julio 03, 2010

"Vayan"

¿Es éste el domingo de la alegría o el domingo del Reino de Dios?

Creo que las dos cosas: domingo del verdadero origen de la alegría: el Don de Dios aceptado en la docilidad al Señor Jesús que da su vida en oblación invitándonos a entregar la nuestra para la extensión del Reino de Dios.

Ciertamente no somos nosotros quienes salvamos, pero el Reino de Dios llega al hermano a través de nuestra entrega y, cuanto más cercana es ésta a la de Cristo Jesús, muerto y resucitado, más cercana es a los hermanos con los que nos encontramos.

Vivir cercanos a la donación de Cristo significa aceptar vivir como nuevas creaturas, cosa que, no es fácil ni siempre agradable, pero siempre nos llena de paz y nos lleva a la alegría, características del Reino de Dios, aun en lo más duros momentos, como son los del martirio, también el cotidiano.

Pablo nos invita a vivir como nueva creación por la cruz de Cristo, pero para vivir esta realidad, que nos plenifica con su gozo, debemos aceptar renunciar a lo que no es de Cristo, aunque nuestro mundo no acepte tal condición y nos invite (para ser 'modernos', 'actuales', 'progresistas', o como lo quiera llamar cada cultura) a vivir no según los criterios de Jesucristo, sino según los criterios de cada época, es decir, según los supercambiantes caprichos de los poderosos de turno, puesto que es evidente que las opiniones reinantes, o de moda, no salen de la gente sencilla, que es la mayor parte de la humanidad, sino de los que tienen poder y dominan la macrocomunicación, pudiendo lanzar 'opiniones' que se imponen como actuales. Por si no nos hemos fijado, casi nunca estas opiniones resaltan la fidelidad, el sacrificio, el don de la vida por el hermano y el más pobre (aunque sí manipulan su figura cuando les conviene), la disciplina y la renuncia, sino que prometen e intentan crear para el tiempo actual el 'cielo' del abundante "bien-estar", del placer y de la autosatisfacción.

Todo lo que sea sacrificio y renuncia es discriminado y poco menos que condenado.

Por estos senderos amplios y fáciles de recorrer no camina ni la Verdad, ni el Bien, ni la Paz.

Las consecuencias de nuestros errores están ahí y tienen que ser superadas: a Jesús le costó la vida y a nosotros no nos va a costar menos, aunque nuestro precia a pagar no sea tan duro como el que pagó Él por ofrecernos la salvación a todos.
Pablo rechaza las componendas: no se trata de mejorar lo existente, sino de aceptar la tarea de ser nueva creatura; cosa que supone muerte a toda conducta caduca, propia del pecado, y resurrección a algo mucho mejor: la Vida Nueva en el Señor. Mucho mejor, sí, pero no más inmediatamente placentero, aunque nos lleve, sin duda alguna, al gozo, que no es el placer, sino a muchísimo más que la efímera experiencia del placer, que tanto nos seduce en los paupérrimos tiempos de la cultura actual que se nos desea imponer.

El pueblo de Israel vuelve del exilio con una idea de casi gloria y se encuentrar con la fuerte desilusión de tener que reconstruirlo todo con la oposición de los vecinos. El profeta le anima con la realidad del consuelo de los tiempos mesiánicos que se aproximan. La Fe les tiene que ayudar a tomar en serio la dolorosa lucha de cada día para ser fieles a la Voluntad del Señor.

Jesús nos pide que no nos desanimemos, aunque seamos enviados, y así es, como corderos en medio de lobos. Lo importante es que nos centremos en vivir con los criteros del Reino y, así, seamos capaces de comunicar la Paz y no dejarnos atrapar por el polvo de los que no creen o se resisten a la Cruzde Cristo.

Sí, es el domingo del Reino de Dios, Reino de Paz y alegría; ahora muchas veces doloroso, pero para dolor para vivir como resucitados, como nuevas creaturas, en medio de nuestro mundo: es el único modo de ser testigos creíbles. Eso no es posible hacerlo bien en privado, por eso necesitamos mantenernos unidos a la Comunidad, por muchas dificultades y debilidades que ésta tenga: en ella está el Señor de la Vida, de la Paz, del Gozo y la Alegría; el Señor del Reino de Dios, que nos envía de dos en dos...

