marzo 07, 2009

Paternidad

Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:

La vida es el don más precioso que Dios nos ha concedido, es un don inmortal. Si queremos hacerlo fructificar, solo tenemos un camino válido: darla como Jesús.

Son muchos los engaños, a este respecto, que se nos presentan en el tiempo actual. Casi todo está centrado en el éxito, pero un éxito mal enfocado, aunque, en sí, el éxito no está mal, pues para esto hemos nacido: para tener éxito. La pregunta es: qué éxito es el que el valioso. Nuestro mundo nos habla de éxitos basados en el poder, en el tener y en la autocomplacencia y brillo externo. ¡Falsos éxitos, pues son esencialmente perecibles! Éxitos caducos pues dependen de los demás...

El éxito que el Señor nos ofrece es el suyo, el que tiene su base en el interior del propio ser, en la integridad personal, en la identidad del propio vivir, que se muetra en la proyección de la propia exitencia, en la capacidad de ayudar a madurar y ser feliz a los que nos rodean, estén como estén, por eso está reñido con el conformismo y la resignación fatalista. No hay éxito más grande que tener la libertad y la grandeza de dar la propia vida por los demás: ser como Dios, PADRE-MADRE ayudando a madurar la existencia de los hijos hasta que sean capaces de irse, no para estar mejor o pasarla bien o adquirir cosas, sino para llenar de vida y ayudar a madurar a otras personas, dándose ellos mismos, es decir, para ser padres-madres.

Modelos tenemos; el problema es decidirnos a seguirlos, pues supone darse a comer para que los otros tengan vida y la tengan en abundancia. Igual que Jesús. Por esto el Padre nos invita a escucharle y a dejar todo lo que nos atrape, aunque fueran los propios hijos, o lo que vivimos como tales por la importancia que le damos en nuestra vida.

Dios les bendiga a todos.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Doménech SDB


II domingo Cuaresma


Nuestro mundo tiene propuestas que parecen muy inteligentes y que, así nos lo aseguran, llevan al éxito. ¡La historia certifica lo contrario!: el poder-dominio trae muerte y desgracia.

Dios nos sorprende con otras propuestas: dar la vida sirviendo. Muchas veces éstas nos parecen poco menos que absurdas; sin embargo Él sigue pidiéndonos que le sacrifiquemos lo que más amamos, y nos asegura que lo recuperaremos transfigurado. Es todo un acto de Fe.

La transfiguración de una realidad supone señorío íntimo sobre ella, lo que no le damos a Dios, aunque sea espiritual, quedará sometido a la ley de la materia: la desintegración.

Vivir en el Señor es vivir seguros de no ser condenados jamás, de no perder nunca lo importante, lo vital: Dios mismo nos defiende con su propio Hijo, a cuya imagen hemos sido formados. Es por esto que nos pide que le escuchemos: esto nos da la seguridad del éxito real.

Nos toca elegir y es mejor hacerlo con sabiduría, si queremos vivir felices para siempre.

El Padre de Jesús, y nuestro, nos pide que escuchemos a su Hijo

La gloria de Dios es la vida de su hijo, el hombre, varón o mujer. A mayor grandeza y libertad en él, mayor gloria para Dios. Pero el hombre, no sabe cómo llegar a la libertad, se confunde mucho, y, menos todavía, sabe construir su grandeza, pues cree en falsos caminos.

A lo largo de la historia Dios ha orientado, y orienta, al hombre a través de muchas mediaciones, pero, por lo general, no es entendido ni escuchado debidamente.

El último ha sido su Hijo, ahora en su Iglesia. Si le escuchamos, sabremos cuál es el camino de la libertad y ésta nos llevará a la gloria de Dios, que es la del hombre, sea quien sea.

Jesús nos defiende con su propia vida, pero también no pide prudencia y sabiduría

Dios no es un peligro para la persona humana, todo lo contrario: es su garantía de vida eterna; de Él la ha recibido y Él le conduce hacia ella a través de su Hijo Jesús, hoy su Iglesia.

Jesús nos alimenta y defiende con su vida, primero a su Cuerpo, la Iglesia, y en ella, por ella y más allá de ella, a toda la humanidad, sin condenas: ¡nadie está excluido: no cellemos!

Pero no basta eso, es indispensable acoger al Señor desde al propio interior, escucharle en la propia conciencia, tener la sabiduría de elegir bien a quién o qué se sigue, pues siempre seguimos, obedecemos, algo o a alguien y más si lo neguemos. ¡Negarlo es no darse cuenta!

La paternidad nos llama a construir en la verdad: nada es nuestro, somos servidores de la vida

Ser padre-madre es ser capaz de educar, acompañar a los hijos para que aprendan a vivir en libertad aceptando, aunque cueste la vida, ¡porque cuesta!, el dolor de la disciplina y del esfuerzo de dar propia vida a otros. El padre-madre debe desprenderse, como Abraham, de la tentación de apropiarse del hijo, para que éste, libre de él-ella, ame, es decir, libre dé la vida.

La verdad y grandeza de la paternidad, no está en el gusto, o disgusto, de tener hijos, sino en el don de la propia vida: ser padre-madre es ser como Dios. La verdadera paternidad del hombre, varón o mujer, cumple en él el propósito de su creación: ¡que seamos como Dios!

María, ayúdanos a escuchar a Jesús siempre, aún en el dolor de la Fe que lleva a dar vida.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO B – CUARESMA – DOMINGO II


Gn. 22, 1-2.9a.10-13.15-18:"Dios... llamó a Abraham... Él respondió... Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, a quien tanto amas... sacrifícamelo en holocausto». Llegados al lugar indicado por Dios, hizo un altar... el ángel del Señor gritó desde el cielo: «No hagas daño al niño. Veo que reverencias a Dios al no resistirte... Escucha el oráculo del Señor: ‘Por hacer esto... juro por mí mismo, que te llenaré de bendiciones... porque has obedecido lo que yo te he pedido’»."

Salmo 115: "Seguiré caminando entre los que viven en la presencia del Señor."

Rm. 8, 31b-34:
"Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?... Jesucristo, que murió, más aún, el que resucitó, es el que está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros."

Mc. 9, 2-10: "Jesús... se transfiguró... se formó una nube que les cubría y de la nube salió una voz: «Éste es mi Hijo, el amado, escúchenlo»."

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