junio 16, 2013

«Tus pecados te son perdonados»

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 16 de junio.

¿Domingo de la Misericordia de Dios? Más bien, del Dios que nos conoce tan bien, que siempre está dispuesto a perdonar a quien se arrepiente y le pide perdón de algún modo, pues respeta a cada uno y sus decisiones, favorables o adversas, pero siempre fruto de la propia decisión.

Sí, Dios está siempre cercano y lleno de un amor respetuoso y creativo, que vive en nuestro interior esperando ser aceptado. Él comprende muy bien todo lo que nos pasa, pues nos ha creado con gran ilusión y nos respeta, pero no cede en su esfuerzo de lograr el éxito en su plan de grandeza a favor de cada uno de sus creaturas humanas. ¿No equivocamos? ¡Sí, lamentable, pero es natural, por nuestra debilidad –tanto la natural, como la impuesta por el pecado que nos marcó, ya desde el principio, la existencia–; por nuestra ignorancia respecto a la realidad objetiva de las cosas, de las personas y de nosotros mismos; por la inmadurez en nuestro desarrollo y por el ambiente, muy perturbado por el pecado personal y por organizaciones muchas veces indignas nuestra vocación!

Nada se pierde definitivamente, si nosotros no queremos perderlo, ¡ni con el pecado! Basta para ello que reconozcamos el error, lo confesemos, es decir, lo abandonemos en el corazón del Padre, y estemos dispuestos a colaborar en lo que el Señor nos pida; lo demás lo hará el Amor del Dios con su perdón y trabajo de reconstrucción de nuestro interior, ciertamente con nuestro esfuerzo.

David tiene plena conciencia de lo que ha hecho y confiesa a Dios su pecado ante el profeta, recibiendo de él la seguridad del perdón, aunque no se puedan evitar las consecuencias históricas.

Pablo, dando a Dios absoluta libertad, pone en manos de Cristo toda su vida y se identifica con Él.

La mujer sabe quién es, pero también sabe bien quién es el Señor para los que parecen no ser nada. Ella se acerca, confiesa con sus lágrimas, expresa su amor incondicional con sus besos y su voluntad de absoluta dedicación al Señor con la unción. No le importa la imagen, sino la realidad. Simón, mira desde fuera y sin amor alguno, por eso se equivoca totalmente y no entiende nada. Está tan centrado en sí mismo que ni siquiera tiene con Jesús, su invitado, los rituales de cortesía.

Dios nos bendiga y nos ayude a fiarnos de Él confiándole lo que perturba nuestra vida y no la deja avanzar por los caminos de la dignidad y la felicidad que Él pensó para nosotros desde siempre.

Unidos en oración con María, nuestra Maestra de vida y confianza en el Amor redentor de Dios:

P. José Mª Domènech SDB

«Tus pecados te son perdonados»

¿Quién no necesita comprensión, misericordia y perdón en su vida? Dios, que es Padre con sensibilidad materna, lo sabe bien y está siempre dispuesto a perdonar a cualquiera que se lo pida.

La viva experiencia de Pablo le lleva a construir toda su vida desde su encuentro constante con el Señor Jesús que “me amó y se entregó por mí”. Su fidelidad es a una persona, no a normas.

El error es propio de la debilidad humana –y nadie se escapa de ella, ni Jesús–; pero la fortaleza nos viene de un Amor que se nos adelanta –ofreciéndonos su Vida– y nos acompaña constantemente –ofreciéndonos perdón, reconciliación y reconstrucción interior–, ya que lo necesitamos.

Lo importante es el arrepentimiento, que viene de Dios, no el remordimiento, que es maligno. David reconoce su pecado, lo confiesa y lo deja en las manos del Señor con voluntad de enmendarse.

La prostituta reconoce al Señor, se abandona a Él, le expresa su identificación incondicional.

Pablo, se compromete del todo con el Señor, se acepta a sí mismo y bendice la obra de Dios en él.

En nuestra vida concreta, ¿qué actitud tomamos ante el Señor? ¿Le vivimos como vital-necesario?

David se reconoce débil y caído ante el Dios que, sin justificar su pecado, no lo condena a él

El pecado humilla; sentirnos constantemente culpables no nos permite vivir libres para el bien.

Dios desea liberarnos y nos da la certeza de que Él suprime el mal, si se lo confiamos. Nos quedan las consecuencias, fruto de nuestros actos, pero nosotros quedamos libres para vivir en Su Paz.

La experiencia de la salvación del Señor hace que la vida no tenga sentido sin Él en ella

Pablo cree absolutamente en Cristo, pues tiene profunda conciencia de que la salvación de Cristo es, y será, un personal acto de amor de Dios hacia él: ¡por eso su vida es toda y solo del Señor!

Centrarse en la ley le llevó al odio y muerte. Cuando aceptó el Amor de Dios en Cristo quedó liberado de toda ‘ley’ para vivir en la libertad del Amor de Dios que da vida dando la propia vida.

La Misericordia de Dios nos precede, pues el Amor de Dios está por encima de nuestras decisiones

El verdadero profeta sólo hace referencia a Dios, que le envía para que oriente a los hombres en su camino hacia la Casa del Padre, para que no se engañen ni ante las apariencias ni ante el poder.

Lo principal que Jesús muestra es el Amor misericordioso de Dios hacia pobres y arrepentidos.

Dios no juzga; solo salva y ofrece la salvación a cualquiera que esté arrepentido, sea quien sea.

Pidamos a María conocer el corazón de Dios y vivir cercanos a Él y, así, ayudar a los pecadores.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI


Dios siempre está dispuesto a perdonar al que -arrepentido y seguro de que Dios le ama y dio su vida por él– reconoce su pecado y pide perdón.


2Sam. 12, 7-10.13:
El profeta Natán dijo a David: «Así habla el Señor...: “Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; te entregué la casa de tu señor...; te di la casa de Israel y de Judá... ¿Por qué, entonces, has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita!... Por eso, la espada nunca se apartará de tu casa...”» David dijo a Natán: «¡He pecado contra el Señor!» Natán le respondió: «El Señor, por su parte, ha perdonado tu pecado: no morirás».

Sal. 31 1-2.5.7.11: "Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado".

Gal. 2, 16.19-21:
Como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la Fe en Jesucristo, por eso, hemos creído en Él... Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la Fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha muerto en vano.

Lc. 7, 36-8, 3: Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó en la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad... se presentó con un frasco de perfume. Y, colocándose detrás de Él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto el fariseo... pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca...: ¡una pecadora!» Pero Jesús le dijo...: «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Pienso que aquel a quien más perdonó». Jesús dijo: «Has juzgado bien»... «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; ...ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella... desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que... sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados»... «Tu Fe te ha salvado, vete en paz». Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciado la Buena Noticia del Reino de Dios.


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