Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 16 de diciembre.
Éste podemos decir, como siempre se dijo, que es el domingo de la alegría.
La razón es que el Señor está cerca, es decir, está con nosotros, vive con nosotros, aunque muchos no lo sientan así, porque ellos no viven cerca de Él. Pero Él está en nuestro interior, está en nuestros sagrarios, está en la Palabra, esté en la Comunidad...
¡Qué triste que hayan tantos corazones lejos del Dios que vive en el centro de ellos!
¡Qué lástima que tantos escuchen tan poco la Palabra como lo que es, Palabra de Dios que nos vivifica, nos consuela, nos orienta, nos ayuda en nuestro camino de conversión! Claro que si no avanzamos con conciencia sincera, y esfuerzo, por el camino de la conversión, de poco sentimos que nos sirva la Palabra.
¡Cuántos sagrarios demasiado solos! ¡Cuántas personas entran en el templo y no se percatan de que el Señor está ahí y nos espera a todos y cada uno, también a ellas... ni siquiera le saludan con el mínimo de deferencia y respeto que se da a cualquier otra persona!
¿Valoramos nuestra Comunidad concreta? Sí, con sus defectos, pues toda Comunidad humana, también la cristiana es una Comunidad humana, los tiene, pues nos tiene a nosotros que estamos llenos de límites y defectos...
Dios está cerca, luchando nuestras batallas.
¿No tiene Él más interés que nosotros de vernos grandes y felices como Él? ¿No vivimos un tanto descuidados nosotros en este campo tan vital? ¡Y la pagan todos los que nos rodean y nuestra sociedad que tiene el derecho de que los cristianos le demos el testimonio que ningún otro le puede dar.
Seamos realistas, nos pide Juan el Bautista: “cada uno sabe dónde la aprieta el zapato”, dice el refrán, es decir, dónde su vida no camina tan bien como debería...
El Señor está cerca. Sí. Acerquémonos también nosotros a Él, y nuestra sociedad nos lo agradecerá.
Podemos también nosotros preguntarle: ¿qué debemos hacer?
María, la Madre Inmaculada, nos ayudará a tener corazón abierto y ojos limpios para escuchar al Señor y ver el camino de conversión que debemos retomar una y otra vez, sin desanimarnos.
Dios nos bendiga a todos y nos dé generosa docilidad, como la de María ante la Palabra de vida que le pedía su colaboración.
Unidos en oración con María, la Madre, Maestra, Inmaculada y Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
Esto lo entiende quien es movido por el amor y un creciente afán de vida libre y llena de pureza y salud, sin las trabas y presiones de los malos recuerdos y la esclavitud de las experiencias pasadas o presentes.
Es verdad, la pura verdad, EL SEÑOR ESTÁ CERCA. Nada es más verdad que esto. San Pablo piensa en dos cercanías: está cerca su regreso y está cerca de los que caminan en su Camino, sus discípulos.
Sofonías habla en el mismo sentido y nos invita a la alegría. Nos aclara que, con el Señor cerca– en medio de nosotros– no tenemos que temer ningún mal. Pues aunque éste se dé, el Señor nos llevará a superarlo. ¡¡¡El Señor está cerca de verdad!!! ¿Lo vivimos así, lo creemos, actuamos en consecuencia?
Con Juan nos encontramos con un profeta que nos invita a no quedarnos en gestos y apariencias, sino a ir a una vida veraz: que los hechos nos muestren convertidos al Señor que llega cada día a nuestra vida.
La conversión es una invitación universal, pero no lo son los caminos de conversión: cada uno tiene el suyo, a cada uno su personal responsabilidad y, ahí, no se puede culpar a otros: ¡mi camino es solo mío!
Debo asumir mi responsabilidad personal y social, pues toda actitud tiene su repercusión social.
Preparar la Navidad es asumir en serio esta responsabilidad de conversión personal. Esto es más urgente cuando no podemos descubrir en qué desea Dios que nos convirtamos: ¡¡es hora de pedir ayuda!!
Alégrate, hermano, el Señor te invita a aceptar corresponder a un nuevo compromiso de Amor con Él
El Señor nos pide vivir la experiencia de profundizar nuestro compromiso de serle fieles: necesitamos arrepentirnos más de una vez, pero el Amor de Dios que nos guía y anima nos sostendrá en el gozo.
El profeta insinúa que la batalla también la hace el Señor con nosotros, pero no puede sin nosotros.
