A continuación, el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha preparado para este domingo 14 de noviembre.
Cuando el Señor llega a la vida de una persona, y a la de las Comunidades o Pueblos, se despierta otro nivel de sensibilidad respecto a la vida y se hace más clara la verdad sobre nosotros mismos y sobre nuestras realidades y relaciones.
Cuando hay oscuridad es porque no logramos percibir bien la presencia del Señor y su Voluntad en nuestra vida y realidad, a veces por la perturbación interior o por la poca docilidad a lo que el Señor nos pide en cada momento, o por lo que sea. Él no impone nada, pero si no le somos dóciles, perdemos sin remedio lo que se nos estaba ofreciendo. Vendrán, sin duda, otras ofertas, pero la riqueza que se nos había dado en esta ocasión como posibilidad enriquecedora, ya se perdió.
¡Al menos no perdamos ésta!
Dios no se niega a nadie, pero su presencia no siempre es percibida y, mucho menos, valorada por todos; como no todos saben valorar adecuadamente el arte ni todos saben leer la posición de las estrellas ni todos saben percibir los sonidos objetivamente ni gustar de la música o de algunos ritmos... Se requiere formación sensorial, interior, mental, conocimientos mínimos y hasta entrenamiento.
El conocimiento de Dios es fruto de nuestra apertura al Espíritu y nuestra docilidad a la Palabra, interior, bíblica y eclesial. Cualquier resistencia a una de ellas perturba la adecuada captación de las demás.
Dios pide sensibilidad y respeto integral.
Pablo nos pide respeto a la presencia de Dios en la vida. Nuestro Dios ha venido a construir y desarrollar, en la Verdad, el bien de toda criatura, no solo de la persona, que es la responsable de todo y la que mayor interés le merece y por la que dio su propia vida.
El nuestro es un Dios de justicia, es decir, que defiende y promueve el desarrollo de la vida en todos y quien no entre con honestidad en esta línea deberá verse enfrentado a su juicio en "defensa" de la vida y en favor de la paz y del bien integral de todos sus hijos.
No se trata de admirar las cosas bonitas, que las hay, sino de profundizar y valorar su profundo significado y haciéndolo historia.
El templo era hermoso, pero no era la casa de la vida y la libertad para el bien de todos. En él, Dios era manipulado no servido, por eso no quedaría de él piedra sobre piedra.
Lo importante en nuestra relación con Dios es la fidelidad a su Voluntad y confiar en Él más allá de nuestras 'seguridades'. Vivamos con la plena certeza que Él siempre está cerca y nos asistirá todas las veces que sea necesario. Se nos invita a no entrar jamás en angustia, a superar esta tentación, fruto desmedid interés por nosotros mismos, ¡como si estuviéramos solos y abandonados en el mundo!
No estamos solos: ¡¡¡Dios nos cuida con su Amor Omnipotente!!!
Nada verdaderamente malo nos va a pasar jamás.
Si algo duro o doloroso nos pasa es porque Dios tiene planes mayores y nos dará la gracia para que lo superemos y lleguemos al éxito que tiene preparado para cada uno. ¡Confiemos en Él viviendo sólo en su Voluntad, que es nuestro mayor, mejor y más seguro bien!
Dios nos bendiga a todos.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
El Amor de Dios nos creó para ser felices, pero no podemos lograrlo de cualquier modo.
Dios nos da una vida que no tiene pérdida, pues incluye la libertad, base de toda relación y construcción personal digna. Ahí es donde todo se juega. Tarea: ¡aprender a vivir en libertad!
Dios ya puso todo su afán paara que su obra en la persona humana tenga un éxito insospechado; pero el secreto de este éxito reside en la libertad humana, ejercida con objetividad, respeto, coherencia con su propia naturaleza –de lo contrario se autodestruye– y fidelidad a los ideales que le eleven hasta llegar a la grandeza de la filiación divina, filiación que está ‘escrita’ en la esencia de este ser creado personalmente por Dios con la invitación a ser como Él.
¿Cuál es el fin de nuestro mundo? Que lo construyamos como la casa de Dios en la que vive la familia humana, unida y llena de paz gracias al Amor del Padre que llena, orienta y cuida a cada persona; animada por el Espíritu Santo; para vivir según el modelo de Cristo Jesús. Casa en la que todos actuamos y nos ayudamos como verdaderos hermanos. Por eso todos somos tan solidarios que nadie está arriba y nadie abajo, todos nos valoramos y apoyamos como una familia responsable. El fin es llegar a esta experiencia que, en lenguaje común, se dice: ¡qué cielo!
Para eso todos debemos trabajar sin más ilusión que el Bien Común, Gloria de Dios en todos y cada uno de sus hijos. Ése es el verdadero culto y el verdadero templo que Dios desea.
El día del Señor es día de la verdad para todos: gloria o desgracia, será fruto de cada decisión
Han pasado ya cincuenta años del regreso del exilio y crece la decepción por la corrupción que destruye la sociedad y amenaza la Fe de todos: pueblo, autoridades y sacerdotes. Malaquías llama a tomar conciencia que el Señor llega y aparecerá la Verdad: salvación para los creyentes honestos y desgracia para los que falsean su Fe y degradan la verdad despreciando la vida.
