Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo de Pentecostés, 8 de junio.
“¡La Paz esté con ustedes!” Son las palabras de Jesús a sus discípulos preparándolos a la misión que les va a confiar y nos confía a nosotros. Para que podamos ser fieles y nos mantengamos en la esfera de la paternidad materna de Dios, Éste nos envía al mismo Espíritu que guió a la gloria a Jesús. La misión del Espíritu es llevar a la plenitud la obra salvadora desarrollada por el Hijo según el eterno y maravilloso plan del Padre. ¡Todo Dios para nosotros! ¿Qué más queremos?
El Dios amor confía a nosotros y desea que nos dejemos inflamar por su Amor eterno y creador-salvador-santificador. Se nos manifiesta en la imagen de un viento fuerte que remueve todos los papeles y basura que tapan lo fundamental; desea indicarnos lo permanente, la verdadera dirección de la vida: ¡nos toca escuchar y dejarnos guiar por Él!
Toda salvación que se hace efectiva en la historia es obra del Espíritu Santo y eso en toda persona que se pone a su alcance, es decir, que se abre a Él. No lo olvidemos: no violenta nada, aunque se presente como viento violento, pero respetuoso de cada intimidad y de cada voluntad. Si insiste es porque sabe lo importante que es lo que nos está ofreciendo y que para que tenga efecto en nosotros es indispensable que aceptemos secundar lo que nos propone. Él no duerme ni dormita, dice el salmo, y otro dice que renueva la faz de la tierra... Lo tenemos todo a nuestra disposición
Es el Espíritu de la Verdad, del Perdón, de la Unidad, de la Paz, de la Alegría, del Éxito seguro.
Que la Madre del Hijo encarnado, mujer dócil al Espíritu, nos abra para vivir su misma actitud.
Unidos en oración con María, la siempre dócil al Espíritu Santo:
P. José Mª Domènech SDB
El Señor, como Padre Universal de todos y de cada uno de los seres humanos, nos ha creado con un plan maravilloso: que seamos, como imagen suya que somos, Comunión de personas y, por vivir así, un solo pueblo universal. Por eso nos ha infundido su propia vida: seres. Pero nada se mostrará, hasta que nosotros aceptemos vivir como el Señor nos ofrece en su maravilloso plan.
La Comunión personal es la base para la del pueblo. Para que sea efectiva la unidad, tiene que ser experiencia personal, directa o indirecta; pues, si no es así, no será vida propia y no nos comprometerá realmente. Por eso Dios nos crea en una familia y nos llama y lleva a formarnos pueblo.
La actitud individualista, que se ha favorecido en nuestra época, cediendo al egoísmo humano, ha construido una estructura cultural y generado muchas y perniciosas ideologías de ahora, rompiendo toda dinámica de Comunión, pervirtiendo el amor, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, económicas y políticas y hasta dificultando seriamente la vida de muchas comunidades cristianas.
El Espíritu de Dios, donde puede actuar con libertad, crea Comunión y lleva a los creyentes a formar Comunidades en Cristo y las hace crecer con el aporte de cada uno de ellos, esté como esté y sea quien sea.
El Espíritu Santo, con el Padre, nos hace uno en Cristo para la vida y el bien de todos. Él nos llena de su Paz, la ganada por Cristo con el don de su propia Vida y no sólo nos otorga el perdón, sino que nos hace ministros del mismo, porque éste es camino de Comunión.
En el Espíritu tenemos la verdadera unidad de la Comunión en la paz y la justicia propia del Amor en la Verdad. Él es el don del Padre y del Hijo Resucitado, y, como tal, hace fecundo el perdón.
Sólo este perdón permite que los corazones se unan y entiendan el mensaje del Dios de la vida que nos llama a dejarnos renovar por su Espíritu, remover por su viento impetuoso y quemar por su fuego de Amor a cada persona humana, especialmente a los más débiles, pobres y marginados.
La primera comunidad es convocada por la experiencia de Comunión generada por el Espíritu
El Espíritu nos libera, une e integra en la Comunión Trinitaria metiéndonos entre los hombres para ayudarles a recibir los dones de Dios: somos testigos de la presencia y acción de Dios.
Dios, espíritu puro, siempre está entre nosotros trabajando a nuestro favor. Seamos dóciles.