Alegrémonos: el Señor camina con nosotros y nos enseña a caminar en Vida nueva para bien de todos
La alegría del cristiano se apoya en la presencia del Señor en nuestra vida; una presencia que nos llama a comprometer nuestra vida a llenar de vida y bondad a los que nos rodean.
La vocación cristiana es universal, como lo fue la del pueblo elegido en el primer período, Israel.
Estamos llamados a ser la alegría de Dios para todo el mundo. Apoyados en Él, nada debe angustiarnos.
Seamos honestos, no somos tan buenos: necesitamos convertirnos al Señor para la vida de los hermanos
Juan estaba convencido de que todo ser humano puede ser mejor y era muy consciente de lo que pasaba, por eso sus consejos son concretos y específicos. Así es el trato de Dios con todos.
¿Sabemos nosotros lo que tenemos que hacer para convertirnos? Las consecuencias de no avanzar en la conversión son negativas para todos. ¿Qué esperamos? ¿Queremos asumir esta grave responsabilidad?
Lo importante es cambiar el corazón y aprender a vivir buscando en todo el bien de los que nos rodean.
Pidamos a María ser cada día concretos en nuestra conversión para no negar a nadie la alegría de Dios.
Sof. 3, 14-18: "...¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no tendrás ningún mal... El Señor... exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su Amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta".
Salmo: Is. 122-6: "Aclamemos al Señor con alegría".
Flp. 4, 4-7: "Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada... recurran a la oración y a la súplica, acompañadas por acción de gracias, para presentar sus peticiones al Señor. Entonces la paz de Dios... tomará bajo su cuidado los corazones y pensamientos de ustedes en Cristo Jesús".
Lc. 2, 2b-3.10-18: "Dios dirigió su palabra a Juan Bautista... Éste comenzó a recorrer toda la región del Jordán... La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer...?» Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene...» Algunos publicanos... le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». Unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su paga». Como todo el pueblo estaba a la expectativa... si Juan no sería el Mesías, él... les dijo a todos: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo,... él les bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego...»"
Éste podemos decir, como siempre se dijo, que es el domingo de la alegría.
La razón es que el Señor está cerca, es decir, está con nosotros, vive con nosotros, aunque muchos no lo sientan así, porque ellos no viven cerca de Él. Pero Él está en nuestro interior, está en nuestros sagrarios, está en la Palabra, esté en la Comunidad...
¡Qué triste que hayan tantos corazones lejos del Dios que vive en el centro de ellos!
¡Qué lástima que tantos escuchen tan poco la Palabra como lo que es, Palabra de Dios que nos vivifica, nos consuela, nos orienta, nos ayuda en nuestro camino de conversión! Claro que si no avanzamos con conciencia sincera, y esfuerzo, por el camino de la conversión, de poco sentimos que nos sirva la Palabra.
¡Cuántos sagrarios demasiado solos! ¡Cuántas personas entran en el templo y no se percatan de que el Señor está ahí y nos espera a todos y cada uno, también a ellas... ni siquiera le saludan con el mínimo de deferencia y respeto que se da a cualquier otra persona!
¿Valoramos nuestra Comunidad concreta? Sí, con sus defectos, pues toda Comunidad humana, también la cristiana es una Comunidad humana, los tiene, pues nos tiene a nosotros que estamos llenos de límites y defectos...
Dios está cerca, luchando nuestras batallas.
¿No tiene Él más interés que nosotros de vernos grandes y felices como Él? ¿No vivimos un tanto descuidados nosotros en este campo tan vital? ¡Y la pagan todos los que nos rodean y nuestra sociedad que tiene el derecho de que los cristianos le demos el testimonio que ningún otro le puede dar.
Seamos realistas, nos pide Juan el Bautista: “cada uno sabe dónde la aprieta el zapato”, dice el refrán, es decir, dónde su vida no camina tan bien como debería...
El Señor está cerca. Sí. Acerquémonos también nosotros a Él, y nuestra sociedad nos lo agradecerá.
Podemos también nosotros preguntarle: ¿qué debemos hacer?
María, la Madre Inmaculada, nos ayudará a tener corazón abierto y ojos limpios para escuchar al Señor y ver el camino de conversión que debemos retomar una y otra vez, sin desanimarnos.
Dios nos bendiga a todos y nos dé generosa docilidad, como la de María ante la Palabra de vida que le pedía su colaboración.
