junio 09, 2010

"Tu fe te ha salvado. Vete en paz"

Si Dios nos ama hasta dar su vida por nosotros, ¿por qué desconfiar de su perdón y quedar atrapados en los propios errores y culpas, como si no hubiera más remedio?

El Amor de Dios es muy superior a lo que nosotros podríamos esperar. Pero lo malo es que, por un lado, no lo conocemos bien, y, por el otro, no nos fiamos lo suficiente de Dios... Después de todo es una consecuancia inevitable fruto de nuestra ignorancia, muchas veces culpable, de lo que significa Dios en nuestra vida.

¡Es una lástima, pero es la pura verdad!

También es una lástima que estemos tan atrapados por nuestra soberbia, pues ésta nos dificulta mucho poder ser honestos y veraces a la hora de acercarnos al Señor para confesar nuestros pecados y debilidades; hasta nos dificulta que reconocerlos... Cuántas veces deseamos quedar bien y hasta, inconscientemente, nos resistimos a decir todas las actitudes que nos avergüenzan y, al callarlas y callar los pecados que, según nuestra concepción, nos "dejarían mal", lo que logramos es que nos atormenten y nos defendamos de ello, no aceptando darle la debida importancia y hasta separándonos del Señor en el Sacramento de la reconciliación...

Esto, unas veces, nos lleva a dejar de comulgar y hasta a dejar la Eucaristía dominical para no sentirnos mal al ver comulgar a otros o al escuchar la Palabra que nos llama, una y otra vez, a confiar en el Señor y acercarnos a Él; y, otras, hasta nos lleva a dejar de frecuentar todo lo que nos recuerde al Señor y su amor...

¡Terrible desgracia para nosotros!

Con todo Dios no se cansa de llamarnos, de un u otro modo.

La cruz de Cristo sigue siendo el camino único para llegar a la salvación. La cruz del reconocimiento de la verdad de nuestra vida; la cruz del abandono a la Misericordia de Dios; la cruz de la ofrenda de lo que somos y vivimos; la cruz del ver que otros se levantan y nosotros no sabemos decidirnos; la cruz de la buena palabra que no podemos rechazar, pero que tampoco sabemos asimilar todavía con sencillez; la cruz de la oración que, suavemente, nos llama una y otra vez; la cruz de los dolores que no comprendemos, pero que, en el fondo, sabemos que no son absurdos, sino más bien beneficiosos, aunque no nos atrevamos a reconocerlo...

Jesús nos sigue invitando a llorar nuestra esclavitud y nos sigue aceptando así como somos... Solo necesita que nos acerquemos y nos abandonemos... lo demás lo hará Él.

Acerquémonos y, cuando estemos con Él, atrevámonos a superar nuestros temores, por grandes que sean... Son mónstruos de papel... Apenas nos acerquemos, se desharán al contacto con el fuego del Amor de Dios... Y después... ¡A vivir cerca del Amor de Dios; a conocerlo cada día más; a intimar cada día mejor con nuestro Padre-Hijo-Espíritu; a trabajar para que su Voluntad nos sea más familiar y se haga cada día más nuestra decisión...

La Gracia es un don, pero requiere mucho esfuerzo y valentía para aceptarla y hacerla nuestra vida.

Dios no falla...

No importa la caída... Eso no tiene nada de extraordiantio, cualquiera cae... Lo extraordinario es atreverse a confiar, abandonarse y comprometerse a seguir caminando tras las huellas de Jesús, aunque sea una verdadera carrera de obstáculos y necesitemos muchas vendas y pomadas para los golpes y para las heridas.

Dios no falla porque su Amor es eterno y fiel.

Abramos el corazón... como la adúltera... lo demás lo hará Él, que es nuestro consuelo y nuestra paz.

Dios nos bendiga a todos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

"Tu fe te ha salvado. Vete en paz"

¿Quién no ha necesitado jamás ser perdonado? ¿Nos damos cuenta de todo lo que cuesta pedir perdón; del por qué es necesario pedir perdón; de cómo pedir perdón sin denigrarse?

Dios no desea que nadie pierda las ganas de vivir, pues eso le llevaría a su muerte; y esto puede suceder si la culpa se lo come por el remordimiento y el miedo o lo destruye el rencor y, la sed de infligir castigo por venganza contra quien, según él, le perjudicó.

