noviembre 28, 2010

Adviento 2010

Este domingo 28 empezaremos una nueva temporada de Adviento.

Como cada año, esta vez también prepararemos nuestra Corona de Adviento:



Consta de ramitas verdes entrelazadas formando un círculo, que se vincula con una cinta de color rojo. Se la coloca sobre alguna superficie sólida, tipo plato o fuente, y se superponen 4 velas gruesas.

Significado de la Corona de Adviento:

El círculo simboliza a Dios, porque no tiene principio ni fin.

El color verde es la esperanza por la venida de Cristo al mundo.

El lazo rojo significa el amor que nos une a Jesús como familia.

Las 4 velas son las 4 semanas de Adviento. En ellas conmemoramos los siglos que el Pueblo de Dios esperó la venida del Salvador y nuestro tiempo de preparación para el nacimiento de Jesús en esta Navidad.

La luz de las velas representa a Jesús, luz del mundo.


Hay varias costumbres y fórmulas que se sugieren para la Corona. El Pan del Alma nos propone oraciones sencillas que nos ayudan a prepararnos para recibir al niño Jesús en nuestros corazones.

En un momento adecuado del día, nos reunimos con la familia y rezamos:

Oración para el I domingo de Adviento:

Encendemos, Señor, esta luz,
como quien enciende su lámpara para salir,
en la noche,
al encuentro del amigo que viene.
En esta primera semana de Adviento
nos levantamos para esperarte preparados
y recibirte con alegría.
Muchas sombras nos envuelven
y muchos halagos nos adormecen.
Queremos estar despiertos y vigilantes
porque tú nos traes
la luz más clara,
la paz más inmensa
y la alegría más profunda.
¡Ven, Señor Jesús!

noviembre 27, 2010

Estemos atentos: el Señor llega


Empezamos el Adviento y el nuevo año litúrgico con las palabras que nos envía el querido padre José María.


El Señor llega hoy y siempre, como llegó ayer y llegará mañana como juez.

No durmamos en falsas seguridades. Ya esto mismo ya sucedió ayer. Por eso el pueblo judío no se ha enterado todavía que el Mesías ha nacido de la estirpe de David y en Él se cumplieron todas las profecías. ¡Qué lástima que todavía lo esperen! ¡¡Pero qué triste más por nosotros si lo hemos perdido de vista!!

Quien da más importancia a la religión, cualquiera que sea ella, o a las tradiciones o a la cultura, o a la ciencia o al poder, del tipo que sea, o a la satisfacción de los propios deseos y gustos, ya tiene sus propios dioses y vive como si no necesitara ningún salvador, por muy Dios que digan que Éste es. Eso es lo que pasó ayer y sucede con muchos también hoy y seguirá, desgraciadamente, sucediendo.

Y el Señor llega como Luz, pero nosotros estamos nuestros potentes reflectores y nuestras "centrales eléctricas" con la sabiduría de la ciencia y de la técnica ¿para qué necesitamos otra luz, por divina que sea? Además, le critican los sabios y expertos, que su Luz no se actualiza como los profetas e ideólogos de todo tipo dicen que debe actualizarse si desea tener éxito, incidir y seervir para algo.

Dicen que llega con la Paz, pero preferimos la que nosotros nos construimos a nuestra medida, aunque sea efímera, como la flor del campo, y, casi siempre, sin perfume ni belleza. Su Paz, la que Él nos ofrece, tiene muchas exigencias y nos implica demasiado, porque lo quiere llenar todo por dentro.

Dicen que Él es Justicia, pero nosotros ya temenos muchos tratados, hechos a nuestra medida y al gusto de los que ganan y pueden, aunque la mayoría lamente lo pobre e inobjetiva que es esta justicia que no da vida a casi nadie y se cobra demasiadas vidas y relaciones en todas partes. Pero nos molesta que la Justicia del Dios-Mesías nos pida constantemente conversión para que seamos, como Él, dadores de vida para todos y animadores de la vida de los que nos rodean, aunque muchas veces esto nos cueste nuestra propia vida, como le costó a Él.

Pablo nos lo grita con claridad en nombre de nuestro Padre: ¡¡¡¡DESPERTEMOS DE NUESTRA NECEDAD!!!! No sigamos en el sueño de las ilusiones y teorías.

Dios que se humanó para salvarnos y es de nuestra raza pero no la tiene contaminada de egoísmo, soberbia, necedad, codicia, lujuria y ceguera como la tenemos nosotros. ¡Démosle entrada y seremos libres para ser tan grande como Él lo es y lo desea para nosotros.