Todos los dones llegan del Espíritu de Dios y cada uno es para la maduración de la Comunidad
Toda persona es beneficiaria de los dones del Espíritu Santo, pero la inmensa mayoría de la humanidad no lo sabe: ¡debemos comunicárselo! siendo dóciles a la Voluntad de Dios, Uno y Trino, y generosos en la construcción comunitaria y el cumplimiento de la Misión a alla confiada.
Cristo nos da su vida para que recibamos los dones de Dios, y ellos nos llevan a la Comunión.
La resurrección, fruto del Amor de Dios, con el don del Espíritu, da la Paz y el perdón para todos
Jesús resucitado sopla sobre los apóstoles –como una nueva creación– y les da el Espíritu.
Con el don del Espíritu recibimos la misma Misión encomendada por el Padre a su Hijo, el Cristo: construir la Paz en la Verdad por la fuerza del Amor, que nos lleva al Perdón. Verdadera Vida Nueva, por la Comunión con Dios, que permite una comunidad humana en renovación constante.
Pidamos a María vivir abiertos al Espíritu y siempre más dóciles a lo que nos pide en sus dones.
Hch. 2, 1-11: ...el día de Pentecostés, estaban todos reunidos... De pronto, vino del cielo como un ruido... de viento que resonó en toda la casa... vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron... sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo... Habían en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones... cada uno les escuchaba hablar en su propia lengua... y decían: «¿No son galileos todos éstos que nos hablan?... ¿Cómo es que les escuchamos proclamar las grandezas de Dios en nuestra propia lengua?»...
Sal.: 1031ab.24ac.29b-31.34 Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
1Cor. 12, 3b-7.12-13: Nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu... En cada uno el Espíritu se manifiesta para el bien común... todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo –judíos o griegos, esclavos o libres–...
Jn. 20, 19-23: Al atardecer del primer día de la semana los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús llegó y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La Paz esté con Uds.!... Como el Padre me envió a Mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados les serán perdonados a quienes ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
“¡La Paz esté con ustedes!” Son las palabras de Jesús a sus discípulos preparándolos a la misión que les va a confiar y nos confía a nosotros. Para que podamos ser fieles y nos mantengamos en la esfera de la paternidad materna de Dios, Éste nos envía al mismo Espíritu que guió a la gloria a Jesús. La misión del Espíritu es llevar a la plenitud la obra salvadora desarrollada por el Hijo según el eterno y maravilloso plan del Padre. ¡Todo Dios para nosotros! ¿Qué más queremos?
El Dios amor confía a nosotros y desea que nos dejemos inflamar por su Amor eterno y creador-salvador-santificador. Se nos manifiesta en la imagen de un viento fuerte que remueve todos los papeles y basura que tapan lo fundamental; desea indicarnos lo permanente, la verdadera dirección de la vida: ¡nos toca escuchar y dejarnos guiar por Él!
Toda salvación que se hace efectiva en la historia es obra del Espíritu Santo y eso en toda persona que se pone a su alcance, es decir, que se abre a Él. No lo olvidemos: no violenta nada, aunque se presente como viento violento, pero respetuoso de cada intimidad y de cada voluntad. Si insiste es porque sabe lo importante que es lo que nos está ofreciendo y que para que tenga efecto en nosotros es indispensable que aceptemos secundar lo que nos propone. Él no duerme ni dormita, dice el salmo, y otro dice que renueva la faz de la tierra... Lo tenemos todo a nuestra disposición
Es el Espíritu de la Verdad, del Perdón, de la Unidad, de la Paz, de la Alegría, del Éxito seguro.
Que la Madre del Hijo encarnado, mujer dócil al Espíritu, nos abra para vivir su misma actitud.
Unidos en oración con María, la siempre dócil al Espíritu Santo:
P. José Mª Domènech SDB
«Reciban el Espíritu Santo»
El Señor, como Padre Universal de todos y de cada uno de los seres humanos, nos ha creado con un plan maravilloso: que seamos, como imagen suya que somos, Comunión de personas y, por vivir así, un solo pueblo universal. Por eso nos ha infundido su propia vida: seres. Pero nada se mostrará, hasta que nosotros aceptemos vivir como el Señor nos ofrece en su maravilloso plan.
