marzo 27, 2009

Ha llegado la hora

El querido padre José María nos envía su sugerencia homilética.
Recordemos tenerlo presente en nuestras oraciones.


Saludos, esta vez, desde Barcelona, en la que estoy acompañando a mi hermano Antonio, para quien pido oraciones (...) La Gracia y el Amor del Señor es, y ha sido hasta ahora, su fortaleza. Oremos y apoyémosle con nuestra sincera oración, como lo hemos hecho hasta ahora. Gracias, muchas gracias.

Les envío el comentario a la Palabra de este V domingo de Cuaresma, el que nos prepara inmediatamente a la Semana Santa, que comenzaremos el domingo siguiente.

Dios nos invita a dar la vida, para esto nos entrega su Alianza, nueva, interior, vital. Pero ésta exige obediencia, aun en el dolor y la incomprensión. ¡Cómo nos cuesta dar la vida cuando no estamos vivificados por el Señor de la Vida y de la Paz! Pero es el único camino.

Nuestro mundo anda muy desencaminado. Quiere lo que ya le fue concedido, la felicidad, la ciencia, la vida, la libertad..., pero perdió el camino y, con ello, las posibilidades de encontrarlas porque se equivocó al buscar el centro y fuente de su existir; no acepta el criterio, la ciencia y el alimento que el Señor le ofrece, el único que conlleva la Vida Eterna y la Felicidad de las que vino.

Ahora caminar entre nuestros hermanos no es fácil, pero es un reto que nos debe empujar a conocer cada día mejor al Señor de la Vida para llenar de vida el mundo que nos ha sido confiado para que lo construyamos como casa de Dios para los hijos que ha creado para que sean felices en toda circunstancia, aun dolorosa.

Jesús nos da el camino: ser grano que se inmola para poder dar fruto abundante, fruto que no depende de él, pero que de él se sirve para llenar de vida y sentido la vida de los que le rodean.

El Señor nos bendiga a todos y de todos pueda disponer para la Vida que desea infundir a nuestra realidad.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Doménech SDB


V Domingo de Cuaresma


¿Qué vive el corazón? ¿Qué angustia nuestra vida? ¿A qué nos entregamos? ¿Cuáles son las raíces de nuestros esfuerzos? ¡¡¡Ahí tenemos muchas respuestas para nuestro futuro!!!

Podremos equilibrar nuestra vida cuando descubramos y maduremos lo que está en el centro de ella: lo que, en el fondo, la mueve. Algunas de nuestras reacciones y decisiones nos disgustan o dejan perplejos. Probablemente esto quiere decir que no hemos penetrado adecuadamente en el Señor que nos habita. No le hemos dejado cribar nuestros criterios y prioridades.

El Señor, en el dolor humildemente asumido, aprendió a obedecer y ser verdadero camino de Vida Nueva. Necesitamos un corazón como el suyo: que buscaba vivir en la Voluntad del Padre sin mezcla de intereses escondidos, con pureza de vida y sana intención.

La Alianza de Dios exalta al hombre, pero necesita ser aceptada y vivida sinceramente por él, como Jesús, buscando nada más que vivir en todo momento con sincera honestidad.

La vida no es un conjunto de casualidades, sino consecuencia de diversas decisiones

El Señor nos ofrece una Alianza que tiene su raíz en Dios y su base en el corazón del hombre, varón o mujer, para que las decisiones de cada persona estén encaminadas al Bien y a la Vida. Bien y Vida para todos, no solo para responder a intereses individuales, de personas o de grupos aislados, ya que estas decisiones llevan, tarde o temprano, al mal y a la muerte.

Una Alianza así será una riqueza universal que partirá de la Misericordia de Dios, asumida y vivida por el hombre en lo más profundo de su intimidad y manifestada en sus relaciones. De ella se generarán relaciones filiales con Dios y fraternas entre los hombres.

Somos responsables de nuestra intimidad con Dios: ella marca la relación con las personas, de todo tipo, que nos rodean y hasta la relación con la misma naturaleza.

Es imposible no influir en la vida de quienes están con nosotros: ¡busquemos su bien siempre!

Jesús, plenamente humano, aprendió, nos dice la carta a los hebreos, a obedecer en el dolor. Vino, como uno más, a vivir de verdad, es decir, dándose a sí mismo, y ¡esto cuesta!

