Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 6 de enero.
Reyes, no reyes; magos, no magos. No importa mucho, pues lo vital en este relato es la manifestación del Señor a todas las personas de buena voluntad. Éstas son las personas que saben ver, o quieren aprender a hacerlo, las “Estrellas” del Amor de Dios que el Señor manifiesta con frecuencia en su vida; la Luz de Vida nueva y de Paz profunda que el Señor va ofreciendo a todos a lo largo de nuestra vida común y prosaica que parece no valer para mucho, sobre todo cuando la sentimos rodeada de problemas y dolores de los que no siempre entendemos ni el valor ni el sentido.
Los problemas jamás faltarán y muchos de ellos, quitando los que nosotros mismos nos armamos, nos vienen por vivir en esta sociedad, donde cada uno hace lo que mejor les parece, pero a veces sin tener demasiado en cuenta a los que les rodean, y creando, así, situaciones que ni ellos desearían para ellos mismos o para los que aman, pero ahí están, ya los crearon y hay que afrontarlos.
Es inútil acusar a Dios y criticarle por permitirlos: somos libres y ejercemos nuestro derecho, muchas veces con muy poco respeto por nosotros mismos y los demás. Dios mismo queda, en este proceso de decidir, de ordinario, dejado de lado, ¿a qué viene, ante las consecuencias, echarle la culpa? ¿No es un poco desenfocado y prepotente de parte nuestra? ¿O es la ignorancia o incoherencia de necesitar descargarnos y culpar a alguien que no nos devuelva la pelota de inmediato? Ciertamente Dios no lo hará, pero sí lo hará, y sin contemplaciones, la vida misma.
Dios nos manda continuas señales de su Amor, pero necesitamos la honestidad de tenerlo en cuenta, de buscarlo, de aprender a leer los acontecimientos con una conciencia honesta y pura, es decir, sin manipulaciones ni psicológicas, ni religiosas, ni ideológicas, ni culturales...
En esta catequética historia de los magos, vemos diversas actitudes contrapuestas, ante la misma realidad. ¿Cuál de ellas es la nuestra? No nos precipitemos en la respuesta. Honestidad es futuro.
Que el Señor nos ayude a buscarle cada día con un corazón más honesto y humilde que aprenda a ver los signos –estrellas– de su Amor y oferta de Vida nueva para todos.
María nos acompaña en nuestro caminar hacia el Padre con Jesús, como todos los discípulos de Cristo a lo largo y ancho del mundo.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
El profeta nos invita a la confianza. La razón no está en nosotros, sino en el Señor que viene con su gloria. Él, si le dejamos, llenará de su luz la vida que desarrollamos en nosotros y a nuestro alrededor. A Él podemos abrirnos solo con nuestra honesta atención y con nuestra voluntad de dejarnos iluminar y guiar.
La salvación de Dios está destinada a toda persona, también los no creyentes en Cristo, bautizados o no.
Pablo nos confiesa que, ya ahora, la promesa del Señor, y su herencia, está siendo participada, gracias al Evangelio de Cristo, por todos los que aceptan al Señor de la Vida, paganos incluidos –no llamados en un primer momento– pero, desde que se abrieron a Dios, son miembros del único Cuerpo de Cristo.
Lo importante de esta fiesta no es el relato de los supuestos magos –y menos reyes–, sino la epifanía del Señor; es decir, Cristo es presentado a los paganos –y aceptado– como el Señor que viene a regir la tierra para salvarnos, aunque muchos judíos se sobresalten y hasta sus autoridades, a todo nivel, lo rechacen.
Los personajes presentados en el relato cada uno reacciona a su modo y bajo su responsabilidad: los poderosos –Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas– se apoyan unos a otros para afrontar lo que perciben como un peligro: el ‘rey que ha nacido’, al que los extranjeros vienen a adorar, a rendirle homenaje. No es la actitud de los judíos, pero sí la de otros como María, su madre, los ‘magos’ y los sencillos.
La salvación llega para todos; pero para ver la luz y la salvación que se nos da, se necesita vivir abiertos
El profeta ofrece una visión que nos invita a la esperanza. La “Luz” habla de redención por la presencia del Señor, pues, donde se permite la libre presencia del Señor, renace la vida y surge la esperanza.
