marzo 21, 2009

Dios amó tanto al mundo

El querido padre José María nos envía su sugerencia homilética.
Recordemos tenerlo presente en nuestras oraciones.


Saludos y bendiciones desde Madrid.

El domingo IV de Cuaresma nos invita a madurar nuestras decisiones de atención, respeto, acogida de lo que Dios nos pide: amorosa fidelidad a su Amor, para que tengamos vida constantemente renovada, profundizada, entregada.

Dios no nos falla jamás, Él mismo entrega su Vida en Cristo Jesús para que tengamos vida y la tengamos en creciente abundancia, que, para nosotros, es infinito madurar, gozar, abrirnos, ayudar a construir en el hermano algo más y mejor, en cualquier circunstancia.

Lo que Dios de sea de nosotros es que seamos cada día más coherentes con la verdad de lo que somos: ¡somos su imagen!; ¡¡ser menos es fracaso de la propia vida y por toda la eternidad, pues nuestra vida no es un juego!! Solo hay una vida que se define en este tiempo de decisión personal, por eso se nos pide tomar en serio la propuesta que Dios nos ofrece y defendernos de los continuos engaños que Satanás nos plantea con muchísima astucia y habilidad consumada. A más profundidad, más vida y paz, a más búsqueda de nuestras complasencias, más muerte y desconsierto. ¡¡¡Nos hemos acostumbrado a demasiada superficialidad en las cosas vitales, pues éstas nos desestabilizan constantemente de nuestras aparentes seguridades, auto-complacientes!!!

Pidamos al Señor que nos enseñe a escuchar a los profetas que nos envía, para no perder ni la orientación ni la fuerza de nuestro testimonio vivo. Seamos generosos con el Señor y Él nos llevará a descubrir el más profundo sentido de nuestra vida en el cotidiano.

Dios les bendiga copiosamente.
Saludos.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB


IV Domingo de Cuaresma


El exilio no es una experiencia rara en nuestra realidad actual: se dan por las múltiples ambiciones negativas, personales o ajenas, que no se centran en el bien de los demás sino que anudan y secan el corazón humano y lo someten a diversas violencias que le impiden vivir en paz donde sea, religión, sociedad, ámbito cultural, familia y hasta en su propia conciencia.

Jamás Dios pensó en nada de esto. Los mandamientos buscan, conociéndonos Dios como nos conoce, evitar tanta desazón y dolor, soledad ni desconcierto, fracaso y muerte. Dios siempre, en su Amor, está cerca de nosotros, nunca nos deja, siempre nos anima y orienta a través de múltiples mediaciones proféticas y educativas, no siempre agradables, pero siempre necesarias. Si le acogemos en sus enviados, nuestra existencia madurará continuamente en vida y paz; si le rechazamos, la muerte y la desolación estarán siempre al acecho como un trágico y aplastante peligro. ¡Basta que veamos las crisis en las que estamos sometidos y atrapados!

El pecado ha hecho de nuestra historia algo terriblemente doloroso, pero el Amor y la Gracia de Cristo han dado a este dolor, si lo vivimos en su Vida, como nuevo parto de amor, capacidad salvífica para nosotros y para otros muchos. La presencia de Dios en Cristo Jesús siempre es redención. El dolor del exilio ya nos ha caído por nuestro pecado, pero, al menos, dejemos que el Amor de Cristo le dé fecundidad de vida nueva. ¡Abandonémonos a Él!

A Dios le interesa nuestra vida mucho más de lo que nos interesamos por nuestro real bien, que es lo que, muchas veces, menos presente tenemos porque nos seducen otros brillos.

La verdad de nuestra vida es, para Dios, demasiado preciosa como para abandonarla al error

El interés de Dios por nosotros está muy claro en la creación, hecha para nosotros, como dice explícitamente el Génesis; y todavía más se muestra la redención, que no es otra cosa que la entrega del mismo Dios, en su Hijo Único, como don cruento de su vida, y en la resurrección.

No podemos dejar de sufrir las consecuencias de nuestros pecados, es un acto de justicia y de pedagogía del Amor de Dios para llevarnos a reconocer el error y buscar cómo rectificar nuestra vida, es decir, para la conversión. Dios nos desea más honestos, sin acusar a otros.

Somos templo de Dios y toda reconstrucción viva pasa por la humildad de reconocer y la decisión de dar la vida por otros, siempre posible al vivir cada día la resurrección de Cristo.

El Señor de la Vida compromete la suya para que la nuestra cobre un nuevo sentido

Dios nos da su Vida, para salvarnos y, así, podamos ser felices. ¿Qué nos toca a nosotros? Jesús, el gran profeta-salvador, nos señala el sentido de nuestro existir: ¡escuchémosle!

Él nos redime, pero no nos substituye: cada uno tiene su responsabilidad

Porque Dios nos ama, toma en serio nuestra verdad y respeta nuestras decisiones.

María nos enseñe a conocernos, valorarnos y respetarnos como lo hace Dios en su Amor.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B – CUARESMA – DOMINGO IV


2Cr. 36, 14-16.19.23:"... El Señor... les enviaba cada día mensajeros que les amonestaran porque le dolía perder a su Pueblo... Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios... hasta que Dios llegó a enojarse tanto... que ya no había remedio... El rey de los caldeos deportó a Babilonia a los que habían escapado a la espada... El año primero de Ciro..., el Señor... movió el espíritu de Ciro... «...El Señor, el Dios del cielo,... me ha pedido que le construya un templo en Jerusalén... Si de entre ustedes hay alguien de su Pueblo, que el Señor esté con él y que suba.»"

Salmo 136: "Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me pegue la lengua al paladar."

Ef. 2, 4-10:
"Dios, que es rico en amor, nos amó tanto que nos ha dado la vida en Cristo... Por pura gracia nos ha salvado Dios... para que quede muy clara para siempre la riqueza de su gracia y la bondad que ha tenido por nosotros en Cristo Jesús. ... nos ha salvado con su gracia... es un don de Dios..."

Jn. 3, 14-21: "... como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así también debe ser levantado el Hijo del Hombre para que todos los que creen en Él tengan vida eterna. Dios amó tanto al mundo, que envió a su Hijo Único, para que no se pierda ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna... El que no crea, ya está condenado porque no ha creído en el Hijo Único de Dios..."



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