mayo 19, 2012

"El Señor asciende entre aclamaciones"


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 20 de mayo.


Dios es grande y estamos alegres, dice el salmo y con mucha objetividad y justicia.

El Padre, en su Eterno Amor, expresado en la creación y, sobre todo, en el envío de su Hijo para salvarnos, nos ha manifestado la aceptación del don de la vida de su Hijo, en obediencia al Amor del Padre y expresión histórica del suyo propio en el tiempo, resucitándolo de entre los muertos mostrándonos la participación del Hijo encarnado en la gloria del Padre, velada durante su trayecto humano en el tiempo, pero clara y patente con la resurrección y, más todavía, con su ascensión al cielo para estar entre nosotros sin ningún límite ni de tiempo ni de espacio.

Ahí lo tenemos en la Comunidad Eclesial, ahí lo tenemos en la Eucaristía, ahí lo tenemos en la acción de cada sacramento, ahí lo tenemos en la oración personal, ahí lo tenemos en toda obra buena movida por las ganas de dar vida que toda persona de buena voluntad desarrolla, más allá de sus creencias, o increencias, religiosas.

La Acción Salvífica del Amor de Dios es infinita y universal.

Somos testigos de un Amor tan concreto e histórico; somos testigos de un Amor tan universal y englobante; somos testigos de un Amor tan renovador de cada persona, sea quien sea, pues no hace acepción de personas.

En ello nosotros tenemos una responsabilidad especial como cristianos, pues muchos, no conociendo a Dios temáticamente y a través de su Hijo Jesucristo, le son dóciles y le están disponibles... ¿Y nosotros?

El Señor nos ha enviado y nos acompaña dando eficacia a lo que hacemos en su nombre y para testificar su Amor y Salvación.

Que esta fiesta, que, por otro lado, expresa la gloria que Dios nos tiene reservada, sea para nosotros un acicate.

Como los ángeles que 'despertaron' a los apóstoles preguntándoles por qué estaban ahí parados mirando al cielo cuando tenían una tarea que hacer, tarea dada precisamente por el mismo al que habían visto subir con todo poder y gloria, y que iba a volver con el mismo poder y gloria a pedirles cuentas... Y los apóstoles, con María, entran en oración abriendo más y más su vida para que el Espíritu del Padre y del Hijo les llene del todo...

Esto es un verdadero reclamo para nosotros:

¿Es la oración con María la actitud constante en nuestra vida, aun cuando el trabajo nos apriete y nos haga correr?

¿Es María nuestro modelo de persona atenta y dócil a la acción de Dios y servidora, por eso, de todos los que le rodean?

Estamos a las puertas de la novena de María Auxiliadora, pongámonos en su escuela de Escucha disponible a la Voluntad de Dios.

Ella nos ayude a ser personas de oración atenta y activa para favorecer toda bondad y todo bien en toda persona...

¡Es un aprendizaje duro y nada fácil, por la soberbia y desidia que tantas veces nos quiere ganar, pero María nos llama desde el corazón y Dios nos reclama desde los diversos acontecimientos de la historia de cada día. Agucemos el corazón y exprimamos nuestra sensibilidad cristiana para que en nosotros el Espíritu encuentre personas dispuestas a lo que nos pida, aunque no siempre sea de nuestro gusto o parecer.

Dios nos ayude a ser testigos de su Amor en todas partes y con todas las personas.

Unidos en oración con María, la Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

"El Señor asciende entre aclamaciones"

Jesús muestra su grandeza y señorío al resucitar y al subir al cielo; es decir, al superar todo límite que nuestra naturaleza material y débil, que comparte totalmente con nosotros, nos pueda poner.

No se va desentendiéndose de nuestra realidad, sino que nos muestra que hay un destino superior al que todos estamos llamados y nos acompaña en nuestro caminar hacia él. Si comprendiéramos mejor nuestra vocación de grandeza, no nos dejaríamos atrapar por las pequeñeces que, a veces, tanto nos atan.

