agosto 29, 2010

Humildad

El querido padre José María nos envía su mensaje y sugerencia homilética para este domingo, fiesta de Nuestra Señora de la Guardia, patrona de la parroquia de Puerto Deseado. ¡Muchas felicidades! Que Nuestra Señora les colme de bendiciones.

Dios les bendiga.

En Puerto Deseado, la parroquia que la Gracia de Dios me ha confiado, este domingo celebramos nuestra fiesta patronal. Como es lógico, al menos para la mayoría de ustedes, les mando la reflexión sobre la liturgia del Domingo, pues en la parroquia solo celebraremos esta liturgia, la del domingo, en las misas vespertinas del sábado, que son dos, ya que el domingo nos corresponde celebrar la liturgia propia de Nuestra Señora de la Guardia, una devoción que tiene su origen en la región italiana de Génova.

Pido a todos ustedes una oración especial por los cristianos que en nuestra parroquia tratamos de vivir en el Espíritu del Señor Jesús. Muchas gracias.

¿Qué es lo más sensato, cuerdo e inteligente en la vida de una persona?

Yo estoy convencido que es mantenerse humilde y sencillo.

La Soberbia siempre hace daño y enferma a la persona, hasta el punto de poder embrutecerla. Es verdad que algunos textos, según yo "lamentablemente", la llaman 'orgullo' (sería en todo caso el malsano), pero que me parece que no es justo llamarla así, pues creo yo que llevamos a confusión. El orgullo bien entendido nunca es malsano, sino una expresión de salud psicológica. Es bueno y hasta necesario que sepamos reconocer con sencillez lo positivo que tenemos, pero situándolo en la adecuada dimensión, es decir, reconociendo con sencilla humildad que no es nuestra propiedad autónoma, sino un don que hemos recibido de Dios, o a través de su Gracia sobrenatural, o a través de la carga genética, o a través de la educación, en cualquier dimiensión, o a través de la naturaleza que nos ofrece tantas opciones, que podemos o no aprovechar, pero reconozcamos también que el saberlas aprovechar también es un don.

La soberbia incluye dos cosas: por un lado, no reconocer adecuadamente que lo que tenemos es un don y, por el otro, nos llegamos a creer más o mejores que alguien... ¡Cuidado: una cosa es que ahora estemos mejor que otra persona y otra, muy diversa, es que SEAMOS mejores!

La soberbia siempre es negativa y degradante. Por eso la primera lectura nos invita a la humildad y a la sencillez, más apreciada que la generosidad. El Evangelio también marca la importancia de una actitud que no busque el prestigio, el quedar bien o el obtener ventajas, pues eso lleva a la guerra, expresa o sorda, pero guerra... ¡y ésta siempre es cruenta, física o moralmente hablando, siempre hay víctimas y nunca hay victorias reales!

Precisamente por el Amor, que lleva a Dios, y a sus siervos, a servir con humilde sencillez, es que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, no se hace temer, pues nunca domina para sojuzgar, sino que todo lo hace para elevar, exaltar, despertar un infinito desarrollo. Yo pienso que, como la dinámica de la creación humana es que la persona humana tienda a ser como Dios, y Dios, por naturaleza, es infinito y perfecto, siendo la persona humana, por naturaleza, limitada, es muy grande su capacidad de irse perfeccionando en todo, pues ¡hasta que llegue a la perfección de Dios!... Le queda mucho trecho... Y como cada paso en la maduración y perfeccionamiento trae consigo alegría, pues ¡¡¡Tenemos alegría para rato!!! Imaginarse... ¡hasta que alcancemos a Dios! Y Dios nos invita a seguir sus pasos... Los textos de hoy no solo nos invitan a la confianza desde la humildad, creo que nos invitan a saaber que si seguimos el camino que Dios nos traza, nuestro futuro de alegría y grandeza son inacabados... ¡hasta la eternidad! ¡¡Hasta que seamos como Dios, que es nuestra última vocación!!

Pidamos a María que jamás nos cansemos de acercarnos al Señor y de caminar, como ella, seguro siguiendo los pasos de la Voluntad de Dios.

Dios les bendiga a todos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Humildad

Hay un refrán castellano que dice: “Las apariencias engañan”. La soberbia, que es el orgullo de los necios, les lleva a cavar su propia tumba, los sepulta en la soledad y llena de tristeza a quienes les aman y desearían verlos espiritualmente sanos y libres de esta locura.

