Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:
La misión de Jesús fue vivir para anunciar la Salvación del amor de su Padre, quien, lleno de misericordia hacia los últimos, lo envió para hacer sentir su presencia de Vida Nueva y Redención de toda esclavitud. Por eso necesita vitalmente mantenerse en contacto con el Padre y no encaramelarse con ninguna apariencia de éxito.
Es justo alabar al Señor por su cercana, constante y providente Misericordia. ¡Los pobres tenemos en Él la seguridad de que ninguna noche o circunstancia nos puede hundir porque el Padre, en su Hijo y con la Vida Nueva del Espíritu nos defienden y rescatan de todo mal!
El mal, en muchas formas, nos acecha; siempre tendremos la tentación de ceder y hundirnos
Dios nunca abandona, pero de ordinario no nos damos cuenta. Desearíamos que no existiera el mal, que todos nos respetáramos, que nuestra vida no estuviera perturbada por ningún dolor: sea enfermedad, limitación, error, maldad o por la muerte.
El mal y el dolor nos ponen a prueba: ¿hasta dónde somos fieles al esfuerzo? ¿Amamos a Dios hasta el punto de ser capaces de superarnos para hacer nuestra vida un bien creciente para todos, sobre todo los más necesitados? ¿Cuál es nuestro verdadero proyecto, el que nos mueve?
No es bueno pensar que lo tenemos todo dominado, pues la realidad personal y social, actual e histórica nos impone que el mal nos gana si nos quedamos solos: “¡No es bueno que el hombre, sea quien sea, esté solo!” Hay proyectos que son engañosos y necesitamos que nos lo hagan ver para no desviarnos del camino que lleva a la Vida para todos.
Nuestra misión es anunciar el Reino de la Paz y la Vida, no buscar una vida sin problemas
Todo el mundo buscaba a Jesús, si Él se hubiera quedado en Cafarnaún, tal vez nadie más en la historia lo hubiera buscado, su vida no hubiera sido Salvación y Vida para nadie.
Muchas veces nos dejamos engañar por las apariencias. Ni Jesús ni Pablo cedieron nunca a los éxitos llamativos, tentación permanente para todos los evangelizadores, de cualquier nivel.
La misión del cristiano, como la de Cristo, es anunciar el Evangelio: ¡nos va la vida eterna! Toda búsqueda de seguridad y tranquilidad en la vida es traición al que no tuvo ni dónde reclinar la cabeza.
El proyecto de Dios, asumido en el Bautismo, es no ‘tener nada mío’ para poder darlo todo: ni la voluntad, es la del Padre; ni las ‘cosas’, son dones de Dios y para lo que Él quiera; ni la vida-cuerpo, todo consagrado, por entero, al Amor de Dios. ¡Ay si fallo, si callo, si ‘duermo’!
La felicidad es el resultado de la abierta confianza en la Providencia del Amor del Padre
Muchos reclaman, sobre todo después de haber hecho disparates, el derecho a ser felices. ¡Como si Dios no lo supiera! ¡¡Si para eso hemos sido creados todos!! La clave es dar la vida.
La felicidad no hay que buscarla como si estuviera fuera: es el resultado del orden y equilibrio de todas las tendencias interiores y de las actitudes que las expresan. El eje de nuestro equilibrio es el mismo Dios, encarnado para enseñarnos el Camino a la Verdad de la Vida.
María nos enseñe a Amar entregarnos, más allá de todo dolor, a la causa del Reino.
La misión de Jesús fue vivir para anunciar la Salvación del amor de su Padre, quien, lleno de misericordia hacia los últimos, lo envió para hacer sentir su presencia de Vida Nueva y Redención de toda esclavitud. Por eso necesita vitalmente mantenerse en contacto con el Padre y no encaramelarse con ninguna apariencia de éxito.
Es justo alabar al Señor por su cercana, constante y providente Misericordia. ¡Los pobres tenemos en Él la seguridad de que ninguna noche o circunstancia nos puede hundir porque el Padre, en su Hijo y con la Vida Nueva del Espíritu nos defienden y rescatan de todo mal!
El mal, en muchas formas, nos acecha; siempre tendremos la tentación de ceder y hundirnos
Dios nunca abandona, pero de ordinario no nos damos cuenta. Desearíamos que no existiera el mal, que todos nos respetáramos, que nuestra vida no estuviera perturbada por ningún dolor: sea enfermedad, limitación, error, maldad o por la muerte.