Ningún don de vida es sencillo, ni es fácil su aprendizaje. Es necesario, y trabajoso, aprender a conocer, comprender, confiar, colaborar, dialogar, perdonar, acoger, acompañar, enseñar, escuchar, aprender, recibir, agradecer, pedir... si queremos hacer el bien siempre.

En todo y siempre influimos en los demás. Dios nos invita, con su Alianza en Cristo, a construir vida. Hacerlo bien, depende de la orientación de las decisiones de nuestro corazón.

La Alianza es Vida de Dios para los que están con nosotros. Él se nos da para que nos demos.

Lo que parece imposible para los hombres, no lo es para Dios.

La Vida de Dios es la respuesta a la muerte del hombre. Él nos lo da todo para que construyamos un mundo digno de toda persona: ¡es necesario entregarse, ‘dejarse comer’ ‘morir’ como el grano! Quien se defiende del costo de dar la vida, se queda infecundo e inútil.

María nos enseñe a dar la vida como Jesús para que seamos fecundos como Dios desea.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B – CUARESMA – DOMINGO V


Jr. 31, 31-34:"... pactaré una alianza con la casa de Israel y con la casa de Judá, una alianza nueva... Pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones... No será necesario que se instruyan uno al otro… porque todos me conocerán... pues les perdonaré su culpa y no me acordaré más de su pecado."

Salmo 50: "Dios mío, crea en mí un corazón puro."

Hb. 5, 7-9:
"Jesús, durante su vida mortal, se dirigió a Dios... rogando y suplicando con grandes gemidos y lágrimas... Dios le escuchó por su sumisión. Aun siendo Hijo, aprendió en el sufrimiento qué significa obedecer... y se convirtió en fuente de salvación eterna para los que se le someten."

Jn. 12, 20-33: "... «Señor, queremos ver a Jesús»... «Ha llegado la hora en la que el Hijo del Hombre será glorificado. Se lo digo con toda verdad: si el grano de trigo que cae en tierra, no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto... me siento turbado. ¿Qué voy a decir? ¡Padre, sálvame de esta hora?... Padre, glorifica tu Nombre» Una voz del cielo dijo: «Lo he glorificado y lo volveré a glorificar» El pueblo... Jesús las dijo: «... Ahora el soberano de este mundo será expulsado y yo... atraeré a todos hacia Mí».



marzo 21, 2009

Dios amó tanto al mundo

El querido padre José María nos envía su sugerencia homilética.
Recordemos tenerlo presente en nuestras oraciones.


Saludos y bendiciones desde Madrid.

El domingo IV de Cuaresma nos invita a madurar nuestras decisiones de atención, respeto, acogida de lo que Dios nos pide: amorosa fidelidad a su Amor, para que tengamos vida constantemente renovada, profundizada, entregada.

Dios no nos falla jamás, Él mismo entrega su Vida en Cristo Jesús para que tengamos vida y la tengamos en creciente abundancia, que, para nosotros, es infinito madurar, gozar, abrirnos, ayudar a construir en el hermano algo más y mejor, en cualquier circunstancia.

Lo que Dios de sea de nosotros es que seamos cada día más coherentes con la verdad de lo que somos: ¡somos su imagen!; ¡¡ser menos es fracaso de la propia vida y por toda la eternidad, pues nuestra vida no es un juego!! Solo hay una vida que se define en este tiempo de decisión personal, por eso se nos pide tomar en serio la propuesta que Dios nos ofrece y defendernos de los continuos engaños que Satanás nos plantea con muchísima astucia y habilidad consumada. A más profundidad, más vida y paz, a más búsqueda de nuestras complasencias, más muerte y desconsierto. ¡¡¡Nos hemos acostumbrado a demasiada superficialidad en las cosas vitales, pues éstas nos desestabilizan constantemente de nuestras aparentes seguridades, auto-complacientes!!!

Pidamos al Señor que nos enseñe a escuchar a los profetas que nos envía, para no perder ni la orientación ni la fuerza de nuestro testimonio vivo. Seamos generosos con el Señor y Él nos llevará a descubrir el más profundo sentido de nuestra vida en el cotidiano.

Dios les bendiga copiosamente.
Saludos.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB


IV Domingo de Cuaresma


El exilio no es una experiencia rara en nuestra realidad actual: se dan por las múltiples ambiciones negativas, personales o ajenas, que no se centran en el bien de los demás sino que anudan y secan el corazón humano y lo someten a diversas violencias que le impiden vivir en paz donde sea, religión, sociedad, ámbito cultural, familia y hasta en su propia conciencia.