La Vida nueva y la Comunión de los pueblos hace surgir la esperanza: todos hermanados en el Señor.
Nadie, si se abre, queda excluido de las promesas del evangelio ni del Cuerpo de Cristo ni de su herencia
El proyecto de Dios, desde el principio de la creación, ha sido de Comunión: ésa es la imagen de Dios.
La Comunión de las personas divinas es el modelo que Dios ofrece a la humanidad: todos unidos en la misma mesa del amor fraterno para el enriquecimiento mutuo y la construcción de la real familia humana.
Estamos llamados a construir hoy plenitud de vida. Toda discriminación es muerte, fruto del pecado.
Desde oriente buscaron al Rey y, encontrado, lo adoraron como a su Señor y Dios y con Él regresaron
En la vida es más vital saber buscar que encontrar; pues el primero, y no el segundo, si encuentra, sabe aprovechar, sabe estar atento a los signos, sabe perseverar y, si es necesario, sabe sacrificarse.
María es la siempre atenta a los signos de la presencia de Dios en la vida cotidiana: es toda pura.
Los que buscan a Dios viven la alegría de encontrarlo, bendecirlo, adorarlo, ofrecerle su vida en paz, porque Dios siempre está presente, aunque no se nos presente siempre cómo y/o con la claridad soñada.
Pidamos a María buscar siempre a Dios y saber ver, en cada realidad diaria, las estrellas de su Amor.
Is. 60, 1-6: "¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor... Las naciones caminarán a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora... se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti... Todos ellos vendrán... trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor”.
Salmo: 711-2.7-8.10-13: “¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!”
Ef. 3, 6-6: “¡Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes... Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”.
Mt. 2, 1-12: “Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén... Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto... los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño... el entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y, postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y... volvieron a su tierra por otro camino”.
Reyes, no reyes; magos, no magos. No importa mucho, pues lo vital en este relato es la manifestación del Señor a todas las personas de buena voluntad. Éstas son las personas que saben ver, o quieren aprender a hacerlo, las “Estrellas” del Amor de Dios que el Señor manifiesta con frecuencia en su vida; la Luz de Vida nueva y de Paz profunda que el Señor va ofreciendo a todos a lo largo de nuestra vida común y prosaica que parece no valer para mucho, sobre todo cuando la sentimos rodeada de problemas y dolores de los que no siempre entendemos ni el valor ni el sentido.
Los problemas jamás faltarán y muchos de ellos, quitando los que nosotros mismos nos armamos, nos vienen por vivir en esta sociedad, donde cada uno hace lo que mejor les parece, pero a veces sin tener demasiado en cuenta a los que les rodean, y creando, así, situaciones que ni ellos desearían para ellos mismos o para los que aman, pero ahí están, ya los crearon y hay que afrontarlos.
Es inútil acusar a Dios y criticarle por permitirlos: somos libres y ejercemos nuestro derecho, muchas veces con muy poco respeto por nosotros mismos y los demás. Dios mismo queda, en este proceso de decidir, de ordinario, dejado de lado, ¿a qué viene, ante las consecuencias, echarle la culpa? ¿No es un poco desenfocado y prepotente de parte nuestra? ¿O es la ignorancia o incoherencia de necesitar descargarnos y culpar a alguien que no nos devuelva la pelota de inmediato? Ciertamente Dios no lo hará, pero sí lo hará, y sin contemplaciones, la vida misma.
Dios nos manda continuas señales de su Amor, pero necesitamos la honestidad de tenerlo en cuenta, de buscarlo, de aprender a leer los acontecimientos con una conciencia honesta y pura, es decir, sin manipulaciones ni psicológicas, ni religiosas, ni ideológicas, ni culturales...
En esta catequética historia de los magos, vemos diversas actitudes contrapuestas, ante la misma realidad. ¿Cuál de ellas es la nuestra? No nos precipitemos en la respuesta. Honestidad es futuro.
Que el Señor nos ayude a buscarle cada día con un corazón más honesto y humilde que aprenda a ver los signos –estrellas– de su Amor y oferta de Vida nueva para todos.
