Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 13 de enero.
Con la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor se cierra el tiempo de Navidad.
En este tiempo se nos ha presentado al Mesías en sus varias dimensiones, todas vitales: como niño débil y sencillo, que encierra todo el Amor Omnipotente y Pedagógico –y por eso no-impositivo– de Dios; como propuesta definitiva de Salvación para toda la humanidad, propuesta que necesita ser aceptada, y como Hijo predilecto del Padre, al que el mismo Padre, más adelante, nos pedirá que escuchemos con atención dócil y responsable.
No es súper hombre que nos empequeñece y nos deja la consciencia de nuestra inutilidad y dependencia, sino alguien que nos muestra, por nuestros mismos caminos ordinarios y con nuestras mismas fuerzas, multiplicadas por la Gracia de Dios que a nadie se le niega, que el plan primigenio de Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» no solo no es ni idílico ni imposible, sino que es la vocación básica a la que toda persona humana está llamada y el ansia que cada uno lleva viva en lo más profundo de su corazón: ¡¡¡O somos como Dios, o hemos fracasado!!! Y, de hecho, la realidad nos demuestra que la persona humana, en todos sus niveles, eso es lo que busca y desea. Lo malo es que anda muy desencaminada y con visiones de la realidad personal-social muy desquiciadas, porque el enemigo de la vida y del éxito humano lo ha logrado engañar desde el principio de su existencia, como persona y como Comunidad humana, y todos estamos sometidos a estos engaños, que tantas desgracias nos han traído y tantas tristezas, personales y sociales, han provocado a lo largo de toda la historia...
Si supiéramos escuchar a Dios en su Hijo y leer la historia desde la honestidad de los hechos, laudables o heroicos; degradantes y destructivos, que hemos visto aparecer en el multiforme desarrollo de nuestras sociedades; si los leyéramos sin manipulaciones ideológicas, que crean leyendas negras y blancas y desvían la atención y valoración que se debe dar a estos hechos, de otro modo viviríamos y funcionaría nuestro mundo.
Pero Dios también eso lo tiene muy presente y por eso no vino desde el poder, sino haciendo nuestro mismo camino, para, por un lado, darnos un ejemplo y, por otro, ofrecernos la Redención como un hecho de la historia, imborrable y definitivo, para cada persona humana, esté donde esté y sea quien sea. Lo que es, es y no se puede cambiar.
María nos enseñe a vivir abiertos al Señor de la Vida que está en medio de nosotros como Maestro y Guía, Señor y Salvador: Testigo indiscutible del Amor de Dios. En Él hemos sido bautizados, vivamos como Él en medio de nuestros hermanos.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
Con esta imagen desconcertante comienza el tiempo llamado ‘ordinario’: Jesús es, de verdad, uno más, es parte de un pueblo que necesita real conversión; sin privilegios, espera en cola y se bautiza como todos.
La fiesta del bautismo del Señor completa la manifestación de Dios al mundo. Jesús ilumina la vida humana: aparece como salvador en la historia humana (Epi-fanía), pero surgiendo de ella (Dia-fanía), de María, como fruto maduro del Amor pedagógico de Dios hacia nosotros en nuestra historia.
“Consuelen a mi Pueblo”. Viene a salvarle no un súper-hombre, sino ‘uno más’, pero con las actitudes que Dios pensó para la grandeza de todos: apertura honesta a la Palabra para vivir la Voluntad del Padre, que pasa por mediaciones, ordinarias y limitadas, sí; continuo esfuerzo de fidelidad, con sus necesarias consecuencias; alimentación sincera de su Fe en la intimidad con Dios y el respeto por la Comunidad.
La forma de bendecir al Señor es que vivamos como Él nos propone: en y a través de su Comunidad.
El bautismo es el segundo paso de nuestra conversión: en él aceptamos a Dios, Padre de Jesús, como nuestro real Padre personal –rechazando todo lo que no viene de Él ni es según Su Voluntad– y nos comprometemos a vivir como sus hijos reales al estilo y según el modelo de su mismo Hijo, Jesucristo.
