septiembre 21, 2013

«No se puede servir a Dios y al dinero»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 22 de setiembre.

¿Es malo tener dinero y buscarlo? ¿Es perversa la riqueza o el poder? Lo malo es la codicia, la avaricia, el egoísmo y toda esclavitud o idolatría.

Jesús nos pone en guardia contra todo esto, pero también nos pone en guardia para que nos fijemos bien en qué es lo que realmente para nosotros es de verdad importante, aunque no sea el poder o el dinero directamente. Él nos hace notar que si lo más importante para nosotros no es Dios y su Amor, estamos perdidos, porque, si a alguien nos tenemos que “ganar”, no es a quien será ‘engullido’ por la muerte y deberá dar cuenta de su vida, sino precisamente al que es Señor de la vida y juez de vivos y muertos, es decir, criterio de vida exitosa para todos y cada persona, sea o no creyente, pues toda persona no solo ha sido creada por Dios, sino que ha sido creada para ser como Él: “a su imagen y semejanza” (Gn. 1, 26-27). El administrador deshonesto no es felicitado por serlo, pues precisamente por eso pierde su puesto de trabajo, sino porque sabe asegurarse su futuro. ¿Sabemos nosotros cuál es nuestro futuro verdadero? ¿Nos lo aseguramos? En realidad, la vida concreta diaria ¿qué nos muestra sobre lo que es importante para cada uno de nosotros?

No basta hablar y cumplir con ritos religiosos vacíos de alma: son las actitudes de nuestra vida las que nos muestran dónde está lo que es verdaderamente valioso para nosotros: ¿Dios o ‘el dinero’?

Las palabras se las lleva el viento: la vida se construye con actitudes que nos llevan a decisiones concretas y reales que nos afectan no solo a nosotros sino también a los que nos rodean.

Por eso san Pablo nos pide que recemos por todos los hombres, pero en especial por los gobernantes para que no se dejen engañar por los espejismos que les hace ver el poder y la riqueza que sueñan que van a conseguir... ¿a qué precio? La vida no vale un gramo de oro. ¡¡¡Es de Dios y solo a Él pertenece, por eso la defiende y Pablo nos pide que hagamos lo mismo con la oración universal para que la salvación sea un hecho aceptado por todos.

Dios nos bendiga y nos ayude a abrirnos cada día más y mejor a su Amor y Providencia para que podamos ser también nosotros constructores de vida, de justicia y de paz con nuestras actitudes.

Unidos en oración con María, Madre del Amor y de la Vida eterna y feliz:

P. José Mª Domènech SDB

«No se puede servir a Dios y al dinero»

¿Cómo administramos nuestra vida, con todas sus oportunidades y medios –internos y externos–? ¿Qué es lo verdaderamente nuestro ahora? La muerte de nuestro cuerpo es una realidad que se nos impone, ¿morimos también nosotros o caminamos hacia un futuro eterno? ¿Lo preparamos?

Jesús nos cuestiona. Pues es muy importante saber qué es lo nuestro; así podremos defenderlo.

En realidad, nuestra vida no es nuestra definitivamente, la recibimos y deberemos dar cuenta de ella.

Si alguien en su vida busca sobre todo su propio interés fingiendo servir a los demás, pero usándolos para lograr sus propios fines, está degradándose, pues usurpa los bienes que Dios le confió para hacer el bien –como Él lo hace– a los que más necesitan ayuda generosa y desinteresada.

Dios nos creó para ser grandes como Él; y su grandeza está en ser dador y estimulador de la vida, del perdón, de la dignidad personal y social, de la serenidad interior, de la concordia con los que nos rodean, del servicio personal y social al Bien Común y al diálogo con Dios y los hombres.

Para eso necesitamos luchar para ser así cada día mejores y ayudar a los que nos rodean, y a los que amamos, a que lo intenten constantemente; si no lo hacemos, estaremos traicionando nuestra vida, fracasaremos nosotros y perjudicaremos el mundo que nos rodea, aunque se note ahora poco.

En última instancia, solo una cosa importa: ¿tratamos de ser como Dios? Lo demás son medios.

En Amós Dios condena la actitud criminal del que usa su poder para aprovecharse de los débiles

La Salvación de un pueblo sólo está en la honestidad de su conciencia, no en su riqueza exterior.

La religión será verdadera y de Dios si lleva a cada persona al Bien Común y a la justicia social.

Pablo nos dice que la oración por las autoridades es un deber para tener una vida digna y en paz

Pablo nos hace notar que la salvación de Dios es universal y misionera, por tanto, nadie debe quedar fuera de nuestras súplicas, pero mucho menos los que tienen alguna autoridad, pues tienen graves responsabilidades respecto al Bien Común, la paz y la dignidad humana de nuestras sociedades.

Nos toca asumir este amor salvador de Dios y hacerlo oración universal para el bien de todos.

Es vital tener la astucia de aprovechar toda ocasión para transmitir a otros el Amor de Dios

La riqueza-poder, de por sí, no es enemiga de Dios, pero sí un real peligro. O la riquezapoder se somete a Dios y le sirve, o nos aparta de Él y matando nuestro futuro y felicidad profunda y destruyendo nuestra sociedad, su paz, su cultura y la dignidad de los ricos y poderosos al embrutecerlos.

Administrar los dones de Dios significa usarlos para glorificar a Dios sirviendo al bien de todos.

La astucia cristiana está en valorar tanto el Amor de Dios, que lo aceptamos sirviendo a todos.

Pidamos a María ser astutos viviendo el Amor que Dios nos da y dándolo honestamente a todos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXV

Construimos el futuro eterno al servir –como Dios– a los hermanos marginados por la falta de comprensión y apoyo en sus reales necesidades

Am. 8, 4-7:
Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes dicen: “...Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias y venderemos hasta los desechos del trigo.” El Señor ha jurado, por el orgullo de Jacob: jamás olvidaré ninguna de sus acciones.

Sal. 112 1-2.4-6.7.8: ¡Alaben al Señor, que alza al pobre!

1Tm. 2, 1-8:
Querido hijo: Ante todo te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, suplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por las autoridades para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos...

Lc. 16, 1-13: Jesús decía a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me dicen de ti? Dame cuenta de tu administración porque no ocuparás más este puesto.” El administrador pensó entonces: ¿Qué voy a hacer ahora...? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa! Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” “Vente barriles de aceite.”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate... y anota, diez.” Después preguntó a otro... Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en el trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en el que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas... Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero.»




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