agosto 12, 2011

«Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 14 de agosto.

La Salvación de Dios en Cristo es universal, para todos, nadie excluido: ¡¡¡nadie!!!

Comenzó con la elección de un pueblo específico, por parte de Dios, un pueblo débil, exterior e interiormente, y pequeño, al punto que no logró entender casi nunca lo que Dios le pedía; a pesar de las llamadas e insistencias de los profetas. Por eso no supo mantenerse fiel a las alianzas de Amor que Dios hacía con ellos, ni vivir la misión universal para la que había sido elegido.

Pero Dios siguió adelante, pues los planes de Dios no dependen de nosotros, sino de su Amor, que es Eterno, Universal y Omnipotente, por eso no cambia; no excluye a nadie, ni a los que, según nuestra mentalidad y lenguaje, ‘no le sirven porque no le responden’ como Él desea y les pide; no queda atrapado en nuestros errores o resistencias, sigue adelante, con o sin nosotros, aunque jamás nos abandone, pues somos sus hijos, incluso nosotros los débiles y resistentes a su Amor, y para nosotros tiene caminos particulares, ya que todos estamos llamados a la Salvación y Él sabe muy bien que sin su apoyo no seremos capaces ni de comprenderla ni, por tanto, de aceptarla, cosa indispensable para que la Salvación se haga realidad en cada persona, pues somos libres e inteligentes, y debemos comprender y libremente aceptar los dones de Dios. Todo lo que recibimos de Dios es un don de su Amor.

Por el pecado universal, el Señor eligió a un pueblo como “su Pueblo” para que proclame su Gloria y Amor Providente en medio de todos los pueblos de la tierra y comunique el Plan de Salvación universal de Dios.

La infidelidad de este pueblo a las reiteradas alianzas del Dios de la Vida y de la Libertad, quien lo había elegido para que todo hombre conociera el Amor y la Vida Nueva de Dios, hizo que Jesús, el Mesías-Salvador, el Cristo, fuera rechazado, y así, sin ellos pretenderlo, se cumplieron todas las Escrituras. Eso hizo que Jesús formara, de un pequeño resto del Pueblo de Dios, una mínima Comunidad de discípulos que le escuchaban como su Maestro y lo aceptaban como su Salvador y Hijo de Dios encarnado, el Resucitado de entre los muertos, de quien ellos sabían haber sido constituidos testigos.

Esta Comunidad fue formada por el Señor como una Comunidad abierta a todo lo que Dios le pida, a toda la Misión que le encomiende y a toda persona que acepte los dones de Dios en su historia personal y social. Es decir, esta Comunidad, por naturaleza, y misión es y debe ser siempre “Católica”, es decir, Universal.
La fidelidad de esta Comunidad de Cristo (por eso precisamente se llama “cristiana”) a la Voluntad salvífica de Dios llevará a todos los pueblos, y principalmente al Pueblo Elegido, al Pueblo de las Alianzas, al Pueblo de Dios, a vivir plenamente la Salvación a la que fue llamada desde Abraham.

La primera pagana que aceptó fiarse plenamente de Jesús como Salvador, fue la mujer cananea y precisamente de ella Jesús, como antes lo hiciera con el centurión romano, admiró su Fe a toda prueba.

Que María nos conceda vivir constantemente abiertos a los dones de Dios en Cristo Jesús y construir Comunión entre los que nos decimos cristianos, pues todos tenemos la misma misión de anunciar al Salvador, el Señor resucitado.

Dios nos bendiga a todos y a todos nos dé una Fe humilde y sencilla que sabe insistir y esperar sin desalientos, siguiendo al Señor por todas partes, cueste lo que cueste.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!»


El Señor de la Vida nos invita a ser abiertos, sin ser ingenuos, a colaborar con el bien de los que nos rodean, verdadero don de Dios, aunque los sintamos forasteros, extranjeros.

Toda persona es un rico misterio, a veces imprevisto, que, tal vez, nos incomode, pero debemos aprender a recibirlo con libre y generosa disponibilidad para favorecer el desarrollo de ellos y, así, estimular nuestro. No hay libertad sin riesgo; no hay crecimiento sin don de sí.

¡Cómo nos gusta que nadie altere nuestra ‘tranquilidad’, pero no es así la vida: toda presencia viva es una invitación de Dios a la libertad del amor que aprende a dar y recibir!

Dios nos ha llamado a compartir sus dones, su Salvación, verdadera gracia para todos. No somos propietarios, y menos exclusivos, no la hemos conquistado. Es un regalo-misión.

Israel, el Pueblo de Dios, no lo entendió y perdió el ritmo de maduración al que el Señor le invitaba a través de los profetas. Su fidelidad creciente hubiera sido la puerta de nuestra Fe; ahora, para ellos, nuestra fidelidad al Señor Jesús resucitado será la puerta de la suya.

Para vivir como servidores de la Salvación requerimos crecer en atenta escucha, humilde docilidad, honesta apertura a la realidad del hermano, aunque no siempre sea cómodo.

Dios siempre está con nosotros y nos habla en medio de los imprevistos para ayudarnos a superar nuestras limitaciones e integrar nuevas riquezas, fruto de su Amor Universal y Eterno.

La salvación prometida y confiada a Israel es para todos los pueblos, sin excepción

Diferencias siempre las habrá, pues somos personas únicas; pero eso nos invita a compartir y formar una familia humana de riqueza sin fin, al modo de Dios. No debe separarnos.

Israel, con su fidelidad, debe mostrar las maravillas de Dios a todos para atraerlos. Por eso Dios le aclara su plan: todos los pueblos llegarán a formar parte de su Familia Universal.

La fidelidad a Dios y su Reino conquista los corazones a su Amor y así sus dones se extienden

Pablo trata de explicar qué sucede con el Pueblo de Dios, que rechazó al Mesías esperado: Dios no lo abandona, lo conduce a su Reino de otro modo, como lo hizo con los paganos.

Toda la historia humana, santa desde los planes de Dios, es historia de Misericordia.

La verdadera oración, sencilla, perseverante y humilde llega al corazón de Dios, que es Padre

Jesús entra en zona pagana. Despierta y pone a prueba la Fe y confianza de una cananea.

La dureza de Israel contrasta con la Fe fuerte y firme de una pagana, que ama y ruega.

La sincera humildad orante de una madre despierta la admiración del Mesías rechazado.

Pidamos a María ruegue siempre por nosotros para que maduremos nuestra Fe cada día.
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Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XX
Dios acompaña nuestra historia para animarnos a vivir la Salvación que nos ofrece: así lograremos la Vida a la que estamos invitados


Is. 56, 1.6-7:
"Así dice el Señor: «Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará, mi salvación y ya está por revelarse mi justicia. Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo… que observen… y se mantengan firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa montaña… porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos»".

Sal. 66: "¡Que los pueblos te den gracias, Señor!".

Rm. 11, 13-15.29-32:
"A Ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que, en mi condición de apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando celos a los de mi propia raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos… Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. Ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado la misericordia… Con todo, esto es para que ellos también alcancen la misericordia…"

Mt. 15, 21-28: "Jesús… se retiró al país de Tiro y de Sidón. Una mujer cananea… comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio»… Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel». Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Jesús le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros». Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caer de la mesa de los dueños». Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» Y en aquel momento la hija quedó sana".





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