mayo 03, 2013

«¡No se inquieten ni teman!»

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 5 de mayo.

Dios es grande y su amor eterno, por eso nos asiste constantemente con su Espíritu –se lo recibamos o no– puesto que Él sabe que nos hace bien y, por eso, no nos abandona jamás.

Pero a los cristianos nos lo ofrece en forma especial, por la misión que nos ha confiado, y nos dice con claridad que se lo recibiremos en la medida que aceptemos amorosamente su Palabra y la vivamos como Él lo desea, pues no hay nada mejor que eso para nosotros, personalmente, y para nuestro mundo.

Si lo hacemos, tenemos la certeza de que el mismo Dios vive en nosotros y nos llena con sus tres personas. ¿Qué más queremos? Por eso san Pablo dice: “¿Si Dios está con nosotros, quién contra nosotros?”, queriendo decir que nadie podrá jamás destruirnos, aunque parezca que lo hace... El mejor ejemplo lo tenemos en el mismo Jesús, que murió, pero vive para siempre para nuestra Salvación, pues en Él habita la plenitud de la divinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

¿Dificultades? Siempre las ha habido para los que han pretendido vivir en honestidad y construyendo de verdad la paz, pero ellos saben que están por el buen camino de la vida que vale la pena. Incluso nos pueden venir de parte de personas de buena voluntad que miran las cosas de otro modo y desean lo mejor. Les sucedió a los apóstoles y ha sucedido siempre y creo que seguirá sucediendo, pues los límites son propios de nuestra naturaleza, pero cuando llegue la plenitud veremos cómo todo esto se supera. El Señor nos asegura que así será como para que no nos desalentemos y estemos seguros de que su palabra no tiene pierde: ¡sin duda se cumplirá!

Todo cambia, menos su Palabra, su Amor, su Vida a nuestro favor...

‘Dios es eterno’ significa esto, en Él no hay cambio alguno: ¡¡¡Es plenitud acabada y definitiva!!! Nosotros cambiamos porque nos vamos haciendo poco a poco, pues somos limitados... ¡y cuán limitados! Ni cómo dudarlo: tememos muy buena y constante experiencia en esto.

Dios nos ayude a fiarnos cada día más y mejor de Él, aunque a veces nos sea un poco difícil o nos resulte muy cuesta arriba. Les pasó a Jesús y a María, y no dejará de sucedernos a nosotros.

María, nuestro Auxilio, nos ayudará, pues es la Inmaculada y no se mezcla en ella nada que no sea de Dios... y Él está a nuestro favor.

Unidos en oración con María en su mes:

P. José Mª Domènech SDB

«¡No se inquieten ni teman!»

Sólo la presencia viva de Dios en el propio interior nos da la paz que llena la vida y la proyecta a un futuro de esperanza y vida nueva, personal y social. Toda angustia o conflicto mantenido, interior o exterior, es signo de la ausencia de Dios en corazón de la persona o de la Comunidad.

La paz de Cristo no se compra, sólo se recibe entrando en confiada y dócil intimidad con Él.

Las dificultades pueden aparecer en cualquier momento; es la dinámica de nuestro mundo, herido por el pecado, y consecuencia de nuestra radical debilidad e ignorancia respecto a lo más importante.

Lo importante es no quedarnos jamás solos, sino mantenernos unidos a la Comunidad, pues en ella el Espíritu nos ayuda a encontrar la luz, la orientación y la fuerza para superar las dificultades.

Con el Espíritu transformaremos nuestro mundo interior y, con él renovado, colaboraremos eficientemente para ayudar a renovar el que nos rodea. Todo bien comienza en el interior: en el de Dios, para nosotros, y en el nuestro –al escuchar y ser fieles a Dios–, para el de los que nos rodean.

Si nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús, seremos testigos de su Amor y Paz ante todos.

Los conflictos siempre pueden llegar y llegarán: deberemos buscar la verdad pero sin perder la paz

Pablo y Bernabé, como Jesús, viven su vida y misión desde su consagración al Amor del Padre. Asumen los conflictos desde la verdad, con decisión, pero sin romper la comunión con los hermanos.

Dios siempre está presente, pero necesita que le aceptemos en nosotros para llenarnos de Él.

La vida del creyente –y su cultura– serán ‘ciudad’ de Dios, si Él es su centro y Cristo su luz y paz

Dios no deja a nadie: quien le acepte, vivirá en su ‘ciudad’ de felicidad y vida, donde Él es el centro y su Hijo, nuestra luz y paz. Para nosotros nadie es como Dios: Él nos desea siempre felices.

Nuestra vida puede ser gozosa, más allá de los problemas –que nunca le faltarán, pues nuestros límites son claros: física, psíquica y moralmente–, pero Él nos llena y transforma, si le dejamos.

Cristo nos comunica su paz, que en Él es estable por su Comunión con su Padre y su Espíritu

Jesús es hombre de paz porque vive en profunda y estable Comunión con su Padre, Dios. Para que también nosotros vivamos así, nos envía, con el Padre, su propio Espíritu. Él nos defenderá de todo miedo y angustia, estrés y neurosis. Nuestro mundo no nos puede dar eso, jamás pudo hacerlo.

Cristo Jesús enfrenta los problemas en íntima unión con su Padre, no por su cuenta. ¿Y nosotros? La comunión con el Padre le lleva a vivir en su Voluntad como algo natural y propio. Nos lo pide.

Pedimos a María vivir en comunión con nuestro Padre, Dios, para vivir su Paz y dársela a todos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO PASCUAL – DOMINGO VI

Jesús nos da su Paz, basada en la presencia de su Espíritu en nosotros. Él nos llena de armonía interior, con Dios, con todos y con la naturaleza

Hch. 15, 1-2.22-29:
"Algunas personas venidas de Judea a Antioquía enseñaban a los hermanos que si no se circuncidaban... no podían salvarse... Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos y, por fin, se decidió que ambos, junto... con otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los presbíteros... Los apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos... y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé... Les encomendaron llevar esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano... algunos de
los nuestros, sin mandato nuestro, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido... elegir a unos delegados y enviárselos... quienes les transmitirán... este... mensaje. El Espíritu Santo y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables... Adiós»."

Sal. 662-3.5-6.8: "A Dios den gracias los pueblos, alaben los pueblos a Dios".

Ap. 21, 10-14.22-23:
"El ángel me llevó en espíritu a una montaña... y me mostró la Ciudad santa... que descendía del cielo y venía de Dios. La gloria de Dios estaba en ella... y estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel... se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce apóstoles del Cordero... su templo es el Señor Dios Todopoderoso y el
Cordero... no necesita la luz del sol..., ya que la Gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero".

Jn. 14, 23-29: "Después de la Última Cena, Jesús dijo...: «El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre le amará; vendremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Pero el Defensor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la que da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!... Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda para que, cuando se cumpla, ustedes crean»."





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