Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 11 de noviembre.
¿Hasta dónde nos fiamos de Dios? ¿Qué le damos de nuestra vida? ¿Nos atrevemos a dársela entera? Parece fácil responder que todo lo nuestro es de Dios, pero la que, de verdad, responde es la misma vida personal, interior y exterior.
Hay un criterio infalible: la obediencia inteligente, sencilla y confiada. Esa virtud tan poco actual, tan desacreditada entre muchas personas intelectuales, poderosas y de cierta autoridad, incluidos no pocos religiosos y eclesiásticos. Todos personas, tan llenas de sí mismas, que lo discuten todo, si es que no va según sus criterios; ellos creen saber lo que está bien y lo que está mal y los que no piensen como ellos están equivocados, sean quienes sean. Sólo hay una autoridad fiable: ‘ellos’.
La viuda de Sarepta, por suerte, no era de este tipo de personas, sino una persona de corazón sencillo que creyó al profeta y por eso Dios pudo hacer maravillas con ella. Lo mismo la viuda de la que habla el evangelio de san Marcos y más todavía Jesús, el Mesías obediente hasta la muerte, que sufrió para abolir el pecado y liberarnos de toda esclavitud, si aceptamos ser liberados.
En realidad la paz y la alegría de nuestra vida dependen de nosotros, ya no más de Dios; Él ya hizo todo lo que podía hacer: dar su vida para que tuviéramos todas las opciones y las aprovecháramos.
Alguno se podrá preguntar, y, de hecho, la pregunta flota en los textos de este penúltimo domingo: ¿cómo acabará nuestro mundo? La respuesta es clarísima: con el triunfo de la verdad, el bien, la justicia, la paz, la vida y con la gloria de Dios-Amor en Cristo Jesús, el Señor.
Hay otra pregunta más importante, es ésta: ¿estaremos nosotros en este triunfo? Depende de nosotros, si nos comprometemos seriamente a colaborar en la construcción de su Reino en nosotros y nuestros ambientes, sí. Si de lo dejamos para los demás y ‘nos evitamos problemas’, no.
El final llegará para todos, personal y socialmente; pero cómo será éste en cada uno, eso es tarea personal. Dios ya no puede hacer más por nosotros. Desde que nos equivocamos al principio de nuestra historia, Él se comprometió y la transformó en ‘historia de Salvación’, pues para Dios no hay nadie y nada más importante que nosotros y nuestra salvación: ¡¡¡somos sus hijos!!!
¿A Él lo reconocemos y aceptamos como nuestro Padre, como lo es de Jesús, el Mesías? ¿Aceptamos al Señor Jesús como nuestro Maestro? ¿Acudimos, al menos dominicalmente, para aprender a vivir como Él? O nosotros no necesitamos que nos enseñen, pues ya lo sabemos todo... Todos los poderosos lo piensan así y se quedan en su soberbia, que los condena hasta que la depongan...
Pidamos a María nos enseñe a aprende a escuchar a Jesús para vivir en su Reino de Vida y Amor.
Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
Elías, 800 años antes de Jesús, pide, en nombre de Dios, a la viuda hambrienta y a su hijo, una Fe al límite. Como diciéndole: “Si te fías de la Palabra que Dios te dirige a través de mí, te estás abriendo al auxilio seguro de Dios: dale todo a Dios y Él no te fallará”. La viuda creyó y recibió el beneficio.
La viuda del evangelio, como la de Sarepta, le da a Dios su vida, al ofrecer lo que tenía para vivir.
Jesús también da su vida para destruir el pecado –como Dios lo desea para bien de todos– así y sólo así, entra en el santuario del cielo y puede interceder por nuestra Fe, para que sea más clara, honesta y firme.
La fidelidad de Dios es inmutable, pero no basta esto, es necesario que nosotros trabajemos por ser también fieles a Él, puesto que Él no puede salvar a quien no desea, con los hechos, ser salvado.
¿Qué damos nosotros al Señor? ¡No se trata de cuánto damos! No es cuestión de dinero, sino de vida de Fe. ¿Qué ponemos en las manos del Señor? ¿Le confiamos nuestra vida: lo que somos y tenemos?
Domingos anteriores hemos tocado el tema del dinero, del poder, el matrimonio... ¿Cuántas cosas no nos van bien porque no le permitimos a Dios estar en el centro de ellas, sino que nos imponemos nosotros?
A la viuda de Sarepta, víctima de la hambruna, como los pobres del país, nadie la auxiliaba, sólo Dios
Las propuestas de Dios tienen la lógica de la libre aceptación de los riesgos de la Fe. Creer en el Dios de la Vida no obedece a programaciones y criterios humanos, demasiado unidos al poder y codicia.
O Dios es para nosotros de fiar –y le escuchamos y obedecemos– o no creemos de verdad en Él.
El don de Jesús, el Cristo, fue total y en amor oblativo, por eso su entrega es redentora y su gloria divina
El don de la vida de Jesús, por su amor, nos redime de toda esclavitud, fruto de las idolatrías a las que nos sometemos. Cristo no fue espectador de nada y ante nadie: siempre buscó el bien y la vida de todos, sobre todo de los más necesitados de ello. Es para nosotros un modelo de vida humana y cristiana.
Dar lealmente de lo que nos fue confiado para el bien de todos es un acto de justicia que nos diviniza
La viuda reconocía en el templo la presencia de Dios y a Él entregaba su vida, aunque los dirigentes, representados por los escribas, se aprovecharan de su sencillez para quedarse con lo que tenía, bajo pretextos religiosos. ¡Cuidémonos, nos advierte Jesús, de tal hipocresía y degradación religiosa!
Para el mundo moderno, dar lo que se tiene para vivir, es una locura, pero es lo único sabio; así es también en la naturaleza: la semilla, para producir, muere, da todo lo que tiene, y así es que se multiplica.
¿Somos libres para dar? Lo que no es indispensable, no es nuestro, sino de quien lo necesita.
Dios también desea ser Providencia a través de nosotros: ayudaremos a que otros vivan mejor.
Pidamos a María ser honestos en nuestras ofrendas para que otros se abran más al Dios de la vida.
1R. 17, 8-16: "El Señor dijo a Elías: «Ve a Sarepta... y establécete allí...» Él partió... Al llegar... vio una viuda que estaba juntando leña... y le dijo: «Por favor, tráeme... un poco de agua para beber. ...tráeme también... un pedazo de pan» Pero ella respondió: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan... sino solo un puñado de harina... y un poco de aceite... Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos» Elías dijo: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero, antes, prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor...: “El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en el que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”» Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías y comieron ella, él y su hijo durante un tiempo... conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías".
Salmo 1456c-10: "Alaba al Señor, alma mía; ¡alábale!"
Hb. 9, 24-28: "Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas... sino en el cielo, para presentarse delante de Dios a favor nuestro... Él se ha manifestado una sola vez en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su sacrificio... Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan".
Mc. 12, 38-44: "Jesús enseñaba a la multitud: «Cuídense de los escribas a quienes les gusta... pasearse..., ocupar los primeros asientos... devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad». Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna... Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir»".
¿Hasta dónde nos fiamos de Dios? ¿Qué le damos de nuestra vida? ¿Nos atrevemos a dársela entera? Parece fácil responder que todo lo nuestro es de Dios, pero la que, de verdad, responde es la misma vida personal, interior y exterior.
Hay un criterio infalible: la obediencia inteligente, sencilla y confiada. Esa virtud tan poco actual, tan desacreditada entre muchas personas intelectuales, poderosas y de cierta autoridad, incluidos no pocos religiosos y eclesiásticos. Todos personas, tan llenas de sí mismas, que lo discuten todo, si es que no va según sus criterios; ellos creen saber lo que está bien y lo que está mal y los que no piensen como ellos están equivocados, sean quienes sean. Sólo hay una autoridad fiable: ‘ellos’.
La viuda de Sarepta, por suerte, no era de este tipo de personas, sino una persona de corazón sencillo que creyó al profeta y por eso Dios pudo hacer maravillas con ella. Lo mismo la viuda de la que habla el evangelio de san Marcos y más todavía Jesús, el Mesías obediente hasta la muerte, que sufrió para abolir el pecado y liberarnos de toda esclavitud, si aceptamos ser liberados.
En realidad la paz y la alegría de nuestra vida dependen de nosotros, ya no más de Dios; Él ya hizo todo lo que podía hacer: dar su vida para que tuviéramos todas las opciones y las aprovecháramos.
Alguno se podrá preguntar, y, de hecho, la pregunta flota en los textos de este penúltimo domingo: ¿cómo acabará nuestro mundo? La respuesta es clarísima: con el triunfo de la verdad, el bien, la justicia, la paz, la vida y con la gloria de Dios-Amor en Cristo Jesús, el Señor.
Hay otra pregunta más importante, es ésta: ¿estaremos nosotros en este triunfo? Depende de nosotros, si nos comprometemos seriamente a colaborar en la construcción de su Reino en nosotros y nuestros ambientes, sí. Si de lo dejamos para los demás y ‘nos evitamos problemas’, no.
El final llegará para todos, personal y socialmente; pero cómo será éste en cada uno, eso es tarea personal. Dios ya no puede hacer más por nosotros. Desde que nos equivocamos al principio de nuestra historia, Él se comprometió y la transformó en ‘historia de Salvación’, pues para Dios no hay nadie y nada más importante que nosotros y nuestra salvación: ¡¡¡somos sus hijos!!!
