junio 11, 2009

Cuerpo y sangre de Cristo

El mensaje y la sugerencia homilética de nuestro querido padre José María para esta semana:

Un grave peligro de nuestras Eucaristía, que ya critica duramente Pablo en una de sus cartas a los cristianos de Corinto, es acostumbrarnos a ella y convertirla en un rito rutinario y sin demasiado sentido personar y comprometedor. ¡Na da más alejado de la realidad!

La primera no tuvo nada que ver con un rito religioso: era una expresión de compromiso real y concreto, de después se haría historia cruenta y extremadamente dolorosa.

Nosotros hacemos memoria de esta entrega salvífica y comprometedora, pues nos lleva a tener que hacer también nosotros, personalmente y no como rito, de nuestra vida un compromiso de darla a los hermanos concretos que nos rodean, como Jesús nos dio la suya solo porque la necesitábamos.

Comulgar el Cuerpo entregado y la Sangre derramada, significa hacernos nosotros cuerpo de Cristo en nuestra historia, la de todos los días, sin paliativos. Eso significa el "Amén" que decimos, o se nos pide que digamos, al ir a comulgar. El simple hecho de celebrar la Eucaristía es revivir el don de la entrega de Jesús por nosotros, con el consiguiente compromiso de hacer nosotros lo mismo.

Él se nos da en alimento de Amor y Vida Nueva, a través de su Cuerpo y Sangre, y nos pide que hagamos lo mismo con nuestra vida a favor de nuestros hermanos.

No dejemos solo al Señor, vayamos a Él para darnos como Él y el mundo sabrá de novedad y alegría profunda y permanente.

Dios les bendiga.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB



Cuerpo y Sangre de Cristo


En todas las culturas, la sangre es signo de vida y derramarla signo de que se arriesga perderla, o por darla generosamente o por que le es quitada a una persona o porque ella la pierde, por alguna circunstancia. En algunas culturas mezclar la sangre significa asumir compromisos serios. Para los judíos ser rociados con la sangre del sacrificio significaba comprometerse con el Dios que acaba de hablarles y a quien le estaban ofreciendo el sacrificio.

Jesucristo no ofrece sacrificios, Él mismo se ofrece en sacrificio y nos da su propio cuerpo y sangre, nadie se los quita: eso significa la Eucaristía: la mejor forma de agradecer la vida recibida es darla para que otros también la tengan y participen de su alegría y gloria.

Primero, lo hace en la cena, creando el sacramento, y, después, en la vida socio-política.

El sacrificio eucarístico es compromiso de Dios con la vida del hombre

Dios no es ajeno a lo que le pasa a la persona humana. Él mismo comprometió su vida, primero, asumiendo nuestra naturaleza y, segundo, entregando su vida hasta el sacrificio cruento, al que dio sentido salvífico con el sacrificio incruento de la última cena.

Él asume en primera persona, y antes que se lo aceptemos, el compromiso vivo de lu-char para que el hombre tenga vida y la tenga en abundancia.

Eucaristía debería ser siempre el esfuerzo de que Dios sea cada día más Dios en nosotros y el hombre sea más tarea y responsabilidad solidaria de todo cristiano y comunidad cristiana.

La Eucaristía es contraproducente sin el compromiso de sumir las propias responsabilidades

La Eucaristía, celebrar y comulgar el cuerpo y sangre de Cristo, supone asumir la tarea de respetar la vida de los demás en todas sus vertientes, niveles y límites, sin excepciones.

Al comer el cuerpo y sangre de Cristo, decir ‘Amén’ es confesar la voluntad de ser, yo, Cristo en mi historia concreta, en el ahora que vivo. Para eso Dios mismo me da su Vida.

Toda Eucaristía es un grito a favor de la misericordia y el perdón para llegar a una vida cada día más profunda y fecunda, como la de Dios en nosotros. Lo vivió dolorosísimamente Jesús en el huerto de los olivos y más allá. Necesita acercarse a un Dios que se nos acerca dándonos su Vida, quien no quiere acercarse al hombre que a su lado le necesita y pide ayuda.

Ser cristiano significa hacerse siempre Eucaristía para bien de todo el mundo, gloria de Dios

Comer el cuerpo y sangre de Cristo, es comprometerse a darse de comer, como Cristo, a los que nos rodean, único culto bueno y agradable al Dios vivo, a quien adoramos, amamos y servimos, amando y sirviendo, con la verdad y el bien, al hermano concreto que nos está próximo ahora.

La vida recibida exige que seamos agradecidos: démosla como Dios nos la dio, gratis.

María, la Madre eucarística, nos enseñe a ser cada hoy más Eucaristía para los hermanos.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Dt. 4, 32-34.39-40: "Moisés bajó y contó… el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor»... edificó un altar... mandó... ofrecer... sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre... tomó el documento de la alianza y se lo leyó... el pueblo respondió: «...todo lo que manda el Señor… obedeceremos» Tomó... la sangre y la roció sobre el pueblo...: «Ésta es la sangre de la alianza…»."

Salmo 115: "Invocando el nombre del Señor, alzaré el cáliz de la salvación".

Hb. 9, 11-15:
"...Cristo... sumo sacerdote... No usa sangre de machos cabríos... sino la suya propia… consiguiendo la liberación eterna... en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha... llevándonos al culto del Dios vivo... es mediador de una alianza nueva... así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna."

Mc. 14, 12-16.22-26: "...«El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»... Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Cogiendo una copa... les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos...»... salieron al monte de los Olivos".



Muchas gracias a todos los hermanos que siguen unidos en la oración por el padre Antonio Doménech; que Dios y nuestra madre Auxiliadora les colmen de bendiciones.




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