mayo 04, 2012

«Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 6 de mayo.


El Señor nos invita a mantenernos unidos a Él, que es nuestra Vida, como los sarmientos a la vid, si desean dar fruto.

Esta vid es el mismo Dios del que recibimos la savia de la Vida y al que consagramos la nuestra para que otros se beneficien de los dones que Él nos concede al integrarnos en la Comunidad cristiana en la que Él nos integra para ser fecundos en Él.

Para Pablo y Bernabé esta integración era vital, pues, si bien se le presentó a Pablo en su camino de perseguidor, lo único que Jesús hizo entonces fue identificarse como el Señor Jesús, al que Saulo perseguía al perseguir a lo que seguían el Camino del Señor.

Cristo no sólo se identificó con la Comunidad cristiana, sino que fue a ella a la que le encargó que recibiera y orientara a Saulo para que aprendiera a seguir al Señor y testificar su Nombre como el Mesías Salvador, el esperado por el Pueblo de Dios, a lo largo y ancho del mundo.

Pablo entendió que Cristo y su Comunidad eran inseparables y después lo expresaría en el símil del cuerpo.

Juan nos hace notar que no se trata de creer en teoría, "de palabra y con la lengua", dice él, sino en verdad, por mucho que esto nos cueste. Y este "de verdad" de su carta, significa viviendo el Amor comunitario e histórico que el Señor nos pide en su mandamiento del Amor que nos da vida nueva.

Nuestra Fe no encaja con las teorías que nos podamos inventar, y que, de hecho, se han ido dando a lo largo de la historia, y a las que la Comunidad cristiana ha debido responder sin condenar a las personas, pero aclarando la realidad para que nadie se desviara del Camino.

A esa concretez se refiere san Juan al decir que debemos amar "con obras y de verdad". Quien así ama, aunque se equivoque, pues nadie está exento de ello, podrá mantener la paz, pues cuando le hagan ver su error, rectificará, si de verdad ama según Dios y no según su soberbia, y tratará de vivir como entiende que el Señor le pide a través de su Comunidad, siempre más unido a la Vid para que sus frutos sean permanentes en Dios, el Dios del Amor histórico y concreto, que a nosotros tanto nos cuesta asimilar.

Que María, en cuyo mes estamos, nos ayude a vivir sinceramente nuestra Fe comunitaria y nuestra permanencia en Cristo para que sea su Vida la que fecunde la nuestra y le haga producir los frutos que Dios desea de cada uno de nosotros.

Dios nos bendiga y nos llene de su Vida nueva.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB


«Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador»

“Permanezcan en Mí”, nos pide, hasta siete veces, de diversos modos, el Señor en este párrafo.

Pablo y Bernabé, con su actitud, nos hace notar que la Comunidad es vital para la maduración de la Fe cristiana. No podemos ser cristianos por nuestra cuenta. No se nos pide impecabilidad ni perfección, según Juan, pero sí mantenernos unidos a nuestra Comunidad, aunque esto, a veces, no sea cómodo.

De la identidad, intimidad y profundidad de nuestra relación con Cristo depende el que seamos cristianos o tan sólo miembros, tal vez honestos, de una religión, más o menos fabricada por nosotros.

Alguno se ‘defiende’ diciendo: ‘¡Yo soy cristiano a mí manera!’, con lo que, tal vez, afirma que él y Dios se entiende en privado, independientemente de ningún rito impuesto o de una Comunidad que pretenda ser autoridad para él. Hemos escuchado un: ‘Yo rezo en mi casa cuando lo necesito’; o: ‘Yo vengo a misa cuando tengo tiempo – o tengo ganas – o cuando lo siento, porque no soy hipócrita’ Y así se mantienen
fuera y no se alimentan y empiezan a creer a su manera y a tener su propios criterios, que ellos se creen que son cristianos.

Los frutos de la vida cristiana –el Amor fraterno, que es nuestro gran aporte-duda a nuestro mundo– dependen de nuestra permanencia en Cristo. El Padre, de múltiples modos, entre los que está, sin duda, la Comunidad, se encarga de purificar y enriquecer nuestra relación con el Amor libérrimo de Dios.

Los frutos serán mayores, cuanto más profunda sea nuestra intimidad con Cristo en su Comunidad.

Unirse a la Comunidad es vital: por ella pasa la sabia renovadora de Cristo, que nos fecunda con su vida

Saulo ha conocido a Cristo, por experiencia, pero Éste vive en su Comunidad y a ella debe integrarse, pues de ella, por mandato del Señor, ha recibido la savia de la Fe, confiada por el Señor para todos.

La Comunidad, al fin y al cabo, también humana, no se fía. Es la honestidad humilde de Saulo la que gana la confianza de Bernabé, hombre del Señor, quien le lleva a los apóstoles-testigos: éstos lo acreditan.

La vida de Cristo se concreta en el amor; y el amor expresa la Fe real, que obedece al Dios que nos salva

Sabemos que estamos unidos a Dios si nos amamos unos a otros según su Voluntad de Salvación.

Muchas veces es posible que nos equivoquemos; nuestra conciencia nos reprochará por ello, pero si nos guía el Amor de Dios, podemos vivir en paz, pues Él es superior a todo y nos ayudará a liberarnos.

Lo importante es seguir cada día lo que nos indica en sus mandamientos: lo demás lo hace Él.

La Gloria de Dios es nuestra vida fecunda en el amor; eso sólo es posible si vivimos unidos a la vid, Cristo

Jesús, que acaba de entregar su Cuerpo y su Sangre como alimento de Salvación y Vida nueva, se identifica con la vid, figura del Pueblo elegido, amado por Dios, que, fecundo, se extenderá lleno de Vida.

El Amor de Dios jamás dejará de enriquecer a los que formen parte de esta vid. Serán fecundos.

¿Lo importante? Mantenernos unidos a Él. Es lo único que se nos pide: Amor y disponibilidad total.

Jesús es la fuente y alimento del Pueblo fiel, la viña fecunda que llena de vida a los discípulos fieles.

Dios cuida su viña, la limpia y purifica sus ramas, nosotros, para que den frutos permanentes.

Pidamos a María, Gloria de Dios, nos enseñe a ser fieles en el Amor obediente, abiertos y fecundos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO V

Dios es Padre de Vida y sus hijos deben ser permanentes animadores de la Vida, la de Cristo: para esto necesitamos mantenernos unidos a Él, vid fecunda


Hch. 9, 26-31:
"Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero... le tenían desconfianza... Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta... los apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor... y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos... y predicaba... en el nombre del Señor... también a los judíos de lengua griega, pero éstos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse,... lo enviaron a Tarso. La Iglesia... gozaba de paz... y crecía en número... por el Espíritu Santo".

Salmo 21: "Yo te alabaré en la gran asamblea".

1Jn. 3, 18-24:
"Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios, aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas... Podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y Él nos concederá todo lo que le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el Nombre de su Hijo... y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó... sabemos que Él permanece con nosotros por el Espíritu que nos ha dado".

Jn. 15, 1-8: "Jesús dijo...: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto y al que da fruto, lo poda para que dé más fruto... Permanezcan en mí como yo permanezco en Uds. Como el sarmiento no puede dar fruto, si no permanece en la vid, tampoco Uds. si no permanecen en mí... El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí nada pueden hacer... La gloria de mi Padre consiste en que Uds. den fruto abundante, y así sean mis discípulos»."





No hay comentarios.:

Publicar un comentario