornada de trabajo de la Asociación de Representantes de Connecticut, fue interrumpido por una terrible tempestad que causó gran revuelo entre los asistentes. Truenos y relámpagos; el fuerte viento golpeaba de tal modo la casa que hizo pensar a todos que había llegado el juicio final. Los presentes pidieron a Davenport que se suspendiera la sesión, pues todo había quedado en completa penumbra. El coronel dijo: ‘Señores, el día del juicio final puede estar cerca o tardar todavía muchos años, nadie lo sabe... Si no está cerca, no tenemos por qué preocuparnos; la tempestad pasará y seguiremos tranquilos. Si el juicio final está ya muy cerca, yo prefiero que me encuentre cumpliendo mi deber. Por tanto, pido el favor de que traigan las velas necesarias para alumbrar el salón’. La sesión continuó.”
¿Cuándo llegará el Señor? La venida final no importa, pues sobre ella no tenemos dominio; pero el Señor sí llega hoy, como lo hizo ‘ayer’. ¿Seguiremos despistados, o cerrados, como los coetáneos de Noe y los del mismo Jesús? Preguntémonos –en la comparación de Jesús–: ¿dejaremos que el ladrón nos sorprenda y nos robe lo más valioso? ¿Qué es lo más preciado para nosotros? Pablo nos pide ser realistas y pensar cómo estamos viviendo. ¿Qué aportamos, como cristianos, a nuestro mundo? ¿Le damos –como pide el Papa en su última carta “La alegría del Evangelio”– la alegría y paz de creer, de vivir como Jesús, de alimentarnos de Él? ¿Se lo damos a los que más amamos? Si no les damos eso ¿qué les damos que los llene de algo más que lo que nuestra cultura ya les da?
Dios siempre está con nosotros. Él es el Salvador, viene con su Alegría y Paz para todos y para siempre. Él desea que vivamos felices en su Vida, más allá de las dificultades. Éste es el Evangelio que nos pide anunciar con nuestra vida, sobre todo a los más cercanos, a los que amamos. María nos quiere ayudar, pero no puede hacer lo que nos toca hacer a nosotros: abrirnos al Señor hoy.
Unidos en oración con María, la Madre del Salvador que llega a liberarnos de nuestras cadenas:
P. José Mª Domènech SDB
Comenzamos un nuevo año litúrgico en él celebraremos-profundizaremos, como discípulos del Señor Jesús, nuestra Fe. Abramos el corazón a los maravillosos dones que el Señor nos regalará sin ningún límite; ¡no los pongamos, nosotros! El Señor nos ama, respondamos del mismo modo.
¿Quién no desea la paz y la unidad? ¿Quién no reconoce que nuestro mundo necesita una fuerte dosis de solidaridad verdadera y concreta? ¿Cuántas promesas y ‘diálogos’ para arreglar problemas se ven entorpecidos por la degradación, fruto de malas intenciones y de los planes no declarados y así se llega a compromisos y promesas que no tienen futuro, pues no tienen ninguna base en la honestidad de quienes las hacen? ¡Cuántos desalientos y decepciones surgen en nuestra vida social y política!
El Señor quiere ayudarnos a construir nuestro mundo con la dignidad que Él mismo nos dio al crearnos; desde siempre lo hace con quienes le son dóciles; pero ¡cuántos no desean que Dios se meta en nada y siembran muerte destruyendo instituciones básicas de la sociedad y la naturaleza.
¿Consecuencias? Esclavitud solapada, muerte, destrucción de tantos bienes... ¡Y todo lo pagan los más débiles!
El Señor está siempre cerca y siempre con nosotros. ¿Qué atención le prestamos? Prepararse a su continua llegada supone apertura, escucha atenta y disponibilidad a la obediencia.
Los poderosos de este mundo se someten a sus dioses: el poder, el dominio, la riqueza, la opulencia, el placer, la autocomplacencia, la fama, el éxito; ¡a ellos dan su vida y el mundo en el que están con nosotros... ¡Sabemos todos qué hacen siempre estos engañosos dioses! ¿A quién confiamos nuestra vida?
El Señor llega cada ‘hoy’ a restaurar la dignidad de la persona y su mundo, ¡no nos desalentemos!
Las injusticias desalientan pues aplastan al pueblo y destruyen las mejores instituciones del hombre.
Hay una realidad que se nos impone: los esfuerzos humanos sin Dios acaban en dolida decepción.
El profeta ve la realización de los mejores ideales humanos en la plenitud de los tiempos, con la dócil aceptación de la presencia providente y salvadora de Dios en el Mesías que nos salva y libera.
Nos toca a nosotros, creyentes, abrirnos al Señor y mostrar sus obras en el ahora de nuestra vida.
