Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 7 de diciembre:
“Yo los bautizo con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo.” A Juan Bautista no le preocupa que su pueblo reciba el bautismo, sino que se abra al Señor que llega con el Espíritu. Entiende que si no le recibe bien dispuesto –en continua conversión al Amor de Dios– lo pierde todo. También nosotros, tengamos la religión que tengamos: nada puede salvarnos, solo el Señor.
El Señor llega para fecundar nuestra vida –y con ella nuestro mundo– con la Vida nueva de su Espíritu que nos ha llenado el día de nuestro Bautismo y de la Confirmación.
Es más que un hecho histórico, es el don del Amor de Dios, que se nos confía a los discípulos de Jesús para todos. Debemos ser, con nuestra vida, mensaje de consuelo, esperanza, fortaleza y perseverante renovación en medio de un mundo, que no comprende y hasta, en su desconcierto, nos ataca. Dios es Padre y no quiere que nadie se pierda: ¡ninguno, sea quien sea y esté como esté!
“Preparen el camino”, nos pide el Señor a través de los profetas: no desoigamos su voz, pues nos va la vida y la de muchos en nuestro mundo: ¡somos realmente responsables! ¡No nos durmamos!
Cristo es nuestra Salvación. Él nos invita, una y otra vez, a dejarnos transformar por su Espíritu. María, la Madre Inmaculada, nos lleva la delantera y nos enseña a caminar dóciles al Espíritu.
Unidos en oración con María, la Inmaculada-Auxiliadora, toda llena del Espíritu:
P. José Mª Domènech SDB
Se nos ofrece una Buena Noticia que todo lo cambia; no es algo, pasado o futuro, sino alguien presente: Jesús. Pero para que cambiar algo, esta persona necesita ser recibida de verdad, no solo formalmente.
Recibir a Jesús significa aceptarle en nuestra vida, darle plena libertad y estando disponibles a Él.
Nuestro mundo nos ofrece su ‘felicidad’, y, para que le creamos, invierte mucho mostrándonos lo maravilloso de su oferta; claro que lo que no nos dice es que su ‘felicidad’ degrada, se esfuma y nos deja vacíos.
El profeta Isaías nos anima a retomar el ritmo de nuestra esperanza, a superar la experiencia de ser pecadores: nos asegura que el Señor viene a darnos lo mejor y más estable para nuestro bien y vida plena.
¡Cuánto desearíamos que la Salvación de Dios ya se vea plena y concreta en nuestra vida! ¿Quién no?
Ésta es nuestra tarea. La Salvación ahora siempre estará en formación: camino interior que debemos hacer con esfuerzo diario; quien lo hace se convierte en testigo y, por eso, profeta de salvación y vida nueva.
Juan Bautista es profeta y testigo de la Salvación que llega a todos y que él ya vive, aunque no la comprenda como lo hará, vivirá y presentará Jesús. Él es la bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: su mentalidad está anclada en los profetas del Dios de Israel, pero anuncia el bautismo en el Espíritu Santo.
Dios jamás se cansa de acompañar y consolar a su pueblo, si se arrepiente, lo perdonará y lo renovará.
El pueblo es débil y con facilidad se aleja del Amor de Dios. Cree, pero él no es libre, su fe es superficial.
El Dios de Israel es Dios de la vida, por eso busca elevar a su pueblo, lo consuela para que no se deprima.
Jamás la lucha por la fidelidad será fácil, pero, si el pueblo se abre, su Dios llega con todos sus bienes.
La promesa de la cercanía y regreso de Jesús no tarda, sino que espera con paciencia nuestra conversión
Superar de una vez problemas y luchas es normal, pero más bien de lo que se trata es de convertirnos.
Nadie como Dios desea vernos libres y llenos de Él, pero somos libres, y nosotros debemos aceptarlo.
Cristo dio su vida por nuestra liberación, pero la decisión está en nuestra mano: Él espera paciente.
