Tenemos el mensaje del querido padre José María para la celebración de esta importante fiesta.
Antes, compartamos esta antigua y conocida melodía, que tantas veces habremos cantado en nuestra infancia.
Feliz fiesta de Cristo Rey!
¡Tú reinarás!
1. "¡Tu reinarás!" Éste es el grito
que ardiente exhala nuestra fe.
Tú reinarás, oh, Rey bendito; pues Tú dijiste: "Reinaré".
Reine Jesús por siempre,
reine su corazón
en nuestra patria, en nuestro suelo,
que es de María la Nación. (bis)
2. ¡Tu reinarás! Dulce esperanza
que al alma llena de placer
habrá por fin paz y bonanza,
felicidad habrá doquier.
3. ¡Tu reinarás! Dichosa era,
dichoso pueblo con tal Rey.
Será tu Cruz nuestra bandera,
Tu amor será la única ley.
¿Vale la pena celebrar esta fiesta en tiempos como los nuestros?
Tal vez sí valdría la pena que nos hiciéramos la pregunta de otro modo, más allá de la preocupación de quedar bien, impresionar o, peor todavía, ser actuales... (en realidad ¡¿qué significa "ser actual"?!); pero vayamos con la pregunta: ¿qué significa para nosotros, los que creemos en Cristo Jesús y deseamos vivir, cada día a mayor plenitud, como verdaderos discípulos-misioneros suyos, el celebrar la fiesta de Cristo Rey?
Creo yo que es celebrar a quien tiene derecho a ser reconocido como el que, dando su propia vida, nos conquistó el derecho a ser reconocidos como hijos de Dios, vivir como tales y tener el derecho de señorío y dominio sobre toda la realidad creada, más allá de todo reconocimiento humano, incluido el nuestro, que, seamos honestos, no siempre es justo ni objetivo.
Cristo es Rey no porque alguien lo declare, sino, como dice el Apóstol, por propio derecho: el primero de toda la creación y de toda vida de resucitado; el Señor del Universo, como su principio, sentido, sostén y fin; el que nos reconcilió con el Padre o mejor el que fue instrumento elegido por el Padre para reconciliarnos con Él, claro que con la aceptación personal de cada uno de nosotros, pues Dios no impone nada.
En realidad, su realeza es la expresión, en el lenguaje de seres creados, de la Padrenidad-Maternidad de Dios que, en Él, nos crea, salva, nos sostiene y nos lleva a la plenitud del Amor Eterno, según su plan eterno. A los gobernantes, algún texto de la Constitución dogmática "Gaudium el spes", les llaman "ministros de la Providencia de Dios", puesto que están llamados, en sus funciones de gobierno, a ser los que hacen presente, en algunos elementos que les corresponden, el cuidado que Dios tiene de cada uno de sus hijos. Es lo que hizo a lo largo de toda su vida el mismo Jesús, sobre todo en la cruz, aunque nos cueste mucho vivirlo y entenderlo.
Ésto significa la fiesta de Cristo Rey, mucho más allá de si es adecuada o popular hoy en día.
La verdad no depende de la popularidad ni de las encuestas. Más bien éstas nos servirían para hacernos notar lo bien o mal que ayudamos a entender a nuestros hermanos cuáles y cuán ricos son los dones de Dios en toda época. Es evidente que hay lugares y épocas que lo hacen más fácil y otras que lo hacen más difícil.
Jesús, el Cristo, es de nuestra porpia carne y a través de su carne nos ayuda a entender el Amor de su Padre, y también nuestro, y lo que espera de cada uno de nosotros y de nuestras Comunidades de discípulos hoy.
Dios nos asista en el esfuerzo de ser testigos de un amor que es servicial y dador de vida porque está unido a su Fuente: el Amor de Dios, Comunión Trinitaria de Amor y Vida.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
Jesucristo, Rey del Universo
¿Cuáles son, en realidad, para nosotros los verdaderos derechos inalienables propios de la dignidad de cada persona? Es decir, ¿cuáles son los que aceptamos como incuestionables para todos y que seríamos capaces de defender a favor de los que nos rodean, aunque no sean para nosotros personas afectivamente importantes? ¿Cuáles son los que de hecho se defienden?