Jamás Dios pensó en nada de esto. Los mandamientos buscan, conociéndonos Dios como nos conoce, evitar tanta desazón y dolor, soledad ni desconcierto, fracaso y muerte. Dios siempre, en su Amor, está cerca de nosotros, nunca nos deja, siempre nos anima y orienta a través de múltiples mediaciones proféticas y educativas, no siempre agradables, pero siempre necesarias. Si le acogemos en sus enviados, nuestra existencia madurará continuamente en vida y paz; si le rechazamos, la muerte y la desolación estarán siempre al acecho como un trágico y aplastante peligro. ¡Basta que veamos las crisis en las que estamos sometidos y atrapados!

El pecado ha hecho de nuestra historia algo terriblemente doloroso, pero el Amor y la Gracia de Cristo han dado a este dolor, si lo vivimos en su Vida, como nuevo parto de amor, capacidad salvífica para nosotros y para otros muchos. La presencia de Dios en Cristo Jesús siempre es redención. El dolor del exilio ya nos ha caído por nuestro pecado, pero, al menos, dejemos que el Amor de Cristo le dé fecundidad de vida nueva. ¡Abandonémonos a Él!

A Dios le interesa nuestra vida mucho más de lo que nos interesamos por nuestro real bien, que es lo que, muchas veces, menos presente tenemos porque nos seducen otros brillos.

La verdad de nuestra vida es, para Dios, demasiado preciosa como para abandonarla al error

El interés de Dios por nosotros está muy claro en la creación, hecha para nosotros, como dice explícitamente el Génesis; y todavía más se muestra la redención, que no es otra cosa que la entrega del mismo Dios, en su Hijo Único, como don cruento de su vida, y en la resurrección.

No podemos dejar de sufrir las consecuencias de nuestros pecados, es un acto de justicia y de pedagogía del Amor de Dios para llevarnos a reconocer el error y buscar cómo rectificar nuestra vida, es decir, para la conversión. Dios nos desea más honestos, sin acusar a otros.

Somos templo de Dios y toda reconstrucción viva pasa por la humildad de reconocer y la decisión de dar la vida por otros, siempre posible al vivir cada día la resurrección de Cristo.

El Señor de la Vida compromete la suya para que la nuestra cobre un nuevo sentido

Dios nos da su Vida, para salvarnos y, así, podamos ser felices. ¿Qué nos toca a nosotros? Jesús, el gran profeta-salvador, nos señala el sentido de nuestro existir: ¡escuchémosle!

Él nos redime, pero no nos substituye: cada uno tiene su responsabilidad

Porque Dios nos ama, toma en serio nuestra verdad y respeta nuestras decisiones.

María nos enseñe a conocernos, valorarnos y respetarnos como lo hace Dios en su Amor.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B – CUARESMA – DOMINGO IV


2Cr. 36, 14-16.19.23:"... El Señor... les enviaba cada día mensajeros que les amonestaran porque le dolía perder a su Pueblo... Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios... hasta que Dios llegó a enojarse tanto... que ya no había remedio... El rey de los caldeos deportó a Babilonia a los que habían escapado a la espada... El año primero de Ciro..., el Señor... movió el espíritu de Ciro... «...El Señor, el Dios del cielo,... me ha pedido que le construya un templo en Jerusalén... Si de entre ustedes hay alguien de su Pueblo, que el Señor esté con él y que suba.»"

Salmo 136: "Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me pegue la lengua al paladar."

Ef. 2, 4-10:
"Dios, que es rico en amor, nos amó tanto que nos ha dado la vida en Cristo... Por pura gracia nos ha salvado Dios... para que quede muy clara para siempre la riqueza de su gracia y la bondad que ha tenido por nosotros en Cristo Jesús. ... nos ha salvado con su gracia... es un don de Dios..."

Jn. 3, 14-21: "... como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así también debe ser levantado el Hijo del Hombre para que todos los que creen en Él tengan vida eterna. Dios amó tanto al mundo, que envió a su Hijo Único, para que no se pierda ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna... El que no crea, ya está condenado porque no ha creído en el Hijo Único de Dios..."



marzo 19, 2009

Por el Padre Doménech, sdb

Éste es un pedido de oración.

Oración por las intenciones del Padre Doménech.

Como sabemos, el padre Antonio, hermano del padre José María, sufre cáncer en el hígado y un tumor en la sacra que parece aumentar. Padre Antonio está padeciendo los dolores y malestares que trae esta enfermedad. Padre José María y toda su familia padecen el dolor del hermano.

