junio 06, 2010

Cristo entrega su vida como alimento

Entramos a la semana X del tiempo ordinario con la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo.

Es mucho más que una fiesta religiosa, con contumbres entrañables, y hasta, en algunos lugares, de valor cultural-turístico, cosa que no tiene nada de malo, sino que habla de la perseverancia y del delicado cultivo de esta tradición en una Comunidad cristiana a lo largo de la historia.

Es, sobre todo, la fiesta del alimento de Vida de una Comunidad de Fe.

Es la proclamación de la absolta soberanía de Dios, a quien se lo damos todo, para que Él nos haga alimento, al estilo de Cristo Jesús, para el bien de nuestros hermanos y Comunidades humanas, en medio de las que vivimos y a cuya vida servimos con nuestras actitudes.

En esta fiesta proclamamos que de Dios lo esperamos todo y por eso nos alimentamos de su Palabra y del don de su Vida en el Hijo Unigénito, encarnado para nuestra Salvación, y entregado en oblación para nuestra santificación y fortaleza, gracias al Espíritu que logra que, lo que la materia y la carne no puede hacer, lo consiga el Amor y la docilidad del que escucha con humildad, obedece con sencilla valentía y se abandona con intrépida audacia a las manos del Padre Providente.

Comulgar es decirle al Señor que puede contar con nosotros, aunque seamos débiles, frágiles y pequeños; limitados e ignorantes en muchas cosas, pero que buscamos conocerle cada día más y mejor, pues nos fiamos de Él como lo que es, Nuestro Maestro, Nuestro Salvador, Nuestro Guía, Nuestro Señor.

Es la fiesta en la que renovamos nuestra voluntad de ser Cuerpo de Cristo-entregado para el bien y la Salvación de nuestro mundo, éste en el que vivimos, y no siempre comprendemos demasiado.

Comulgar significa testificar que queremos vivir como el Señor en medio de nuestros hermanos, sin pedirles permiso, pero ofreciendo toda la riqueza que el Amor de Dios nos confía para ellos.

Comulgar significa que la palabra que escuchamos con atención de labios de la Iglesia, que nos habla en nombre de Dios, queremos vivirla con docilidad y transmitirla con fidelidad a nuestros hermanos, las personas que viven con nosotros, ciertamente sin imposiciones, pero también sin silencios cómplices, y tal vez cobardes. Es muy posible que no tengamos elocuencia en las palabras, pero pedimos en cada comunión que el Señor nos dé su Espíritu para que la elocuencia esté en nuestras vidas sencillamente claras y directas, sin rincones oscuros ni escondrijos para escondernos.

Dios nos bendiga a todos para que seamos en el mundo la Luz, la Sal, la Fuente de Agua Viva, el Fuego y el Perfume de Cristo que Él desea y nos encomendó ser. ¡Para eso se quedó como Alimento de Vida y Fortaleza para las pobres y débiles vasijas de barro en las que está el tesoro de Vida Nueva para toda la humanidad.

Que María, nuestro Auxilio, nos acompañe en nuestro caminar. Ella, la Madre y Maestra, sabrá ayudarnos para que sepamos escuchar a Cristo Jesús y, así, lo logramos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Cristo entrega su vida como alimento

En la vida, tanto el fracaso, como la confianza, llegan desde dentro, de la propia vida interior. Sin razones para la esperanza, viene el fracasó; quien no tiene de quien fiarse, ya fracasó; si no se sabe en quien apoyarse, ya fracaso; y quien se equivoca en la razón y persona que llena su esperanza y seguridad, ya fracasó. Dime en quién pones tu confianza y te diré tu futuro.

El Dios de la Vida nos invita a confiar en Él, pues nos ha creado y nos sostiene la existencia; en Él, pues nos ha redimido y se nos da como alimento y fortaleza en la debilidad y error; en Él, que es nuestro Maestro y Guía en nuestro cotidiano caminar hacia la Casa del Padre.

Si queremos, podemos resistirnos, pero la historia nos demuestra que la ciencia y la tecnología nos encandilan y subyugan, pero sistemáticamente defraudan nuestras más profundas esperanzas; la política honesta, si no es trascendente, ensaya respuestas a las crecientemente variadas necesidades del Bien Común, si acepta el Bien Común como horizonte de su servicio, pero nunca llega a responder a ellas en su total profundidad personal-familiar, social y cultural.

Parecería mentira que un pedazo minúsculo de pan y un poquito de vino puedan ser el Alimento Vivo para fortalecer la Fe de la Comunidad cristiana en muchas situaciones de persecución. Pero así ha sido durante veinte siglos y ha elevado a muchas personas a niveles insospechados de entrega, heroísmo, esfuerzo y capacidad de dar sentido a muchas vidas.

La ofrenda a Dios y la bendición al hermano ponen la realidad en su verdadera perspectiva

Abram ratifica la supremacía de Dios en su historia y el rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, es portador de la bendición del Dios de la victoria. La ofrenda y el diezmo son signo de la adoración-sumisión de ambos al Dios que salva y construye la paz en la justicia.

El Mesías, como Rey de la Paz [Salem] y Sacerdote del Padre de la Vida, construirá constantemente la Vida Nueva en sus hermanos, con el don de su Vida-Espíritu en el pan y el vino, sacramento de su Cuerpo y Sangre, asumido por el creyente como criterio de vida.

Cristo se da en alimento y esto engendra en el creyente la responsabilidad de coherencia

La Eucaristía, mucho más que un ritual religioso, es revivir los dones de la Salvación que nos unen al Cristo Glorioso a favor del bien del mundo. Pablo nos enseña la responsabilidad que entraña la Eucaristía: reconocer la salvación de Dios exige ponernos a su disposición.

Ser discípulo y vivir alimentándose del Maestro obliga a vivir en la misma actitud de dar vida

Sólo cuando Dios es Dios en la vida de la persona humana, ésta ya está salvada.

Jesús nos pide cosas que parecen imposibles, pero nuestra vida en sus manos se convierte en una maravilla que llena de Vida Nueva a otros y les permite llegar al Salvador.

Pidamos a María dar la vida en Cristo Jesús, sirviendo en la sencillez del propio don.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO X
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Cristo entrega su vida como alimento y nos pide que hagamos lo mismo en nuestro mundo: hacerlo es reconocer la soberanía de Dios


Gn. 14, 18-20:
"Melquisedec, rey de Salem, llevó pan y vino. Como era sacerdote del Dios Altísimo, bendijo a Abram… y Abram le dio el diezmo de todo el botín"

Salmo 109: "Tú eres Sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec"

1Cor. 11, 23-26:
"Yo he recibido esta tradición y se la he transmitido a ustedes: Jesús, el Señor, la noche que iba a ser entregado, tomó el pan… y dijo: «Esto es mi cuerpo…» Igualmente tomó el cáliz, después de cenar, y dijo: «Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre. Cada vez… háganlo para celebrar mi memorial» De modo que cada vez que coman este pan y beban este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que vuelva".

Lc. 9, 11b-17: "Jesús hablaba del Reino de Dios y curaba… Los doce le dijeron: «Maestro, despídelos, para que puedan encontrar algo para comer, pues éste es un lugar despoblado». Jesús les respondió: «Denles ustedes mismos de comer». Le replicaron: «Solo tenemos cinco panes y dos peces…» Eran unos cinco mil hombres. Él les dijo: «Indíquenles que se sienten en grupos de cincuenta». Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y se los daba a los discípulos para que los sirvieran a la gente. Todos comieron cuanto quisieron y retiraron doce canastos de sobras".


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