Al cristiano le es indispensable vivir con dignidad obedeciendo lo que Cristo le pide y ofrece cada día
San Pablo nos pide atención a la realidad en la que vivimos, sin engaños, sin creer ilusiones: Dios ofrece la verdad y el bien a todos, pero somos nosotros quienes decidimos construir o destruir nuestro mundo: ¡Él nos lo encomendó Somos responsables de cada actitud! Nos pide vida digna del Señor.
Si aprendemos a vivir libres de toda autocomplacencia superaremos toda amenaza de fracaso real.
Dios no impone nada, pero su propuesta llena de Vida: nos definimos ahora, con nuestras actitudes
Jesús vino y viene cada día con la Salvación en cada hermano, en la Iglesia, en su Palabra, en los Sacramentos, en la propia conciencia ¿qué hacemos con Él? ¿Lo tomamos en serio? Nosotros nos llamamos ‘cristianos’ pero ¿qué dice la vida?... las palabras son solo eso: ¿Le escuchamos y seguimos?
Pidamos a María estar siempre atentos y obedientes a Cristo-Salvador que llega hoy a nuestra vida.
Is. 2, 1-5: ...Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la casa del Señor será afianzada y se elevará sobre la cumbre de las montañas... Todas las naciones afluirán hacia ella... y... dirán: «¡Vengan, subamos... a la casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas» Porque de Sión saldrá... la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones... No levantará la espada una nación contra otra... para la guerra. ¡Ven... y caminemos a la luz del Señor.
Salmo 121 1-2.4-9: Vamos con alegría a la casa del Señor.
Rm. 13, 13-14a: Ustedes saben en qué tiempos vivimos y que ya es hora de que se despierten, porque la Salvación ya está más cerca de nosotros... se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz... procedamos dignamente: basta de excesos... y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.
Mt. 24, 37-44: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé... no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos... Están prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá el Señor. ...si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría... Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Este domingo iniciamos, un año más, un camino de maduración de nuestra Fe en el esfuerzo de seguir sinceramente al Señor Jesús y hacerlo ‘el Señor’ –Rey decíamos la semana pasada– de nuestra vida diaria, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos: Él es el Señor al que hemos consagrado nuestra vida en el Bautismo y a quien ésta hace referencia.
Él viene a salvarnos. Somos nosotros quienes le recibimos, o no, en nuestra vida. ¿Qué haremos?
Leía hoy: “Cuentan que John F. Kennedy, Presidente Norteamericano, solía terminar los discursos de su campaña en 1960 contando la historia de un famoso coronel Davenport, personaje de 1789, quien durante una jornada de trabajo de la Asociación de Representantes de Connecticut, fue interrumpido por una terrible tempestad que causó gran revuelo entre los asistentes. Truenos y relámpagos; el fuerte viento golpeaba de tal modo la casa que hizo pensar a todos que había llegado el juicio final. Los presentes pidieron a Davenport que se suspendiera la sesión, pues todo había quedado en completa penumbra. El coronel dijo: ‘Señores, el día del juicio final puede estar cerca o tardar todavía muchos años, nadie lo sabe... Si no está cerca, no tenemos por qué preocuparnos; la tempestad pasará y seguiremos tranquilos. Si el juicio final está ya muy cerca, yo prefiero que me encuentre cumpliendo mi deber. Por tanto, pido el favor de que traigan las velas necesarias para alumbrar el salón’. La sesión continuó.”
¿Cuándo llegará el Señor? La venida final no importa, pues sobre ella no tenemos dominio; pero el Señor sí llega hoy, como lo hizo ‘ayer’. ¿Seguiremos despistados, o cerrados, como los coetáneos de Noe y los del mismo Jesús? Preguntémonos –en la comparación de Jesús–: ¿dejaremos que el ladrón nos sorprenda y nos robe lo más valioso? ¿Qué es lo más preciado para nosotros? Pablo nos pide ser realistas y pensar cómo estamos viviendo. ¿Qué aportamos, como cristianos, a nuestro mundo? ¿Le damos –como pide el Papa en su última carta “La alegría del Evangelio”– la alegría y paz de creer, de vivir como Jesús, de alimentarnos de Él? ¿Se lo damos a los que más amamos? Si no les damos eso ¿qué les damos que los llene de algo más que lo que nuestra cultura ya les da?
Dios siempre está con nosotros. Él es el Salvador, viene con su Alegría y Paz para todos y para siempre. Él desea que vivamos felices en su Vida, más allá de las dificultades. Éste es el Evangelio que nos pide anunciar con nuestra vida, sobre todo a los más cercanos, a los que amamos. María nos quiere ayudar, pero no puede hacer lo que nos toca hacer a nosotros: abrirnos al Señor hoy.
