junio 20, 2009

Sálvanos, Señor, que nos hundimos

El mensaje y la sugerencia homilética de nuestro querido padre José María para esta semana:

¿Miedo?¿Inseguridades?¿Desasosiego?¿Angustias?¿Ganas de escapar o de dejarlo todo?

Normal en el ser humano. Todos tenemos estos momentos, signos de nuestra precariedad y del poco dominio que tenemos de nuestro interior y de nuestro entorno...

¡Y el Dios Omnipotente ha querido dejar en nuestras manos la expansión de la obra de la Redención del mundo no tanto porque podemos afrontar las dificultades, sino porque Él ya ha resicitado y no nos abandona jamás. Ya con su Providencia nos asiste todos los días de nuestra vida y nos permite seguir vivos e incisivos en nuestro mundo, cuya historia marcamos decisivamente, aunque no definitivamente, pues el único Señor de la historia es Jesucristo para Gloria de Dios Padre por el poder de Santificación del Espíritu.

Cuando las cosas se nos ponen oscuras, podemos enfrentarnos a Dios, si lo creemos justo, pero con honestidad, sin escondernos de su Palabra: no es justo ni decente hablar nosotros contra Dios, como si fuera culpable de lo que nos pasa y después no poner de nuestra parte el esfuerzo necesario para escuchar y entender su respuesta. ¿A qué viene reclamar a quién no estamos dispuestos a escuchar de verdad? Quién no sepa escuchar Dios, que tampoco le reclame, pues no sabrá entender nada de su respuesta y quedará vacío y, encima, con el engaño de creer que tiene razón.

No es honesto y hay que serlo, si no tendremos que confesar que gran parte de nuestros problemas nos los creamos nosotros mismos con nuestra incapacidad de escuchar, comprender y, como es lógico, responder.

Pablo nos habla de que necesitamos saber vivir como lo que somos desde la resurrección de Jesús, al menos los que nos declaramos sus discípulos: como nueva creación... Y si hay problemas, si creemos que se nos hunde la barca de... lo que sea, reclamémosle al Señor, pero dispuestos a quedar perplejos ante su respuesta... Y siempre preparados para glorificar su nombre con nuestras actitudes, será la única forma de enaltecerlo y darle gracias.

El Señor nos pide confianza, que es fruto de la Fe y vive en el Amor de que se nos entregó...

Él se admira: ¡Tan poca Fe tienen todavía!

El Señor nos bendiga a todos.

Unidos en la oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB


Sálvanos, Señor, que nos hundimos


¿A quién le gustan los problemas? En la vida son muchas las tempestades; las hay internas y externas; personales, familiares y sociales; provocadas por uno mismo o por otros; grandes y pequeñas... Cierto, la vida, muchas veces, no es mar sereno. Cuántas veces nos desanimamos, nos cansamos, nos desesperamos, ¡y surge la violencia, unas veces dentro y otras fuera!

Unos afrontan los problemas, otros los evaden, con lo que crean nuevas y más complejas situaciones. ¿Qué hacer? Job afronta la supuesta injusticia de su desgracia y encara al causante, Dios, pero lo hace en serio y se da cuenta que encarar y acusar no resuelve nada, pues él no sabe ni domina nada de su propia realidad profunda ni, mucho menos, de su futuro; al darse cuenta de esto, descubre que la solución está en abandonarse en quien sí sabe y sí puede. Es la actitud en la que vive Pablo y a la que son invitados los apóstoles, en medio de la tempestad.

Jesucristo, resucitado de entre los muertos, ha superado los problemas. ¡Es el Señor! Pero no basta que lo sea, es indispensable ser consecuentes con ello y vivir apoyados en Él.

Los problemas generan sufrimientos que nos piden enfrentar preguntas y buscar respuestas

Dios nos ha dado como tarea, tarea nada fácil, que aprendamos a ser Señores del universo; pero eso hay que aprenderlo, pues el señorío está en conocer bien, amar a fondo y buscar, en todo, lo mejor para todos en su propio orden, sin violentar el sentido de ninguna cosa.

Los problemas nos demuestran que no tenemos todavía adecuado señorío, y nos exigimos respuestas, pues no estamos tranquilos hasta que encontremos solución a lo que nos inquieta.

Tener la capacidad de hacer lo que se me ocurra, no significa el debido Señorío. Si no se busca el bien de toda la realidad implicada, no hay señorío, porque el Señorío viene del amor.

La Fe verdadera me hace más fuerte que el sufrimiento y que el miedo, aunque no lo suprima

La crítica de Jesús a sus discípulos está en la línea de la poca Fe. Se angustian porque no se abandonan adecuadamente en las manos del Padre Amoroso y Providente, que no nos niega el derecho-deber de intervenir en la historia, que es también nuestra, pero sabiendo que no conocemos, no dominamos, no comprendemos suficientemente la realidad en toda su profundidad.

La Fe añade al conocimiento la apertura a una dimensión que supera la mente lógica, la de profundidad trascendente, razón última, sentido divino de la realidad; así como el amor marca toda relación con la intima dignidad respetuosa y una razón de ser nueva llevándonos a actitudes que la visión ‘científica’ cataloga como “locura”, si no entra en esta nueva dimensión.

La realidad humana descubre, en la Fe y el Amor, una infinita riqueza de posibilidades que superan todo sufrimiento y miedo, redefiniendo nuestras responsabilidades o tareas.

Saber abandonarse a la Providencia divina, nos encamina a la superación del problema

Muchos problemas nacen en nuestra debilidad y miedo; realidades que tanto más nos aturden y anulan y cuanto más la soberbia nos impide ir más allá de nuestra visión ‘científica’.

Necesitamos aceptar aprender a vivir, en Cristo resucitado, como una nueva creación.

María nos auxilie en nuestras tempestades para superarlas viviendo en el Fe y el Amor.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI

Job. 38, 1.8-11: "El Señor, desde la tempestad, dijo a Job: «¿Quién puso límite al mar cuando nacía lleno de insolencia...? Yo recorté sus bordes... diciéndole: ‘Hasta aquí te permito llegar, no más allá. ¡Detén la bravura de tus olas!’»."

Salmo 106: "Enaltezcan al Señor, perdura eternamente su amor"

2Cor. 5, 14-17:
"El amor de Cristo nos obliga: hemos de reconocer que uno ha muerto por todos... para que no vivan para ellos mismos, sino para aquel que ha muerto por todos y ha resucitado... Aquellos que viven en Cristo son una nueva creación; todo lo antiguo ha pasado, ha comenzado un mundo nuevo."

Mc. 4, 35-41: "...Jesús dijo a sus discípulos: «Pasemos a la otra orilla»... Mientras tanto se levantó una tempestad con un viento muy fuerte... la barca se iba llenando... Jesús... dormía... le dijeron: «Maestro, ¿no te das cuenta que nos hundimos?» Jesús... dijo al agua y al viento: «¡Calla, serénate!... ¿Por qué se atemorizan tanto, todavía no creen?»...«¿Quién es éste, el agua y el viento le obedecen»"



Muchas gracias a todos los hermanos que siguen unidos en la oración por el padre Antonio Doménech; que Dios y nuestra madre Auxiliadora les colmen de bendiciones.




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