La Comunión personal es la base para la del pueblo. Para que sea efectiva la unidad, tiene que ser experiencia personal, directa o indirecta; pues, si no es así, no será vida propia y no nos comprometerá realmente. Por eso Dios nos crea en una familia y nos llama y lleva a formarnos pueblo.
La actitud individualista, que se ha favorecido en nuestra época, cediendo al egoísmo humano, ha construido una estructura cultural y generado muchas y perniciosas ideologías de ahora, rompiendo toda dinámica de Comunión, pervirtiendo el amor, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, económicas y políticas y hasta dificultando seriamente la vida de muchas comunidades cristianas.
El Espíritu de Dios, donde puede actuar con libertad, crea Comunión y lleva a los creyentes a formar Comunidades en Cristo y las hace crecer con el aporte de cada uno de ellos, esté como esté y sea quien sea.
El Espíritu Santo, con el Padre, nos hace uno en Cristo para la vida y el bien de todos. Él nos llena de su Paz, la ganada por Cristo con el don de su propia Vida y no sólo nos otorga el perdón, sino que nos hace ministros del mismo, porque éste es camino de Comunión.
En el Espíritu tenemos la verdadera unidad de la Comunión en la paz y la justicia propia del Amor en la Verdad. Él es el don del Padre y del Hijo Resucitado, y, como tal, hace fecundo el perdón.
Sólo este perdón permite que los corazones se unan y entiendan el mensaje del Dios de la vida que nos llama a dejarnos renovar por su Espíritu, remover por su viento impetuoso y quemar por su fuego de Amor a cada persona humana, especialmente a los más débiles, pobres y marginados.
La primera comunidad es convocada por la experiencia de Comunión generada por el Espíritu
El Espíritu nos libera, une e integra en la Comunión Trinitaria metiéndonos entre los hombres para ayudarles a recibir los dones de Dios: somos testigos de la presencia y acción de Dios.
Dios, espíritu puro, siempre está entre nosotros trabajando a nuestro favor. Seamos dóciles.
Todos los dones llegan del Espíritu de Dios y cada uno es para la maduración de la Comunidad
Toda persona es beneficiaria de los dones del Espíritu Santo, pero la inmensa mayoría de la humanidad no lo sabe: ¡debemos comunicárselo! siendo dóciles a la Voluntad de Dios, Uno y Trino, y generosos en la construcción comunitaria y el cumplimiento de la Misión a alla confiada.
Cristo nos da su vida para que recibamos los dones de Dios, y ellos nos llevan a la Comunión.
La resurrección, fruto del Amor de Dios, con el don del Espíritu, da la Paz y el perdón para todos
Jesús resucitado sopla sobre los apóstoles –como una nueva creación– y les da el Espíritu.
Con el don del Espíritu recibimos la misma Misión encomendada por el Padre a su Hijo, el Cristo: construir la Paz en la Verdad por la fuerza del Amor, que nos lleva al Perdón. Verdadera Vida Nueva, por la Comunión con Dios, que permite una comunidad humana en renovación constante.
Pidamos a María vivir abiertos al Espíritu y siempre más dóciles a lo que nos pide en sus dones.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
DOMINGO DE PENTECOSTÉS – X DEL TIEMPO ORDINARIO
El don de Jesús es el Espíritu Santo, fuente de Unidad, Paz y Perdón; Él reparte sus dones para el bien de todos: así es como lo transforma todo
El don de Jesús es el Espíritu Santo, fuente de Unidad, Paz y Perdón; Él reparte sus dones para el bien de todos: así es como lo transforma todo
Hch. 2, 1-11: ...el día de Pentecostés, estaban todos reunidos... De pronto, vino del cielo como un ruido... de viento que resonó en toda la casa... vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron... sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo... Habían en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones... cada uno les escuchaba hablar en su propia lengua... y decían: «¿No son galileos todos éstos que nos hablan?... ¿Cómo es que les escuchamos proclamar las grandezas de Dios en nuestra propia lengua?»...
Sal.: 1031ab.24ac.29b-31.34 Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
1Cor. 12, 3b-7.12-13: Nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu... En cada uno el Espíritu se manifiesta para el bien común... todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo –judíos o griegos, esclavos o libres–...
Jn. 20, 19-23: Al atardecer del primer día de la semana los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús llegó y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La Paz esté con Uds.!... Como el Padre me envió a Mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados les serán perdonados a quienes ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
No hay comentarios.:
Publicar un comentario