El querido padre José María nos envía su sugerencia homilética.
Recordemos tenerlo presente en nuestras oraciones.
Saludos, esta vez, desde Barcelona, en la que estoy acompañando a mi hermano Antonio, para quien pido oraciones (...) La Gracia y el Amor del Señor es, y ha sido hasta ahora, su fortaleza. Oremos y apoyémosle con nuestra sincera oración, como lo hemos hecho hasta ahora. Gracias, muchas gracias.
Les envío el comentario a la Palabra de este V domingo de Cuaresma, el que nos prepara inmediatamente a la Semana Santa, que comenzaremos el domingo siguiente.
Dios nos invita a dar la vida, para esto nos entrega su Alianza, nueva, interior, vital. Pero ésta exige obediencia, aun en el dolor y la incomprensión. ¡Cómo nos cuesta dar la vida cuando no estamos vivificados por el Señor de la Vida y de la Paz! Pero es el único camino.
Nuestro mundo anda muy desencaminado. Quiere lo que ya le fue concedido, la felicidad, la ciencia, la vida, la libertad..., pero perdió el camino y, con ello, las posibilidades de encontrarlas porque se equivocó al buscar el centro y fuente de su existir; no acepta el criterio, la ciencia y el alimento que el Señor le ofrece, el único que conlleva la Vida Eterna y la Felicidad de las que vino.
Ahora caminar entre nuestros hermanos no es fácil, pero es un reto que nos debe empujar a conocer cada día mejor al Señor de la Vida para llenar de vida el mundo que nos ha sido confiado para que lo construyamos como casa de Dios para los hijos que ha creado para que sean felices en toda circunstancia, aun dolorosa.
Jesús nos da el camino: ser grano que se inmola para poder dar fruto abundante, fruto que no depende de él, pero que de él se sirve para llenar de vida y sentido la vida de los que le rodean.
El Señor nos bendiga a todos y de todos pueda disponer para la Vida que desea infundir a nuestra realidad.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB
Recordemos tenerlo presente en nuestras oraciones.
Saludos, esta vez, desde Barcelona, en la que estoy acompañando a mi hermano Antonio, para quien pido oraciones (...) La Gracia y el Amor del Señor es, y ha sido hasta ahora, su fortaleza. Oremos y apoyémosle con nuestra sincera oración, como lo hemos hecho hasta ahora. Gracias, muchas gracias.
Les envío el comentario a la Palabra de este V domingo de Cuaresma, el que nos prepara inmediatamente a la Semana Santa, que comenzaremos el domingo siguiente.
Dios nos invita a dar la vida, para esto nos entrega su Alianza, nueva, interior, vital. Pero ésta exige obediencia, aun en el dolor y la incomprensión. ¡Cómo nos cuesta dar la vida cuando no estamos vivificados por el Señor de la Vida y de la Paz! Pero es el único camino.
Nuestro mundo anda muy desencaminado. Quiere lo que ya le fue concedido, la felicidad, la ciencia, la vida, la libertad..., pero perdió el camino y, con ello, las posibilidades de encontrarlas porque se equivocó al buscar el centro y fuente de su existir; no acepta el criterio, la ciencia y el alimento que el Señor le ofrece, el único que conlleva la Vida Eterna y la Felicidad de las que vino.
Ahora caminar entre nuestros hermanos no es fácil, pero es un reto que nos debe empujar a conocer cada día mejor al Señor de la Vida para llenar de vida el mundo que nos ha sido confiado para que lo construyamos como casa de Dios para los hijos que ha creado para que sean felices en toda circunstancia, aun dolorosa.
Jesús nos da el camino: ser grano que se inmola para poder dar fruto abundante, fruto que no depende de él, pero que de él se sirve para llenar de vida y sentido la vida de los que le rodean.
El Señor nos bendiga a todos y de todos pueda disponer para la Vida que desea infundir a nuestra realidad.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB
V Domingo de Cuaresma
¿Qué vive el corazón? ¿Qué angustia nuestra vida? ¿A qué nos entregamos? ¿Cuáles son las raíces de nuestros esfuerzos? ¡¡¡Ahí tenemos muchas respuestas para nuestro futuro!!!