Abrámonos de una vez. ¡Seamos valientes! No nos dejemos llevar por la corriente

Basta con un pueblo que se haya aturdido por mirarse el ombligo cuando Él vino en carne por primera vez... No imitemos lo negativo sino lo positivo de todos los que, en este mismo pueblo, supieron seguirle, confiárselo todo, arriesgarlo todo y construir desde lo que Él les indicaba.
Estemos vigilantes a cada paso que el Señor dé en nuestras vida, a su presencia real y maravillosa para nosotros y para todos; escuchemos su voz y caminemos con nuestros hermanos llenos de alegría a la Casa del Señor.

Preparemos la Navidad pero bien, con profudidad, no como los ciegos, sordos y despistados que no saben qué es lo que celebran, ya que es evidente que no es a papá Noel, ni al árbol ni...; pero compran regalos y se felicitan, pero ¿por qué? ¿Nostalgia? Y también esto lo estamos perdiendo. El frío dinero todo lo congela. Ha quedado algo de la fiesta familiar, pero sin la profundidad de su raíz en la Sagrada Familia, ni en la alegría de la llegada del Hijo Único encarnado para llenarnos de su Felicidad, la que nuestro Padre Dios nos dio al crearnos, pero que nosotros nos hemos encargado de ir aplastando con nuestras decisiones miopes por falta de voluntad de vivir en serio la vida que se nos confió para los demás y de la que deberemos dar cuenta todos y sin escape ninguno.

Comenzamos un nuevo año litúrgico, comencémoslo y vivámoslo en serio.

Las tradiciones no son malas, lo malo es darles más importancia que a la Palabra de Dios, que a la vida sacramental, que a la Presencia de Dios en nuestra vida, en nuestra Comunidad, en nuestra familia, en nuestro hermano concreto.

Dios nos bendiga a todos y nos ayude, durente todo este año litúrgico, a crecer en sed de profundidad de Vida en el Señor, la única que da sentido pleno a todo lo demás, que es muy hermoso, pero efímero y acaba vacío sin Él.

María nos ayude a ser lo que Dios quiere que seamos para el bien de todos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Estemos atentos: el Señor llega

Comenzamos un nuevo año litúrgico en él celebraremos-profundizaremos, como discípulos del Señor Jesús, nuestra Fe. Abramos el corazón a todos los maravillosos dones que, sin duda, el Señor nos regalará sin ningún límite; ¡no los pongamos, neciamente, nosotros!

¿Quién no desea la paz y la unidad? ¿Quién no reconoce que nuestro mundo requiere una fuerte dosis de solidaridad verdadera y concreta? ¿Cuántas promesas y ‘diálogos’ para arreglar problemas se ven entorpecidos por la degradación de las malas intenciones y de los planes subterráneos plasmados en compromisos y promesas que sin ninguna base en la honestidad de los que las hacen? ¡Cuántos desalientos y decepciones surgen en nuestra vida social y política!

El Señor nos quiere ayudar a construir nuestro mundo con la dignidad que Él mismo nos dio al crearnos; de hecho, hace tiempo que lo está haciendo con quienes le son dóciles; pero son demasiados los que no desean que Dios se meta en nada y trabajan para la muerte destruyendo la naturaleza y las instituciones básicas de la sociedad. ¡Y la pagan los más débiles!

El Señor está siempre cerca. ¡Siempre está con nosotros! ¿Qué atención nos merece? Prepararse a su continua llegada supone apertura, atención y disponibilidad a la obediencia, como los poderosos de este mundo lo viven en relación a sus múltiples dioses criminales: el poder y el dominio, la riqueza y la opulencia; el placer y la autocomplacencia; la fama y el éxito: ¡a ellos venden su vida y su mundo… ¡Y todos sabemos qué han hecho siempre estos engañosos dioses!

El Señor llega a restaurar la dignidad de la persona y de su mundo, ¡no nos desalentemos!

Era fácil desanimarse en medio de las injusticias que ahogaban al pueblo de Israel. La realidad nos impone una experiencia: los esfuerzos humanos sin Dios acaban en la decepción.

El profeta ve la realización de los más excelsos ideales humanos en la plenitud de los tiempos, con la aceptación viva de la presencia providente y salvadora de Dios en el Mesías.

Nos toca a nosotros, los creyentes, abrirnos al Señor y mostrar sus obras en nuestra vida.

Es necesario que vivamos con dignidad y nos ajustemos a lo que el Señor nos ofrece cada día

Pablo nos pide atención a la realidad en la que vivimos, sin engaños, sin creer en ilusiones baratas: Dios ofrece la verdad y el bien a todos, pero somos nosotros quienes decidimos construir o destruir nuestro mundo, el que Él nos encomendó. Somos responsables de cada actitud.

Si aprendemos a vivir libres de toda autocomplacencia superaremos todo posible fracaso.

Dios no impone nada, pero su propuesta es vital: nos definimos ahora con nuestras decisiones

Jesús vino hace más de dos mil años; también viene cada día: en cada hermano, en la Iglesia, en su Palabra, en los Sacramentos, en la propia conciencia; ¿qué hacemos con Él? ¿Lo tomamos en serio? Nosotros, los que nos llamamos cristianos, ¿le escuchamos y seguimos?