La conversión da libertad a Dios y Él puede transformarnos en nueva creación para el bien de todos.
La predicación de Juan atraía por vivir lo que decía, con su forma de ser, y mostrar al esperado por todos
Para Juan el valor de su vida está en anunciar la Salvación, para recibirla bien es necesario convertirse.
La Salvación no es una teoría o una religión o un modo de vida, sino una persona concreta: Cristo.
Él es la Buena Noticia, el Mesías esperado, que nos ofrece la Misericordia de Dios: le allanamos la vida.
Recibirle significa hacer como Juan: acoger, vivir y proclamar en nuestra cultura la Salvación presente.
Pidamos a María abrirnos al Espíritu que Jesús nos ofrece y ser más dóciles a su Palabra y Vida nueva.
Is. 401-5.9-11: ¡Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice tu Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle... que su culpa está pagada... Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor... nuestro Dios! ¡Que se rellenen los valles y se aplanen las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntos, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a la montaña elevada, tú que traes la buena noticia... levanta... tu voz... sin temor, di a las ciudades de Judá: «¡Ahí está tu Dios!» Ya llega el Señor...: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, Él apacienta su rebaño, lo reúne..., lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Sal. 849ab-14: Muéstranos, Señor, tu Misericordia.
2Pe. 38-14: Delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con Uds., porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el día del Señor llegará como un ladrón, y ese día... todas las cosas se desintegrarán... ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de Uds. esperando y acelerando la venida del Señor!... nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que Él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
Mc. 11-8: Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito...: «Mira, Yo envío a mi mensajero delante de Ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: ‘Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos’», así se presentó Juan, el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y... de Jerusalén acudía a él y se hacía bautizar... confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el que es más poderoso que yo, y yo ni siguiera soy digno de... desatar la correa de sus sandalias. Yo los bautizo a Uds. con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo.»
“Yo los bautizo con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo.” A Juan Bautista no le preocupa que su pueblo reciba el bautismo, sino que se abra al Señor que llega con el Espíritu. Entiende que si no le recibe bien dispuesto –en continua conversión al Amor de Dios– lo pierde todo. También nosotros, tengamos la religión que tengamos: nada puede salvarnos, solo el Señor.
El Señor llega para fecundar nuestra vida –y con ella nuestro mundo– con la Vida nueva de su Espíritu que nos ha llenado el día de nuestro Bautismo y de la Confirmación.
Es más que un hecho histórico, es el don del Amor de Dios, que se nos confía a los discípulos de Jesús para todos. Debemos ser, con nuestra vida, mensaje de consuelo, esperanza, fortaleza y perseverante renovación en medio de un mundo, que no comprende y hasta, en su desconcierto, nos ataca. Dios es Padre y no quiere que nadie se pierda: ¡ninguno, sea quien sea y esté como esté!
“Preparen el camino”, nos pide el Señor a través de los profetas: no desoigamos su voz, pues nos va la vida y la de muchos en nuestro mundo: ¡somos realmente responsables! ¡No nos durmamos!
Cristo es nuestra Salvación. Él nos invita, una y otra vez, a dejarnos transformar por su Espíritu. María, la Madre Inmaculada, nos lleva la delantera y nos enseña a caminar dóciles al Espíritu.
Unidos en oración con María, la Inmaculada-Auxiliadora, toda llena del Espíritu:
P. José Mª Domènech SDB
Tiempo de Adviento: Domingo II
Se nos ofrece una Buena Noticia que todo lo cambia; no es algo, pasado o futuro, sino alguien presente: Jesús. Pero para que cambiar algo, esta persona necesita ser recibida de verdad, no solo formalmente.
Recibir a Jesús significa aceptarle en nuestra vida, darle plena libertad y estando disponibles a Él.
Nuestro mundo nos ofrece su ‘felicidad’, y, para que le creamos, invierte mucho mostrándonos lo maravilloso de su oferta; claro que lo que no nos dice es que su ‘felicidad’ degrada, se esfuma y nos deja vacíos.