Podremos equilibrar nuestra vida cuando descubramos y maduremos lo que está en el centro de ella: lo que, en el fondo, la mueve. Algunas de nuestras reacciones y decisiones nos disgustan o dejan perplejos. Probablemente esto quiere decir que no hemos penetrado adecuadamente en el Señor que nos habita. No le hemos dejado cribar nuestros criterios y prioridades.
El Señor, en el dolor humildemente asumido, aprendió a obedecer y ser verdadero camino de Vida Nueva. Necesitamos un corazón como el suyo: que buscaba vivir en la Voluntad del Padre sin mezcla de intereses escondidos, con pureza de vida y sana intención.
La Alianza de Dios exalta al hombre, pero necesita ser aceptada y vivida sinceramente por él, como Jesús, buscando nada más que vivir en todo momento con sincera honestidad.
La vida no es un conjunto de casualidades, sino consecuencia de diversas decisiones
El Señor nos ofrece una Alianza que tiene su raíz en Dios y su base en el corazón del hombre, varón o mujer, para que las decisiones de cada persona estén encaminadas al Bien y a la Vida. Bien y Vida para todos, no solo para responder a intereses individuales, de personas o de grupos aislados, ya que estas decisiones llevan, tarde o temprano, al mal y a la muerte.
Una Alianza así será una riqueza universal que partirá de la Misericordia de Dios, asumida y vivida por el hombre en lo más profundo de su intimidad y manifestada en sus relaciones. De ella se generarán relaciones filiales con Dios y fraternas entre los hombres.
Somos responsables de nuestra intimidad con Dios: ella marca la relación con las personas, de todo tipo, que nos rodean y hasta la relación con la misma naturaleza.
Es imposible no influir en la vida de quienes están con nosotros: ¡busquemos su bien siempre!
Jesús, plenamente humano, aprendió, nos dice la carta a los hebreos, a obedecer en el dolor. Vino, como uno más, a vivir de verdad, es decir, dándose a sí mismo, y ¡esto cuesta!
Ningún don de vida es sencillo, ni es fácil su aprendizaje. Es necesario, y trabajoso, aprender a conocer, comprender, confiar, colaborar, dialogar, perdonar, acoger, acompañar, enseñar, escuchar, aprender, recibir, agradecer, pedir... si queremos hacer el bien siempre.
En todo y siempre influimos en los demás. Dios nos invita, con su Alianza en Cristo, a construir vida. Hacerlo bien, depende de la orientación de las decisiones de nuestro corazón.
La Alianza es Vida de Dios para los que están con nosotros. Él se nos da para que nos demos.
Lo que parece imposible para los hombres, no lo es para Dios.
La Vida de Dios es la respuesta a la muerte del hombre. Él nos lo da todo para que construyamos un mundo digno de toda persona: ¡es necesario entregarse, ‘dejarse comer’ ‘morir’ como el grano! Quien se defiende del costo de dar la vida, se queda infecundo e inútil.
María nos enseñe a dar la vida como Jesús para que seamos fecundos como Dios desea.
Podremos equilibrar nuestra vida cuando descubramos y maduremos lo que está en el centro de ella: lo que, en el fondo, la mueve. Algunas de nuestras reacciones y decisiones nos disgustan o dejan perplejos. Probablemente esto quiere decir que no hemos penetrado adecuadamente en el Señor que nos habita. No le hemos dejado cribar nuestros criterios y prioridades.
El Señor, en el dolor humildemente asumido, aprendió a obedecer y ser verdadero camino de Vida Nueva. Necesitamos un corazón como el suyo: que buscaba vivir en la Voluntad del Padre sin mezcla de intereses escondidos, con pureza de vida y sana intención.
La Alianza de Dios exalta al hombre, pero necesita ser aceptada y vivida sinceramente por él, como Jesús, buscando nada más que vivir en todo momento con sincera honestidad.
La vida no es un conjunto de casualidades, sino consecuencia de diversas decisiones
El Señor nos ofrece una Alianza que tiene su raíz en Dios y su base en el corazón del hombre, varón o mujer, para que las decisiones de cada persona estén encaminadas al Bien y a la Vida. Bien y Vida para todos, no solo para responder a intereses individuales, de personas o de grupos aislados, ya que estas decisiones llevan, tarde o temprano, al mal y a la muerte.