Dios, creemos los cristianos, nos creo con la suprema dignidad de ser sus hijos. Pero ¿sabemos lo que esto significa?; ¿sabemos lo que esto implica? ¿Qué es más importante para nosotros: cada persona o nuestras formas religiosas, nuestras teorías, ideologías, costumbres, comodidades, gustos o intereses de diverso nivel, llámense científico, patriótico, económico, político, familiar, personal… ¡Cuántas muertes, y asesinatos, tiene la humanidad en su haber a consecuencia de todos estos “tan importantes” intereses! A veces los hemos llamado “interés vital”; tan vital para nosotros que no hemos dado nosotros nuestra vida por ellos, como sí lo hizo Jesús, sino que hemos acabado con la de otras personas concretas o las hemos anulado.
Nuestras realezas, presidencias, dirigencias ¿son de vida o de muerte? Todos somos de la misma carne, naturaleza humana, pero parece que para muchos hay “carnes” que deben ser defendidas a toda costa y las hay que son prescindibles y hasta concretamente despreciables.
Jesús es el primero en todo, sobre todo en dar la propia vida, por eso es el único que tiene el derecho de ser reconocido como el Rey del Universo. Y, de hecho, es el único que lo es por naturaleza y también por ser el único que superó la muerte por propio poder al dar la vida en libertad absoluta y para llevarnos a todos, sin discriminación alguna, a la Vida Nueva.
Por esto el ladrón sensato se salvó, porque supo de quien fiarse y se abandonó a Él.
Lo único digno del ser humano es que quien sea su ‘rey’ lo sea de verdad, es decir, sea de Dios
Dios unge a David como rey; el pueblo lo fue aceptando. David sabía de su debilidad: era de carne, pero caminó siempre en la presencia de Dios. Cristo, por su Cruz, une a todos, en Él.
Somos invitados a la gratitud porque nuestra vocación es la grandeza de Cristo, el Señor.
Cristo es el autor y modelo, es decir, fin de la creación: nacimos para la grandeza de Dios.
Él es el origen de toda la salvación, pues Él nos reconcilia, por la Cruz, con Dios, su Padre. Así se cumple en quienes les siguen el soberano y eterno plan de Vida y Salvación de Dios.
Cristo, el Dios-hombre, es el único mediador de Vida y Salvación entre Dios y el hombre.
El misterio del don de Cristo en la cruz nos invita a contemplar su universal poder redentor
La salvación viene de la aceptación de Cristo Jesús en su realidad concreta, ni opiniones, ni ideologías ni pretensión alguna. Es un hecho objetivo sólo en Cristo y en nada más.
Los poderes se burlan de la ofrenda dolorosa, el caído pretende manipularla. Solo la humildad ve la verdad del Salvador. Cristo es el soberano por encima de todo y de todos.
Pidamos a María saber reconocernos necesitados de Cristo y acudir hoy a su Salvación. Padre José Mª Domènech Corominas, sdb.
CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXXIV
Jesucristo, Rey del Universo
Jesús, Hijo de Dios, de nuestra carne y primer resucitado de entre los muertos, es vital para todos, pues a todos da su Vida hoy y siempre.2S. 5, 1-3: "Las tribus de Israel fueron a encontrar a David a Hebrón… y el Señor le dijo: «Tú apacentarán a mi pueblo, Israel, y serás su soberano»… el rey David hizo con ellos un pacto delante del Señor y lo ungieron rey de Israel".
Salmo 121: "¡Vamos con alegría a la casa del Señor!"
Col. 1, 12-20: "Damos gracias al Padre… Él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, Primogénito de toda la creación… existe antes de todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es también la cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia... el primero que resucitó de entre los muertos… Por Él quiso Dios reconciliar consigo todo lo que existe… restableciendo la paz por la sangre de su cruz".
Lc. 23, 35-43: "Después que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» También los soldados se burlaban de Él… Uno de los malhechores crucificados lo insultaba… Pero el otro le increpaba diciendo: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él?... Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino» Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso»".