agosto 20, 2011

«Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 21 de agosto.

Estos dos domingos son de mensaje correlativo, porque, por un lado, los evangelios tienen una cierta unidad: la confesión de Pedro, en nombre de todos los apóstoles, y el anuncio de la pasión como realidad que los apóstoles, y todo cristiano, si quieren ser fieles, deben aceptar, aunque no sea agradable; y, por otro, las primeras y segundas lecturas acompañan muy bien el tema de la confianza para la identidad del creyente.

Dios nos da una cierta autoridad: los cristianos deberíamos ser “maestros” de vida, no porque impartimos “enseñanza formal”, sino porque nuestra vida coherente indica un camino que no sólo es posible seguir, por incómodo que sea, sino que es el mejor camino, puesto que aporta a la vida humana, paz interior, serenidad a la hora de leer la historia y afrontar sus retos, da seguridad de éxito, aunque los poderosos o prepotentes nos condenen, y indica reales soluciones a los problemas de los marginados, pues nos encuentran siempre solidarios y dispuestos a colaborar con el Bien Común.

Es el magisterio de la Vida Cristiana , que constantemente los pastores deben impartir a sus Comunidades, para que ellas, viviéndolo, puedan incidir positivamente en su ambiente y explicar el sentido de lo que viven y las bases en las que se apoyan para vivirlo.

No cumplir con esta responsabilidad nos condena, no sólo en nuestra conciencia, sino hasta en el fuero público, como sucede tantas veces, en las que a los cristianos se nos acusa de no vivir en coherencia lo que decimos creer.

Por esto Pablo nos invita, por un lado, a convencernos de la maravillosa sabiduría de Dios y, por otro, a consagrarnos al Señor en cuerpo y alma para que nuestra vida esté toda ella a la búsqueda de conocer y vivir en la Voluntad de este Padre que no solo lo sabe todo, sino que todo lo organiza para nuestro bien. Éste es el primer y mejor culto cristiano; el otro, vital, lo alimenta.

Pedro confiesa a Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías, pero eso le obliga a reconocer que ésta confesión trae consigo aceptar también el camino de la Pasión que el Maestro debe recorrer para ser fiel al Plan del Padre, que es Plan de Vida y Salvación de unos hijos atrapados en las garras crueles del mal y de la muerte mirada como final y fracaso. Dios no la había pensado así, sino como final de un camino difícil y duro y puerta feliz a la Vida Nueva , a la Casa del Padre a la que Él mismo nos llamó, a cada uno, apenas nos creó cariñosamente en el seno materno.

Ser cristiano, es decir, aceptar ser, y por tanto, vivir como hijo de Dios en su Hijo Unigénito, no es cómodo, pero es la única opción de éxito que una persona humana puede tomar en su vida.

Si está bautizada ya la tomó y no querer interesarse por alimentar esta decisión de Fe es una gravísima irresponsabilidad pecaminosa que acaba siendo una verdadera traición a la humanidad.

Los pecados de un creyente, fruto de su debilidad e imprudencia, sin duda son perjudiciales para toda su Comunidad y para la humanidad entera; de ellos deberá arrepentirse y corregirlos con la adecuada alimentación de su Fe; pero, si se aleja de la Comunidad y no alimenta su Fe con la Palabra , la Eucaristía , la Reconciliación y la oración humilde, ¿cómo podrá reconocerlos, si no sabe lo que piensa y espera su Padre Dios y no recibe la orientación y fortaleza del Hijo Unigénito y de su Espíritu?

Que María nos ayude a todos a vivir abiertos cada día más profundamente al don de la Fe en nuestro Señor Jesucristo, aunque esto nos lleve, en muchas ocasiones, por caminos de dolor y peligro; pero sabemos que Dios es sabio y nos cuida como verdadera madre y sabrá fortalecer nuestras debilidades y pobrezas, dado que ha sido Él quien nos confió tan profunda y seria responsabilidad: ser testigos de la Redención y gloria del Resucitado ante todo el mundo.