En esta viva actitud retomamos el plan primitivo de Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen’. Dios, a todos, regala la vida y nos ofrece el bautismo, para unirnos a la Comunidad de sus hijos en Jesús. Nos toca aceptarlo o no. Él desearía decir de nosotros: “Es mi hijo muy amado, estoy satisfecho”
Dios quiere nuestra vida y felicidad, pero no depende de Él, sino de nosotros, a pesar que Él lo da todo
El Señor viene a salvarnos pues estamos sometidos a la tendencia del egoísmo y a tentaciones continuas.
Seguir al Señor nunca ha sido pacífico, pues el enemigo de la vida siempre trata de desviarnos. Pero tengamos paz: el mismo Dios, en su Amor personal, nos cuida, nos conduce y alimenta con su propia vida.
La acción de Dios es salvación para toda persona que se abre a ella y segunda su Voluntad de vida plena
El
La
Estamos
Por el bautismo asumimos la Voluntad de Dios como nuestra y esto nos muestra como sus hijos amados
Dios siempre está en nosotros, ¿estamos a la expectativa de su presencia en nuestra historia? Jesús se pone en fila, como todos: quiere ser fiel a Dios, quiere cumplir su Voluntad y dar vida a todos como Él.
El Padre lo consagró por el Espíritu, como lo hace con nosotros y para lo mismo: que lo conozcan a Él.
El Espíritu nos consagra como hijos amados de Dios y eso se hace concreto, en nuestra vida de Fe en Él.
Pidamos a María
Is. 42, 1-5.9-11: "¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo se ha cumplido... se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán..., porque ha hablado la boca del Señor... Ya llega al Señor con poder y su brazo le asegura el dominio... Como un pastor, Él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz".
Salmo: 1031b-2.24-25.27-30: "¡Bendice al Señor, alma mía"
Tt. 2, 11-14; 3, 4-7: "La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús... Él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo... a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna".
Lc. 3, 15-16.21-22: "...Juan Bautista... les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo... Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego». Todo el pueblo se hacía bautizar y también fue bautizado Jesús. Y, mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección»".
Con la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor se cierra el tiempo de Navidad.
En este tiempo se nos ha presentado al Mesías en sus varias dimensiones, todas vitales: como niño débil y sencillo, que encierra todo el Amor Omnipotente y Pedagógico –y por eso no-impositivo– de Dios; como propuesta definitiva de Salvación para toda la humanidad, propuesta que necesita ser aceptada, y como Hijo predilecto del Padre, al que el mismo Padre, más adelante, nos pedirá que escuchemos con atención dócil y responsable.
No es súper hombre que nos empequeñece y nos deja la consciencia de nuestra inutilidad y dependencia, sino alguien que nos muestra, por nuestros mismos caminos ordinarios y con nuestras mismas fuerzas, multiplicadas por la Gracia de Dios que a nadie se le niega, que el plan primigenio de Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» no solo no es ni idílico ni imposible, sino que es la vocación básica a la que toda persona humana está llamada y el ansia que cada uno lleva viva en lo más profundo de su corazón: ¡¡¡O somos como Dios, o hemos fracasado!!! Y, de hecho, la realidad nos demuestra que la persona humana, en todos sus niveles, eso es lo que busca y desea. Lo malo es que anda muy desencaminada y con visiones de la realidad personal-social muy desquiciadas, porque el enemigo de la vida y del éxito humano lo ha logrado engañar desde el principio de su existencia, como persona y como Comunidad humana, y todos estamos sometidos a estos engaños, que tantas desgracias nos han traído y tantas tristezas, personales y sociales, han provocado a lo largo de toda la historia...
Si supiéramos escuchar a Dios en su Hijo y leer la historia desde la honestidad de los hechos, laudables o heroicos; degradantes y destructivos, que hemos visto aparecer en el multiforme desarrollo de nuestras sociedades; si los leyéramos sin manipulaciones ideológicas, que crean leyendas negras y blancas y desvían la atención y valoración que se debe dar a estos hechos, de otro modo viviríamos y funcionaría nuestro mundo.
Pero Dios también eso lo tiene muy presente y por eso no vino desde el poder, sino haciendo nuestro mismo camino, para, por un lado, darnos un ejemplo y, por otro, ofrecernos la Redención como un hecho de la historia, imborrable y definitivo, para cada persona humana, esté donde esté y sea quien sea. Lo que es, es y no se puede cambiar.