Unidos en oración con María, la Madre del Salvador que llega a liberarnos de nuestras cadenas:
P. José Mª Domènech SDB
«El Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada»
Comenzamos un nuevo año litúrgico en él celebraremos-profundizaremos, como discípulos del Señor Jesús, nuestra Fe. Abramos el corazón a los maravillosos dones que el Señor nos regalará sin ningún límite; ¡no los pongamos, nosotros! El Señor nos ama, respondamos del mismo modo.
¿Quién no desea la paz y la unidad? ¿Quién no reconoce que nuestro mundo necesita una fuerte dosis de solidaridad verdadera y concreta? ¿Cuántas promesas y ‘diálogos’ para arreglar problemas se ven entorpecidos por la degradación, fruto de malas intenciones y de los planes no declarados y así se llega a compromisos y promesas que no tienen futuro, pues no tienen ninguna base en la honestidad de quienes las hacen? ¡Cuántos desalientos y decepciones surgen en nuestra vida social y política!
El Señor quiere ayudarnos a construir nuestro mundo con la dignidad que Él mismo nos dio al crearnos; desde siempre lo hace con quienes le son dóciles; pero ¡cuántos no desean que Dios se meta en nada y siembran muerte destruyendo instituciones básicas de la sociedad y la naturaleza.
¿Consecuencias? Esclavitud solapada, muerte, destrucción de tantos bienes... ¡Y todo lo pagan los más débiles!
El Señor está siempre cerca y siempre con nosotros. ¿Qué atención le prestamos? Prepararse a su continua llegada supone apertura, escucha atenta y disponibilidad a la obediencia.
Los poderosos de este mundo se someten a sus dioses: el poder, el dominio, la riqueza, la opulencia, el placer, la autocomplacencia, la fama, el éxito; ¡a ellos dan su vida y el mundo en el que están con nosotros... ¡Sabemos todos qué hacen siempre estos engañosos dioses! ¿A quién confiamos nuestra vida?
El Señor llega cada ‘hoy’ a restaurar la dignidad de la persona y su mundo, ¡no nos desalentemos!
Las injusticias desalientan pues aplastan al pueblo y destruyen las mejores instituciones del hombre.
Hay una realidad que se nos impone: los esfuerzos humanos sin Dios acaban en dolida decepción.
El profeta ve la realización de los mejores ideales humanos en la plenitud de los tiempos, con la dócil aceptación de la presencia providente y salvadora de Dios en el Mesías que nos salva y libera.
Nos toca a nosotros, creyentes, abrirnos al Señor y mostrar sus obras en el ahora de nuestra vida.
Al cristiano le es indispensable vivir con dignidad obedeciendo lo que Cristo le pide y ofrece cada día
San Pablo nos pide atención a la realidad en la que vivimos, sin engaños, sin creer ilusiones: Dios ofrece la verdad y el bien a todos, pero somos nosotros quienes decidimos construir o destruir nuestro mundo: ¡Él nos lo encomendó Somos responsables de cada actitud! Nos pide vida digna del Señor.
Si aprendemos a vivir libres de toda autocomplacencia superaremos toda amenaza de fracaso real.
Dios no impone nada, pero su propuesta llena de Vida: nos definimos ahora, con nuestras actitudes
Jesús vino y viene cada día con la Salvación en cada hermano, en la Iglesia, en su Palabra, en los Sacramentos, en la propia conciencia ¿qué hacemos con Él? ¿Lo tomamos en serio? Nosotros nos llamamos ‘cristianos’ pero ¿qué dice la vida?... las palabras son solo eso: ¿Le escuchamos y seguimos?
Pidamos a María estar siempre atentos y obedientes a Cristo-Salvador que llega hoy a nuestra vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO A – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I
El Señor llega con la Verdad y la Justicia, que son bases de la Paz. Estemos atentos a su llegada y vivamos dispuestos a una sincera obediencia
El Señor llega con la Verdad y la Justicia, que son bases de la Paz. Estemos atentos a su llegada y vivamos dispuestos a una sincera obediencia
Is. 2, 1-5: ...Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la casa del Señor será afianzada y se elevará sobre la cumbre de las montañas... Todas las naciones afluirán hacia ella... y... dirán: «¡Vengan, subamos... a la casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas» Porque de Sión saldrá... la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones... No levantará la espada una nación contra otra... para la guerra. ¡Ven... y caminemos a la luz del Señor.
Salmo 121 1-2.4-9: Vamos con alegría a la casa del Señor.
Rm. 13, 13-14a: Ustedes saben en qué tiempos vivimos y que ya es hora de que se despierten, porque la Salvación ya está más cerca de nosotros... se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz... procedamos dignamente: basta de excesos... y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.
Mt. 24, 37-44: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé... no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos... Están prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá el Señor. ...si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría... Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.