El profeta Isaías nos anima a retomar el ritmo de nuestra esperanza, a superar la experiencia de ser pecadores: nos asegura que el Señor viene a darnos lo mejor y más estable para nuestro bien y vida plena.
¡Cuánto desearíamos que la Salvación de Dios ya se vea plena y concreta en nuestra vida! ¿Quién no?
Ésta es nuestra tarea. La Salvación ahora siempre estará en formación: camino interior que debemos hacer con esfuerzo diario; quien lo hace se convierte en testigo y, por eso, profeta de salvación y vida nueva.
Juan Bautista es profeta y testigo de la Salvación que llega a todos y que él ya vive, aunque no la comprenda como lo hará, vivirá y presentará Jesús. Él es la bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: su mentalidad está anclada en los profetas del Dios de Israel, pero anuncia el bautismo en el Espíritu Santo.
Dios jamás se cansa de acompañar y consolar a su pueblo, si se arrepiente, lo perdonará y lo renovará.
El pueblo es débil y con facilidad se aleja del Amor de Dios. Cree, pero él no es libre, su fe es superficial.
El Dios de Israel es Dios de la vida, por eso busca elevar a su pueblo, lo consuela para que no se deprima.
Jamás la lucha por la fidelidad será fácil, pero, si el pueblo se abre, su Dios llega con todos sus bienes.
La promesa de la cercanía y regreso de Jesús no tarda, sino que espera con paciencia nuestra conversión
Superar de una vez problemas y luchas es normal, pero más bien de lo que se trata es de convertirnos.
Nadie como Dios desea vernos libres y llenos de Él, pero somos libres, y nosotros debemos aceptarlo.
Cristo dio su vida por nuestra liberación, pero la decisión está en nuestra mano: Él espera paciente.
La conversión da libertad a Dios y Él puede transformarnos en nueva creación para el bien de todos.
La predicación de Juan atraía por vivir lo que decía, con su forma de ser, y mostrar al esperado por todos
Para Juan el valor de su vida está en anunciar la Salvación, para recibirla bien es necesario convertirse.
La Salvación no es una teoría o una religión o un modo de vida, sino una persona concreta: Cristo.
Él es la Buena Noticia, el Mesías esperado, que nos ofrece la Misericordia de Dios: le allanamos la vida.
Recibirle significa hacer como Juan: acoger, vivir y proclamar en nuestra cultura la Salvación presente.
Pidamos a María abrirnos al Espíritu que Jesús nos ofrece y ser más dóciles a su Palabra y Vida nueva.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO II
La Paz y la Vida nueva de Dios se ofrece a todos los pueblos. Más, el deseo del Señor es que la gocen todos, pero es necesario preparar el camino al Señor.
La Paz y la Vida nueva de Dios se ofrece a todos los pueblos. Más, el deseo del Señor es que la gocen todos, pero es necesario preparar el camino al Señor.
Is. 401-5.9-11: ¡Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice tu Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle... que su culpa está pagada... Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor... nuestro Dios! ¡Que se rellenen los valles y se aplanen las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntos, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a la montaña elevada, tú que traes la buena noticia... levanta... tu voz... sin temor, di a las ciudades de Judá: «¡Ahí está tu Dios!» Ya llega el Señor...: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, Él apacienta su rebaño, lo reúne..., lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Sal. 849ab-14: Muéstranos, Señor, tu Misericordia.
2Pe. 38-14: Delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con Uds., porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el día del Señor llegará como un ladrón, y ese día... todas las cosas se desintegrarán... ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de Uds. esperando y acelerando la venida del Señor!... nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que Él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
Mc. 11-8: Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito...: «Mira, Yo envío a mi mensajero delante de Ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: ‘Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos’», así se presentó Juan, el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y... de Jerusalén acudía a él y se hacía bautizar... confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el que es más poderoso que yo, y yo ni siguiera soy digno de... desatar la correa de sus sandalias. Yo los bautizo a Uds. con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo.»
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