Todo pecado, conocido o desconocido por los demás, por un lado, ofende al creador, pues se desfigura su obra de vida y amor; por otro, denigra al pecador, pues éste se somete a una esclavitud que le es impropia; y, por fin, ofende a la sociedad en la que está, pues ésta se ve privada de una vida fecunda y la salud moral que necesita para ser una sociedad madura y capaz de superar las dificultades naturales de su vida y del dominio del mundo en el que está. Por eso el pecado pide la recuperación del equilibrio y la dignidad de los miembros de la sociedad.

El pecador, por tanto, deberá reconocer que se equivocó y se denigró con su decisión insana y quien fue ofendido por el pecado deberá, si desea recuperar la paz y madurar en su dignidad de persona, imagen de Dios, abrirse a la misericordia y a la justicia, que es un ejercicio de la misericordia en la caridad, y, por tanto, abrirse al perdón, que se basa, ante todo, en la verdad para poder ayudar al pecador a recuperarse y madurar. En todo momento lo importante es la vida en el Amor. Es decir, ser como Dios, nuestro modelo de ser y de vivir.

El pecado violenta el plan de Dios en nuestra vida pervirtiéndonos y atrapándonos en antojos

David traiciona la confianza de Dios denigrando la autoridad real con su antojo criminal.

Natán le hace conocer la desaprobación de Dios por esto; cómo se ha denigrado él y su reino y cuáles serán las consecuencias. David, reconoce y se arrepiente: ésa será su salvación.

Sólo hay una seguridad para mantenernos libres en el Amor de Dios: la cruz de Cristo

El valor de la propia vida no puede depender del buen comportamiento, pues éste es muy débil y sujeto a los vaivenes de la ley y de la sociedad. Lo importante es la conciencia.

Una conciencia sana se basa en un criterio sano. El único estable es Cristo crucificado. Fundado en el Amor de Dios que es inconmovible, fiel y sanador. No hay nada más sano.

En Cristo todo juicio es de salvación y enaltecimiento de la persona humana, sea quien sea.

Simón ha desfigurado su visión de Dios, pues no comprende su Misericordia. Para Dios lo más importante es la recuperación de la Vida y Paz de sus hijos. Por ellos da su vida.

Pidamos a María la humildad de acercarnos arrepentidos al Padre para convertirnos.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XI

Cristo nos perdona en la pedagógica Misericordia de Dios, el Amor de su cercanía sanadora nos lleva al deseo de Amar y Convertirnos


2S. 12, 10-13:
"Natán dijo a David: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Yo te he ungido Rey de Israel… y estaba dispuesto a concederte otros favores. ¿Por qué has despreciado al Señor cometiendo lo que Él juzga negativo? Has asesinado a Urías… y has hecho masacrar a los ammonitas… ya que tú me has despreciado… la espada nunca se apartará de tu casa» David dijo…: «He pecado contra el Señor»…"

Salmo 31: "Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado".

Gal. 2, 16.19-21:
"Saben ustedes que nadie puede ser justo por haber cumplido las obras que manda la ley, sino, tan sólo, por creer en Jesucristo… estoy crucificado con Cristo Jesús. La vida que ahora vivo no es mía: es Cristo quien vive en mí, gracias a la Fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. No quiero despreciar la gracia de Dios…".

Lc. 7, 36-8,3: "Un fariseo invitó a Jesús… una mujer… pecadora… se quedó detrás de los pies de Jesús llorando… mojaba los pies con sus lágrimas, los secaba con sus cabellos y los ungía con perfume… El fariseo… pensaba: «…Si Jesús fuera un profeta, sabría quién es esta mujer…» Jesús le dijo: «Simón, quisiera decirte algo»… «Dos hombres le debían a un prestamista… quinientas monedas… y… cincuenta… el prestamista les perdonó la deuda. ¿Quién te parece que le amará más?» Simón respondió: «Creo que aquél a quien más le perdonó» Jesús le dijo: «Así es» Se giró a la mujer y dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer?... ama mucho y es que son muchos los pecados que le han sido perdonados…» Después, dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados… Tu Fe te ha salvado. Vete en Paz»".

No hay comentarios.:

Publicar un comentario