El Señor llega siempre con el bien y la verdad; los buenos gozan porque trae la justicia.
La verdadera espera del día del Señor es trabajar para hacer fecundo todo lo bueno de la vida.
Esperar al Señor que llega -siempre está llegando- no es una excusa para rehuir el trabajo y la responsabilidad cotidiana. Todo lo contrario, tanto la dignidad como la justicia exigen que cada uno asuma sus propias responsabilidades profesionales para el bien de la Comunidad y para una vida más digna, también para la consecución del propio sustento cotidiano.
Pablo dio ejemplo de trabajo para no comer a expensas de otros y también para poder proveer de lo indispensable a los más necesitados.
La vagancia es irresponsable y mala compañía: perjudica a todos y a la Comunidad de Fe.
El criterio de éxito es la fidelidad al Señor: no hay otra gloria posible. Él nos cuida: confiemos
El Señor siempre está con nosotros para apoyarnos en nuestra fidelidad, pero debemos luchar por serlo en toda circunstancia, tanto en el esfuerzo de conocerlo mejor y seguirle en toda situación, agradable o no, como en el de no dejarnos engañar ante los falsos profetas.
Las cosas sólo valen en la medida que nos ayudan a intimar más en el Señor de la vida.
Pidamos a María la sensatez de valorar y desarrollar todo lo que el Señor nos ofrece.
Ml. 3, 19-20a: "Llega aquel día, abrasador como un horno… para ustedes, los que temen en mi Nombre, brillará el Sol de Justicia que trae la Salud en sus rayos".
Salmo 97: "El Señor viene a gobernar los pueblos con justicia".
2Ts. 3, 7-12: "Les ordenamos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa… Cuando estábamos entre ustedes… trabajábamos duramente… con tal de no ser una carga para ninguno... Ahora nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A éstos… les exhortamos… trabajen en paz para ganarse su pan".
Lc. 21, 5-19: "A unos que elogiaban… la belleza del ornato del templo. Jesús les dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido… Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre… No los sigan… los detendrán, los perseguirán… serán encarcelados… para que puedan dar testimonio de Mí. No deberán preparar su defensa, yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir… a muchos de ustedes los matarán… Gracias a la constancia salvarán sus vidas»."
Cuando el Señor llega a la vida de una persona, y a la de las Comunidades o Pueblos, se despierta otro nivel de sensibilidad respecto a la vida y se hace más clara la verdad sobre nosotros mismos y sobre nuestras realidades y relaciones.
Cuando hay oscuridad es porque no logramos percibir bien la presencia del Señor y su Voluntad en nuestra vida y realidad, a veces por la perturbación interior o por la poca docilidad a lo que el Señor nos pide en cada momento, o por lo que sea. Él no impone nada, pero si no le somos dóciles, perdemos sin remedio lo que se nos estaba ofreciendo. Vendrán, sin duda, otras ofertas, pero la riqueza que se nos había dado en esta ocasión como posibilidad enriquecedora, ya se perdió.
¡Al menos no perdamos ésta!
Dios no se niega a nadie, pero su presencia no siempre es percibida y, mucho menos, valorada por todos; como no todos saben valorar adecuadamente el arte ni todos saben leer la posición de las estrellas ni todos saben percibir los sonidos objetivamente ni gustar de la música o de algunos ritmos... Se requiere formación sensorial, interior, mental, conocimientos mínimos y hasta entrenamiento.
El conocimiento de Dios es fruto de nuestra apertura al Espíritu y nuestra docilidad a la Palabra, interior, bíblica y eclesial. Cualquier resistencia a una de ellas perturba la adecuada captación de las demás.
Dios pide sensibilidad y respeto integral.
Pablo nos pide respeto a la presencia de Dios en la vida. Nuestro Dios ha venido a construir y desarrollar, en la Verdad, el bien de toda criatura, no solo de la persona, que es la responsable de todo y la que mayor interés le merece y por la que dio su propia vida.
El nuestro es un Dios de justicia, es decir, que defiende y promueve el desarrollo de la vida en todos y quien no entre con honestidad en esta línea deberá verse enfrentado a su juicio en "defensa" de la vida y en favor de la paz y del bien integral de todos sus hijos.
No se trata de admirar las cosas bonitas, que las hay, sino de profundizar y valorar su profundo significado y haciéndolo historia.
El templo era hermoso, pero no era la casa de la vida y la libertad para el bien de todos. En él, Dios era manipulado no servido, por eso no quedaría de él piedra sobre piedra.
Lo importante en nuestra relación con Dios es la fidelidad a su Voluntad y confiar en Él más allá de nuestras 'seguridades'. Vivamos con la plena certeza que Él siempre está cerca y nos asistirá todas las veces que sea necesario. Se nos invita a no entrar jamás en angustia, a superar esta tentación, fruto desmedid interés por nosotros mismos, ¡como si estuviéramos solos y abandonados en el mundo!