Dios nos bendiga a todos y nos dé crecer cada día más en fidelidad a su Voluntad.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB


«Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos»



Dios es nuestro Padre y lo es de verdad; no es teoría ni deseo ni ilusión. A una mirada de Fe, atenta y profunda, se le revela que toda la historia de Israel y de la Iglesia lo confirma.

Todo, en la realidad, es cariñosamente cuidado por Dios, su hacedor; pero, así como las cosas se rigen por las leyes que Dios puso en su naturaleza, al crearlas, la historia humana no es así: toda la Biblia nos muestra que Dios la dirige, respetando la libertad de cada persona, pero sin cederle el definir los planes y las decisiones finales respecto al conjunto. Al fin de todo será como Dios lo pensó para el bien de sus hijos; pero, en él, cada uno define su lugar y nivel.

Él, según la herencia de cada persona, le señala a cada uno su vocación y tarea. Todo según lo que cada uno puede afrontar, aunque sea con sacrificio. Si decidimos según la Voluntad de grandeza de Dios, todo nos llevará a niveles cada día más profundos y grandes dentro de las propias reales posibilidades, que Dios bien conoce.

El Padre elige a Pedro como portavoz de la Fe en Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Salvador, él deberá asumir su responsabilidad de guía iluminado con una docilidad a toda prueba.

Ni Israel ni ninguna comunidad o persona que diga tener a Dios como su Señor, deberán dejarse llevar por criterios o ideologías que no se apoyen en los pensamientos del Señor, puesto que, si lo hicieren, esto le llevará a la ruina personal y hasta a desviar a muchos otros.

Los planes de Dios nos superan infinitamente, es mejor tratar de conocerlos y venerarlos.

Quien glorifica y hace honor a la Voluntad de Dios, gozará de su paz, vida y grandeza.

Cuando Dios da una autoridad espera que ésta sea imagen de su paternidad para la vida

Dar las llaves era un signo de dar autoridad para un servicio, más o menos importante.

Al funcionario se le dan las llaves de palacio para cuidar a las personas que se le confían. Si falla, se lo sustituye; porque lo importante es el bien de las personas, no el poder de nadie.

Ante los planes de Dios, lo lógico es buscarlos conocer con sincera y humilde docilidad

Pablo proclama la maravillosa sabiduría de Dios que todo lo organiza para el bien de todos y esto desde la creación de cada persona. Dios nunca descansa, como su Amor Eterno.

En Dios solo hay un fin: que la persona humana conozca y goce su Amor y, viviéndolo, lo pueda compartir para, así, hacerlo más profundo y vibrante en su historia personal y social.

La Fe proclamada por Pedro es la piedra fundamental sobre la que Cristo construye su Iglesia

Creer en Jesús como el Mesías, Hijo de Dios vivo, nos abre a la posibilidad de integrarnos plenamente a la Comunión Trinitaria, que se expresa hoy en la Comunidad cristiana.

Pedro es elegido por el Padre como la cabeza, al revelarle la identidad de Jesús y darle la fuerza de proclamarla en medio de la Comunidad de los discípulos de Jesús y en su nombre.

Esta Fe, proclamada por él, será la roca sobre la que Cristo edificará su Iglesia cada día.

Pidamos a María madurar cada día nuestra Fe en el Señor Jesús y confiar mejor en Él.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXI
Los planes de Dios están centrados en la grandeza del hombre, por eso no deja de comunicarse con él y cuidar de él a través de la historia


Is. 22, 19-23:
"Yo… te destituiré de tu cargo. Y aquel día, yo llamaré a mi servidor… pondré tus poderes en su mano y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo clavaré como estaca en sitio firme…"

Sal. 137: "Tu Amor es eterno, Señor".

Rm. 11, 33-36:
"¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!... ¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido? Porque todo viene de Él, ha sido hecho por Él, y es para Él. ¡A Él sea la gloria eternamente! Amén".

Mt. 16, 13-20: "…Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre?...» Ellos contestaron: «Unos dicen que es… alguno de los profetas» «Y ustedes –les preguntó– ¿quién dicen que soy yo?»… Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, porque… te lo ha revelado… mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia y el poder de la muerte no podrá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos…» Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías".





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