Unidos en oración con María, la Madre, Maestra, Inmaculada y Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
"Aclamemos al Señor con alegría"
¡Alégrense! Maravillosa invitación. La razón dada, lo explica, y ¡no es para menos!: el Señor está cerca.Esto lo entiende quien es movido por el amor y un creciente afán de vida libre y llena de pureza y salud, sin las trabas y presiones de los malos recuerdos y la esclavitud de las experiencias pasadas o presentes.
Es verdad, la pura verdad, EL SEÑOR ESTÁ CERCA. Nada es más verdad que esto. San Pablo piensa en dos cercanías: está cerca su regreso y está cerca de los que caminan en su Camino, sus discípulos.
Sofonías habla en el mismo sentido y nos invita a la alegría. Nos aclara que, con el Señor cerca– en medio de nosotros– no tenemos que temer ningún mal. Pues aunque éste se dé, el Señor nos llevará a superarlo. ¡¡¡El Señor está cerca de verdad!!! ¿Lo vivimos así, lo creemos, actuamos en consecuencia?
Con Juan nos encontramos con un profeta que nos invita a no quedarnos en gestos y apariencias, sino a ir a una vida veraz: que los hechos nos muestren convertidos al Señor que llega cada día a nuestra vida.
La conversión es una invitación universal, pero no lo son los caminos de conversión: cada uno tiene el suyo, a cada uno su personal responsabilidad y, ahí, no se puede culpar a otros: ¡mi camino es solo mío!
Debo asumir mi responsabilidad personal y social, pues toda actitud tiene su repercusión social.
Preparar la Navidad es asumir en serio esta responsabilidad de conversión personal. Esto es más urgente cuando no podemos descubrir en qué desea Dios que nos convirtamos: ¡¡es hora de pedir ayuda!!
Alégrate, hermano, el Señor te invita a aceptar corresponder a un nuevo compromiso de Amor con Él
El Señor nos pide vivir la experiencia de profundizar nuestro compromiso de serle fieles: necesitamos arrepentirnos más de una vez, pero el Amor de Dios que nos guía y anima nos sostendrá en el gozo.
El profeta insinúa que la batalla también la hace el Señor con nosotros, pero no puede sin nosotros.
Alegrémonos: el Señor camina con nosotros y nos enseña a caminar en Vida nueva para bien de todos
La alegría del cristiano se apoya en la presencia del Señor en nuestra vida; una presencia que nos llama a comprometer nuestra vida a llenar de vida y bondad a los que nos rodean.
La vocación cristiana es universal, como lo fue la del pueblo elegido en el primer período, Israel.
Estamos llamados a ser la alegría de Dios para todo el mundo. Apoyados en Él, nada debe angustiarnos.
Seamos honestos, no somos tan buenos: necesitamos convertirnos al Señor para la vida de los hermanos
Juan estaba convencido de que todo ser humano puede ser mejor y era muy consciente de lo que pasaba, por eso sus consejos son concretos y específicos. Así es el trato de Dios con todos.
¿Sabemos nosotros lo que tenemos que hacer para convertirnos? Las consecuencias de no avanzar en la conversión son negativas para todos. ¿Qué esperamos? ¿Queremos asumir esta grave responsabilidad?
Lo importante es cambiar el corazón y aprender a vivir buscando en todo el bien de los que nos rodean.
Pidamos a María ser cada día concretos en nuestra conversión para no negar a nadie la alegría de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III
Vivamos alegres porque Dios está cerca y nos llama a una constante y concreta conversión: todo mal se superará si dejamos libertad a Dios en nosotros
Vivamos alegres porque Dios está cerca y nos llama a una constante y concreta conversión: todo mal se superará si dejamos libertad a Dios en nosotros
Sof. 3, 14-18: "...¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no tendrás ningún mal... El Señor... exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su Amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta".
Salmo: Is. 122-6: "Aclamemos al Señor con alegría".
Flp. 4, 4-7: "Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada... recurran a la oración y a la súplica, acompañadas por acción de gracias, para presentar sus peticiones al Señor. Entonces la paz de Dios... tomará bajo su cuidado los corazones y pensamientos de ustedes en Cristo Jesús".
Lc. 2, 2b-3.10-18: "Dios dirigió su palabra a Juan Bautista... Éste comenzó a recorrer toda la región del Jordán... La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer...?» Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene...» Algunos publicanos... le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». Unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su paga». Como todo el pueblo estaba a la expectativa... si Juan no sería el Mesías, él... les dijo a todos: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo,... él les bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego...»"
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