Oremos mucho, de corazón, hagamos una cadena alrededor del mundo, por esta familia tan querida que ha dado y sigue dando tanto a la obra salesiana.

Sólo el Señor conoce sus designios. Que se haga su amorosa y TODOPODEROSA Voluntad!

A nosotros nos toca orar, orar y seguir orando!

Y con nuestra oración, enviaremos fuerzas al Padre Antonio, para que no se deje abatir por este mal, que permanezca firme en su fe, ofreciendo -a ejemplo de nuestro inolvidable Papa Karol- cada momento al caminar, al sentarse, al acostarse, acciones cotidianas que, como cuenta Padre José María, le ocasionan dolor y malestar.

Unámonos en oración a la familia Doménech Corominas.

Gracias!

marzo 14, 2009

El Templo

El querido padre José María nos envía su sugerencia homilética:

Las palabras del Señor son vida eterna para todo el que la escucha y hace acopio de ella para vivirla y construir su historia desde su riqueza.

A no pocos les molestan las normas y discuten la autoridad del que manda (pero ellos desean ser bien obedecidos y que no les discutan los que piden a los demás). ¡Qué débiles que somos a la hora de ser libres para dar la vida y aceptar las renuncias que este estilo de vida cristiano nos pide!

Los mandamientos no son peligrosos; no nos llaman a la sumisión, sino al libre y generos don de la propia vida en bien de los demás, sobre todo si son marginados o condenados como casi desheco social. Para lograrlo, es indispensable construir desde la renuncia a uno mismo, sus gustos y preferencias, si es necesario, es decir, desde la libertad, cada día más profunda y enaltecedora, para estar, como Jesús, disposición de todos.

El mayor absurdo de una vida es perderla en uno mismo y la obra más maravillosa es entregar la propia existencia para que otros gocen de la posibilidad de madurar y crecer hasta lo más alto que sean capaces. Jesús rompe con todo lo que ata a los hombres sea profano o, supuestamente, sagrado. No hay nada sagrado sino Dios y, en Dios, el hombre, mujer o varón, que ha sido creado para ser como Dios.

El Padre nos enseñe a caminar en su presencia, desde su Amor y con la libertad de darnos para que los que nos que nos rodean conozcan la alegría de una vida en cresciente plenitud de libertar para gozar la entrega que llena de vida a los que le rodean.

Lo que tú entregas nadie te lo podrá quitar y el don de la vida trae consigo la plenitud de la vida: la resurrección. Jesús es el testigo-testimonio privilegiado y universal.

Dios les bendiga a todos.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB


III Domingo de Cuaresma


¿Actitud escandalosa la de Jesús o despertador de la conciencia de lo que se debe o no, en justicia, ante la Voluntad de Dios y el verdadero culto? Así lo leen los discípulos, algo intuyen los judíos, pero éstos, en lugar de preguntarse por lo que significa lo hecho por Jesús y por el mensaje que trae consigo, cuestionan, desde sus seguridades, la autoridad del que lo da. ¿No nos pasa algo parecido al descubrir que nos están corrigiendo en lo que estábamos muy acostumbrados, tal vez con más de un ventaja?

Dios nos pide obediencia, no manipulación, si queremos vida y maduración continua de la propia vida. Él tiene palabras de vida eterna, pero no al servicio de nuestras arbitrariedades y supuestas conveniencias, sean cuales sean éstas: culturales, sociológicas, económicas, administrativas, ideológicas, políticas, religiosas, familiares, personales...

La libertad de Dios es suprema y solo tiene un fin: la grandeza del hombre, mujer o varón, en libertad y la plenitud eterna de su vida, pues para eso le creo. Nada que someta y degrade al hombre es considerado bueno por Dios, no lo aceptará como positivo y hablará claro contra ello. Así se lo manda hacer a su Iglesia y ¡ay de ella si no lo hace!

Nada ha sido pensado por Dios para el dominio. No lo necesita. Él es, por naturaleza, El Señor. Dios solo piensa en el mayor bien del objeto de su amor: el hombre, todo hombre, sin discriminación ninguna, absolutamente ninguna. La discriminación es signo de debilidad y pobreza ¡y no va con Dios!, aunque sí con la persona humana, su imagen en formación.

