junio 09, 2013

«Yo te lo ordeno, levántate!»

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 9 de junio.

La vida es un don de Dios y nadie tiene derecho sobre ella, pues todos la hemos recibido para administrarla en nuestra historia y para ayudar a los demás a que la administren lo mejor posible en el suya. La muerte natural siempre nos ronda, pero no debemos dejar que nos atrape, se nos meta dentro: ¡nacimos para ser libres y poder, así, vivir la vida que nos corresponde: la de Dios!

No creemos en unas verdades –aunque éstas están a nuestra consideración para vivir como el Señor nos pide– sino en la persona del Señor Jesús, el resucitado de entre los muertos porque Él es la Resurrección y la Vida. Él nos ha dado la vida –creándonos en el Padre, redimiéndonos con el don de su vida, en su muerte y resurrección, y llenándonos de su Vida en el Espíritu– para que maduremos en ella y la compartamos con los hermanos que nos rodean y muchísimas veces nos necesitan para apoyarse, consolarse, orientarse o reconstruirse en las más diversas circunstancias.

Nuestro Evangelio es la Salvación de Jesús, expresión del eterno Amor del Padre y de la constante Guía del Espíritu Santo. No es construcción humana –nos aclara Pablo– pues, como él, cada uno sabe su propia historia, que, como creyentes, confiadamente dejamos en el Amor del Padre.

Somos discípulos de Jesús y Él nos invita a construir, allí donde estemos, la vida que nos rodea y a reconstruir la que vemos que se ha perdido. La vida siempre ganará: éste no solo es mensaje del Evangelio de Jesús, sino también ‘evangelio’ de Dios en la naturaleza, al que poca atención, de ordinario prestamos: la vida siempre gana, salvo que la aplastemos, y, aún así, si ella se mantiene tal, sus posibilidades ahí están y acaba rompiendo rocas, resurgiendo en el desierto árido, emergiendo después de siglos de estar enterrada y sin facilidades...

Dios creó la vida y todo lo que la quiera hacer desaparecer, está destinado al fracaso, pues la obra de Dios es soberana y en renovación constante, no por nada nos ha dado su propio Espíritu.

¡Creamos en la vida y, como creyentes, seamos siempre constructores de la misma en todas partes!

El Dios de la Vida, el Dios de Elías, de Pablo, de Jesús nos enseñe a ser discípulos de tan buen Maestro y Señor resucitado, que, para garantizar la vida, nos envió al Espíritu Santo.

Unidos en oración con María, la Madre y Maestra que nos enseña a cuidar y estimular toda vida:

P. José Mª Domènech SDB

«Yo te lo ordeno, levántate!»

Jesús, humano-cercano, es el Dios que jamás deja de estar atento a nuestra situación personal. Él –la Resurrección y la Vida– al entrar en una ciudad, se encuentra con la muerte y lo primero que hace es conmoverse, acercarse, tocar, renovar la vida en libertad y confiarla al cuidado de la madre.

«Yo te lo ordeno, ¡levántate!»... de tu desilusión, de tu fracaso, de tu pecado, de tu rencor, de tu pesimismo, de tu desesperanza, de tu adicción, de tus vicios... Te lo ordeno: ¡¡¡vive con futuro!!!

Es el Evangelio de Pablo, de la Iglesia: es Jesús, el Cristo, nuestra Vida, futuro de la humanidad.

Pecado es todo lo que quita vida a alguien. Sí, el pecado –personal y social– trae siempre la muerte y la más peligrosa es la que se presenta como placer, poder, progreso, fama, fuerza, tradición...

Saulo vivió este engaño, con la muerte añadida, pero Dios le liberó de ella por el Señor Jesús.

No se trata de vencer, sino de ser transmisores de vida y de paz, fruto y fuente de la Vida.

Jesús es la Vida y la restituye por propio poder; Elías sirve al Dios de la vida y la suplica para el niño. En la Eucaristía escuchamos a la Vida y nos alimentamos de Ella para darla a los hermanos.

El dolor de la muerte es ineludible; el Dios de la vida nos renueva la Fe y Esperanza por su Amor

La madre queda traspasada de dolor ante la muerte de su hijo y no comprende al Dios del profeta; lo mira como el causante de su desgracia, después de haberle ayudado. ¡Injusto, todo muy injusto!

Elías suplica y recibe el don de revivir al niño, así se muestra que el Señor es el Dios de la vida.

La experiencia salvífica Pablo le lleva a declarar la grandeza suprema del Evangelio que predica.

El Señor salva a cualquiera que se ponga a su alcance con honesta buena voluntad. No importa si, por la educación recibida, atacó y persiguió la Fe que después proclamará con toda su vida.

Dios nos elige desde el seno materno. Sí, pero no puede obligarnos a aceptarle: será necesario que Él nos dé su luz y que nosotros aceptemos tomarla en serio integrándonos en la Comunidad.

Jesús es Vida y mensaje de vida; viene a ofrecérnosla, ¿le seguiremos o sólo alabaremos a Dios?

Como en la vida, en Naim –‘La bella’– se dan, en el mismo ambiente, dos experiencias: el esperanzado avanzar de los discípulos de Jesús en la vida y el triste y lastimoso cortejo de la muerte.

Jesús se compadece en su interior y, desde la Vida, consuela: “¡No llores!”; toca y detiene la ley de la muerte; y dice desde su Vida: “Joven, yo te lo ordeno, ¡levántate!”. Lo entrega vivo a la madre.

Dios, como en Cristo, desea –ansía, nos pide– actuar sobre nuestra realidad de muerte a través de nuestra apertura, cercanía, compasión, intervención de vida para superar la muerte. Único camino.

Pidamos a María caminar siempre por la vida como Jesús: cercanos y dando en todo vida a todos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO X

Dios, en Cristo Jesús, se muestra la Resurrección y la Vida. Nuestra misión en todo ambiente es dar vida siempre y llenar de esperanza a todos

Re. 17, 17-24:
"Cayó enfermo el hijo de la viuda que había socorrido al profeta Elías... tanto que quedó sin aliento de vida. Entonces la mujer dijo al profeta...: «¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios?...» «Dame a tu hijo», respondió Elías. Lo tomó del regazo de la madre, lo subió a la habitación alta donde se alojaba y lo acostó sobre su lecho e invocó al Señor diciendo: «Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me la dado albergue la vas a afligir...?» Después se tendió tres veces sobre el niño,... y dijo: «¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!» El Señor escuchó el clamor de Elías... y éste revivió. Elías tomó al niño... y se lo entregó a su madre... La mujer dijo entonces a Elías: «Ahora sí reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor está... en tu boca»".

Sal. 29 2.4-6.11-12a.13b: "Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste".

Gal. 1,11-19:
"Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Seguramente Uds. oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba... a muchos... en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre, y... se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato,... me fui a Arabia y después regresé a Damasco. Tres años más tarde, fui... a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor".

Lc. 7, 11-17: "Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente... la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaba se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos... alababan a Dios diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo»."




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