María nos enseñe a vivir abiertos al Señor de la Vida que está en medio de nosotros como Maestro y Guía, Señor y Salvador: Testigo indiscutible del Amor de Dios. En Él hemos sido bautizados, vivamos como Él en medio de nuestros hermanos.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
Bautismo del Señor
Con esta imagen desconcertante comienza el tiempo llamado ‘ordinario’: Jesús es, de verdad, uno más, es parte de un pueblo que necesita real conversión; sin privilegios, espera en cola y se bautiza como todos.
La fiesta del bautismo del Señor completa la manifestación de Dios al mundo. Jesús ilumina la vida humana: aparece como salvador en la historia humana (Epi-fanía), pero surgiendo de ella (Dia-fanía), de María, como fruto maduro del Amor pedagógico de Dios hacia nosotros en nuestra historia.
“Consuelen a mi Pueblo”. Viene a salvarle no un súper-hombre, sino ‘uno más’, pero con las actitudes que Dios pensó para la grandeza de todos: apertura honesta a la Palabra para vivir la Voluntad del Padre, que pasa por mediaciones, ordinarias y limitadas, sí; continuo esfuerzo de fidelidad, con sus necesarias consecuencias; alimentación sincera de su Fe en la intimidad con Dios y el respeto por la Comunidad.
La forma de bendecir al Señor es que vivamos como Él nos propone: en y a través de su Comunidad.
El bautismo es el segundo paso de nuestra conversión: en él aceptamos a Dios, Padre de Jesús, como nuestro real Padre personal –rechazando todo lo que no viene de Él ni es según Su Voluntad– y nos comprometemos a vivir como sus hijos reales al estilo y según el modelo de su mismo Hijo, Jesucristo.
En esta viva actitud retomamos el plan primitivo de Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen’. Dios, a todos, regala la vida y nos ofrece el bautismo, para unirnos a la Comunidad de sus hijos en Jesús. Nos toca aceptarlo o no. Él desearía decir de nosotros: “Es mi hijo muy amado, estoy satisfecho”
Dios quiere nuestra vida y felicidad, pero no depende de Él, sino de nosotros, a pesar que Él lo da todo
El Señor viene a salvarnos pues estamos sometidos a la tendencia del egoísmo y a tentaciones continuas.
Seguir al Señor nunca ha sido pacífico, pues el enemigo de la vida siempre trata de desviarnos. Pero tengamos paz: el mismo Dios, en su Amor personal, nos cuida, nos conduce y alimenta con su propia vida.
La acción de Dios es salvación para toda persona que se abre a ella y segunda su Voluntad de vida plena
El
La
Estamos
Por el bautismo asumimos la Voluntad de Dios como nuestra y esto nos muestra como sus hijos amados
Dios siempre está en nosotros, ¿estamos a la expectativa de su presencia en nuestra historia? Jesús se pone en fila, como todos: quiere ser fiel a Dios, quiere cumplir su Voluntad y dar vida a todos como Él.
El Padre lo consagró por el Espíritu, como lo hace con nosotros y para lo mismo: que lo conozcan a Él.
El Espíritu nos consagra como hijos amados de Dios y eso se hace concreto, en nuestra vida de Fe en Él.
Pidamos a María
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO I
BAUTISMO DEL SEÑOR
Dios manifiesta, en Cristo Jesús, cuál es el camino de la salvación de cualquier persona humana. La responsabilidad final está siempre en nosotros.
BAUTISMO DEL SEÑOR
Dios manifiesta, en Cristo Jesús, cuál es el camino de la salvación de cualquier persona humana. La responsabilidad final está siempre en nosotros.
Is. 42, 1-5.9-11: "¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo se ha cumplido... se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán..., porque ha hablado la boca del Señor... Ya llega al Señor con poder y su brazo le asegura el dominio... Como un pastor, Él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz".
Salmo: 1031b-2.24-25.27-30: "¡Bendice al Señor, alma mía"
Tt. 2, 11-14; 3, 4-7: "La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús... Él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo... a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna".
Lc. 3, 15-16.21-22: "...Juan Bautista... les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo... Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego». Todo el pueblo se hacía bautizar y también fue bautizado Jesús. Y, mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección»".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario