diciembre 22, 2012

"Feliz de ti por haber creído"

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 23 de diciembre.

¿Está todo listo en mi corazón, en mi vida, en mis relaciones? ¿Estoy convirtiéndome? ¿En qué? ¿El Señor se siente cómodo en mi vida, aun con sus límites y errores? Es decir, ¿camino hacia Él y como Él desea o me he acomodado a mis criterios y comodidades?

Para Dios no importa tanto el cómo estemos, sino que estemos ahí, ante Él y dispuestos a recibir lo que nos desea entregar, pues Él nos ama y su amor, si es recibido con sinceridad, puede transformar la vida, aunque sea muy lentamente. A nosotros lo que nos debe importar estar atentos para recibirlo lo mejor posible.

Él viene a salvarnos, a llenarnos de vida, a liberarnos, a darnos su Paz, su Alegría, su libertad... Lo demás depende de nosotros.

Tal vez seamos pequeños como Belén, pero Él desea nacer en nosotros. O despreciados como Nazaret, pero Él desea formarnos en su grandeza. O nos reconozcamos pecadores como Israel, pero Él es quien nos ofrece santificarnos en su Amor y Vida nueva.

Con Él nada se pierde y nada se desprecia.

¿El cuerpo falla? No importa, Él lo asumió y nos demostró a qué grandeza puede llegar.

Jesús todo lo aprendió, como hombre que era, en su familia, gracias a María y a José, educadores maravillosos por su dócil apertura al Señor de la Vida y grandeza humana.

Que nuestras familias sepan aprender de ellos a educar la filiación divina de sus hijos, pues ésa es su principal tarea y responsabilidad más grave, en realidad la única vital.

María nos abra el corazón para recibir a Jesús en todos los que nos rodean.

Dios nos bendice cada día, estemos atentos a su presencia y permitámosle nacer en nuestros corazones con una cada día más dócil atención a su Palabra.

Unidos en oración con María, la Madre de la dulce espera:

P. José Mª Domènech SDB

"Feliz de ti por haber creído"
«La Madre de mi Señor» “Mi Señor”, es una expresión que, en los evangelios, se refiere al Resucitado.

Isabel aparece como la primera creyente en María como la Madre del Señor resucitado. A través de ella siente la presencia salvífica y santificadora de Jesús, el Salvador y Redentor, el Mesías muy esperado.

Nuestra identidad humana tiene al cuerpo como parte esencial de sí misma. Jesús la acepta plenamente y, por a ella, no solo se integra en nuestra cultura, sino que la puede redimir asumiéndola plenamente.

Así entra en nuestra historia y la redime, sanándola y elevándola, por su obediencia de Amor pleno.

Nuestra pequeñez y debilidad, limitación o errores, no son un estorbo para Dios, pues el Todopoderoso nos ama desde toda la eternidad y siempre actúa con todo su poder para llevarnos a completar el futuro de grandeza y felicidad que tiene pensado para cada uno, y que todos deseamos con todo el ser.

Hemos escuchado ya varias veces que la historia personal y global, fruto de la primera, y sus cruces, acabará bien. Está en las manos de Dios, Padre de Amor y Vida plena, pero que nosotros la gocemos como Dios, y nosotros, deseamos, ya no depende de Él, sino de nuestras decisiones personales.

María aceptó ponerse a disposición de Dios y de su Amor Providente; Isabel acogió la gracia que se le ofrecía sin ella pedirlo ni esperarlo; el pueblo de Israel esperaba según su religión, pero, la mayoría, se cerró en su religión y se olvidó de lo que su Dios le pedía contantemente, porque no le escuchaba a Él.

¿Qué haremos nosotros? Somos gravemente responsables no solo de nuestro futuro personal, sino de lo que aportamos cada día a nuestro ambiente con nuestra forma de vivir la Fe que decimos profesar.

Lo pequeño y débil es el camino de Dios para ofrecernos la salvación, así ningún poder la desvirtuará

Creer no es fácil, pues es necesario aprender a ver, en las circunstancias no claras a simple vista. Sólo Dios nos da ojos que nos permiten ver más allá. El profeta lo ve, María lo ve, Isabel lo ve; ¿y nosotros?

La alegría del cristiano nace de su Fe, que le lleva a la convicción de que Dios jamás nos falla. ¡Y es así!

La naturaleza humana es el camino elegido por Dios, en Cristo, para reparar la primera desobediencia

Jesús fue muy concreto: educado por María y José, siendo humano, aprendió a ser hijo de Dios.

Nuestra rebeldía nos separó y separa de Dios. La filiación divina supone, como toda real filiación, obediencia: aceptación real de la Voluntad del Padre, aunque ésta, más de una vez, nos resulte dura.

Hemos sido creados para la grandeza de Dios, y ésta solo tiene un modelo: ¡el mismo Dios!

María Santísima, y la Iglesia, madre de nuestra Fe, nos llevan a madurar la Fe en Jesús, el Salvador

Lucas, en labios de Isabel, proclama que Jesús, el hijo de María, es el Mesías, Dios encarnado, el Señor.

María, por su apertura de Fe, comunica la Salvación que el Dios de la Vida ofrece en Cristo Jesús.

Isabel, dócil al Espíritu que la llena, confiesa alborozada la presencia del Salvador, que llenó a su hijo.

María adentra a Isabel en el misterio de la Salvación de Dios y desea introducirnos también a nosotros.

Pidamos a María ser creyentes concretos e inteligentes, que saben escuchar y seguir al Maestro de vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO IV

Jesús nos acepta plenamente, asume nuestra naturaleza y, desde ella, por su obediencia de amor plena al Padre, nos libera, redime, eleva y santifica.

Miq. 5, 1-4:
"Así habla el Señor: «Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel... Por eso el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor... Él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!»."

Salmo: 792-3.15-16: "Restáuranos, Señor del universo".

Hb. 10, 5-10:
"Cristo, al entrar en el mundo dijo: «Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio me has dado un cuerpo... Entonces dije: “Dios mío, aquí estoy, yo vengo... para hacer tu voluntad”»... Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad, quedamos justificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre".

Lc. 1, 39-45: "María partió y se fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas, esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor»."




No hay comentarios.:

Publicar un comentario