Los mandamientos son el signo del amor preventivo de Dios: no desea que nos equivoquemos

Las leyes que nacen del Amor buscan el bien y la vida de todos. Tal vez no todos las entiendan ni acepten, pues tienen sus propias visiones o sus intereses, pero, objetivamente, son buenas porque buscan el bien de todos. Es el caso de los mandamientos de la ley de Dios.

Vivirlos con sinceridad, sin cálculos de qué es pecado y qué no lo es, nos trae la paz y la libertad para dar vida a los que nos rodean. Nos hace grandes como Dios.

El poder de Dios está en su Amor salvador, no en prodigios que encandilen a los hombres

Dios quiere es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Jesús no vino ni a dar gusto ni a sancionar como verdadera ninguna religión, sino a mostrar hasta dónde llega el Amor de su Padre y el poder salvífico de su Misericordia a favor de los que la necesitan. Las maravillas de Dios se dan para construir el bien de sus criaturas.

La Palabra del Señor invita a la obediencia para que tengamos vida, felicidad y paz eternas

La verdadera obediencia es libre, no sumisión a una norma, sino aceptación amorosa de una persona a la que le reconocemos la voluntad de buscar nuestro bien, para lo que nos señala caminos de vida y libertad creciente, pidiéndonos aceptar incluso las renuncias que son indispensables para que el bien se haga, en cada uno de nosotros, historia personal y bien social.

La paz y la felicidad capaces de llenar a las personas solo se dan como fruto del bien.

María nos enseñe a vivir en el Señor, acogedores de su Amor y obedientes a su Voluntad.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B – CUARESMA – DOMINGO III


Ex. 20, 1-17:"...«Yo soy el Señor, tu Dios, el que te saqué de la tierra de Egipto... No tendrás otros dioses fuera de Mí..., no uses el nombre de Dios en vano... Celebra el reposo sagrado... Honra a tu padre y a tu madre... No mates. No cometas adulterio. No robes. No declares falsamente... No codicies...»"

Salmo 18: "Señor, Tú tienes palabras de vida eterna."

1Cor. 1, 22-25:
"Los judíos quieren signos prodigiosos y los griegos sabiduría, pero nosotros predicamos un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y para los demás absurdo... poder y sabiduría de Dios... sabiduría superior a la de los hombres... poder superior al de los hombres."

Jn. 2, 13-21: "...Jesús subió a Jerusalén y encontró a los vendedores... hizo un látigo de cuerdas y los sacó a todos... y dijo...: «Saquen esto de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre»... Los judíos le preguntaron: «¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para hacer esto?». Jesús les contestó: «Destruyan este santuario y yo lo reconstruiré en tres días»... Pero Él se refería al santuario de su cuerpo..."



marzo 07, 2009

Paternidad

Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:

La vida es el don más precioso que Dios nos ha concedido, es un don inmortal. Si queremos hacerlo fructificar, solo tenemos un camino válido: darla como Jesús.

Son muchos los engaños, a este respecto, que se nos presentan en el tiempo actual. Casi todo está centrado en el éxito, pero un éxito mal enfocado, aunque, en sí, el éxito no está mal, pues para esto hemos nacido: para tener éxito. La pregunta es: qué éxito es el que el valioso. Nuestro mundo nos habla de éxitos basados en el poder, en el tener y en la autocomplacencia y brillo externo. ¡Falsos éxitos, pues son esencialmente perecibles! Éxitos caducos pues dependen de los demás...

El éxito que el Señor nos ofrece es el suyo, el que tiene su base en el interior del propio ser, en la integridad personal, en la identidad del propio vivir, que se muetra en la proyección de la propia exitencia, en la capacidad de ayudar a madurar y ser feliz a los que nos rodean, estén como estén, por eso está reñido con el conformismo y la resignación fatalista. No hay éxito más grande que tener la libertad y la grandeza de dar la propia vida por los demás: ser como Dios, PADRE-MADRE ayudando a madurar la existencia de los hijos hasta que sean capaces de irse, no para estar mejor o pasarla bien o adquirir cosas, sino para llenar de vida y ayudar a madurar a otras personas, dándose ellos mismos, es decir, para ser padres-madres.

Modelos tenemos; el problema es decidirnos a seguirlos, pues supone darse a comer para que los otros tengan vida y la tengan en abundancia. Igual que Jesús. Por esto el Padre nos invita a escucharle y a dejar todo lo que nos atrape, aunque fueran los propios hijos, o lo que vivimos como tales por la importancia que le damos en nuestra vida.