Somos enviados a compartir las maravillas que el Señor nos ha confiado porque el que crea ya está salvado y encontrará la paz y la Vida para siempre y para todo. No creer es quedar en la angustia y el límite.

La tarea es superior a nuestras fuerzas: la propuesta, ante los límites evidentes, no es creíble. ¿A quién vamos a convencer? Pero el Señor nos acompaña y fortalece y, en y por nosotros, hace sus obras: nada lo ata. Debemos creer, estar disponibles y fiarnos de Él; esta Fe será la puerta-prueba para los demás.

La gloria del Señor es nuestra garantía y la Fe será el camino para llegar a ella, si se hace concreta en el Amor que sirve y construye la justicia en la Verdad para despertar la esperanza y afianzar la paz.

El Señor, en su ascensión, muestra su soberanía y nos envía como sus testigos con la fuerza del Espíritu

Jesús confía a su Iglesia la misión que Él ha recibido y para eso le da su mismo fecundo Espíritu.

Con la subida al cielo de Jesús se marca el fin del tiempo público de Jesús y el inicio del nuestro, del de la Iglesia. Somos enviados como testigos del Amor que Salva. El Espíritu nos anima y jamás debemos creer que podemos solos, pero tampoco dejarnos paralizar: ¡es tiempo de dar vida como Él, hoy y aquí!

Para nosotros es vital comprender lo que hemos recibido para poderlo vivir, valorar y compartir con
todos


Cristo resucitado, glorificado por Dios Padre, muestra lo eterno de la Salvación. Ésta supera todo límite porque es Él quien salva desde toda la eternidad: todo lo creó desde su Amor comunicador de vida; la Salvación es comunicación de Vida desde este Amor eterno, realizado en el tiempo y para todo el mundo.

Pablo ruega al Señor que lo comprendamos y valoremos, para que no nos dejemos atrapar por nada.

Somos enviados a ser testigos, ante toda la realidad, de la Salvación de Jesús: Él nos acompañará siempre

‘Subir al cielo’ y ‘estar sentado a la derecha del Padre’ son expresiones que hablan del triunfo del Señor, de su Señorío total y absoluto y de su voluntad de hacer lo necesario para el éxito de su Misión.

Confesar la ascensión muestra la Fe de la Iglesia en la glorificación de Cristo, el Señor resucitado.

Él está con nosotros y en nosotros actúa el Salvador, si creamos y nos identifiquemos con Él: ¡no sólo creer, ni sólo bautizarse! Ambas son necesarias, pero la primera da sentido y valor a la segunda.

Él nos revestirá de su poder, el Espíritu, y superaremos todos los obstáculos, si nos dejamos guiar.

Como diciéndonos: todo lo que tenga que ver con la Salvación les será posible: ¡hay que confiar siempre!

Pidamos a María aprender a tener siempre presente al Señor y confiarnos a su Amor todopoderoso.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO VII
ASCENSIÓN DEL SEÑOR

La gloria a la que Dios nos llama es inmensa y Jesús nos la muestra con su ascensión: Él nos envía a proclamársela a todos viviendo de acuerdo con ella.

Hch. 1, 1-11:
"...Después de su pasión, Jesús se manifestó a [los apóstoles] dándoles muchas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció hablándoles del Reino de Dios... les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «…porque Juan –les dijo– bautizó con agua, pero Uds. serán bautizados por el Espíritu Santo dentro de pocos días... Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre Uds. y serán mis testigos... hasta los confines de la tierra». Dicho esto... lo vieron elevarse y una nube lo ocultó de su vista... Se les aparecieron unos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «...¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado... vendrá de la misma manera que lo han visto partir»."

Salmo 97: "El Señor asciende entre aclamaciones, al son de trompetas".

Ef. 1, 17-23:
"Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría... que les permita conocerlo verdaderamente... para que puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con el que obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza... que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó… Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo y la plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas".

Mc. 16, 15-20: "Jesús resucitado se apareció a los once y les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará... Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban".






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