septiembre 15, 2013

«Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 8 de setiembre.

Jesús, este domingo, nos presenta cómo es el ‘corazón’ de su Padre, que también es Padre nuestro. Por un lado, es exigente con sus hijos, para que no se vuelvan a esclavizar con ninguna idolatría, que los irá aniquilado como personas y como sociedad; y, por otro, lleno de misericordia y cercanía. Nada lo gana, nada lo detiene, nada lo cansa, nada lo anula: su Amor es infinito, eterno y fiel. Éstas son características correlativas en la realidad divina. Dios, al ser es eterno, es, por su misma naturaleza, infinito, inmutable y, por consiguiente, fiel a sí mismo y también, precisamente por eso mismo, a todo y a todos los que se dirige. Si no fuera eterno e infinito, sería limitado y, por tanto, parcial –no lo abarcaría todo– y sería mutable y, como tal, corruptible y perecedero, es decir, no fiable, como lo es –aunque duela decirlo– el amor humano, cuando está limitado a las solas fuerzas de persona humana, tan llena de limitaciones e ignorancia de sí, de los demás y de la misma realidad –natural, personal o social– que la abarca e inevitablemente le influye.

Este Amor de Dios está todo Él –y no puede ser de otro modo– inclinado hacia la limitación y ‘miseria’ consecuente de toda persona humana, a la que Él mismo, con su Amor, creó y redimió por la muerte y resurrección de Jesucristo. Eso significa la misma palabra “Misericordia” (‘corazón’ inclinado al que está en la miseria).

El sacramento de la reconciliación –o de la misericordia– lo celebra y es ofrecido por el mismo Amor de Dios a todo creyente que desee liberarse de toda cadena, pequeña o grande, y busque llenarse del Amor de Dios para poderlo esparcir, como salud y buen olor, en su ambiente.

Dios nos bendiga y nos ayude a abrirnos cada día más y mejor a su Misericordia para que podamos ser también misericordiosos con cada uno de los hermanos que nos rodean.

Unidos en oración con María, Madre de la Misericordia:

P. José Mª Domènech SDB

«Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido»

Dudar de la capacidad de Dios para perdonarnos, es signo de vivir muy cerrado en uno mismo y desconocer –por falta de intimidad real con Él– su eterno y omnipotente Amor hacia cada uno.

Dios es misericordia porque es Amor. ¡Esta es su naturaleza! Por eso nos crea y nos redime.

El egoísmo en la realidad –pecado– contradice el Amor de los dones de Dios, pero no lo paraliza.

Si estamos atentos a la presencia de Dios en nuestra vida nos daremos cuenta de tantas intervenciones de su Providencia para llevarnos por caminos de mayor dignidad y maduración personal.

Dios vive atento: nos busca por los caminos de la vida; nos espera con ilusión. ¿Qué esperamos?

La alegría del real reencuentro es maravillosa porque el Amor encuentra la respuesta esperada.

Moisés conoce a Dios porque vive en intimidad con Él, por eso defiende al pueblo de su pecado

El pecado tiene consecuencias graves, pero la misericordia de Dios es mayor. Moisés lo sabe.

Por eso no duda interceder por el pueblo: conoce a Dios, por muy débil y duro que sea el pueblo.

La experiencia personal de Pablo le lleva a no descansar en su afán de anunciar el Amor de Dios

Pablo ha recibido de Cristo la misión apostólica, no por ser bueno, sino por selo Él, que le amó.

Sencillo, lo confiesa y, así, nos anima a vivir cada día más abiertos al perdón del Amor de Dios.

Cristo también espera de nosotros que le confiemos nuestra vida para ser testigos del Evangelio.

Jesús muestra –pues lo conoce– la profundidad del ser de Dios: su fiel Misericordia incansable Cristo presenta a su Padre porque lo conocer bien, ya que su intimidad con Él es permanente.

El cristiano tiene la vocación de ser otro Cristo hoy y aquí, por eso necesita intimar con Dios,

alimentarse de Él, escucharle en su Palabra, vivir en su Comunidad y mostrar su Amor al mundo.

Pidamos a María vivir en la Misericordia de Dios correspondiendo a ella y mostrándola a todos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXIV

La misericordia de Dios no tiene límites y jamás nuestros errores y pecados, por graves que sean, podrán cansarla, pues es su Vida y su Amor.

Ex. 32, 7-11.13-14:
El Señor dijo a Moisés: «Baja enseguida, porque tu pueblo..., se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él y le ofrecieron sacrificios... Ya veo que éste es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré...» Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: «¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, el que Tú mismo hiciste salir de Egipto con... mano poderosa? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores...» Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.

Sal. 50 3-4.12-13.17.19: Iré a la casa de mi Padre.

1Tm. 1, 12-17:
Querido hijo: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque... fortalecido... me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis... insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia... Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor... y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta, y digna de Fe, que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores... Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en Él para alcanzar la vida eterna...

Lc. 15, 1-10[32]: Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban... Jesús les dijo...: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja... las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se le había perdido, hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la carga..., lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.” Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.» Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende... la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas y les dice: “Alégrense conmigo porque encontré la dracma que se me había perdido.” Les aseguro que [igual] se alegrarán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.» Y añadió: «Un hombre tenía dos hijos... El... menor... emigró a un país lejano [con su herencia]. Cuando gastó todo... se puso... a cuidar cerdos... Entonces recapacitando, pensó: “...me pondré en camino a la casa de mi padre y le diré: ‘He pecado contra Dios y te he ofendido... Trátame como a uno de tus jornaleros’. Y se puso en camino... su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, salió a su encuentro... y le besó. El hijo le dijo: “Padre, he pecado...” Pero el padre dijo: “Enseguida... celebramos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido...” El hijo mayor... oyó la música y danzas... y llamó a uno de los sirvientes para informarse...: “Ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.” Irritado, no quería entrar. Su padre salió a rogarle que entrara...»




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