El mal y el dolor nos ponen a prueba: ¿hasta dónde somos fieles al esfuerzo? ¿Amamos a Dios hasta el punto de ser capaces de superarnos para hacer nuestra vida un bien creciente para todos, sobre todo los más necesitados? ¿Cuál es nuestro verdadero proyecto, el que nos mueve?
No es bueno pensar que lo tenemos todo dominado, pues la realidad personal y social, actual e histórica nos impone que el mal nos gana si nos quedamos solos: “¡No es bueno que el hombre, sea quien sea, esté solo!” Hay proyectos que son engañosos y necesitamos que nos lo hagan ver para no desviarnos del camino que lleva a la Vida para todos.
Nuestra misión es anunciar el Reino de la Paz y la Vida, no buscar una vida sin problemas
Todo el mundo buscaba a Jesús, si Él se hubiera quedado en Cafarnaún, tal vez nadie más en la historia lo hubiera buscado, su vida no hubiera sido Salvación y Vida para nadie.
Muchas veces nos dejamos engañar por las apariencias. Ni Jesús ni Pablo cedieron nunca a los éxitos llamativos, tentación permanente para todos los evangelizadores, de cualquier nivel.
La misión del cristiano, como la de Cristo, es anunciar el Evangelio: ¡nos va la vida eterna! Toda búsqueda de seguridad y tranquilidad en la vida es traición al que no tuvo ni dónde reclinar la cabeza.
El proyecto de Dios, asumido en el Bautismo, es no ‘tener nada mío’ para poder darlo todo: ni la voluntad, es la del Padre; ni las ‘cosas’, son dones de Dios y para lo que Él quiera; ni la vida-cuerpo, todo consagrado, por entero, al Amor de Dios. ¡Ay si fallo, si callo, si ‘duermo’!
La felicidad es el resultado de la abierta confianza en la Providencia del Amor del Padre
Muchos reclaman, sobre todo después de haber hecho disparates, el derecho a ser felices. ¡Como si Dios no lo supiera! ¡¡Si para eso hemos sido creados todos!! La clave es dar la vida.
La felicidad no hay que buscarla como si estuviera fuera: es el resultado del orden y equilibrio de todas las tendencias interiores y de las actitudes que las expresan. El eje de nuestro equilibrio es el mismo Dios, encarnado para enseñarnos el Camino a la Verdad de la Vida.
María nos enseñe a Amar entregarnos, más allá de todo dolor, a la causa del Reino.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO V
Jb. 7, 1-4.6-7:"El hombre en la tierra está sometido a servidumbre y pasa sus días como un jornalero… Pero mis días se consumen sin esperanza, mi paga son las noches en blanco… mis ojos no volverán a ver la felicidad."
Salmo 146: "Alaben al Señor que sana los corazones destrozados"
1Cor. 9, 16-19.22-23: "Yo no puedo gloriarme de anunciar el Evangelio: estoy obligado a ello. ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!... Yo soy libre… pero me he hecho esclavo de todos para ganar a todos los que pueda… Me he hecho todo para todos para ganar a algunos sea como sea… Tratándose del evangelio estoy dispuesto a hacer todo lo que haga falta para tener parte en él."
Mc. 1, 29-39: "…fue a la casa de Simón y Andrés… Toda la ciudad se reunió frente a la puerta y él curó a muchos enfermos de diversos males… Muy de mañana se levantó y se fue… a orar… «Todos te buscan»… «Vamos a otros lugares… también predicaré allí, pues ésta es mi misión»…"
Salmo 146: "Alaben al Señor que sana los corazones destrozados"
1Cor. 9, 16-19.22-23: "Yo no puedo gloriarme de anunciar el Evangelio: estoy obligado a ello. ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!... Yo soy libre… pero me he hecho esclavo de todos para ganar a todos los que pueda… Me he hecho todo para todos para ganar a algunos sea como sea… Tratándose del evangelio estoy dispuesto a hacer todo lo que haga falta para tener parte en él."
Mc. 1, 29-39: "…fue a la casa de Simón y Andrés… Toda la ciudad se reunió frente a la puerta y él curó a muchos enfermos de diversos males… Muy de mañana se levantó y se fue… a orar… «Todos te buscan»… «Vamos a otros lugares… también predicaré allí, pues ésta es mi misión»…"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario