Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 23 de noviembre, fiesta de Cristo Rey del Universo.
“Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo...” En Dios nada se improvisa: todo está pensado y preparado. Él es Providencia y su Amor no permite que nada nos perjudique, sino que nos beneficie, aunque no siempre sea según nuestros gustos, que están todavía muy atados a nuestro sentir físico y/o social. Él nos cuida para que no nos dejemos engañar ni desviar por los que se dejaron pervertir por diversas influencias que les fueron distanciando de Dios, al que no amaban con adecuada profundidad y con el que, por lógica consecuencia, no tenían intimidad vital. La presencia de Dios en nuestra vida, a través de la misma vida de Dios en Cristo Jesús, es garantía del éxito de nuestra existencia y del futuro feliz de nuestras relaciones: a mayor profundidad, más seguridad e infalible certeza vital, pues Dios no falla. Lo único que nos pide, a toda persona humana, es que seamos tal como fuimos creados: ¡como Dios!, dadora de vida, siempre y en toda circunstancia: ¡eso es lo que nos define!
Cristo nos enriquece con el don de su vida, y su resurrección nos asegura gozar la herencia que nos espera sin duda alguna. María nos muestra con su vida cuál es el camino de nuestro éxito.
Unidos en oración con María, al Madre auxiliadora y servicial en el Amor para la Vida plena:
P. José Mª Domènech SDB
Solo quien vive y es vencedor definitivo de la muerte puede ser garante de Vida: lo otro son palabras.
Cristo Jesús, el resucitado de entre los muertos, nos asegura que fiarse de Él supone aprender a vivir cada día como Él, sirviendo a los hermanos para que éstos vivan en dignidad creciente, y nos garantiza que gozaremos de los bienes eternos de su Resurrección y de su victoria definitiva contra todo mal.
Lo importante es ser buenos según el criterio de Dios, no portarnos bien según nuestra visión humana.
Lo definitivo del éxito de la vida lo marca el que seamos como Dios, pues a su imagen fuimos creados.
Dios no cede su grandeza a nadie, pues eso sería condenarnos a la barbarie del individualismo y anarquía.
Dios tienen una cercanía personal con su Pueblo: Él mismo se preocupa del bien de cada uno de sus hijos
Los gobernantes –‘pastores’– infieles a Dios, llevaban al pueblo a la desgracia. Dios defiende a los suyos.
Dios cuida y defiende a toda persona contra cualquier abuso, interno o externo, pues eso la degrada.
Eso siempre será así. Sólo quien vive en Dios con sincera e industriosa fidelidad despierta esperanza.
Cristo Jesús, primer resucitado de entre los muertos, es el vencedor de la muerte y del mal, que la genera
Nuestro Rey solo tiene corona de espinas, Él pelea nuestras batallas por la justicia, la verdad y la paz.
Cristo es el nuevo Adán por su fidelidad al Padre; Él nos señala el camino de la vida y la esperanza.
Para nosotros lo más importante y vital es volver a poner a Dios, nuestro Padre, en su lugar central.
Si Dios está en el centro, hasta la muerte será derrotada y todo mal perderá su fuerza y dominio en la vida.
La realeza de Dios se impone de por sí: llevar la realidad a lo que es en sí misma por el Amor que la creó
El cielo es la herencia pensada por Dios, desde la creación, para nosotros, sus hijos. No lo ‘ganamos’.
Dios no juzga arbitrariamente a cada persona, sino las propias decisiones ante los hermanos más débiles.
La vida de Dios es dar vida a todos, atendiendo a la indigencia de cada uno: nacimos para ser como Él.
El juicio lo hace la vida, no las normas y la vida es esencialmente Amor. Donde está éste, hay salvación.
Pidamos a María vivir en el Amor de Dios y generar siempre vida y esperanza en todo tiempo y lugar.
Ez. 3411-12.15-17: Así habla el Señor: «¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar a mi rebaño y me ocuparé de él... me ocuparé de mis ovejas y las liberaré de todos los lugares donde se habían dispersado en un día de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las haré descansar... haré volver a la descarriada y sanaré a la enferma... Yo las apacentaré con justicia.» En cuanto a Uds., ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos.»
Sal. 221-2a.2b-3.5.6: El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.
1Cor. 1520-26.28: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. Así como todos mueren en Adán, así todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde, Cristo, el primero de todos, luego los que están unidos a Él... En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo principado, dominio y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte. Y cuando el Universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.
Mt. 2531-46: Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.” Los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento... sediento... forastero... desnudo... enfermo o preso... [y te socorrimos]?” Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.” Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de Mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre... sed... era forastero... estaba desnudo... enfermo y preso [y no me ayudaron].” Éstos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso y no te socorrimos?” Y Él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.” Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»
“Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo...” En Dios nada se improvisa: todo está pensado y preparado. Él es Providencia y su Amor no permite que nada nos perjudique, sino que nos beneficie, aunque no siempre sea según nuestros gustos, que están todavía muy atados a nuestro sentir físico y/o social. Él nos cuida para que no nos dejemos engañar ni desviar por los que se dejaron pervertir por diversas influencias que les fueron distanciando de Dios, al que no amaban con adecuada profundidad y con el que, por lógica consecuencia, no tenían intimidad vital. La presencia de Dios en nuestra vida, a través de la misma vida de Dios en Cristo Jesús, es garantía del éxito de nuestra existencia y del futuro feliz de nuestras relaciones: a mayor profundidad, más seguridad e infalible certeza vital, pues Dios no falla. Lo único que nos pide, a toda persona humana, es que seamos tal como fuimos creados: ¡como Dios!, dadora de vida, siempre y en toda circunstancia: ¡eso es lo que nos define!
Cristo nos enriquece con el don de su vida, y su resurrección nos asegura gozar la herencia que nos espera sin duda alguna. María nos muestra con su vida cuál es el camino de nuestro éxito.
Unidos en oración con María, al Madre auxiliadora y servicial en el Amor para la Vida plena:
P. José Mª Domènech SDB
Cristo Rey del Universo
Solo quien vive y es vencedor definitivo de la muerte puede ser garante de Vida: lo otro son palabras.
Cristo Jesús, el resucitado de entre los muertos, nos asegura que fiarse de Él supone aprender a vivir cada día como Él, sirviendo a los hermanos para que éstos vivan en dignidad creciente, y nos garantiza que gozaremos de los bienes eternos de su Resurrección y de su victoria definitiva contra todo mal.
Lo importante es ser buenos según el criterio de Dios, no portarnos bien según nuestra visión humana.
Lo definitivo del éxito de la vida lo marca el que seamos como Dios, pues a su imagen fuimos creados.
Dios no cede su grandeza a nadie, pues eso sería condenarnos a la barbarie del individualismo y anarquía.
Dios tienen una cercanía personal con su Pueblo: Él mismo se preocupa del bien de cada uno de sus hijos
Los gobernantes –‘pastores’– infieles a Dios, llevaban al pueblo a la desgracia. Dios defiende a los suyos.
Dios cuida y defiende a toda persona contra cualquier abuso, interno o externo, pues eso la degrada.
Eso siempre será así. Sólo quien vive en Dios con sincera e industriosa fidelidad despierta esperanza.
Cristo Jesús, primer resucitado de entre los muertos, es el vencedor de la muerte y del mal, que la genera
Nuestro Rey solo tiene corona de espinas, Él pelea nuestras batallas por la justicia, la verdad y la paz.
Cristo es el nuevo Adán por su fidelidad al Padre; Él nos señala el camino de la vida y la esperanza.
Para nosotros lo más importante y vital es volver a poner a Dios, nuestro Padre, en su lugar central.
Si Dios está en el centro, hasta la muerte será derrotada y todo mal perderá su fuerza y dominio en la vida.
La realeza de Dios se impone de por sí: llevar la realidad a lo que es en sí misma por el Amor que la creó
El cielo es la herencia pensada por Dios, desde la creación, para nosotros, sus hijos. No lo ‘ganamos’.
Dios no juzga arbitrariamente a cada persona, sino las propias decisiones ante los hermanos más débiles.
La vida de Dios es dar vida a todos, atendiendo a la indigencia de cada uno: nacimos para ser como Él.
El juicio lo hace la vida, no las normas y la vida es esencialmente Amor. Donde está éste, hay salvación.
Pidamos a María vivir en el Amor de Dios y generar siempre vida y esperanza en todo tiempo y lugar.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIV
CRISTO REY DEL UNIVERSO
Dios solo piensa en nosotros, en cada uno y nos cuida personalmente para llevarnos a la más alta plenitud de vida: ser como Él, siempre dadores de vida.
CRISTO REY DEL UNIVERSO
Dios solo piensa en nosotros, en cada uno y nos cuida personalmente para llevarnos a la más alta plenitud de vida: ser como Él, siempre dadores de vida.
Ez. 3411-12.15-17: Así habla el Señor: «¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar a mi rebaño y me ocuparé de él... me ocuparé de mis ovejas y las liberaré de todos los lugares donde se habían dispersado en un día de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las haré descansar... haré volver a la descarriada y sanaré a la enferma... Yo las apacentaré con justicia.» En cuanto a Uds., ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos.»
Sal. 221-2a.2b-3.5.6: El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.
1Cor. 1520-26.28: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. Así como todos mueren en Adán, así todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde, Cristo, el primero de todos, luego los que están unidos a Él... En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo principado, dominio y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte. Y cuando el Universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.
Mt. 2531-46: Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.” Los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento... sediento... forastero... desnudo... enfermo o preso... [y te socorrimos]?” Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.” Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de Mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre... sed... era forastero... estaba desnudo... enfermo y preso [y no me ayudaron].” Éstos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso y no te socorrimos?” Y Él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.” Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»
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