María nos acompaña en nuestro caminar hacia el Padre con Jesús, como todos los discípulos de Cristo a lo largo y ancho del mundo.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
Epifanía del Señor
El profeta nos invita a la confianza. La razón no está en nosotros, sino en el Señor que viene con su gloria. Él, si le dejamos, llenará de su luz la vida que desarrollamos en nosotros y a nuestro alrededor. A Él podemos abrirnos solo con nuestra honesta atención y con nuestra voluntad de dejarnos iluminar y guiar.
La salvación de Dios está destinada a toda persona, también los no creyentes en Cristo, bautizados o no.
Pablo nos confiesa que, ya ahora, la promesa del Señor, y su herencia, está siendo participada, gracias al Evangelio de Cristo, por todos los que aceptan al Señor de la Vida, paganos incluidos –no llamados en un primer momento– pero, desde que se abrieron a Dios, son miembros del único Cuerpo de Cristo.
Lo importante de esta fiesta no es el relato de los supuestos magos –y menos reyes–, sino la epifanía del Señor; es decir, Cristo es presentado a los paganos –y aceptado– como el Señor que viene a regir la tierra para salvarnos, aunque muchos judíos se sobresalten y hasta sus autoridades, a todo nivel, lo rechacen.
Los personajes presentados en el relato cada uno reacciona a su modo y bajo su responsabilidad: los poderosos –Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas– se apoyan unos a otros para afrontar lo que perciben como un peligro: el ‘rey que ha nacido’, al que los extranjeros vienen a adorar, a rendirle homenaje. No es la actitud de los judíos, pero sí la de otros como María, su madre, los ‘magos’ y los sencillos.
La salvación llega para todos; pero para ver la luz y la salvación que se nos da, se necesita vivir abiertos
El profeta ofrece una visión que nos invita a la esperanza. La “Luz” habla de redención por la presencia del Señor, pues, donde se permite la libre presencia del Señor, renace la vida y surge la esperanza.
La Vida nueva y la Comunión de los pueblos hace surgir la esperanza: todos hermanados en el Señor.
Nadie, si se abre, queda excluido de las promesas del evangelio ni del Cuerpo de Cristo ni de su herencia
El proyecto de Dios, desde el principio de la creación, ha sido de Comunión: ésa es la imagen de Dios.
La Comunión de las personas divinas es el modelo que Dios ofrece a la humanidad: todos unidos en la misma mesa del amor fraterno para el enriquecimiento mutuo y la construcción de la real familia humana.
Estamos llamados a construir hoy plenitud de vida. Toda discriminación es muerte, fruto del pecado.
Desde oriente buscaron al Rey y, encontrado, lo adoraron como a su Señor y Dios y con Él regresaron
En la vida es más vital saber buscar que encontrar; pues el primero, y no el segundo, si encuentra, sabe aprovechar, sabe estar atento a los signos, sabe perseverar y, si es necesario, sabe sacrificarse.
María es la siempre atenta a los signos de la presencia de Dios en la vida cotidiana: es toda pura.
Los que buscan a Dios viven la alegría de encontrarlo, bendecirlo, adorarlo, ofrecerle su vida en paz, porque Dios siempre está presente, aunque no se nos presente siempre cómo y/o con la claridad soñada.
Pidamos a María buscar siempre a Dios y saber ver, en cada realidad diaria, las estrellas de su Amor.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C – TIEMPO DE NAVIDAD – DOMINGO II
EPIFANÍA DEL SEÑOR
Dios jamás nos olvida, pero nosotros no es que le estemos demasiado atentos; pues, si estamos atentos, podemos contemplar la salvación y gloria de Dios
EPIFANÍA DEL SEÑOR
Dios jamás nos olvida, pero nosotros no es que le estemos demasiado atentos; pues, si estamos atentos, podemos contemplar la salvación y gloria de Dios
Is. 60, 1-6: "¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor... Las naciones caminarán a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora... se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti... Todos ellos vendrán... trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor”.
Salmo: 711-2.7-8.10-13: “¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!”
Ef. 3, 6-6: “¡Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes... Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”.
Mt. 2, 1-12: “Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén... Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto... los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño... el entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y, postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y... volvieron a su tierra por otro camino”.
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