septiembre 14, 2014

Exaltación de la Santa Cruz

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 14 de setiembre.

“Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.” ¿Necesitamos más claridad? ¿El Señor Jesús está en lo más alto de nuestra vida? No ponerlo ahí es hacer casi inútil el don de su vida a favor de la propia vida y libertad.

En la Fe cristiana las respuestas son personales: Él y nosotros en la Comunidad. Es por ella en la que recibimos el don de la Fe –confiada por Dios a nosotros para el bien de los hermanos– y es en ella donde Dios alimenta nuestra respuesta de Fe –de la que deberemos dar cuenta al que nos la confió para el bien de los que nos rodean y nos han sido confiados por solidaridad natural y por la propia de la Fe–. Pero no temamos nuestra debilidad, pues Dios no solo nos ha confiado a los cariñosos cuidados de su Madre, sino que Él mismo no deja de darnos su vida en cada Eucaristía.

Lo importante es que nosotros vayamos a Él, que nos espera en la Comunidad a la que, en su Providencia, nos integró para que no camináramos solos, pues estando solos perderemos muchos dones.

María nos ayude a poner a su Hijo en lo más alto de nuestra vida para dar a otros su Salvación.
Unidos en oración con María, la Madre del amor entregado y salvador:

P. José Mª Domènech SDB

Exaltación de la Santa Cruz

¿Qué vida no tiene cruces? ¿Es posible ser feliz con cruces de todo tipo: naturales y construidas por nosotros mismos? ¡Depende de nosotros! Dios se entregó y venció el mal y la muerte para que lo logremos.

Cristo, se hace uno de nosotros y, con el don de su vida en la cruz, nos sana, nos salva y nos santifica.

Aceptar al Señor y seguirle, da su Paz, da su Vida eterna, da su Salvación. ¡Depende de cada uno!

Siempre viviremos rodeados de peligros, como serpientes venenosas, es inevitable y natural; pues el pecado no solo es personal: está en nosotros mismos y en nuestra comunidad, sino que se ha hecho estructura, pues somos nosotros, pecadores, los que construimos las estructuras humanas que necesitamos.

Dios no desprecia nuestra realidad pecadora, pues somos sus hijos y nos ama; pero tampoco desea ver desfigurada nuestra dignidad a consecuencia de nuestro pecado, personal y social, por eso Él mismo se hace uno de nosotros para redimirnos y enseñarnos el camino de la redención personal y social.

Para Dios lo importante somos nosotros, no su gloria, que no está en peligro ninguno.

Sólo la cruz, signo de un suplicio que, vivido en el amor obediente, se convierte en camino de salvación para todos, se hace signo de liberación del mal y del pecado, pues en ella fueron vencidos para siempre.

El Hijo del hombre debe aceptar lo que el hombre-padre no aceptó en su momento, elevarse al nivel de Dios, su Padre, a través de una obediencia fiel y sincera, aún en el dolor del rechazo y de la contradicción.

Rebelarse contra los planes de Dios es asumir la muerte como guía y compañera de nuestra vida.

El pueblo de Israel se rebela y maldice los planes de Dios y su profeta, eso le separa de la paz y la vida.

Las serpientes son un símbolo que nos habla de los peligros de la rebeldía contra Dios y sus planes.

Es necesario convertirse: elevar la mirada reconociendo el propio pecado y buscando la salvación de Dios

El mismo origen de la humanidad da el remedio contra el pecado: el vivo Amor de Dios, siempre próximo.

Desde el principio el pecado está presente en la historia de la humanidad y así será: somos pecadores.

Pero el Amor de Dios encontró el remedio: Él creó, Él redimirá, pero el hombre debe decidir su suerte.

Dios se hace hombre, asume toda la realidad como es y obedece al Padre más allá de lo ‘lógico’ humano.

La redención viene por el mismo camino que vino el pecado: obediencia – desobediencia; Fe – no-Fe.

Para salvar es necesario elevar a la humanidad por encima de ella misma y eso lo hará el hombre-Dios.

Es básico dejarnos asimilar por el Evangelio de la Salvación: eso es elevar al Señor en nuestra vida.

Somos nosotros quienes necesitamos la Salvación de Jesús, por eso debemos abrirnos y dejarnos asumir por Él y transformar nuestra vida por la Suya, sin resistencias ni condiciones.

La felicidad es fin cierto de nuestra fidelidad al Señor de la Vida nueva y de la Paz. Jamás lo dudemos.

Pidamos a María fiarnos del Señor Jesús, que se fía de nosotros, y darle libertar total en nuestra vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXIV
Exaltación de la Santa Cruz

La Salvación no es magia divina, sino una decisión del Amor eterno de Dios hecha historia en el don de la vida de Jesús en cruz a favor todo ser humano

Nm. 21, 4b-9:
...el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto?, ¿para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua y ya estamos hartos de esta comida miserable!» Entonces el Señor envió... unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas. Él pueblo acudió a Moisés y le dijo: «Hemos pecado... Intercede delante de Dios para que aleje de nosotros esas serpientes.» Moisés intercedió... y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará sano.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un mástil. Cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba sano.

Sal. 771-2.34-38: No olviden las proezas del Señor

Flp. 2, 6-11:
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró que debía guardar celosamente su igualdad con Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante al hombre... se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte en cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame, para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor.”

Jn. 3, 13-17: Jesús dijo: «Nadie ha subido al Cielo, sino el que descendió del Cielo, el Hijo del hombre, que está en el Cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan vida eterna. Sí: Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.»







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