Dios les bendiga a todos.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Doménech SDB


II domingo Cuaresma


Nuestro mundo tiene propuestas que parecen muy inteligentes y que, así nos lo aseguran, llevan al éxito. ¡La historia certifica lo contrario!: el poder-dominio trae muerte y desgracia.

Dios nos sorprende con otras propuestas: dar la vida sirviendo. Muchas veces éstas nos parecen poco menos que absurdas; sin embargo Él sigue pidiéndonos que le sacrifiquemos lo que más amamos, y nos asegura que lo recuperaremos transfigurado. Es todo un acto de Fe.

La transfiguración de una realidad supone señorío íntimo sobre ella, lo que no le damos a Dios, aunque sea espiritual, quedará sometido a la ley de la materia: la desintegración.

Vivir en el Señor es vivir seguros de no ser condenados jamás, de no perder nunca lo importante, lo vital: Dios mismo nos defiende con su propio Hijo, a cuya imagen hemos sido formados. Es por esto que nos pide que le escuchemos: esto nos da la seguridad del éxito real.

Nos toca elegir y es mejor hacerlo con sabiduría, si queremos vivir felices para siempre.

El Padre de Jesús, y nuestro, nos pide que escuchemos a su Hijo

La gloria de Dios es la vida de su hijo, el hombre, varón o mujer. A mayor grandeza y libertad en él, mayor gloria para Dios. Pero el hombre, no sabe cómo llegar a la libertad, se confunde mucho, y, menos todavía, sabe construir su grandeza, pues cree en falsos caminos.

A lo largo de la historia Dios ha orientado, y orienta, al hombre a través de muchas mediaciones, pero, por lo general, no es entendido ni escuchado debidamente.

El último ha sido su Hijo, ahora en su Iglesia. Si le escuchamos, sabremos cuál es el camino de la libertad y ésta nos llevará a la gloria de Dios, que es la del hombre, sea quien sea.

Jesús nos defiende con su propia vida, pero también no pide prudencia y sabiduría

Dios no es un peligro para la persona humana, todo lo contrario: es su garantía de vida eterna; de Él la ha recibido y Él le conduce hacia ella a través de su Hijo Jesús, hoy su Iglesia.

Jesús nos alimenta y defiende con su vida, primero a su Cuerpo, la Iglesia, y en ella, por ella y más allá de ella, a toda la humanidad, sin condenas: ¡nadie está excluido: no cellemos!

Pero no basta eso, es indispensable acoger al Señor desde al propio interior, escucharle en la propia conciencia, tener la sabiduría de elegir bien a quién o qué se sigue, pues siempre seguimos, obedecemos, algo o a alguien y más si lo neguemos. ¡Negarlo es no darse cuenta!

La paternidad nos llama a construir en la verdad: nada es nuestro, somos servidores de la vida

Ser padre-madre es ser capaz de educar, acompañar a los hijos para que aprendan a vivir en libertad aceptando, aunque cueste la vida, ¡porque cuesta!, el dolor de la disciplina y del esfuerzo de dar propia vida a otros. El padre-madre debe desprenderse, como Abraham, de la tentación de apropiarse del hijo, para que éste, libre de él-ella, ame, es decir, libre dé la vida.

La verdad y grandeza de la paternidad, no está en el gusto, o disgusto, de tener hijos, sino en el don de la propia vida: ser padre-madre es ser como Dios. La verdadera paternidad del hombre, varón o mujer, cumple en él el propósito de su creación: ¡que seamos como Dios!

María, ayúdanos a escuchar a Jesús siempre, aún en el dolor de la Fe que lleva a dar vida.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO B – CUARESMA – DOMINGO II


Gn. 22, 1-2.9a.10-13.15-18:"Dios... llamó a Abraham... Él respondió... Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, a quien tanto amas... sacrifícamelo en holocausto». Llegados al lugar indicado por Dios, hizo un altar... el ángel del Señor gritó desde el cielo: «No hagas daño al niño. Veo que reverencias a Dios al no resistirte... Escucha el oráculo del Señor: ‘Por hacer esto... juro por mí mismo, que te llenaré de bendiciones... porque has obedecido lo que yo te he pedido’»."

Salmo 115: "Seguiré caminando entre los que viven en la presencia del Señor."

Rm. 8, 31b-34:
"Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?... Jesucristo, que murió, más aún, el que resucitó, es el que está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros."

Mc. 9, 2-10: "Jesús... se transfiguró... se formó una nube que les cubría y de la nube salió una voz: «Éste es mi Hijo, el amado, escúchenlo»."