¿A Él lo reconocemos y aceptamos como nuestro Padre, como lo es de Jesús, el Mesías? ¿Aceptamos al Señor Jesús como nuestro Maestro? ¿Acudimos, al menos dominicalmente, para aprender a vivir como Él? O nosotros no necesitamos que nos enseñen, pues ya lo sabemos todo... Todos los poderosos lo piensan así y se quedan en su soberbia, que los condena hasta que la depongan...
Pidamos a María nos enseñe a aprende a escuchar a Jesús para vivir en su Reino de Vida y Amor.
Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
«Esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera»
Elías, 800 años antes de Jesús, pide, en nombre de Dios, a la viuda hambrienta y a su hijo, una Fe al límite. Como diciéndole: “Si te fías de la Palabra que Dios te dirige a través de mí, te estás abriendo al auxilio seguro de Dios: dale todo a Dios y Él no te fallará”. La viuda creyó y recibió el beneficio.
La viuda del evangelio, como la de Sarepta, le da a Dios su vida, al ofrecer lo que tenía para vivir.
Jesús también da su vida para destruir el pecado –como Dios lo desea para bien de todos– así y sólo así, entra en el santuario del cielo y puede interceder por nuestra Fe, para que sea más clara, honesta y firme.
La fidelidad de Dios es inmutable, pero no basta esto, es necesario que nosotros trabajemos por ser también fieles a Él, puesto que Él no puede salvar a quien no desea, con los hechos, ser salvado.
¿Qué damos nosotros al Señor? ¡No se trata de cuánto damos! No es cuestión de dinero, sino de vida de Fe. ¿Qué ponemos en las manos del Señor? ¿Le confiamos nuestra vida: lo que somos y tenemos?
Domingos anteriores hemos tocado el tema del dinero, del poder, el matrimonio... ¿Cuántas cosas no nos van bien porque no le permitimos a Dios estar en el centro de ellas, sino que nos imponemos nosotros?
A la viuda de Sarepta, víctima de la hambruna, como los pobres del país, nadie la auxiliaba, sólo Dios
Las propuestas de Dios tienen la lógica de la libre aceptación de los riesgos de la Fe. Creer en el Dios de la Vida no obedece a programaciones y criterios humanos, demasiado unidos al poder y codicia.
O Dios es para nosotros de fiar –y le escuchamos y obedecemos– o no creemos de verdad en Él.
El don de Jesús, el Cristo, fue total y en amor oblativo, por eso su entrega es redentora y su gloria divina
El don de la vida de Jesús, por su amor, nos redime de toda esclavitud, fruto de las idolatrías a las que nos sometemos. Cristo no fue espectador de nada y ante nadie: siempre buscó el bien y la vida de todos, sobre todo de los más necesitados de ello. Es para nosotros un modelo de vida humana y cristiana.
Dar lealmente de lo que nos fue confiado para el bien de todos es un acto de justicia que nos diviniza
La viuda reconocía en el templo la presencia de Dios y a Él entregaba su vida, aunque los dirigentes, representados por los escribas, se aprovecharan de su sencillez para quedarse con lo que tenía, bajo pretextos religiosos. ¡Cuidémonos, nos advierte Jesús, de tal hipocresía y degradación religiosa!
Para el mundo moderno, dar lo que se tiene para vivir, es una locura, pero es lo único sabio; así es también en la naturaleza: la semilla, para producir, muere, da todo lo que tiene, y así es que se multiplica.
¿Somos libres para dar? Lo que no es indispensable, no es nuestro, sino de quien lo necesita.
Dios también desea ser Providencia a través de nosotros: ayudaremos a que otros vivan mejor.
Pidamos a María ser honestos en nuestras ofrendas para que otros se abran más al Dios de la vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXII
Decir que se cree en el Dios de la vida o es concreta y leal obediencia a lo que nos propone o es esconder idolatrías que nos llevan a diversas esclavitudes
Decir que se cree en el Dios de la vida o es concreta y leal obediencia a lo que nos propone o es esconder idolatrías que nos llevan a diversas esclavitudes
1R. 17, 8-16: "El Señor dijo a Elías: «Ve a Sarepta... y establécete allí...» Él partió... Al llegar... vio una viuda que estaba juntando leña... y le dijo: «Por favor, tráeme... un poco de agua para beber. ...tráeme también... un pedazo de pan» Pero ella respondió: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan... sino solo un puñado de harina... y un poco de aceite... Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos» Elías dijo: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero, antes, prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor...: “El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en el que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”» Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías y comieron ella, él y su hijo durante un tiempo... conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías".
Salmo 1456c-10: "Alaba al Señor, alma mía; ¡alábale!"
Hb. 9, 24-28: "Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas... sino en el cielo, para presentarse delante de Dios a favor nuestro... Él se ha manifestado una sola vez en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su sacrificio... Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan".
Mc. 12, 38-44: "Jesús enseñaba a la multitud: «Cuídense de los escribas a quienes les gusta... pasearse..., ocupar los primeros asientos... devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad». Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna... Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir»".
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