Una Alianza así será una riqueza universal que partirá de la Misericordia de Dios, asumida y vivida por el hombre en lo más profundo de su intimidad y manifestada en sus relaciones. De ella se generarán relaciones filiales con Dios y fraternas entre los hombres.
Somos responsables de nuestra intimidad con Dios: ella marca la relación con las personas, de todo tipo, que nos rodean y hasta la relación con la misma naturaleza.
Es imposible no influir en la vida de quienes están con nosotros: ¡busquemos su bien siempre!
Jesús, plenamente humano, aprendió, nos dice la carta a los hebreos, a obedecer en el dolor. Vino, como uno más, a vivir de verdad, es decir, dándose a sí mismo, y ¡esto cuesta!
Ningún don de vida es sencillo, ni es fácil su aprendizaje. Es necesario, y trabajoso, aprender a conocer, comprender, confiar, colaborar, dialogar, perdonar, acoger, acompañar, enseñar, escuchar, aprender, recibir, agradecer, pedir... si queremos hacer el bien siempre.
En todo y siempre influimos en los demás. Dios nos invita, con su Alianza en Cristo, a construir vida. Hacerlo bien, depende de la orientación de las decisiones de nuestro corazón.
La Alianza es Vida de Dios para los que están con nosotros. Él se nos da para que nos demos.
Lo que parece imposible para los hombres, no lo es para Dios.
La Vida de Dios es la respuesta a la muerte del hombre. Él nos lo da todo para que construyamos un mundo digno de toda persona: ¡es necesario entregarse, ‘dejarse comer’ ‘morir’ como el grano! Quien se defiende del costo de dar la vida, se queda infecundo e inútil.
María nos enseñe a dar la vida como Jesús para que seamos fecundos como Dios desea.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO B – CUARESMA – DOMINGO V
Jr. 31, 31-34:"... pactaré una alianza con la casa de Israel y con la casa de Judá, una alianza nueva... Pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones... No será necesario que se instruyan uno al otro… porque todos me conocerán... pues les perdonaré su culpa y no me acordaré más de su pecado."
Salmo 50: "Dios mío, crea en mí un corazón puro."
Hb. 5, 7-9: "Jesús, durante su vida mortal, se dirigió a Dios... rogando y suplicando con grandes gemidos y lágrimas... Dios le escuchó por su sumisión. Aun siendo Hijo, aprendió en el sufrimiento qué significa obedecer... y se convirtió en fuente de salvación eterna para los que se le someten."
Jn. 12, 20-33: "... «Señor, queremos ver a Jesús»... «Ha llegado la hora en la que el Hijo del Hombre será glorificado. Se lo digo con toda verdad: si el grano de trigo que cae en tierra, no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto... me siento turbado. ¿Qué voy a decir? ¡Padre, sálvame de esta hora?... Padre, glorifica tu Nombre» Una voz del cielo dijo: «Lo he glorificado y lo volveré a glorificar» El pueblo... Jesús las dijo: «... Ahora el soberano de este mundo será expulsado y yo... atraeré a todos hacia Mí».
Salmo 50: "Dios mío, crea en mí un corazón puro."
Hb. 5, 7-9: "Jesús, durante su vida mortal, se dirigió a Dios... rogando y suplicando con grandes gemidos y lágrimas... Dios le escuchó por su sumisión. Aun siendo Hijo, aprendió en el sufrimiento qué significa obedecer... y se convirtió en fuente de salvación eterna para los que se le someten."
Jn. 12, 20-33: "... «Señor, queremos ver a Jesús»... «Ha llegado la hora en la que el Hijo del Hombre será glorificado. Se lo digo con toda verdad: si el grano de trigo que cae en tierra, no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto... me siento turbado. ¿Qué voy a decir? ¡Padre, sálvame de esta hora?... Padre, glorifica tu Nombre» Una voz del cielo dijo: «Lo he glorificado y lo volveré a glorificar» El pueblo... Jesús las dijo: «... Ahora el soberano de este mundo será expulsado y yo... atraeré a todos hacia Mí».