junio 01, 2014

«Yo estaré con ustedes todos los días»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 1° de junio.


Éstos son, los que concluimos esta semana séptima de pascua, los cincuenta días en los que Cristo se ha esmerado en profundizar su relación personal con los apóstoles para ayudarles a vivir asimilando los dones y compromisos que implica de su Resurrección.

Es ésta, la resurrección, la que ha transformado la existencia del Pueblo de Dios, el elegido con Abraham y cada uno de los patriarcas; el rescatado de la esclavitud a través de Moisés y sostenido por el mismo Dios con cada uno de los profetas, es decir, Pueblo que ha madurado y profundizado su existencia siguiendo el camino –con todos sus límites y defectos– según los planes históricos de Dios. Ahí, como sucede con todas las experiencias formativas, los hay que comenzaron con mucho entusiasmo, pero se quedaron por el camino, unos perdidos en sí mismos, como Judas –el que lo entregó–; otros centrados en sus visiones y pareceres, como los buenos de los fariseos –que no estuvieron dispuestos a ceder ante las ‘pretensiones’ de Jesús– y otros que, por varios motivos, habiéndose desviado –como Pedro o los discípulos desilusionados que dejaban la Comunidad e iban a Emaús–, retomaron a una creciente intimidad Jesús y compromiso con su Comunidad.

Una cosa que me parece evidente en esta historia es que para Jesús esa “su Comunidad” es vital para poder vivir, comprender y aprovechar lo que significa su Resurrección y los maravillosos frutos de Vida nueva que ofrece a todos sin excepción. Los defectos y los errores no son ningún impedimento, solo lo es la cerrazón y terquedad ante la paciente gracia de Dios que a todos llega.

Jesús solo pide apertura al Espíritu, que es que ahora se va a quedar con ellos, como, hasta ahora, lo estuvo Él. El Espíritu los guiará y los alentará. Él les enseñará a profundizar. Él los orientará para que cumplan, con frutos permanentes, el Plan de Padre, que fue la Misión del Hijo.

Que María, la Madre de Jesús, siempre dócil al Espíritu, nos enseñe a vivir en la misma actitud.

Unidos en oración con María, la Madre misionera de la Iglesia misionera:

P. José Mª Domènech SDB

«Yo estaré con ustedes todos los días»

Si no hay cierta plenitud y grandeza en el horizonte de una persona, sin esperanza de algo mejor, sin el deseo de lograrlo y sin empeño en el esfuerzo, no crece nada. En la vida nada es automático. Ni siquiera el crecimiento físico: mientras el organismo tiene opciones de crecimiento y maduración, lo hace; cuando se le acaba esta perspectiva, empieza la declinación, la física, la psíquica, la moral o la espiritual y el resultado es la muerte. Si hay ideales y esperanza, se lucha y se gana, más o menos, pero se gana.

El poder de Dios es poder salvador. Él se fía tanto en nosotros, que nos lo confía para que esta experiencia vital llegue a todos los hombres sin excepción ni restricción alguna, aun a los que dicen no creer en Él. Les tocará a ellos aceptar o resistirse: eso es entera responsabilidad personal.

¿Vale la pena esforzarse, si lo que nos espera es la muerte? Evidentemente las ganas se esfuman y con razón sobrada. Pero no estamos solos: el Señor nos acompaña. Se fue al Padre para estar más cerca de todos: Es vital que lo entendamos, valoremos y aceptemos en toda su riqueza y en su real dimensión para no desalentarnos al llegar –porque llegarán– las dificultades y la horrible presencia de la muerte.

Si vivimos abiertos al Señor, que enaltece a toda persona, podremos anunciar a todos que Cristo, en su humanidad, fue glorificado por su libre disponibilidad al Padre. Con nosotros será igual, ¡no lo dudemos!

La obra de Cristo es puesta por Éste en manos de sus apóstoles: deben abrirse a la presencia del Espíritu

Jesús es enaltecido a la Gloria del Padre con toda su humanidad, pues fue con toda ella que supo aceptar y vivir la Voluntad del Padre, Voluntad de Salvación y Vida Eterna para todos sus hermanos, la humanidad.

Cristo se queda con su Espíritu y volverá con toda su Gloria a glorificar a los que vivan como Él en el día a día.

Debemos comprender y asumir lo que el Amor de Dios pide a sus discípulos para vivirlo y compartirlo

El Señor recibe todo el poder de Dios, eso significa ‘sentarse a la diestra de Dios Padre’, para interceder por nosotros. Pablo desea que entendamos lo que esto significa a favor nuestro y captemos los beneficios que nos trae.

Cristo es nuestra cabeza: Él nos forma como Su Comunidad, pues somos sus discípulos. Como Él piensa y vive, así debemos aprender, todos los días, a pensar y actuar nosotros en medio y a favor de nuestros hermanos.

Jesús, con todo el poder de resucitado, nos envía al mundo para que todos le conozcan, amen y sigan

El Señor nos promete que siempre estará con nosotros. Él cumple. Nos toca a nosotros no fallarle a Él. Muchas veces, sin duda, no nos sea fácil creer –no lo fue para los primeros discípulos de Jesús, ni siquiera cuando lo veían y lo tocaban y comían con Él– pero, si somos dóciles a su Espíritu, hasta daremos testimonio de su Amor y Vida.

En su absoluto Poder Redentor, es su explícita deseo que su Gracia de Salvación llegue a todos, fuertes y débiles, sin rechazar a nadie, por eso nos llama a todos, nos pide formar su Comunidad de Vida Nueva y nos envía.

Pidamos a María aceptar la Voluntad del Señor Glorificado, ser dóciles al Espíritu y anunciar su Salvación.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO PASCUAL – DOMINGO VII
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
El Señor ha sido glorificado, pero se quedó con nosotros. Nos pide que nos abramos a su Espíritu para poder anunciar su Salvación según su Voluntad.

Hch. 1, 1-11:
...Después de su pasión, Jesús se manifestó a [sus discípulos] dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión... les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran la promesa del Padre: «La promesa –les dijo– que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero Uds. serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días... recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre Uds. y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y en Samaría, y hasta los confines de la tierra.» Dicho esto los apóstoles lo vieron elevarse y una nube lo ocultó de la vista de ellos... se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que... fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.»

Sal. 462-3. 6.9: El Señor asciende entre aclamaciones.

Ef. 1, 17-23:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria... ilumine sus corazones para que puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia... y la extraordinaria grandeza del poder con que Él obra en nosotros... poder que Dios manifestó en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo... Él puso todas sus cosas bajo sus pies y lo constituyó... cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo...

Mt. 28, 16-20: Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús les había citado. Al verlo se postraron delante de Él; sin embargo algunos todavía dudaron. Acercándose Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo los que Yo les he mandado. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.»









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