junio 18, 2010

"Mi alma tiene sed de Ti, Señor, Dios mío"

Este domingo lo podríamos tutular el domingo del seguimiento de Cristo, el Mesías, el Señor.

La suya no es una invitación gratuita. No. A Cristo le cuesta su propia vida, que Él entrega cada día, real y sacramentalmente, en cada Eucaristía; a nosotros nos cuesta la decisión cotidiana de aceptar que Él sea nuestro Maestro sin dejarnos amilanar por nuestras debilidades y posibles errores.

No importa cuántas veces te equivoques, lo que importa es cuántas te levantas y a quién sigues verdaderamente.

Si el Señor Jesús es para ti, personalmente, el Señor, el Mesías, el Salvador, el Maestro, el Guía seguro, no importará tanto lo te cueste seguirle, sino más bien cuánto luchas cada día por seguirle mejor, por levantarte, por superar los desalientos, por no dejarte abatir cada una de tus limitaciones.

¡¡¡Eso es amar, lo demás son tonterías, tal vez muy lindas o delicadas, pero tonterías que no sirven para nada, pues sólo de Él viene la Salvación y sólo Él puede llenar de Paz y Vida nuestra vida!!!

No nos dejemos engañar: no se trata de portarse bien, nos decía el Señor el domingo pasado, sino de amar al Señor y abandonarnos a su Misericordia, aunque hayamos caído hondo, Él nos salva. Él es tan importante, que en Él y por Él nos levatamos y seguimos adelante tras sus huellas, paso a paso.

Con un Dios así nadie puede perderse; todos tienen un lugar en su Comunidad de Vida Nueva. En ésta no hay discriminación alguna, como no la hay en la Comunión Trinitaria.

¡Ánimo! Es el mismo Señor quien compromete su vida para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. No temamos. Lamentemos, sí, no ser más generosos, pero nuestra lamentación será sincera si, a la par de ello, luchamos por serle más fieles y mejores servidores de la Comunidad y, con ella y en ella, de los últimos y más débiles que hay en el ambiente en el que nos encontramos ahora. Hacer esto es vivir el mismo estilo de vida del Señor, el que vivieron todos los santos que entre nosotros han caminado, y los que siguen caminando en nuestro tiempo, cada uno con la gracia particular que Dios, para el bien de todos, les concedió.

Dios nos bendice: glorifiquemos su nombre haciendo honor la la filiación que nos ha entregado en Cristo Jesús.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB


"Mi alma tiene sed de Ti, Señor, Dios mío"

¿Cómo conocer a una persona? Sólo hay un camino: la intimidad. El conocimiento personal nunca concluye. Toda persona es un misterio y a cuanta más distancia nos mantengamos de ella menos la podremos conocer y más nos desconcertamos ante sus reacciones.

Cuando el conocimiento personal busca el dominio, éste se enrarece, cuando no se pervierte, porque la persona está destinada no al dominio sino a la libre intercomunicación serena, respetuosa y estimulante del bien y de la vida. Por eso Dios ofrece, no impone, porque nos conoce perfectamente y, cuanto mejor le conocemos a Él, más nos sentimos inclinados a adorarlo, respetarle y obedecerle por el amor que de Él nos envuelve y enriquece.

Quien gustó de Dios, desea profundizar cada vez más y no perderle jamás. El bautismo nos inserta en el Cuerpo de Cristo, su Comunidad, y en ella aprende a abrirse y desear ardientemente vivir de la intimidad con la Comunión Trinitaria y esto lo gozará por toda la eternidad.

Conocer a Dios exige un camino y éste es “seguir a Cristo en su Comunidad de creyentes”. Jesús siempre pregunta personalmente: «¿Quién dices tú que soy yo?» Es una pregunta muy concreta, que sólo tiene un modo de responderse: la propia vida. Las palabras pueden llevar a engaño. La Vida ofrecida pide una vida entregada y sólo en ella se responde de verdad.

El Mesías es el pastor que salva con su vida y llama a los discípulos a la Vida Nueva de hijos

La profecía mesiánica de Zacarías está enmarcada en la defensa que el Señor hará de Jerusalén, librándolo de sus enemigos, pero lo hace con el espíritu del Señor, con su propia fuerza, peleando Él mismo a favor de su pueblo con el don oblativo de su vida. Esto despertará en el pueblo elegido, los que viven en la Fe de Abraham, el espíritu de filiación y fraternidad.

Creer en Cristo Jesús, poner en Él nuestra esperanza, es el único camino de salvación.

Por el bautismo aceptamos ser discípulos de Cristo, unidos por Él a la Comunión Trinitaria

El verdadero Pueblo de Dios, descendencia de Abraham y heredero de las promesas, está formado por los discípulos de Jesús que viven, en la Fe del bautismo, la Vida Nueva de Cristo Jesús, el Mesías, su Salvador y Maestro. Este Pueblo está formado por todo tipo de personas, de todo nivel y cultura, sin discriminación alguna, como siempre fue profetizado.

Esta Vida Nueva, que restablece el orden primigenio de las cosas, exige un nuevo nacimiento y nos integra, según la Eterna Voluntad de Dios, en la Comunión Trinitaria.

Esta Vida Nueva exige mantener la opción por Él y seguirle, asumiendo todos los riesgos

Jesús nos cuestiona constantemente: ¿quién soy Yo para ti? Y la respuesta es seria y vital. La comunidad nos ayuda a conocerle, pero sólo la intimidad con Él y seguimiento constante podemos contestar con verdad, y evitar que nuestra respuesta deshonesta nos condene.

Ser Su discípulo exige superar los propios caprichos o visiones personales: Él, y sólo Él, es el Maestro. O aceptamos su disciplina y orientaciones o nos autoexcluimos de su Reino.

Pidamos a María vivir como reales discípulos de Cristo, siguiéndole en todo y siempre.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XII
Cristo, el Maestro-Salvador, nos llama a vivir nuestro Bautismo, confiándole nuestra vida, obedeciendo su Palabra e intimando con Él


Za. 12, 10-11:
"Derramaré sobre el linaje de David… un espíritu de gracia y de oración. Entonces mirarán al que han traspasado y harán duelo por él, como el que se hace por la muerte de un hijo único, llorarán amargamente por él…"

Salmo 62: "Mi alma tiene sed de Ti, Señor, Dios mío".

Gal. 3, 26-29:
"Todos ustedes, porque han creído, son hijos de Dios en Cristo Jesús. Todos los que han sido bautizados para unirse a Cristo, se han revestido de Cristo… Todos son una sola realidad en Jesucristo. Y si son de Cristo, son… herederos de las promesas".

Lc. 9, 18-24: "Jesús se encontraba en oración en un lugar apartado. Se le acercaron los discípulos y Jesús les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»… «Y Uds. ¿quién dicen que soy?» Pedro le respondió: «El Mesías, el Ungido de Dios». Pero Él les prohibió severamente que se lo dijeran a nadie y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho:… será ejecutado y resucitará al tercer día» Y decía a todos: «Si alguno quiere venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que asuma cada día su cruz y que me acompañe. Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la salvará»".

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