Pidamos a María estar siempre atentos y obedientes a Cristo que llega hoy a nuestra vida.


Padre José Mª Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I
Estemos atentos: el Señor llega con la Verdad y la Justicia, que son bases de la Paz, vayamos a Él dispuestos a una serena obediencia
Is. 2, 1-5:"En los últimos días se alzará firme la montaña del templo del Señor… Todas las naciones acudirán... Él pondrá paz entre las naciones y serenará a todos los pueblos… Ninguna nación empuñará la espada contra otra… Casa de Jacob, ven, camina a la luz del Señor".

Salmo 121: "¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!"

Rm. 13, 11-14:
"Seamos conscientes de los momentos que estamos viviendo. Dejemos ya el sueño, ya es hora de levantarnos. Hoy tenemos la salvación más próxima que cuando abrazamos la Fe… Comportémonos como en pleno día, con dignidad… Revístanse de Jesucristo, el Señor. No se preocupen de las apetencias de la carne ni satisfagan sus deseos".

Mt. 24, 37-44: "Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé… ¡Velen, por tanto, porque no saben qué día vendrá su Señor… Estén preparados también ustedes, puesto que la hora menos pensada vendrá el Hijo del hombre".

noviembre 21, 2010

Rey del Universo

Tenemos el mensaje del querido padre José María para la celebración de esta importante fiesta.

Antes, compartamos esta antigua y conocida melodía, que tantas veces habremos cantado en nuestra infancia.

Feliz fiesta de Cristo Rey!

¡Tú reinarás!

1. "¡Tu reinarás!" Éste es el grito
que ardiente exhala nuestra fe.
Tú reinarás, oh, Rey bendito; pues Tú dijiste: "Reinaré".

Reine Jesús por siempre,
reine su corazón
en nuestra patria, en nuestro suelo,
que es de María la Nación. (bis)

2. ¡Tu reinarás! Dulce esperanza
que al alma llena de placer
habrá por fin paz y bonanza,
felicidad habrá doquier.

3. ¡Tu reinarás! Dichosa era,
dichoso pueblo con tal Rey.
Será tu Cruz nuestra bandera,
Tu amor será la única ley.



¿Vale la pena celebrar esta fiesta en tiempos como los nuestros?

Tal vez sí valdría la pena que nos hiciéramos la pregunta de otro modo, más allá de la preocupación de quedar bien, impresionar o, peor todavía, ser actuales... (en realidad ¡¿qué significa "ser actual"?!); pero vayamos con la pregunta: ¿qué significa para nosotros, los que creemos en Cristo Jesús y deseamos vivir, cada día a mayor plenitud, como verdaderos discípulos-misioneros suyos, el celebrar la fiesta de Cristo Rey?

Creo yo que es celebrar a quien tiene derecho a ser reconocido como el que, dando su propia vida, nos conquistó el derecho a ser reconocidos como hijos de Dios, vivir como tales y tener el derecho de señorío y dominio sobre toda la realidad creada, más allá de todo reconocimiento humano, incluido el nuestro, que, seamos honestos, no siempre es justo ni objetivo.

Cristo es Rey no porque alguien lo declare, sino, como dice el Apóstol, por propio derecho: el primero de toda la creación y de toda vida de resucitado; el Señor del Universo, como su principio, sentido, sostén y fin; el que nos reconcilió con el Padre o mejor el que fue instrumento elegido por el Padre para reconciliarnos con Él, claro que con la aceptación personal de cada uno de nosotros, pues Dios no impone nada.

En realidad, su realeza es la expresión, en el lenguaje de seres creados, de la Padrenidad-Maternidad de Dios que, en Él, nos crea, salva, nos sostiene y nos lleva a la plenitud del Amor Eterno, según su plan eterno. A los gobernantes, algún texto de la Constitución dogmática "Gaudium el spes", les llaman "ministros de la Providencia de Dios", puesto que están llamados, en sus funciones de gobierno, a ser los que hacen presente, en algunos elementos que les corresponden, el cuidado que Dios tiene de cada uno de sus hijos. Es lo que hizo a lo largo de toda su vida el mismo Jesús, sobre todo en la cruz, aunque nos cueste mucho vivirlo y entenderlo.

Ésto significa la fiesta de Cristo Rey, mucho más allá de si es adecuada o popular hoy en día.

La verdad no depende de la popularidad ni de las encuestas. Más bien éstas nos servirían para hacernos notar lo bien o mal que ayudamos a entender a nuestros hermanos cuáles y cuán ricos son los dones de Dios en toda época. Es evidente que hay lugares y épocas que lo hacen más fácil y otras que lo hacen más difícil.

Jesús, el Cristo, es de nuestra porpia carne y a través de su carne nos ayuda a entender el Amor de su Padre, y también nuestro, y lo que espera de cada uno de nosotros y de nuestras Comunidades de discípulos hoy.

Dios nos asista en el esfuerzo de ser testigos de un amor que es servicial y dador de vida porque está unido a su Fuente: el Amor de Dios, Comunión Trinitaria de Amor y Vida.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Jesucristo, Rey del Universo

¿Cuáles son, en realidad, para nosotros los verdaderos derechos inalienables propios de la dignidad de cada persona? Es decir, ¿cuáles son los que aceptamos como incuestionables para todos y que seríamos capaces de defender a favor de los que nos rodean, aunque no sean para nosotros personas afectivamente importantes? ¿Cuáles son los que de hecho se defienden?

Dios, creemos los cristianos, nos creo con la suprema dignidad de ser sus hijos. Pero ¿sabemos lo que esto significa?; ¿sabemos lo que esto implica? ¿Qué es más importante para nosotros: cada persona o nuestras formas religiosas, nuestras teorías, ideologías, costumbres, comodidades, gustos o intereses de diverso nivel, llámense científico, patriótico, económico, político, familiar, personal… ¡Cuántas muertes, y asesinatos, tiene la humanidad en su haber a consecuencia de todos estos “tan importantes” intereses! A veces los hemos llamado “interés vital”; tan vital para nosotros que no hemos dado nosotros nuestra vida por ellos, como sí lo hizo Jesús, sino que hemos acabado con la de otras personas concretas o las hemos anulado.

Nuestras realezas, presidencias, dirigencias ¿son de vida o de muerte? Todos somos de la misma carne, naturaleza humana, pero parece que para muchos hay “carnes” que deben ser defendidas a toda costa y las hay que son prescindibles y hasta concretamente despreciables.

Jesús es el primero en todo, sobre todo en dar la propia vida, por eso es el único que tiene el derecho de ser reconocido como el Rey del Universo. Y, de hecho, es el único que lo es por naturaleza y también por ser el único que superó la muerte por propio poder al dar la vida en libertad absoluta y para llevarnos a todos, sin discriminación alguna, a la Vida Nueva.

Por esto el ladrón sensato se salvó, porque supo de quien fiarse y se abandonó a Él.

Lo único digno del ser humano es que quien sea su ‘rey’ lo sea de verdad, es decir, sea de Dios

Dios unge a David como rey; el pueblo lo fue aceptando. David sabía de su debilidad: era de carne, pero caminó siempre en la presencia de Dios. Cristo, por su Cruz, une a todos, en Él.

Somos invitados a la gratitud porque nuestra vocación es la grandeza de Cristo, el Señor.

Cristo es el autor y modelo, es decir, fin de la creación: nacimos para la grandeza de Dios.

Él es el origen de toda la salvación, pues Él nos reconcilia, por la Cruz, con Dios, su Padre. Así se cumple en quienes les siguen el soberano y eterno plan de Vida y Salvación de Dios.

Cristo, el Dios-hombre, es el único mediador de Vida y Salvación entre Dios y el hombre.

El misterio del don de Cristo en la cruz nos invita a contemplar su universal poder redentor

La salvación viene de la aceptación de Cristo Jesús en su realidad concreta, ni opiniones, ni ideologías ni pretensión alguna. Es un hecho objetivo sólo en Cristo y en nada más.

Los poderes se burlan de la ofrenda dolorosa, el caído pretende manipularla. Solo la humildad ve la verdad del Salvador. Cristo es el soberano por encima de todo y de todos.

Pidamos a María saber reconocernos necesitados de Cristo y acudir hoy a su Salvación.
Padre José Mª Domènech Corominas, sdb.


CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXXIV
Jesucristo, Rey del Universo
Jesús, Hijo de Dios, de nuestra carne y primer resucitado de entre los muertos, es vital para todos, pues a todos da su Vida hoy y siempre.


2S. 5, 1-3: "Las tribus de Israel fueron a encontrar a David a Hebrón… y el Señor le dijo: «Tú apacentarán a mi pueblo, Israel, y serás su soberano»… el rey David hizo con ellos un pacto delante del Señor y lo ungieron rey de Israel".

Salmo 121: "¡Vamos con alegría a la casa del Señor!"

Col. 1, 12-20:
"Damos gracias al Padre… Él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, Primogénito de toda la creación… existe antes de todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es también la cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia... el primero que resucitó de entre los muertos… Por Él quiso Dios reconciliar consigo todo lo que existe… restableciendo la paz por la sangre de su cruz".

Lc. 23, 35-43: "Después que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» También los soldados se burlaban de Él… Uno de los malhechores crucificados lo insultaba… Pero el otro le increpaba diciendo: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él?... Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino» Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso»".