La humildad es la verdad de reconocer los valores y límites que uno mismo tiene en realidad y vivir para dar el mejor servicio que cada uno pueda, sin buscar ser reconocidos, ni atarnos, ni mucho ni poco, a la opinión de los demás, aunque esto, sin duda de algún modo, nos afecte, al menos a los que somos débiles. Sólo nos debemos a Dios y a la misión que nos dio.

Dios no condena a nadie; por esto podemos acercarnos a Él sin miedo: Él es Padre y Salvador. Sí, también es juez, pero lo es para señalarnos qué debemos transformar en nosotros para hacer más fecunda su Salvación, con sus dones de Vida, Gracia y Amor para todos.

La verdad, en la persona y la sociedad, nos garantiza paz y vida para todos. ¡Y plena!

La vida incluye libertad y ésta solo es fecunda en la sencillez y servicio humilde

La soberbia, que es creer que, por nosotros mismos, valemos más que otros, es un nivel de crasa ignorancia e inobjetividad que nos acusa de necios y peligrosos para los que estén con nosotros, pues trataremos de usar todo y a todos para enaltecernos. ¡Es enfermedad grave!

La persona sensata y por dentro sana es humilde y la humildad le permite la libertad de servir al bien y a la vida de las personas que le rodean sin más pretensión que el bien de ellas.

El Amor de Dios es servicio a la vida y excluye todo poder o dominio que se base en el miedo

Cristo nos introdujo en el Amor de la Comunión Trinitaria que está volcada a la ma-duración de la Vida de los que a Ella acuden. El miedo no tiene lugar en este Estilo de Vida.

Dios quiere que seamos parte de su ‘Familia’, con los que ya en Él viven felices. Todo está orientado a esto: todo el Poder de Dios está a favor nuestro. No puede hacer más: ya nos dio a su Hijo y su Espíritu, y con ellos, su Palabra, Alimento, Sacramentos, Comunidad y Madre.

¿Qué más queremos? Es solo nuestra decisión. Seamos, como María, sencillos y humil-des y aceptemos tanto amor y riqueza, aprovechando sus dones, orientaciones y beneficios.

Si queremos el bien de los demás sobra buscar nada nosotros mismos, pues esto nos acusaría

Buscar el propio interés ya, de por sí, es condenación por falsa religiosidad y nos distancia del Dios que solo vive para dar vida. Ésta dará, como respuesta, una gloria insospechada.

Seamos prudentes y sensatos, pues nadie nos da opciones mayores que las que Dios nos ofrece: fuera de Él y sus criterios, solo hay muerte y fracaso humillante.

El Reino de Dios es el único que nos eleva a un prestigio sobre humano, pero nos llama a la humildad del que sirve en el gratuito y enaltecedor Amor hacia el menor y más débil.

Pidamos a María vivir en su atenta humildad y absoluta confianza en el Amor de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXII
El Dios Omnipotente nos salva, desde la humildad de la encarnación, con el don de la propia vida: ¡modelo de actitud sabia de verdad!

Sir. 3, 17-18.20.28-29:
"Hijo mío, si eres rico, sé humilde y serás amado más que al que da generosamente. Cuanto más grande seas, hazte más humilde… No hay remedio para el mal del soberbio, porque es brote de una raíz maligna… el oído atento a la sabiduría se alegrará".

Salmo 67: "¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!"

He. 12, 18-19.22-24a:
"Ustedes no se han acercado a algo terrible… sino a la montaña de Sión… a la asamblea de los primogénitos… a Dios, que es el juez del Universo… a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza…"

Lc. 14, 1a.7-14: "Jesús fue invitado a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos le vigilaban… Al notar cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo: «Si te invitan a un banquete de bodas, no ocupes el primer lugar, pues puede suceder que… venga quien les invitó y te pida que cedas el sitio a otro… cuando te inviten busca el último lugar… Porque todo el que se enaltece, será humillado y quien se humilla será enaltecido». Después dijo a quien le había invitado: «Cuando des un banquete no invites a tus amigos… porque ellos, a su vez, te invitarán y quedarás pagado. Al contrario… invita a los pobres… ¡Feliz de ti… tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos»."

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