No estamos solos: ¡¡¡Dios nos cuida con su Amor Omnipotente!!!
Nada verdaderamente malo nos va a pasar jamás.
Si algo duro o doloroso nos pasa es porque Dios tiene planes mayores y nos dará la gracia para que lo superemos y lleguemos al éxito que tiene preparado para cada uno. ¡Confiemos en Él viviendo sólo en su Voluntad, que es nuestro mayor, mejor y más seguro bien!
Dios nos bendiga a todos.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
"Tengan cuidado, no se dejen engañar"
El Amor de Dios nos creó para ser felices, pero no podemos lograrlo de cualquier modo.
Dios nos da una vida que no tiene pérdida, pues incluye la libertad, base de toda relación y construcción personal digna. Ahí es donde todo se juega. Tarea: ¡aprender a vivir en libertad!
Dios ya puso todo su afán paara que su obra en la persona humana tenga un éxito insospechado; pero el secreto de este éxito reside en la libertad humana, ejercida con objetividad, respeto, coherencia con su propia naturaleza –de lo contrario se autodestruye– y fidelidad a los ideales que le eleven hasta llegar a la grandeza de la filiación divina, filiación que está ‘escrita’ en la esencia de este ser creado personalmente por Dios con la invitación a ser como Él.
¿Cuál es el fin de nuestro mundo? Que lo construyamos como la casa de Dios en la que vive la familia humana, unida y llena de paz gracias al Amor del Padre que llena, orienta y cuida a cada persona; animada por el Espíritu Santo; para vivir según el modelo de Cristo Jesús. Casa en la que todos actuamos y nos ayudamos como verdaderos hermanos. Por eso todos somos tan solidarios que nadie está arriba y nadie abajo, todos nos valoramos y apoyamos como una familia responsable. El fin es llegar a esta experiencia que, en lenguaje común, se dice: ¡qué cielo!
Para eso todos debemos trabajar sin más ilusión que el Bien Común, Gloria de Dios en todos y cada uno de sus hijos. Ése es el verdadero culto y el verdadero templo que Dios desea.
El día del Señor es día de la verdad para todos: gloria o desgracia, será fruto de cada decisión
Han pasado ya cincuenta años del regreso del exilio y crece la decepción por la corrupción que destruye la sociedad y amenaza la Fe de todos: pueblo, autoridades y sacerdotes. Malaquías llama a tomar conciencia que el Señor llega y aparecerá la Verdad: salvación para los creyentes honestos y desgracia para los que falsean su Fe y degradan la verdad despreciando la vida.
El Señor llega siempre con el bien y la verdad; los buenos gozan porque trae la justicia.
La verdadera espera del día del Señor es trabajar para hacer fecundo todo lo bueno de la vida.
Esperar al Señor que llega -siempre está llegando- no es una excusa para rehuir el trabajo y la responsabilidad cotidiana. Todo lo contrario, tanto la dignidad como la justicia exigen que cada uno asuma sus propias responsabilidades profesionales para el bien de la Comunidad y para una vida más digna, también para la consecución del propio sustento cotidiano.
Pablo dio ejemplo de trabajo para no comer a expensas de otros y también para poder proveer de lo indispensable a los más necesitados.
La vagancia es irresponsable y mala compañía: perjudica a todos y a la Comunidad de Fe.
El criterio de éxito es la fidelidad al Señor: no hay otra gloria posible. Él nos cuida: confiemos
El Señor siempre está con nosotros para apoyarnos en nuestra fidelidad, pero debemos luchar por serlo en toda circunstancia, tanto en el esfuerzo de conocerlo mejor y seguirle en toda situación, agradable o no, como en el de no dejarnos engañar ante los falsos profetas.
Las cosas sólo valen en la medida que nos ayudan a intimar más en el Señor de la vida.
Pidamos a María la sensatez de valorar y desarrollar todo lo que el Señor nos ofrece.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXXIII
El éxito de la humanidad tiene dos bases: la vida dada por Dios, eternamente feliz, y la decisión personal, fiel responsable y constructiva.
El éxito de la humanidad tiene dos bases: la vida dada por Dios, eternamente feliz, y la decisión personal, fiel responsable y constructiva.
Ml. 3, 19-20a: "Llega aquel día, abrasador como un horno… para ustedes, los que temen en mi Nombre, brillará el Sol de Justicia que trae la Salud en sus rayos".
Salmo 97: "El Señor viene a gobernar los pueblos con justicia".
2Ts. 3, 7-12: "Les ordenamos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa… Cuando estábamos entre ustedes… trabajábamos duramente… con tal de no ser una carga para ninguno... Ahora nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A éstos… les exhortamos… trabajen en paz para ganarse su pan".
Lc. 21, 5-19: "A unos que elogiaban… la belleza del ornato del templo. Jesús les dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido… Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre… No los sigan… los detendrán, los perseguirán… serán encarcelados… para que puedan dar testimonio de Mí. No deberán preparar su defensa, yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir… a muchos de ustedes los matarán… Gracias a la constancia salvarán sus vidas»."
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