El Dios de la Alegría y la Paz llene nuestra vida y nos haga buenos comunicadores de su Reino.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB


"Vayan"

¿Quién no desea la paz? ¿Quién no busca la alegría? ¿Quién no ha tenido la experiencia de lo frágil que es nuestra paz, la personal y mucho más la social? ¿Quién no sabe que la alegría no es gratis, sino que hay que construirla, alimentarla y defenderla? ¿No nos hemos dado cuenta todavía que la alegría cuanto más desde fuera nos viene, más corta es y cuanto más viene desde el profundo de nuestro ser, más serena y estable es?

La verdadera fuente de paz y alegría está en el don de la Vida de Dios, ofrecida a todos en la cruz de Cristo. Sí, la Paz que no se niega a nadie, pero que tampoco se le impone: conocerla, aceptarla, alimentarla y vivirla propagándola es nuestra entera responsabilidad.

El Señor la asegura a través del profeta. Pablo nos muestra cómo la debemos asumir. Jesús se la ofrece a todos, a través de sus discípulos. Unos la asumen y otros no.

La alegría de Dios, si la aceptamos, nos llena de esperanza y nos lleva al compromiso de vida

El regreso del exilio fue una gran decepción. El profeta, en nombre de Dios, consuela al pueblo con la próxima alegría de los tiempos mesiánicos que manifestarán el maternal cuidado de Dios hacia su pueblo, constituido en el dolor, pero al que envolverá en dulce paz confiándole la responsabilidad de ofrecer a todos esta misma Paz, don eterno del Dios Amor.

La esperanza, el gozo y el compromiso son los frutos de aceptar esta Paz en Cristo.

La alegría del cristiano viene del vital asumir la cruz de Cristo como central criterio de vida

Pablo es claro respecto al don de Dios y a la responsabilidad de cada persona: se trata de ser creaturas nuevas, no basta mejorar lo anterior. Seguir en las dinámicas de antes es vivir equivocado y traicionar la misión que Dios nos confía en el mundo, entre los hermanos.

La redención supone un nuevo nacimiento y ésta es tarea cotidiana de docilidad a Dios.

La cruz de Cristo transforma la vida y le da sentido nuevo; ella nos muestra la Misericordia del Padre: es nuestra Paz y nosotros debemos ofrecerla a los hermanos, por mucho sufrimiento que nos implique. Será el signo de nuestra identidad con Cristo: nuestro gozo y gloria.

Lo más importante en la Fe es nuestra fiel intimidad con Dios, no el éxito entre los hombres

La misión encomendada por Jesús está destinada a todos los pueblos y está centrada en despertar la conciencia de la cercanía del Reino, es decir, de la presencia salvífica y providente de Dios. Lo demás es obra de Dios. ¿Fácil? No; tendrá muchas batallas que afrontar, pero el resultado está asegurado. El éxito vive de la fidelidad de los discípulos al Señor de la vida.

Pidamos a María vivir cada día una más viva intimidad con el Dios del gozo y de la paz.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XIV

El Reino de Dios, por la fuerza transformadora del Amor del Padre en la Cruz de Cristo, si la asumimos, es el reino de la paz y la alegría.


Is. 66, 10-14c:
"Alégrense con Jerusalén todos los que la aman… serán saciados de su consue-lo con abundancia… Esto dice el Señor: «Yo conduciré como un río hacia ella la paz y el bienestar… Como una madre consuela a su hijo, yo también les consolaré…» La mano del Señor se dará a conocer a sus servidores".

Salmo 65: "Aclama al Señor toda la tierra".

Gal. 6, 14-18:
"Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. En ella el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo… Lo único que vale es haber sigo creados como nuevas creaturas… yo llevo en mi cuerpo las marcas distintivas de Cristo…".

Lc. 10, 1-12.17-20: "El Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos… Les decía: «La mies es mucha y los segadores pocos: pidan al dueño de los sembrados que envíe más segadores. Vayan. Sepan que les envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni zurrón, ni calzado; no se paren a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Paz a esta casa’. Si en ella vive una persona de paz, ésta reposará en ella, si no, volverá a ustedes... No vayan de casa en casa… curen a los enfermos que haya… Si no les quieren recibir… díganles: ‘Hasta el polvo que tenemos en los pies, se lo dejamos; pero sepan esto: el Reino de Dios está cerca de ustedes.’...» Cuando los setenta y dos regresaron felices, decían: «Señor, hasta los demonios se nos sometían…» Jesús les dijo: «Sí,… nada podrá hacerles daño. Pero… alégrense, más bien, porque sus nombres están escritos en el cielo»."

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